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viernes, 19 de abril de 2024

Los "Retiros Parroquiales Juan XXIII" en Canelones volvieron... ¡y volverán!


Los Orígenes

El Movimiento de Retiros Parroquiales Juan XXIII surgió en 1973, en Puerto Rico, en la Diócesis de Arecibo, fundada por "el Papa Bueno" en 1960.
En el barrio de Sabana Hoyos había una capilla a la que acudía muy poca gente. Eso movió a un laico, Nelson Rivera Beauchamp, a buscar, con el apoyo de su párroco, alguna forma de acercar a los más alejados, especialmente los jóvenes. Así se hizo el primer retiro, en el galpón de una granja de cría de pollos, con 24 jóvenes, la mayoría de ellos drogadictos.
El Movimiento se fue configurando y extendiendo, primero por Puerto Rico y luego por varios países de América Latina y en los Estados Unidos. Su objetivo es "llamar a la conversión a las personas que están alejadas o al margen de la Iglesia" y su principal medio para ello son los retiros de tres días de duración: los "Retiros Parroquiales Juan XXIII".

La llegada a Canelones

En 2019 se realizaron los primeros retiros: uno de Hombres y otro de Mujeres, de forma simultánea, en Villa Guadalupe. Numerosos retiristas acudieron de distintos países para colaborar en esos comienzos. La continuidad quedó frustrada con la pandemia.

Y volvieron...

El año pasado, una delegación de retiristas vino a Canelones para entrevistarse con Mons. Heriberto. El Obispo los escuchó y los invitó a participar en una reunión del Consejo de Presbiterio, para presentar el proyecto. El párroco de Pando, el P. Luis Eduardo, se manifestó dispuesto a recibirlos.
Es así como el 13, 14 y 15 de abril diez Mujeres y diecinueve Hombres vivieron esta experiencia de encuentro con Jesucristo, que habla por medio de su Palabra y del testimonio de los hermanos.
Los y las participantes fueron acompañados por los y las retiristas "veteranos" que llegaron principalmente desde Colombia, pero también de Perú y los EE.UU. para apoyar el evento.

¡... Y volverán!

Para que no se enfríe lo que se ha comenzado, ya hay fecha reservada para el próximo Retiro, en Villa Guadalupe: viernes 29 de noviembre a domingo 1° de diciembre de este año.  

domingo, 1 de enero de 2017

Enfoques dominicales. Cincuenta destellos de Paz


El 8 de diciembre de 1967, el papa Pablo VI dirigió un mensaje “a todos los hombres de buena voluntad” invitando a celebrar el “Día de la Paz” [1968], el 1 de enero de cada año.

A partir de entonces, a lo largo de los 50 años que han transcurrido, los sucesivos papas han presentado cada 8 de diciembre un mensaje de paz para el 1° de enero siguiente.

¿Qué han dicho sobre la paz Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto XVI, Francisco?
Ya sólo la lectura de los cincuenta títulos lleva un tiempo considerable. Sin embargo, leyendo esos títulos podemos ver algunos grandes temas que nos ayudan a ver como “La paz es posible” [1973]. Hay un antecedente de estos mensajes en la encíclica de san Juan XXIII, “Paz en la tierra”: “Pacem in Terris: una tarea permanente” [2003].

En esta Navidad hemos celebrado a Jesús como “príncipe de la paz”, así anunciado por el profeta Isaías. El mismo Jesús envía a sus discípulos a llevar la paz y, más aún, proclama “bienaventurados los que trabajan por la paz [2013], porque ellos serán llamados hijos de Dios”.

En estos cincuenta destellos de paz que son los mensajes de los pontífices, podemos encontrar varias pistas para llevar la paz a los demás y trabajar por la paz en el mundo.

