Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: «¿Eres tú el Rey de los judíos?»
Respondió Jesús: «¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí?»
Pilato respondió: «¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?»
Respondió Jesús: «Mi Reino [mi realeza] no es de este mundo. Si mi Reino [mi realeza] fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí».
Entonces Pilato le dijo: «¿Luego tú eres Rey?» Respondió Jesús: «Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz».
Pilato le dijo: "¿Tú eres rey?"
Jesús respondió: "Tú lo dices: Yo soy rey".
Jesús lo afirma ante Pilato: "Yo soy rey". Así nos lo cuenta el Evangelio de Juan, que leemos en esta Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo.
Si volvemos muchos capítulos atrás, en este mismo evangelio, encontramos que el discípulo Natanael, en su primer encuentro con Jesús, había proclamado, lleno de entusiasmo: "Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel" (1,49). Así, como si nada, el nuevo discípulo le da a Jesús dos grandes títulos. Jesús no comenta esto. Se hace cargo del asombro y entusiasmo del joven y abre su horizonte con la promesa de ver "el cielo abierto".
Más adelante, el mismo Evangelio nos contará que, inmediatamente después de la multiplicación de los panes y los peces, "dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarlo por la fuerza para hacerlo rey, huyó de nuevo al monte él solo" (6,15).
Pero en el pasaje que hemos leído Jesús no calla ni huye. Declara ante Pilato "Yo soy rey".
No parece el mejor momento. Pilato, representante del poder imperial en Palestina, interroga a Jesús sobre la acusación por la que lo han traído a su presencia: "¿Eres tú el rey de los judíos?". Las preguntas que están sobreentendidas: "¿Estás pretendiendo tener el poder real en esta provincia del Imperio? ¿Tienes ese propósito subversivo?".
Jesús es apenas un preso, llevado ante la autoridad romana que tiene el poder humano de condenarlo a muerte o darle la libertad. Atado, maltratado, está muy lejos de parecer un rey... y precisamente de eso se trata. Este es el momento de en que Jesús puede decir "Yo soy rey", porque nadie puede confundirlo con un rey de este mundo.
"Mi realeza no es de este mundo", declara Jesús. Esto es: mi manera de ser rey, no es la manera de los reyes de este mundo.
Para explicitar mejor estas palabras de Jesús, podemos recurrir al Evangelio de Marcos: "Ustedes saben que los que son tenidos como jefes de las naciones, las dominan como señores absolutos y sus grandes las oprimen con su poder. Pero no ha de ser así entre ustedes, sino que el que quiera llegar a ser grande entre ustedes, será su servidor, y el que quiera ser el primero entre ustedes, será esclavo de todos, que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos". (10,42-45).
Jesús se presenta así como el Rey Servidor, y su servicio fundamental es "dar su vida como rescate por muchos", entregar su vida para la salvación de los hombres.
Ante Pilato, Jesús está llegando a ese momento decisivo. Toda su vida ha sido entrega, y ahora va a hacerse entrega total, entrega de amor. Un amor capaz de vencer al odio, la violencia y la muerte que pronto se abatirán sobre él...
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El Sacramento de la Confirmación se realiza por medio de la unción con el santo Crisma, el óleo consagrado por el Obispo en la Misa Crismal de cada año.
El confirmado es ungido en la frente con ese óleo por el Obispo, que dice, además: "recibe por esta señal el don del Espíritu Santo".
De esa forma, el confirmado pasa a ser un "ungido". "Ungido", una palabra que no usamos muy frecuentemente en español, traduce una antigua palabra hebrea, "masih", que a través del latín llega a nosotros como "Mesías". Por otra parte, esta palabra "Mesías", traducida al griego significa "Cristo".
Jesucristo significa Jesús, "el Ungido", el Mesías, el Cristo. La unción con el Crisma hace de cada confirmado "otro cristo". En definitiva, eso es el cristiano: aquella persona marcada con el sello del Espíritu Santo, que lo une a Cristo, el Rey Servidor, para que lo siga como discípula, lo imite con su vida y lo anuncie a los demás como Salvador.
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