«Ustedes saben que aquéllos a quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos. Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud». (Marcos 10,35-45)Solemnes palabras de Jesús. Toda una definición de vida. “No he venido a ser servido sino a servir”. Más aún; “servir” no significa simplemente -si es que eso es simple- atender a los demás en sus necesidades, prestarles auxilio… Jesús define el servir como “dar su vida en rescate por una multitud”. El servicio fundamental de Jesús es su sacrificio, dar su vida en la cruz. Es la culminación de una vida de entrega, de donación de sí mismo, en la que ha curado enfermos, ha dado la vista a los ciegos, ha hecho andar a los paralíticos, ha limpiado leprosos, ha resucitado a muertos y ha perdonado pecados.
Decir que la muerte de Jesús fue un sacrificio nos hace pensar en sufrimiento, dolor. Sin embargo, Jesús no utiliza esa la palabra. Habla de “dar su vida”. Lo que hace el sacrificio no es el dolor, aunque el dolor pueda estar presente, y mucho. Lo que hace el sacrificio es la entrega, darse, dar su vida. En ese sentido, podemos decir que toda la vida de Jesús ha sido ya un continuo sacrificio, un darse cada día: a su Padre Dios y a las personas que encontró en su caminar por este mundo.
Jesús dice también que da su vida “en rescate por una multitud”. Hablar de rescate sugiere que se paga, que se entrega algo valioso para liberar a un esclavo, un prisionero, alguien que ha sido secuestrado.
Jesús da lo más valioso que tiene: su propia vida. No está pagando ningún precio. El Padre Dios recibe la vida de su Hijo y se la vuelve a dar. No necesita cobrar ningún rescate.
Si pensamos que es Satanás quien tiene aprisionados a los hombres, es de él de quien son rescatados, pero el diablo no recibe ningún pago. Dios no cobra ni paga rescates con la vida de su Hijo. Al contrario, lo ofrece como don gratuito de su amor. Amor a esa humanidad que no encuentra a Dios, que no sabe reconocerlo en Jesús. Jesús va a la muerte por amor a esa humanidad extraviada, esclavizada por el pecado.
Los seres humanos no podemos librarnos solos de la ambición de poder y posesión que nos domina. No podemos hacernos servidores de todos si no somos liberados. La muerte de Cristo en la cruz tiene esa fuerza liberadora. Así lo entendieron finalmente los apóstoles y por eso pudieron enseñarlo, como lo hizo San Pedro y como lo hace la Iglesia hasta hoy:
«Ustedes han sido redimidos de la conducta necia heredada de sus padres; no con algo perecible, oro o plata, sino con una sangre preciosa, la del Cordero inmaculado e intachable: Cristo» (1 Pedro 1,18-19).
Caminando juntos: sínodo 2023
“Por una iglesia sinodal: comunión, participación y misión”. Con ese lema ha sido convocado el sínodo de los Obispos para el año 2023, un proceso al que está llamada a involucrarse toda la Iglesia, todos sus miembros: los laicos y laicas, las personas consagradas, los diáconos, los presbíteros, los obispos y el Papa.
El domingo pasado, el papa Francisco celebró en Roma la inauguración de este camino; este domingo, en todas las diócesis, abrimos la fase diocesana, la etapa que realizará cada diócesis.
Al decir “Sínodo de los Obispos” nos estamos refiriendo a una institución que se creó a partir del Concilio Vaticano II. Cada cierto tiempo, Obispos de todo el mundo, representando a sus conferencias episcopales, se reúnen en Roma a reflexionar y buscar caminos para dar una respuesta desde la Iglesia sobre distintos aspectos de la fe y de la vida.
