“Sentados al cordón de la vereda… vimos pasar coquetos carnavales…” A veces, como evoca esta vieja canción, puede ser lindo sentarse frente a la calle o frente al camino, para mirar lo que va pasando. Pero ¿qué significa sentarse al costado del camino, cuando uno no ve? Esa es la situación que nos plantea este pasaje del evangelio:
Cuando Jesús salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo -Bartimeo, un mendigo ciego- estaba sentado junto al camino.Bartimeo está fuera del camino, detenido en el espacio y en el tiempo, marginado a causa de su ceguera. Sin embargo, no ha perdido la esperanza de encontrar una salida. Al escuchar el rumor de la multitud y enterarse de que es Jesús quien pasa, el ciego grita:
«¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!»Muchos tratan de callarlo, pero él grita más fuerte, hasta que Jesús manda llamarlo. Esto es lo que le transmiten:
«¡Animo, levántate! Él te llama».“Él te llama”. Jesús ha llamado a muchas personas, empezando por los discípulos que van siempre con Él. Ahora llama a este ciego para que se acerque. Aparentemente, no lo llama para que lo siga, para que siga a Jesús, sino para curarlo; pero la curación verdadera será seguir a Jesús.
En este momento, seguir a Jesús es especialmente dramático. Jesús va hacia Jerusalén, donde sufrirá su pasión y su cruz.
La insistencia de Bartimeo en llamar a Jesús muestra que lo necesita de verdad. Su súplica no sale únicamente de su deseo de recuperar la vista, sino de algo más profundo, posiblemente más profundo que lo que sienten muchos que acompañan a Jesús sin percibir hacia dónde va.
Jesús le pregunta qué quiere y complace su deseo. El ciego recupera la vista, pero su mirada va más allá de las cosas, descubriendo un mundo de fe y esperanza. No vuelve al costado del camino ni se interna en Jericó; no se queda en la alegría del momento, sino que toma una decisión: seguir a Jesús. Lo hará profundamente agradecido, en una actitud muy distinta de la de los discípulos que habían estado discutiendo sobre quién era el más grande.
Este relato nos introduce en el momento más importante de la vida de Jesús: su pasión y muerte en Jerusalén. Hacia allí va también Bartimeo. Ahora que puede ver: ¿será testigo de los acontecimientos del calvario? ¿Verá a Jesús resucitado? No lo sabemos; pero el hecho de que su nombre haya quedado escrito en el evangelio sugiere que su seguimiento de Jesús continuó a partir de allí y por eso su memoria fue guardada por la comunidad.
También nosotros, llamados hoy por Jesús, contemplemos la decisión con la que Bartimeo arrojó su manto y animémonos a desprendernos de las falsas seguridades a las que nos aferramos, para marchar al encuentro de Jesús y seguirlo durante toda nuestra vida.
San Antonio María Claret
Todos los años, en el cuarto domingo del mes de octubre, la Iglesia Católica celebra en todo el mundo la Jornada Mundial de las Misiones, conocida como el DOMUND. Este año coincide con el recuerdo de un santo misionero, Antonio María Claret, patrono de la parroquia de Progreso en nuestra diócesis, fundador de los Hijos del Inmaculado Corazón de María, conocidos como claretianos, congregación que tiene a su cargo la parroquia de Progreso. Vale la pena, entonces, acercarnos hoy a la vida de este obispo misionero.
San Antonio María Claret nació en 1807 y murió en 1870. En 1835 fue ordenado sacerdote para la diócesis de Vic, una ciudad de Cataluña que ha sido llamada “la ciudad de los santos” (*). Allí nacieron varias congregaciones femeninas y masculinas fundadas por santas y santos. Entre ellos destaca Claret.
Muy pronto comenzó su actividad misionera. Primero en su tierra y luego en las Islas Canarias.
En 1850 fue nombrado arzobispo de Santiago de Cuba. La sede llevaba vacante 14 años. Su espíritu misionero encontró un amplio campo de labor. Cuba era todavía colonia española y allí seguía vigente la esclavitud para numerosos afrodescendientes. Claret se dolió de la situación de los esclavos y luchó por cambiar sus condiciones de vida, lo que le trajo fuertes resistencias. Intercedió también por un grupo de cubanos sublevados que habían sido condenados a muerte. En ese marco, sufrió un atentado contra su vida. Aunque no disminuyó por eso su entrega pastoral, debió renunciar y regresó a España.
En Madrid, la reina Isabel II le pidió que fuera su confesor. Claret aceptó, con algunas condiciones: no vivir en palacio, no ser enredado en política y gozar de libertad para seguir misionando.
En 1868 una revolución desterró a la reina y su familia. Claret marchó con ellos a Francia. Casi al final de su vida participó en el Concilio Vaticano I, donde estuvo también nuestro Jacinto Vera. Murió en Francia, en la abadía cisterciense de Fontfroide el 24 de octubre de 1870.
En 1934 fue beatificado por el papa Pío XI y canonizado por Pío XII en 1950.
A comienzos del siglo XX los Claretianos llegaron a Uruguay. En septiembre de 1944 asumieron la parroquia de Progreso que acababa de ser creada. A pedido del arzobispo Mons. Barbieri la parroquia fue dedicada al todavía “Beato Padre Claret”, siendo la primera parroquia del mundo que llevó el nombre del fundador de los claretianos.
Domingo Mundial de las Misiones (DOMUND)
Novena de ánimas
Este domingo 24, en muchas de nuestras parroquias comienza la novena de ánimas, que culminará con la recordación de todos los fieles difuntos, el 2 de noviembre.
Asume nuevo obispo de Melo
El sábado 30, a las 16 horas, en la catedral de Melo, Mons. Pablo Jourdan asumirá la conducción pastoral del Pueblo de Dios que peregrina en Cerro Largo y Treinta y Tres. Oremos por la diócesis y su nuevo pastor.
Gracias, amigas y amigos por su atención. Cuídense mucho. Que los bendiga Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.
San Bernardo Calbó, obispo de Vic (1180-1243),
Santa Joaquina Vedruna (1783-1854), fundadora,
San Francisco Coll, fundador Dominicas de la Anunciata (1812-1875),
Santa Carmen Sallés, concepcionista (1848-1911),
Venerable Juan Collel Cuatrecasas (1864-1921), fundador,
quince Beatos mártires claretianos de Vic (+1936).
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