Catedral San Patricio, El Paso, Texas, EE.UU. |
EL PASO, martes 1 de marzo de 2011 (ZENIT.org – El Observador).- Desde hoy y hasta el próximo jueves 3 de marzo se lleva a cabo, en esta ciudad fronteriza de los Estados Unidos, la reunión anual de los obispos fronterizos de Texas, Tamaulipas, Coahuila y Chihuahua.
El problema fundamental a analizar es el papel de la Iglesia católica en la solución de la inseguridad que aqueja a la región, así como las constantes violaciones a los derechos humanos que sigue padeciendo la población migrante que proviene de México y de América Central, especialmente en territorio mexicano.
A partir de hoy, nueve de los diez obispos (seis de Texas: los de El Paso, Brownsville, San Angelo, Amarillo, San Antonio y Laredo) y tres del lado mexicano (Ciudad Juárez, Matamoros y Piedras Negras, con la ausencia del obispo de Nuevo Laredo, quien no podrá estar presente por problemas de agenda), analizarán el entorno sobre el que tiene que influir la Iglesia católica, que en este campo se encuentra profundamente hermanada en ambos lados de la frontera.
La reunión anual de obispos fronterizos se ve agravada tanto por el asesinato de dos agentes estadounidenses de Migración en el Estado mexicano de San Luis Potosí hace dos semanas, como por los actos de racismo y xenofóbicos contra los inmigrantes y que los legisladores del Congreso de los Estados Unidos “no aprueben más leyes que los dañan”, según ha dicho a los medios de comunicación el obispo de Piedras Negras, monseñor Alonso Garza Treviño.
“Deseamos como obispos de la región fronteriza compartir nuestra preocupación pastoral sobre el bienestar de nuestras familias y nuestra sociedad. Nos referimos a la dinámica de violencia criminal que pesa sobre nuestras comunidades, porque sufren muchos inocentes y particularmente los migrantes", subrayó monseñor Garza Treviño.
Los obispos de ambos lados de la frontera insistirán, durante su reunión de El Paso, en que los Estados Unidos den trato digno a los migrantes, mientras que las autoridades mexicanas deben afanarse en crear empleos dignos que retengan a los jóvenes y a los adultos en sus tierras y no los obliguen a cruzar la frontera en busca de mejores oportunidades de vida.
Se calcula que, cada año, medio millón de trabajadores mexicanos emigran hacia Estados Unidos.
Cada año las encarcelaciones en Estados Unidos se suman por miles, lo mismo que las deportaciones. Cerca de medio millar de mexicanos y otro tanto de centroamericanos mueren anualmente, sobre todo en el verano, cuando las temperaturas del “corredor de la muerte” alcanzan los 50 grados centígrados, tratando de conquistar “el sueño americano”. En la última década ha aumentado el flujo migratorio de mujeres y de niños.
Para monseñor Garza Treviño es necesario “acabar con ese sufrimiento de las familias de ilegales; es tiempo que el gobierno estadounidense y sus ciudadanos reconozcan que los migrantes son gente que merece respeto porque hacen el trabajo más pesado y contribuyen a generar riqueza en ese país, por tanto se deben garantizar sus derechos”, enfatizó.
Los obispos de Texas y estados fronterizos mexicanos propondrán, también, jornadas de oración por la paz, sobre todo en la frontera de El Paso, Ciudad Juárez, que se ha convertido en una de las ciudades más violentas del mundo, lastrada por el narcotráfico, los asesinatos de mujeres y la explotación sexual de menores.
Actualmente en diócesis como la de Nuevo Laredo, en el estado mexicano de Tamaulipas, en todas las iglesias y parroquias, al concluir la Misa se ora por la paz y la seguridad. Siguiendo ese ejemplo, monseñor Garza Treviño consideró “urgente frenar la ola de inseguridad” y añadió que le duele cada “uno de los testimonios desgarradores de los indocumentados que quedan mutilados, a los que les roban sus pocas pertenencias, violan a las mujeres o fallecen algún hermano o amigo en el desierto”.
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