Creo que la primera pista o primer destello que podemos tomar está en el título del mensaje de 1974: “la paz depende también de ti”. Es lo primero, porque nos está recordando que cada ser humano puede hacer algo para construir la paz. Juan Pablo II decía: “La paz nace de un corazón nuevo” [1984] y “De la justicia de cada uno nace la paz para todos” [1998]. Benedicto XVI retomaba ese camino señalando “La persona humana, corazón de la paz” [2007].

Si la paz depende de cada persona, cada uno tiene una tarea necesaria, imprescindible… muchos mensajes apuntan al compromiso personal del esfuerzo por la paz: “Si quieres la paz, trabaja por la justicia” [1972], “…defiende la vida” [1977], “…respeta la conciencia de cada hombre” [1991], “Para servir a la paz, respeta la libertad” [1981], “No te dejes vencer por el mal, antes bien, vence el mal con el bien” [2005], “Vence la indiferencia y conquista la paz” [2016].

Otro destello que nos abre una perspectiva está en el mensaje de 1971: “Todo hombre es mi hermano”. La fraternidad es la relación fundamental que nos une a todos los seres humanos. Es la línea que retoma el primer mensaje de Francisco: “La fraternidad, fundamento y camino para la paz” [2014] y el siguiente, que denuncia una terrible realidad todavía presente, como es la esclavitud, pero vuelve a afirmar la fraternidad: “No esclavos sino hermanos” [2015]. Esa fraternidad reclama “La reconciliación, camino hacia la paz” [1975], y nos dice “Ofrece el perdón, recibe la paz” [1997]. Más todavía, se nos recuerda que “No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón” [2002].

Las relaciones humanas empiezan en el ámbito de la familia. Por eso no sorprende que se afirme que “De la familia nace la paz de la familia humana” [1994] o proponer la “Familia humana, comunidad de paz” [2008]. En el marco de la familia, la preocupación por los más pequeños: “¡Demos a los niños un futuro de paz!” [1996], y la visión de las posibilidades que abren las nuevas generaciones: “La paz y los jóvenes caminan juntos” [1985].

La preocupación por educar para la paz está también presente en los mensajes: “Educarse para la paz a través de la reconciliación” [1970]; “Para lograr la paz, educar a la paz” [1979], reafirmado después: “Un compromiso siempre actual: educar para la paz” [2004] sin olvidar “Educar a los jóvenes en la justicia y en la paz” [2012] y el papel especial de “La mujer, educadora para la paz” [1995].

Desde luego, la paz no sólo se construye en las relaciones personales, por más que allí se esté poniendo el fundamento. Los derechos humanos y las relaciones internacionales son siempre recordados: “La promoción de los Derechos del Hombre, camino hacia la paz” [1969] porque “El secreto de la paz verdadera reside en el respeto de los Derechos Humanos” [1999]. Particularmente, “Para construir la paz, respeta las minorías” [1989].
Las conversaciones de paz, tan difíciles, son justamente valoradas: “El diálogo por la paz, una urgencia para nuestro tiempo” [1983] y el “Diálogo entre las culturas para una civilización del amor y la paz” [2001].
Las tensiones internacionales y las desigualdades entre países: “La paz es un valor sin fronteras. Norte-Sur, Este-Oeste: una sola paz” [1986]; “Desarrollo y solidaridad: dos claves para la paz” [1987]. Ya Juan Pablo II había dicho “Si quieres la paz, sal al encuentro del pobre” [1993] porque “Combatir la pobreza es construir la paz” [2009].

En los últimos años hemos venido descubriendo que la paz no sólo involucra las relaciones humanas, sino la relación del ser humano con su entorno, con la “casa común” como llama Francisco al planeta en su encíclica Laudato Sii. Ya en 1990 Juan Pablo II proponía “Paz con Dios, paz con toda la creación” y luego Benedicto XVI “Si quieres promover la paz, protege la creación” [2010].

