sábado, 12 de octubre de 2019

A los pies de la Virgen del Pilar. Homilía en la fiesta diocesana.

Participantes en la 3a. asamblea diocesana 12 de octubre de 2019

Queridas hermanas, queridos hermanos:

Nos reunimos una vez más a los pies de nuestra madre, bajo su advocación de Nuestra Señora del Pilar, patrona de este Pueblo de Dios que peregrina en los departamentos de Cerro Largo y Treinta y Tres: la Diócesis de Melo. La imagen de María, con el niño en brazos nos contempla con ternura y nos invita, una vez más, a poner nuestra atención en su Hijo, a escuchar su Palabra y a llevarla a la práctica.

El Papa Francisco ha dado a este mes de octubre de 2019 el carácter de Mes Misionero Extraordinario. “Bautizados y enviados: la Iglesia de Cristo en misión en el mundo”. Ése es el lema de este tiempo. Nuestra Iglesia diocesana tiene la experiencia de haber recibido y de estar recibiendo muchos misioneros y misioneras a lo largo de sus cien años. Algunos de ellos están, aquí mismo, entre nosotros. Seamos agradecidos con ellos.
También, de acuerdo con la palabra del Señor que nos trasmitió san Pablo, hemos encontrado que “hay más alegría en dar que en recibir” (Hch 20,35) y hemos dado desde nuestra pobreza: hemos compartido de lo nuestro con quienes viven situaciones aún más difíciles que la nuestra, enviando misioneros: allí tenemos que ubicar a nuestro Obispo emérito Luis del Castillo, en misión en Cuba, pero también a sacerdotes y laicos que han estado o están en misión. Algunos de los que han sido misioneros están también aquí.
Nuestra diócesis sigue recibiendo misioneros: en diciembre nos visitarán nuevamente jóvenes de Medellín del grupo “La Mirada de Dios” y la próxima semana estará aquí la Escuela Misionera Internacional de la Fazenda de la Esperanza femenina.
Somos conscientes de que la misión no es sólo ese intercambio, ese ir y venir, y no concierne únicamente a quienes identificamos como “misioneros”: la misión está también aquí y ahora y todos somos corresponsables, como discípulos-misioneros de Jesús.

Varios de los que estamos hoy congregados venimos de participar en la asamblea diocesana: delegados de todas las parroquias, personas consagradas, diáconos permanentes, sacerdotes. Hemos completado el trabajo previsto para este año, en camino a la elaboración de un proyecto pastoral diocesano. Un proyecto que, en comunión con el Papa Francisco y con toda la Iglesia, nos ayudará a desarrollar nuestra misión en esta historia y en esta geografía que habitamos junto con tantas personas que no han encontrado a Cristo en su vida o se han alejado de Él o no lo conocen suficientemente.
La asamblea ha definido algunas prioridades: los jóvenes, las vocaciones, la familia, los adultos mayores; diversas situaciones de sufrimiento: pobreza, prisión, adicciones. Ver los desafíos de la misión a la que estamos llamados nos ha hecho sentir la necesidad de una formación más profunda, no sólo en saberes necesarios sino también en nuestra vida de fe, en nuestra vida espiritual, renovando nuestro encuentro con Jesucristo.

En este año, el 20 de diciembre, se cumplirán cien años de la llegada a Melo del primer Obispo, Mons. José Marcos Semería. Con su llegada se inició la vida diocesana, en un territorio que abarcaba cuatro departamentos más que hoy. Mons. Semería estuvo poco tiempo entre nosotros, pero sus restos descansan en esta catedral y lo recordamos con gratitud. Si pensamos en cien años de vida diocesana, no podemos dejar de mencionar que una gran parte de esos años fue llenada por la presencia de Mons. Roberto Cáceres, que nos dejó al comienzo de este año. Presencia sostenida no sólo durante sus 34 años al frente de la Diócesis, sino en los muchos años siguientes como Obispo emérito que continuaba en actividad y en contacto con nuestra gente.

La Iglesia uruguaya, en camino hacia su V Congreso Eucarístico Nacional ha querido, en este año, renovar la consagración a Nuestra Señora, la Virgen de los Treinta y Tres, realizada por san Juan Pablo II. El domingo 10 de noviembre, en cada una de nuestras parroquias, nos vamos a unir en esa oración con la de todos los obispos y los fieles congregados en Florida, a los pies de nuestra patrona.
Consagrarse a María significa ponernos en sus manos, a su servicio y disposición. Ella nos guiará hacia Jesús. Ella conoce mejor el camino. Por eso vamos “a Jesús por María”.
La contemplamos y la celebramos hoy como Nuestra Señora del Pilar. Dice la tradición que ella se apareció en España al apóstol Santiago. El apóstol se encontraba en un momento difícil, desanimado, al encontrar muchos reveses en la misión. Tal vez recordaba las palabras de Jesús: “Y si no los reciben ni escuchan sus palabras, salgan de la casa o de la ciudad aquella sacudiendo el polvo de sus pies” (Mt 10,14). En ese momento en que Santiago está a punto de tomar otro rumbo, aparece María. Ella se manifiesta sobre un pilar, para trasmitirle al apóstol la firmeza de la fe, expresada en esa columna.
Hoy somos nosotros quienes miramos a María, pidiendo su guía e intercesión para llegar a Jesús, renovar cada día nuestro encuentro con Él, abrir el corazón a su palabra, meditarla y ponerla en práctica. Así sea.

+ Heriberto, Obispo de Melo (Cerro Largo y Treinta y Tres)

1 comentario:

Unknown dijo...

Gracias Virgen del Pilar por tu protección y amparo.