31º Encuentro de Diócesis de Frontera
Paso de la Patria, Corrientes (Argentina) 9 al 11 de mayo de
2016
Mensaje Final
“Los vecinos se encuentran para reflexionar y
compartir sobre los distintos aspectos de una ecología integral que incorpore
las dimensiones humanas, sociales y pastorales para nuestra región y la vida de
nuestros pueblos. (cf. LS 137)”.
Agradecidos
a Dios porque, convocados como pueblo de hijos y de hermanos en Jesús, hemos
concluido nuestro encuentro anual de vecinos de frontera. Nos hemos reunido en
Paso de la Patria, a orillas del Paraná, lugar donde se dio uno de los primeros
encuentros entre el hombre europeo y los pobladores originarios de estas costas.
Lugar de encuentro pacífico, fraterno y hospitalario, expresión de la forma
sencilla en que ellos vivían y la veneración que profesaban hacia la naturaleza
y la madre tierra. Así, los vecinos nos reconocemos hermanos, sentimos por un
momento que la frontera se diluye y se descorre el velo, revelando la verdadera
identidad de nuestra condición humana: una sola familia con la hermosa tarea de
cuidarnos unos a otros y hacernos cargo juntos de nuestra “Casa Común”.
Ante
la falta de una toma de conciencia colectiva y la preocupación por la
progresiva degradación y amenaza de nuestro planeta y del ser humano, como
parte integral del ecosistema planetario, asumimos la complejidad de la
situación que nos involucra a todos. Interpelados y alentados por el Encíclica
“Laudato Sí”, sobre el cuidado de la Casa
Común, reafirmamos que todo está conectado y que no hay dos crisis
separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental.
Por cuanto, está bien que además de reflexionar sobre las dimensiones humanas y
sociales de la ecología integral, asumamos también el urgente desafío de la
dimensión pastoral que nos compete específicamente.
La
dimensión pastoral, iluminada desde la fe en la Palabra de Dios y la tradición
cristiana, como aportación a la reflexión sobre el cuidado de la Casa Común, y
como opción de la calidad de las acciones que debemos emprender para hacer
efectivo ese cuidado, es una contribución necesaria que nos corresponde dar a
los creyentes. La “piedra de toque y la llave de oro” de la ecología de Jesús
es la bienaventuranza de la mansedumbre: Bienaventurados los mansos porque
tendrán acceso a la tierra (Mt 5,4). “Ñandejára ñe’e guive jareko peteĩ tekove
ha jahechakūa’a oñondivepa”. Ésta mirada de Jesús y su Evangelio sobre la
realidad, tiene consecuencias en nuestra forma de pensar, de sentir, de vivir y
de actuar (austeridad y responsabilidad de consumo, trabajo mancomunado en
redes, criterios para la decodificación de los mensajes publicitarios, una
participación proactiva, una mayor conciencia ciudadana). “Porque no será
posible comprometerse en cosas grandes solo con doctrinas sin una mística que
nos anime, sin unos móviles interiores que impulsan, motivan, alientan y dan
sentido a la acción personal y comunitaria” (LS 216).
Para
que esa dimensión pastoral tenga una proyección testimonial y profética,
tenemos que estar dispuestos todos a cambiar modos de pensar y hábitos muy
arraigados, que nos hacen cómplices del maltrato al ambiente que nos rodea (a
modo de ejemplo: mega proyectos de producción, sobre-explotación del Acuífero
Guaraní, planes nucleares, proyectos de fracking, de minería metalífera a cielo
abierto, de mega represas y otros), y también al propio cuerpo y al cuerpo de
nuestros hermanos y hermanas, sobre todo de los más pobres y desheredados de
bienes y derechos fundamentales. Nos hace falta –advierte el papa Francisco– “una
conversión ecológica, que implica dejar brotar todas las consecuencias de
nuestro encuentro con Jesucristo en las relaciones con el mundo que nos rodea”
(LS 217). Lo cual demanda una “sana relación con lo creado como una dimensión
de la conversión íntegra de la persona. Esto implica también reconocer los
propios errores, pecados, vicios o negligencias, y arrepentirse de corazón,
cambiar desde adentro” (LS 218).
Afortunadamente,
esa transformación es posible porque, como afirma San Pablo, “Bendito sea Dios,
el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha marcado con un sello por el
Espíritu Santo prometido. Ese Espíritu prepara la redención del pueblo que Dios
adquirió para sí, para alabanza de su gloria” (Cf. Ef 1, 3-14). Valoramos las
distintas iniciativas y experiencias de cada lugar que nos abren a la esperanza
que es posible un cambio. Eso lo celebramos gozosos porque contemplamos que se
va haciendo realidad en la historia, y a la vez misión, en la que estamos
embarcados nosotros. Donde el hombre es parte integral de la naturaleza, tiene
la responsabilidad de interactuar con ella como hombre y de usarla sin perder
de vista la dignidad humana ni la dignidad de la naturaleza.
Encomendamos
nuestra región y la vida de nuestros pueblos, a las manos de María nuestra Madre.
Que ella nos enseñe a ser discípulos misioneros de su Hijo Jesús para quienes
las fronteras geográficas construidas por los hombres, son una tarea urgente
para convertirlas en vías de intercambio solidario, en puentes de amistad y con
el compromiso firme de buscar juntos los modos más fraternos, más justos y
eficaces de cuidar nuestra Casa Común.
Paso de la Patria, 11 de mayo de 2016
Participantes
de los siguientes países y diócesis:
Argentina: Diócesis de Concordia, Corrientes,
Formosa, Goya, Gualeguaychú, Oberá, Resistencia y Santo Tomé.
Brasil: Diócesis de Bagé, Chapecó, Pelotas,
Santo Ângelo y Uruguaiana.
Paraguay: Diócesis
de Asunción, Ciudad del Este y Encarnación.
Uruguay:
Diócesis de Salto y Tacuarembó.
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