Sin embargo, los Obispos no llegan allí con su opinión personal. Hay siempre un trabajo previo en el que se busca que participen los miembros de la Iglesia que están más directamente relacionados con el tema a tratar. El momento en que se reúnen los Obispos es un punto de convergencia de ese proceso de escucha y reflexión, llevado a todos los ámbitos de la vida de la Iglesia. Ese camino culmina en la escucha al Obispo de Roma, es decir, al Papa. El Papa es el garante de la obediencia y la conformidad de la Iglesia a la voluntad de Dios, al Evangelio de Cristo y a la Tradición de la Iglesia. El Papa, por voluntad de Dios, es el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad, tanto de los obispos como de la multitud de los fieles.
El tema del sínodo de 2023 toca a toda la Iglesia. ¿Qué es una Iglesia sinodal? Sínodo es una palabra griega que significa “caminar juntos”. La pregunta fundamental que queremos hacernos es ésta:
En su homilía del domingo pasado, el papa Francisco nos señalaba tres verbos, tres acciones que son clave en el camino sinodal: encontrar, escuchar, discernir.
- ¿Cómo se realiza hoy, a diversos niveles (desde el local al universal) ese “caminar juntos” que permite a la Iglesia anunciar el Evangelio, de acuerdo con la misión que le fue confiada?
- ¿Qué pasos nos invita a dar el Espíritu Santo para crecer como Iglesia sinodal?
Encontrar los rostros, cruzar las miradas, compartir la historia de cada uno; esta es la cercanía de Jesús. Él sabe que un encuentro puede cambiar la vida. Y en el Evangelio abundan encuentros con Cristo que reaniman y curan.
También nosotros, que comenzamos este camino, estamos llamados a ser expertos en el arte del encuentro. No en organizar eventos o en hacer una reflexión teórica de los problemas, sino, ante todo, en tomarnos tiempo para estar con el Señor y favorecer el encuentro entre nosotros.
Escuchar. Un verdadero encuentro sólo nace de la escucha. Cuando escuchamos con el corazón sucede esto: el otro se siente acogido, no juzgado, libre para contar la propia experiencia de vida y el propio camino espiritual.
El Espíritu nos pide que nos pongamos a la escucha de las preguntas, de los afanes, de las esperanzas de cada Iglesia, de cada pueblo y nación. Y también a la escucha del mundo, de los desafíos y los cambios que nos pone delante.
Discernir. El encuentro y la escucha recíproca no son algo que acaba en sí mismo, que deja las cosas tal como están. Al contrario, cuando entramos en diálogo, iniciamos el debate y el camino, y al final no somos los mismos de antes, hemos cambiado.
El sínodo es un camino de discernimiento espiritual, de discernimiento eclesial, que se realiza en la adoración, en la oración, en contacto con la Palabra de Dios.
Jesús nos llama en estos días a vaciarnos, a liberarnos de lo que es mundano, y también de nuestras cerrazones y de nuestros modelos pastorales repetitivos; a interrogarnos sobre lo que Dios nos quiere decir en este tiempo y en qué dirección quiere orientarnos.
Recemos juntos esta oración por el sínodo:
Estamos ante ti, Espíritu Santo,
reunidos en tu nombre.
Tú que eres nuestro verdadero consejero:
ven a nosotros,
apóyanos,
entra en nuestros corazones.
Enséñanos el camino,
muéstranos cómo alcanzar la meta.
Impide que perdamos
el rumbo como personas
débiles y pecadoras.
No permitas que la ignorancia
nos lleve por falsos caminos.
Concédenos el don del discernimiento,
para que no dejemos que nuestras acciones se guíen
por prejuicios y falsas consideraciones.
Condúcenos a la unidad en ti,
para que no nos desviemos del camino de la verdad y la justicia,
sino que en nuestro peregrinaje terrenal
nos esforcemos por alcanzar la vida eterna.
Esto te lo pedimos a ti,
que obras en todo tiempo y lugar,
en comunión con el Padre y el Hijo
por los siglos de los siglos. Amén.
Santos de la semana
Hoy domingo 17, recordamos a San Ignacio de Antioquía, obispo y mártir; el 18, san Lucas Evangelista; el 19 los mártires Juan de Brébeuf e Isaac Jogues y en el mismo día, San Pablo de la Cruz.
Gracias, amigas y amigos, por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.
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