No todo método sirve para alcanzar la paz. Ya Pablo VI dedicó un mensaje a “Las verdaderas armas de la paz” [1976] y expresó su “No a la violencia, sí a la paz” [1978]. Juan Pablo II proclamó “La verdad, fuerza de la paz” [1980] y Benedicto XVI le hizo eco con su primer mensaje: “En la verdad, la paz” [2006]. En su mensaje para esta quincuagésima jornada, Francisco propone “La no violencia, un estilo de política para la paz” [2017] y presenta cuatro figuras que lucharon con métodos no violentos. Sorprende la diversidad: Mahatma Gandhí, de la India, de religión hinduista; su amigo, menos conocido, el pakistaní Khan Abdul Ghaffar Khan, musulmán; el afro-estadounidense Martín Luther King, pastor bautista; y una mujer africana, la liberiana Leymah Gbowee, luterana.

En su mensaje de este año, última de estas cincuenta luces, Francisco reafirma rotundamente que “«Ninguna religión es terrorista». La violencia es una profanación del nombre de Dios. No nos cansemos nunca de repetirlo: «Nunca se puede usar el nombre de Dios para justificar la violencia. Sólo la paz es santa. Sólo la paz es santa, no la guerra». Muchos mensajes parten de “La paz, don de Dios confiado a los hombres” [1982], recordando el canto de los ángeles en Belén: «Paz en la tierra a los hombres que Dios ama» [2000]; la necesidad de “Creyentes unidos en la construcción de la paz” [1992] y de “La libertad religiosa, condición para la convivencia pacífica” [1988] y “…camino para la paz” [2011].

Después de cincuenta años: ¿de qué sirven estos mensajes? Trabajar por la paz es una tarea irrenunciable. Estos cincuenta destellos son balizas que iluminan el camino de todos los que creemos que la paz es posible... y que depende también de cada uno de nosotros.

Que esta jornada -dedicada a la Madre de Dios- encuentre nuestros corazones abiertos para recibir del Hijo de Dios el don de la Paz y nuestro compromiso de comunicarlo a todos.

martes, 29 de abril de 2014

Mons. Cáceres y las canonizaciones de Juan XXIII y Juan Pablo II - Nota de diario El País

Melo: la huella de Juan XXIII y Juan Pablo II en Uruguay

Un Papa lo nombró obispo y otro lo jubiló; hoy son santos

El obispo emérito de la diócesis de Melo y Treinta y Tres, monseñor Roberto Cáceres, contó a El País que Juan XXIII lo nombró obispo y Juan Pablo II lo jubiló. Está orgulloso de eso y alegre por la reciente canonización de ambos pontífices.

A los 93 años, el obispo emérito Roberto Cáceres está feliz por la canonización. Néstor Araujo.
MELO NÉSTOR ARAÚJO - 29 abr 2014

A los 93 años de edad, que cumplió el pasado 16 de abril, el obispo emérito de la diócesis de Melo y Treinta y Tres, monseñor Roberto Cáceres, cuenta que estuvo personalmente en varias oportunidades con los dos pontífices que fueron canonizados, en una ceremonia que contó con la presencia del Papa Francisco y de Benedicto XVI, y convocó en la madrugada uruguaya del domingo pasado a un millón de personas en Roma.

Monseñor Roberto Cacerés dijo que él fue designado obispo por Juan XXIII y sintió un gran orgullo al haber estado en Melo con Juan Pablo II.

El obispo emérito de la diócesis reveló además su alegría porque ahora la Iglesia los haya canonizado.

El 2 de enero del 1962, Cáceres fue nombrado obispo por el Papa Juan XXIII, y en el año 1996 Juan Pablo II lo declaró emérito. "Estamos muy felices; en lo que me es personal tengo el agrado y (lo volanteo además), de haber sido nombrado por Juan XXIII; luego me tocó participar del Concilio Ecuménico Vaticano II en los años 1962, 1963, 1964 y 1965".

Cáceres comentó que "si bien se hallaba muy enfermo en ese momento", estuvo con él cuando inauguró el concilio.

