
viernes, 19 de abril de 2024
Los "Retiros Parroquiales Juan XXIII" en Canelones volvieron... ¡y volverán!

domingo, 2 de julio de 2023
135 años del Colegio Nuestra Señora del Huerto de Pando, Canelones. Fiesta de la Virgen del Huerto y primeras comuniones. Homilía.
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8 de febrero de 1888: llegada de las Hermanas del Huerto a Pando |
Nos hemos reunido hoy para celebrar la Santa Misa, que es, ante todo, un encuentro con Jesús, que nos ofrece su Palabra, en las lecturas que acabamos de escuchar y se nos da como Pan de Vida en la comunión, que un grupo de niños y alguna persona más van a recibir por primera vez.
El 2 de julio es también la fiesta de Nuestra Señora del Huerto y es un motivo para festejar, hoy, los 135 años del Colegio que lleva su nombre.
Los comienzos del Colegio
135 años… Los invito ahora a que, sin irnos de Pando, viajemos con la imaginación hasta el año 1888. Tenemos que imaginarnos algo muy distinto de la ciudad que tenemos hoy. Tenemos que imaginarnos un pueblo, ya grandecito, con algunos miles de habitantes, y en crecimiento.
Nada de edificios altos. Calles de tierra, donde se veía más que nada gente a pie, a caballo o en carro. En los 30 kilómetros de camino entre Pando y la capital, que hoy están mayormente poblados, urbanizados, se veía un paisaje de campo: chacras, quintas, tambos…
Y en medio de los campos pasaba la vía del tren que, desde hacía poco, unía la estación de Pando con la Central de Montevideo.
No sé cómo sería la plaza, pero ya estaba inaugurada la iglesia parroquial, en la que estamos ahora, aunque después se ensancharía. Hacía poco se había consagrado el nuevo altar, con ese retablo tan lindo donde está la imagen de María Inmaculada, patrona de Pando.
Y así fue que el sábado 8 de febrero, por la mañana, hace 135 años, el tren trajo a Pando a las ocho Hermanas del Huerto que venían a fundar el primer colegio católico. Caía una lluvia intensa. Las calles de tierra eran puro barro. La comunidad parroquial, con el P. Juan Ignacio Bimbolino al frente, fue a recibir a las hermanas. Las llevaron hasta la iglesia parroquial, donde se hicieron oraciones y cantos y de allí fueron al colegio. Al otro día, domingo, a las tres de la tarde, se inauguraron los salones y el lunes comenzaron a dictarse las clases.
Así empezó el colegio donde las hermanas continúan su obra educativa, siempre bajo el amparo de Nuestra Señora del Huerto. Son miles ya los pandenses que pasaron por sus aulas, atesorando recuerdos imborrables. Este aniversario es un motivo de acción de gracias que une a las generaciones pasadas y presentes. También es ocasión para recordar a hermanas, catequistas, docentes, funcionarios, exalumnos que ya han partido y pedir que, por la misericordia de Dios sus almas descansen en paz.
Comentario al Evangelio (Mateo 10,37-42)
Vamos ahora al evangelio. Son muchas las cosas que dice Jesús, con pocas palabras. Me he fijado especialmente en esto:
“Les aseguro que cualquiera que dé a beber, aunque sólo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo, no quedará sin recompensa”
Suele decirse que a nadie se le niega un vaso de agua; es lo menos que podemos hacer por una persona.
En otro pasaje del Evangelio, Jesús nos dice que cuando estamos atentos a las necesidades de los demás y los ayudamos, es como si se lo hiciéramos a él (también dice que si no lo hacemos… es también a él a quien le negamos ayuda). Él dice: “tuve hambre y me diste de comer”, “estaba sin ropa y me vestiste”, “estuve enfermo y me visitaste”…
Pero en este evangelio Jesús no está hablando de todas las personas que podríamos ayudar, sino en especial de los discípulos de Jesús: “cualquiera que dé un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños por ser mi discípulo”.
Lo que me llama la atención es que cuando habla de los discípulos dice “uno de estos pequeños”. Los discípulos de Jesús ya eran todos hombres; alguno era joven, pero no había ningún niño. Pero Jesús los llama pequeños. Un poco, porque eran gente humilde, pero también porque todos, desde el momento en que empezamos a conocer a Jesús, aunque seamos todavía muy chicos, podemos ser sus discípulos. Un niño, una niña, puede ser discípulo de Jesús.
Miro ahora a los niños que van a recibir la comunión. ¿Ustedes son discípulos de Jesús?
Si quieren a Jesús, si quieren seguirlo conociendo, si quieren seguir recibiéndolo en la comunión cada domingo, se van a ir haciendo discípulos de Jesús.
Si a través de Jesús conocen el amor de Dios, si se sienten amados por el Padre Dios, se van a ir haciendo discípulos de Jesús.
