El viernes pasado llegué a la capital de Colombia. Una ciudad que cuenta ya 9.000.000 de habitantes, con algunas de sus avenidas principales bloqueadas o estrechadas por la construcción de un ambicioso proyecto de transporte colectivo, el Transmilenio. La obra, que ya vi iniciada en diciembre de 2009, avanza lentamente debido a problemas no precisamente técnicos, sino de corrupción. La ciudad ha regulado la circulación de los automóviles. De acuerdo al número de matrícula del vehículo, sólo se puede circular determinados días de la semana. De esta forma, cada día sale a la calle sólo el 60% de los autos de Bogotá. Si aún así las vías aparecen colapsadas, uno no puede imaginar cómo sería si saliera el 100%.
En el aeropuerto me esperaba el P. Álvaro, quien, desde tiempos de Mons. Luis, es el referente de nuestra diócesis para la venida de seminaristas colombianos. Me condujo a mi alojamiento, en casa de los Padres Paulinos, frente a la Universidad San Buenaventura, donde él tiene sus clases.
En la tarde me invitó a hablar sobre Uruguay a sus estudiantes, laicos y laicas que siguen un curso de formación de Profesores de Religión. El aspecto de Uruguay que más interesaba era nuestro proceso de secularización, una realidad sumamente llamativa para Colombia.
El sábado por la mañana y parte de la tarde tuve entrevistas con cuatro interesados en explorar la posibilidad de venir a Uruguay. Dos jóvenes que están terminando sus estudios teológicos, ambos en proceso de dejar congregaciones religiosas y orientarse hacia el clero diocesano, y dos hombres que han terminado ya su teología, manifiestan una vocación sacerdotal y están abiertos a ver si esa vocación puede encontrar su lugar fuera de Colombia.
En la tarde celebré la Eucaristía en la capilla de los Paulinos. Una pequeña capilla, colmada.
El domingo el P. Álvaro me llevó a almorzar en La Calera, un poblado en las afueras de Bogotá, en zona más alta, desde donde se puede ver la gran ciudad. Por la tarde, misa en la Capilla San Tarsicio, donde él celebra habitualmente. La iglesia también colmada, con una comunidad que participa activamente en la celebración.
El lunes, luego de una mañana tranquila en los Paulinos, mi anfitrión me dejó en la sede del CELAM para una reunión con el Secretario y el Secretario adjunto, mirando hacia la próxima asamblea del CELAM que se realizará en Montevideo en mayo, y donde, como secretario de la Conferencia Episcopal del Uruguay, me toca un activo papel de anfitrión. Afortunadamente, pudimos trabajar muy bien y resolver varios detalles.
En la tardecita, más de una hora de traslado desde la sede del CELAM hasta la sede de la Conferencia Episcopal Colombiana, lugar de la reunión de Secretarios a la que he venido, confirma una vez más lo difícil que es circular en Bogotá...
Ayer de mañana comenzamos nuestra reunión de Secretarios. Hemos trabajado intensamente. Esta tarde vamos a visitar la obra "El Minuto de Dios". Creo que va a haber mucho para contar...
+ Heriberto
Tres de los seminaristas colombianos que manifestaron su deseo de conocer el Uruguay |
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