"Juan Pablo II cambió mucho; lo recibí en Melo el 8 de mayo de 1988, fecha memorable en nuestro calendario religioso de la diócesis; no digo que no se vaya a repetir, pero la Catedral de Melo tiene ese honor de haber tenido esa presencia. El banco en donde San Juan Pablo II se hincó esta marcado con una plaqueta", sostuvo Cáceres.

"Poder contar esto y seguir la senda de estos grandes líderes, para mí es un honor y una responsabilidad, desde lo hondo del corazón", agregó quien actualmente es el primer obispo emérito de la Diócesis de Melo, donde fue pastor por 34 años.

Hoy continúa desplegando una intensa actividad, participando en varios programas radiales y celebrando la Eucaristía en diversas capillas de Melo y Treinta y Tres.

Nació en 1921 en Buenos Aires, Argentina, hijo de padres uruguayos. Fue ordenado para la Arquidiócesis de Montevideo el 15 de julio de 1945.

El 2 de enero de 1962 fue nombrado obispo de Melo. Tomó posesión de la diócesis el 8 de abril del mismo año. El ordenante principal fue Raffaelo Forni y los coordenantes Miguel Paternain y Orestes S. Nuti. Se retiró de la conducción de la Diócesis el 23 de abril de 1996.

Más recuerdos.

Juan Pablo II estuvo en Montevideo un mediodía de abril de 1987, previo a su viaje a Argentina, en donde se firmaría el Tratado de Paz entre Argentina y Chile por el conflicto del Canal de Beagle.
El 8 de mayo de 1988, durante una visita pastoral de tres días a Uruguay, ordenó a 13 sacerdotes, entre ellos a monseñor Arturo Fajardo, hoy obispo de San José de Mayo, y a monseñor Milton Tróccoli, obispo auxiliar de Montevideo.

Día de los Trabajadores: Mensaje del Consejo Permanente de la CEU


Al acercarse esta jornada de memoria y reflexión, saludamos a todos los hombres y mujeres, en el campo y la ciudad, que con dedicación, talento y sudor, ganan honestamente el pan de cada día. Con él sostienen a sus familias y se suman en la construcción de una sociedad más justa y solidaria.

Este 1º de mayo es un día apropiado para agradecer a todos los trabajadores que hacen posible el desarrollo de la sociedad en su conjunto.

El Domingo 27 de abril celebramos, junto a la de Juan XXIII, la canonización de Juan Pablo II, un papa cuya experiencia personal lo mantuvo siempre cercano al mundo del trabajo. Nos parece bueno recordar su Encíclica sobre el trabajo humano. En ella habla del trabajo y la dignidad de la persona. De ella extractamos estos párrafos sobre la “fatiga” como hecho por todos conocido, porque es por todos experimentado:

“Lo saben los hombres del trabajo manual, realizado a veces en condiciones excepcionalmente pesadas.
La saben no sólo los agricultores, que consumen largas jornadas en cultivar la tierra, la cual a veces «produce abrojos y espinas», sino también los mineros en las minas o en las canteras de piedra, los siderúrgicos junto a sus altos hornos, los hombres que trabajan en obras de albañilería y en el sector de la construcción con frecuente peligro de vida o de invalidez.
Lo saben a su vez, los hombres vinculados a la mesa de trabajo intelectual; lo saben los científicos; lo saben los hombres sobre quienes pesa la gran responsabilidad de decisiones destinadas a tener una vasta repercusión social.
Lo saben los médicos y los enfermeros, que velan día y noche junto a los enfermos.
Lo saben las mujeres, que a veces sin un adecuado reconocimiento por parte de la sociedad y de sus mismos familiares, soportan cada día la fatiga y la responsabilidad de la casa y de la educación de los hijos.
Lo saben todos los hombres del trabajo y, puesto que es verdad que el trabajo es una vocación universal, lo saben todos los hombres.” (Laborem exercens, 9)

En esta fecha tan señalada recordamos ante el Señor Jesús, “el hijo del carpintero”, a todos los fallecidos en accidentes de trabajo.