Y si un día se animan a transmitirle eso que ustedes sienten a otras personas, entonces habrán crecido como discípulos de Jesús. Todos podemos decirle algo a los demás para que conozcan la ternura del Padre Dios.
No todos podemos hacer grandes cosas, grandes trabajos misioneros; pero todos podemos ir cambiando el mundo a través de pequeñas cosas: un trato amable, una sonrisa… o un vaso de agua.
Las primeras palabras de Jesús son más difíciles de entender:
“El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí;
y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí.”
¿Cómo entendemos esto, los hijos por un lado y los padres, por el otro, cómo entendemos estas palabras?
Recordemos el mandamiento principal de la ley de Dios: amarás al Señor tu Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo.
El amor a Dios viene primero, pero no para quedarse ahí, sino para seguir, para continuar en el amor al prójimo.
Y podríamos decir, para continuar de una manera mejor. Si amamos a Jesús, si amamos a Dios, amaremos mejor a nuestra familia, a nuestros amigos y abriremos también ese amor a otros, especialmente a quienes encontremos en dificultades, en necesidad.
A veces nuestra manera de amar es como apoderarnos de las personas, hacernos dueños de ellas. Quiero tener siempre su atención. Me pongo celoso cuando veo que hay otros en su corazón. Es una manera de amar posesiva… ¿Qué quiere decir “yo quiero a mi mamá”? ¿Qué quiere decir “yo quiero a mi nene”? ¿Quiere decir “los quiero para mí, que sean míos y de nadie más”? ¿O quiere decir que yo quiero que sean felices, y porque los quiero mucho, quiero darles lo mejor?
Si miramos cómo amó Jesús, aprendemos esa forma de amar. Para Jesús, amar es dar. Y no solo dar alguna cosa; para el amar es darse, darse él mismo. Por eso nos dejó su presencia en la Eucaristía: para seguir dándose a nosotros como Pan de Vida.
Recibiendo a Jesús, conociendo a Jesús, caminando con Él como discípulos, aprendemos a amar como él amó. Aprendemos a dar y a darnos.
Eso es tomar la cruz.
No hay amor de verdad sin cruz; pero no hay amor de verdad que no lleve a la vida y a la alegría de la resurrección, como sucedió con el mismo Jesús.
Queridas hermanas, queridos hermanos, que interceda por todos nosotros Nuestra Señora del Huerto. Ella, que nos muestra a su hijo Jesús, para que escuchemos su Palabra y lo sigamos como discípulos; ella, que sostiene su bracito para que Él nos dé su bendición y así podamos sentir en nuestros corazones la ternura de su amor. Que así sea.
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Grupo de Primera Comunión, 2 de julio de 2023. |
domingo, 6 de marzo de 2022
Asumió el nuevo párroco de Inmaculada Concepción de Pando.
Homilía del Obispo de Canelones.
Queridas hermanas, queridos hermanos:
Estamos reunidos esta mañana para recibir al nuevo párroco de Pando. El P. Luis Eduardo Ríos no es para esta comunidad un desconocido, aunque su presencia aquí fue en sus tiempos de seminarista, hace ya unos cuantos años… Fue también en esta iglesia parroquial donde recibió la ordenación sacerdotal el 28 de mayo de 1995. Así pues, dentro de tres años, él espera poder celebrar con ustedes sus 30 años de sacerdocio.
Él viene ahora para guiar y acompañar esta comunidad parroquial que tiene como patrona a María Inmaculada. Y no solo como patrona, sino como vecina pandense: aquí se dice que María fue la primera pobladora de Pando. Ocho años antes de que se formara el pueblo, ya estaba la capillita en honor de la Inmaculada Concepción de María, construida en 1780. El título de la capilla era expresión de la fe del Pueblo de Dios, sostenida por siglos hasta ser reconocida y declarada solemnemente como parte de nuestra fe católica por el Papa Pío Nono, en 1854: “que la Santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original desde el primer instante de su concepción … en atención a los méritos de Cristo-Jesús”. Pocos años después de esa declaración, el 8 de diciembre de 1869 fue inaugurado el templo parroquial que hoy nos alberga.
En esta casa, casa de Jesús, casa de su Madre y Madre nuestra, estamos celebrando el primer domingo de Cuaresma. Nuevo tiempo litúrgico, nueva etapa de esta comunidad; siempre bajo el amparo de María.
Con ella, primera discípula misionera, nos sentimos llamados a seguir a Jesús y nos dejamos llevar por ese camino de la mano de su Madre.
Es un camino en el que encontramos en la vida familiar, laboral y social dificultades y tentaciones que, a veces, logran apartarnos de Jesús o, al menos, enlentecen o entorpecen nuestros pasos.
