miércoles, 23 de noviembre de 2011

A Benedicto XVI no le preocupa el auge de otras iglesias sino como "dar nueva vida a la fe católica"



Días pasados, el Papa Benedicto XVI visitó África (concretamente, Benín). En su vuelo de ida, tuvo una rueda de prensa con periodistas que lo acompañaban. La entrevista completa puede leerse en Zenit, bajo el título "Hay humanismo en el alma joven de África". El pasaje que transcribimos aquí nos parece de total interés para nuestra realidad, y respuesta a preguntas que muchos nos hacemos.


Pregunta:
Mientras que los africanos adolecen de un debilitamiento de sus instituciones tradicionales, la Iglesia católica afronta el éxito creciente de las iglesias evangélicas y pentecostales, que a veces se crean en África. 
Proponen una fe atractiva, con una gran simplificación del mensaje cristiano. Subrayan la sanación y mezclan su culto con las prácticas religiosas tradicionales. 
¿Cómo debería la Iglesia reaccionar ante estas comunidades, que a menudo son agresivas hacia la Iglesia? 
¿Cómo puede la Iglesia católica ser atrayente, cuando estas comunidades se presentan como cálidas e inculturadas?

Benedicto XVI: 
Estas comunidades son un fenómeno global, en todos los continentes. 
Naturalmente, están presentes sobre todo, de diferentes modos, en Latinoamérica y África.
Querría decir que sus elementos característicos son una mínima “institucionalización” y algunas instituciones, dando poco peso a las instituciones; un mensaje que es simple, fácil, y comprensible, y aparentemente concreto; y, como usted dijo, una liturgia participativa que expresa sentimientos de la cultura local, con algo de aproximación sincrética a las religiones.
Todo esto les garantiza, por un lado, algún éxito, pero también implica una falta de estabilidad.
Sabemos que algunos vuelven a la Iglesia católica, o se mueven de unas comunidades a otras.
Por consiguiente, no necesitamos imitar a estas comunidades, pero deberíamos preguntarnos qué hacemos para dar nueva vida a la fe católica.
Yo sugeriría, en primer lugar, un mensaje sencillo y comprensible pero al mismo tiempo profundo.
Es importante que el cristianismo no venga a ser un difícil sistema europeo, que no se puede entender o comprender, sino un mensaje universal de que Dios existe, Dios se preocupa, Dios nos conoce y nos ama, y que en concreto, la religión suscita colaboración y fraternidad.
Por tanto un mensaje sencillo, concreto, es muy importante.
Luego es también importante que nuestras instituciones no sean demasiado pesadas.
Lo que debe prevalecer es la iniciativa de la comunidad y la persona.
Finalmente, diría que una liturgia participativa es importante, pero no con sentimentalismo.
El culto no debe ser simplemente una expresión de sentimientos, sino suscitar la presencia y el misterio de Dios en la que entramos y que por la que nos dejamos formar.
Finalmente, diría respecto a la inculturación que es importante que no perdamos la universalidad.
Preferiría hablar de “inter-culturación”, no ya de inculturación.
Es cuestión de encuentro entre culturas en la verdad común de nuestro ser humanos, en nuestro tiempo.
Entonces crecemos en fraternidad universal.
No debemos perder algo tan grande como la catolicidad, que en todas partes del mundo somos hermanos y hermanas, somos una familia, donde nos conocemos y colaboramos con espíritu de fraternidad.

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