Pedimos al Señor por intercesión de San José obrero, patrono del mundo del trabajo, que nos ayude a todos a buscar en cada nueva jornada y en un diálogo respetuoso y creativo, el bien común de nuestro país.


Montevideo, 29 de abril de 2014
El Consejo Permanente de la Conferencia Episcopal del Uruguay.

lunes, 28 de abril de 2014

San Juan XXIII y el Uruguay

Recordemos brevemente algunos de los hechos más significativos en la relación del Papa San Juan XXIII con el Uruguay... no son pocos. Veamos.

El único Cardenal con el que hasta ahora ha contado el Uruguay fue nombrado por Juan XXIII. "El Papa Bueno" había sido electo el 28 de octubre de 1958. El 15 de diciembre de ese año nombró Cardenal a Mons. Antonio María Barbieri ofm cap, Arzobispo de Montevideo.

Cuatro diócesis del Uruguay fueron creadas por el nuevo santo:
25 de junio de 1960 - Diócesis de Minas
22 de octubre de 1960 - Diócesis de Tacuarembó
17 de diciembre de 1960 - Diócesis de Mercedes
25 de noviembre de 1961 - Diócesis de Canelones

En cuanto a los nombramientos de obispos, fueron numerosos.
- 3 de febrero de 1959 - Mons. Marcelo Mendiharat, nombrado Obispo coadjutor de Salto
- 5 de julio de 1960 - Mons. Humberto Tonna, nombrado Obispo de Florida
- 9 de julio de 1960 - Mons. Orestes Santiago Nuti, nombrado Obispo de Melo
- 9 de julio de 1960 - Mons. José María Cavallero, nombrado primer obispo de Minas (había sido auxiliar de Salto y obispo de Melo)
- 3 de noviembre de 1960 - Mons. Carlos Parteli, nombrado primer obispo de Tacuarembó (luego sería arzobispo de Montevideo, nombrado por Pablo VI)
- 31 de diciembre de 1960 - Mons. Enrique Lorenzo Cabrera, nombrado primer obispo de Mercedes
- 2 de enero 1962 - Mons. Orestes Santiago Nuti, nombrado primer Obispo de Canelones
- 2 enero 1962 - Mons. Roberto Cáceres, nombrado obispo de Melo
- 20 de noviembre de 1962 - Mons. Miguel Balaguer: nombrado Obispo auxiliar de Montevideo. (En 1966 el Papa Pablo VI lo nombró Obispo de Tacuarembó)

Homilía del Papa Francisco en la canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II

