Juan Manuel Blanes, "La Samaritana", óleo sobre tela 200 x 146 cm |
San Agustín comenta el capítulo 4 del Evangelio según San Juan (el encuentro de Jesús con la Samaritana) diciendo «Quien pedía agua para beber, tenía sed de la fe de esa mujer» (Comentario al Evangelio de Juan, XV, 11).
Dos poemas me viene a la mente. Uno, muy breve, de Antonio Machado, que cito de memoria: "Bueno es saber que los vasos / nos sirven para beber / lo malo es que no sabemos / para qué sirve la sed".
Ansias y ansiedades, deseos profundos del corazón humano... allí están, en nosotros, no para que los ahoguemos con extraños y engañosos elixires, sino con el Agua del Espíritu Santo, que es lo que ofrece Jesús a la Samaritana. Ella tenía sed, tal vez sin saber para qué, como dice el poema de Machado, hasta su encuentro con el Mesías esperado.
El otro poema es de la uruguaya Delmira Agustina:
La Sed
¡Tengo sed, sed ardiente! -dije a la maga, y ella
me ofreció de sus néctares. -¡Eso no: me empalaga!-
Luego, una rara fruta, con sus dedos de maga,
exprimió en una copa clara como una estrella;
y un brillo de rubíes hubo en la copa bella.
Yo probé. -Es dulce, dulce. ¡Hay días que me halaga
tanta miel, pero hoy me repugna, me estraga!
Vi pasar por los ojos del hada una centella.
Y por un verde valle perfumado y brillante,
llevóme hasta una clara corriente de diamante.
-¡Bebe! -dijo-. Yo ardía, mi pecho era una fragua.
Bebí, bebí, bebí la linfa cristalina…
¡Oh, frescura! ¡Oh, pureza! ¡Oh, sensación divina!
-Gracias, maga, ¡y bendita la limpidez del agua!
El agua limpia, el agua clara... "sensación divina"... Blanes nos pintó una Samaritana soñadora... "Si conocieras el don de Dios" le dice (y nos dice) Jesús... ¿Sabemos para qué sirve la sed? ¿Para qué, si no es para encontrarlo a Él?
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