Es en la vida parroquial, en la comunidad, donde encontramos luces y fuerzas. No porque aquí estemos los más buenos, sino porque aquí está el que ha venido a buscar, a sanar y a salvar a los pecadores. Aquí está Jesús, en medio de nosotros, hablándonos desde su Palabra, que aclamamos como “Palabra del Señor”. Aquí está María que nos dice “Hagan lo que Él les diga”.
Aquí esta Jesús, en medio de nosotros, dándose como alimento en el Pan de Vida.
Para hacer presente a Jesús en la Eucaristía y para comunicar su perdón a través del sacramento de la reconciliación hemos sido llamados los sacerdotes. Para eso está el Padre Luis Eduardo; para eso estuvieron aquí el Padre Williams y el Padre Marcelo, así como quienes los precedieron y quienes vendrán después. La Eucaristía y la Reconciliación están en el centro de nuestra misión sacerdotal, porque en estos dos sacramentos se hace presente el mismo Jesús para perdonar, iluminar y alimentar a su pueblo.
La Iglesia, el Pueblo de Dios, la comunidad eclesial, no la forman solo los ministros ordenados, sino todos los bautizados. Los ministros, más bien, estamos al servicio del Pueblo de Dios, cada uno dedicado en forma especial a la comunidad que le ha sido confiada.
En este tiempo, el Papa Francisco nos ha invitado a reflexionar sobre algo que hace a la vida del Pueblo de Dios: nuestro caminar juntos. Hablamos de sínodo, sinodalidad, Iglesia sinodal. “Sínodo” significa “caminar juntos”. El modelo del caminar juntos lo encontramos en el libro del Éxodo, que presenta al Pueblo de Dios caminando en el desierto hacia la tierra prometida.
Nosotros caminamos como el nuevo Pueblo de Dios que peregrina hacia la Casa del Padre.
Caminar juntos significa no dejar a nadie atrás; saber esperar a los que van más despacio, ayudar a quienes tienen menos fuerzas. Caminar juntos significa dejar también que algunos se adelanten, que con la ayuda del Espíritu Santo exploren lo que está por venir, pero sin separarse al punto de perder contacto con el gran grupo de los que van a una marcha moderada y pareja.
Los pastores hacemos también parte de esa marcha. Como guías, en nombre de Jesús, pero también como parte del Pueblo fiel al que queremos escuchar y del que queremos aprender.
En el evangelio hemos escuchado el relato de las tentaciones de Jesús.
Las tres tentaciones tienen el mismo fin: apartar a Jesús de su misión. Las tres son, por supuesto, engañosas. Pero hay una de ellas que me parece la más terrible de todas, aunque, al mismo tiempo, podríamos decir que es aquella en la que el tentador “se saca la careta”, es decir, él mismo se desenmascara, mostrando la mayor y peor de sus pretensiones: tomar el lugar de Dios.
Miremos antes las otras dos tentaciones.
Cuando el demonio le propone a Jesús transformar una piedra en pan, le está sugiriendo algo que Jesús podría hacer por él mismo, tal como más adelante cambiará el agua en vino o multiplicará panes y peces.
Cuando le dice de tirarse de lo alto del templo y ser recogido por los ángeles, el tentador está dejando lugar a la acción de Dios.
Pero cuando Satanás le ofrece a Jesús el poder y los reinos de la tierra, le pide algo francamente alevoso:
«Te daré todo este poder y el esplendor de estos reinos (…) si tú te postras delante de mí…»
La respuesta de Jesús es contundente:
«Está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto.»
Postrarse… postrarse es un acto de una gran intensidad, que involucra toda la persona, todo su cuerpo, su mente, su alma. Es tenderse en el suelo, boca abajo, y permanecer allí durante cierto tiempo. Es expresión de humildad. Es el mayor gesto corporal de adoración.
La postración forma parte del sacramento del orden: aquí mismo estuvo postrado, en su momento, el Padre Luis Eduardo. Mientras el ordenando yace se cantan las letanías, invocando a los santos y santas como intercesores por el nuevo ministro y por todo el pueblo de Dios.
La postración es también parte del ritual del Viernes Santo y la realiza el celebrante frente al altar, después de entrar a la celebración en medio del silencio de la asamblea.
«Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto.»
Dentro de instantes, el Padre Luis Eduardo va a renovar sus promesas sacerdotales, las promesas que hizo en su ordenación. Es su compromiso con el Señor que lo eligió y lo llamó para servir a Dios y a sus hermanos. Es un acto de libertad y, al mismo tiempo, es ponerse nuevamente confiado en las manos del Padre Dios que lo llamó a este ministerio por medio de su Hijo y de la Iglesia.
Hagamos ahora un momento de silencio y oremos por el Padre Luis Eduardo y por la parroquia de la Inmaculada Concepción de Pando. Que este tiempo de Cuaresma que la comunidad y el párroco están iniciando juntos los ayude a todos a acercarse al Señor cada día más como verdaderos adoradores, en espíritu y en verdad. Así sea.