 
HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO
Plaza de San Pedro
II Domingo de Pascua (o de la Divina Misericordia), 27 de abril de 2014
En el centro de este domingo, con el que se termina la octava de pascua, y que san Juan Pablo II quiso dedicar a la Divina Misericordia, están las llagas gloriosas de Cristo resucitado.
Él ya las enseñó la primera vez que se apareció a los apóstoles la misma tarde del primer día de la semana, el día de la resurrección. Pero Tomás aquella tarde, como hemos escuchado, no estaba; y, cuando los demás le dijeron que habían visto al Señor, respondió que, mientras no viera y tocara aquellas llagas, no lo creería. Ocho días después, Jesús se apareció de nuevo en el cenáculo, en medio de los discípulos: Tomás también estaba; se dirigió a él y lo invitó a tocar sus llagas. Y entonces, aquel hombre sincero, aquel hombre acostumbrado a comprobar personalmente las cosas, se arrodilló delante de Jesús y dijo: «Señor mío y Dios mío» (Jn 20,28).
Las llagas de Jesús son un escándalo para la fe, pero son también la comprobación de la fe. Por eso, en el cuerpo de Cristo resucitado las llagas no desaparecen, permanecen, porque aquellas llagas son el signo permanente del amor de Dios por nosotros, y son indispensables para creer en Dios. No para creer que Dios existe, sino para creer que Dios es amor, misericordia, fidelidad. San Pedro, citando a Isaías, escribe a los cristianos: «Sus heridas nos han curado» (1 P 2,24; cf. Is 53,5).
San Juan XXIII y san Juan Pablo II tuvieron el valor de mirar las heridas de Jesús, de tocar sus manos llagadas y su costado traspasado. No se avergonzaron de la carne de Cristo, no se escandalizaron de él, de su cruz; no se avergonzaron de la carne del hermano (cf. Is 58,7), porque en cada persona que sufría veían a Jesús. Fueron dos hombres valerosos, llenos de la parresia del Espíritu Santo, y dieron testimonio ante la Iglesia y el mundo de la bondad de Dios, de su misericordia.
Fueron sacerdotes y obispos y papas del siglo XX. Conocieron sus tragedias, pero no se abrumaron. En ellos, Dios fue más fuerte; fue más fuerte la fe en Jesucristo Redentor del hombre y Señor de la historia; en ellos fue más fuerte la misericordia de Dios que se manifiesta en estas cinco llagas; más fuerte, la cercanía materna de María.
En estos dos hombres contemplativos de las llagas de Cristo y testigos de su misericordia había «una esperanza viva», junto a un «gozo inefable y radiante» (1 P 1,3.8). La esperanza y el gozo que Cristo resucitado da a sus discípulos, y de los que nada ni nadie les podrá privar. La esperanza y el gozo pascual, purificados en el crisol de la humillación, del vaciamiento, de la cercanía a los pecadores hasta el extremo, hasta la náusea a causa de la amargura de aquel cáliz. Ésta es la esperanza y el gozo que los dos papas santos recibieron como un don del Señor resucitado, y que a su vez dieron abundantemente al Pueblo de Dios, recibiendo de él un reconocimiento eterno.
Esta esperanza y esta alegría se respiraba en la primera comunidad de los creyentes, en Jerusalén, de la que hablan los Hechos de los Apóstoles (cf. 2,42-47), como hemos escuchado en la segunda Lectura. Es una comunidad en la que se vive la esencia del Evangelio, esto es, el amor, la misericordia, con simplicidad y fraternidad.
Y ésta es la imagen de la Iglesia que el Concilio Vaticano II tuvo ante sí. Juan XXIII yJuan Pablo II colaboraron con el Espíritu Santo para restaurar y actualizar la Iglesia según su fisionomía originaria, la fisionomía que le dieron los santos a lo largo de los siglos. No olvidemos que son precisamente los santos quienes llevan adelante y hacen crecer la Iglesia. En la convocatoria del Concilio, san Juan XXIII demostró una delicada docilidad al Espíritu Santo, se dejó conducir y fue para la Iglesia un pastor, un guía-guiado, guiado por el Espíritu. Éste fue su gran servicio a la Iglesia; por eso me gusta pensar en él como el Papa de la docilidad al Espíritu santo.
En este servicio al Pueblo de Dios, san Juan Pablo II fue el Papa de la familia. Él mismo, una vez, dijo que así le habría gustado ser recordado, como el Papa de la familia. Me gusta subrayarlo ahora que estamos viviendo un camino sinodal sobre la familia y con las familias, un camino que él, desde el Cielo, ciertamente acompaña y sostiene.
Que estos dos nuevos santos pastores del Pueblo de Dios intercedan por la Iglesia, para que, durante estos dos años de camino sinodal, sea dócil al Espíritu Santo en el servicio pastoral a la familia. Que ambos nos enseñen a no escandalizarnos de las llagas de Cristo, a adentrarnos en el misterio de la misericordia divina que siempre espera, siempre perdona, porque siempre ama.