domingo, 21 de marzo de 2010

Peregrinación a la Cruz del Cerro Largo








Desde hace ya algunos años, la Diócesis de Melo peregrina el V Domingo de Cuaresma a la Cruz del Cerro Largo.
La Cruz fue instalada en 1988, con motivo de la visita de Juan Pablo II (quien la bendijo desde el aire) por iniciativa del P. Saverio Mori, en ese entonces párroco de la Catedral.
Peregrinos de las diferentes parroquias de la diócesis se encontraron en la mañana en el centro poblado de Arbolito, sobre la Ruta 8, para comenzar la subida al Cerro Largo. Diversos grupos fueron haciendo su recorrido, para encontrarse junto a la Cruz del Cerro.
Allí, al finalizar la animación preparada por diferentes grupos - entre los que destacó la murga de adolescentes de la Parroquia Santo Domingo Savio -, el obispo diocesano dirigió un saludo y bendijo a los peregrinos. Algunos sacerdotes dieron a los fieles la posibilidad de celebrar allí mismo la reconciliación, mientras otros permanecían también disponibles para quienes quedaron en el punto de partida o iban regresando allí.
Tras el almuerzo y un rato de "fogón", con canciones folklóricas, se celebró la Eucaristía, con la que culminó la jornada.
En su homilía, Mons. Bodeant retomó el V prefacio de Cuaresma:

En verdad es justo bendecir tu nombre,
Padre rico en misericordia,
ahora que,
en nuestro itinerario hacia la luz pascual,
seguimos los pasos de Cristo,
maestro y modelo de la humanidad
reconciliada en el amor.


Tú abres a la Iglesia el camino de un nuevo éxodo

a través del desierto cuaresmal,
para que, llegados a la montaña santa,
con el corazón contrito y humillado,
reavivemos nuestra vocación de pueblo de alianza,
convocado para bendecir tu nombre,
escuchar tu Palabra
y experimentar con gozo tus maravillas.


El Obispo recordó brevemente los evangelios escuchados en los domingos III al V, evocando la Misericordia del Padre manifestada a través del amor de Jesús.
Una de las expresiones de esa misericordia es el camino, que el mismo Padre abre: el camino de la cuaresma que hemos venido recorriendo.
Un camino como el que sube y baja al cerro: con sus dificultades, sus piedras, sus cuestas, que nos ponen a prueba, pero con el alivio de la sombra y la fortaleza que da el caminar unidos animados por Cristo.
Camino de un nuevo éxodo, es decir, de una "salida". Esa "salida" que tantas veces buscamos en nuestra vida cuando nos sentimos atrapados, aprisionados... el pecado nos ata, nos aprisiona. La reconciliación nos libera, nos desata, nos hace "salir".
Y así llegamos a la montaña santa. Para nosotros, esta es nuestra "montaña santa". Lugar de encuentro con el Señor. Lugar de encuentro con la Cruz, signo de su amor vencedor de la muerte.
En la montaña reavivamos nuestra vocación de pueblo de la alianza.
Alianza que Dios ha querido hacer con nosotros, su pueblo.
Dios se "ha atado" a nosotros, se ha comprometido con nosotros, en su hijo Jesús, hasta dar la vida.
Por eso, aquí se trata de reavivar nuestra vocación: el llamado que Él nos hace a ser su pueblo.
Así estamos concluyendo esta Cuaresma y estamos a las puertas de la Semana Santa.
Que en ella podamos contemplar las maravillas de Dios, en su Hijo resucitado, y las maravillas que sigue obrando en nuestra vida.

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