jueves, 4 de noviembre de 2021

“Ella dio todo lo que poseía” (Marcos 12,38-44). Domingo XXXII durante el año.

Jesús ha llegado a Jerusalén. No es la primera vez que viene, pero será la última. El evangelista Marcos nos presenta estas dos escenas que ocurren en el templo en los días previos a la pasión y muerte de Jesús.
En la primera escena, Jesús instruye a la multitud, a partir de una dura crítica a los escribas o doctores de la Ley:

«Cuídense de los escribas, a quienes les gusta pasearse con largas vestiduras, ser saludados en las plazas y ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los banquetes; que devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones. Estos serán juzgados con más severidad».
Jesús los acusa de hipocresía, vanidad, avaricia, orgullo, “oración” aparente. Buscan los primeros puestos, tener buena imagen; no tienen escrúpulos en despojar a las viudas de sus pocos bienes.
En la segunda escena, entre otras personas, aparece, precisamente, una viuda que llama la atención de Jesús y le suscita un comentario.
Jesús se sentó frente a la sala del tesoro del Templo y miraba cómo la gente depositaba su limosna. Muchos ricos daban en abundancia. Llegó una viuda de condición humilde y colocó dos pequeñas monedas de cobre.
En el Pueblo de Dios, la mujer viuda, junto con el huérfano y el extranjero, configuraba un trío de pobres y desamparados sobre los que se reclamaba especial atención. Quedarse con los bienes de las viudas -como denunció Jesús respecto a los escribas- era, realmente, aprovecharse de personas indefensas.
La viuda de este evangelio colocó dos pequeñas monedas en el tesoro del templo.
Ese gesto sencillo puede ser interpretado de muchas maneras.
¿Cómo lo verían los discípulos de Jesús? En el capítulo 6 de este mismo evangelio, frente a una multitud hambrienta, Jesús les dice a sus discípulos: “denles ustedes de comer”.
La respuesta de ellos fue:
¿Quieres que vayamos y compremos doscientos denarios de pan y les demos de comer? (Marcos 6,37)
El denario era la moneda con la que se pagaba el jornal. Los discípulos le señalan a Jesús que es necesario mucho dinero para lo que él pide. Ese mucho dinero, que no tienen, sería más útil para ayudar a los demás que las moneditas de la viuda. Los discípulos miran la cantidad y ven que es muy poca.
Otro punto de vista es la finalidad de la ofrenda de la viuda. La pone en el tesoro del templo. Su ofrenda está destinada al sostenimiento del culto. Jesús ha denunciado a hombres que fingen hacer oraciones. Un culto falso y vacío. Sin embargo, Jesús no se opone al culto. No está contra el templo, sino contra aquellos que deforman el auténtico culto que se debe dar a Dios “en espíritu y en verdad”.
Precisamente, eso es lo que Jesús ve en la ofrenda de la viuda y así se lo señala a sus discípulos:
«Les aseguro que esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros, porque todos han dado de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir».
Jesús no mira la cantidad, sino la calidad. Aquellos cambistas que Jesús echó del templo, un poco antes del episodio de hoy, tenían balanzas para pesar las monedas y así determinar la cantidad de oro o plata que tenía cada pieza. Jesús no mira el peso de las dos moneditas de cobre ni de los doscientos denarios que hubieran querido tener sus discípulos. Jesús mira y mide el corazón que se pone en cada gesto.
Jesús ve que los demás dan de lo que les sobra; su vida se la reservan para sí mismos; en cambio, la viuda pobre entrega en esas moneditas su vida misma, porque dio todo lo que tenía para vivir.
Nuestra mentalidad moderna, racional, puede plantearse la pregunta: ¿es razonable que la viuda dé al templo todo lo que tiene? ¿de qué va a vivir? Sin embargo, la ofrenda es expresión de su fe, de su total confianza en el Señor. En definitiva, es ella quien realiza el culto agradable a Dios, porque se entrega ella misma en sus manos.
Esa es la fe que Jesús pide a sus discípulos.

Virgen de los Treinta y Tres

Este lunes 8, celebramos a la Virgen de los Treinta y Tres, patrona del Uruguay y de varias capillas de nuestra diócesis. Su santuario se encuentra en la ciudad de Florida, hacia donde peregrinaremos el domingo 14.

Dedicación de la Basílica de Letrán

El martes 9 recordamos la dedicación de la Basílica de Letrán. ¿Por qué se celebra esta fiesta en toda la Iglesia? Esto tiene relación con el título del Papa como Obispo de Roma. Roma es una diócesis y tiene una catedral. Podríamos pensar que la catedral del Papa es la basílica de San Pedro, pero no es así. La catedral de Roma es esta basílica de Letrán, considerada “madre y cabeza de todas las Iglesias de Roma y del mundo”. O sea, es la Iglesia Matriz en la Iglesia Católica.
Se la suele llamar “San Juan de Letrán”, pero, en realidad, está dedicada, en primer lugar, a Cristo Salvador y tiene como copatronos a los dos grandes Juanes: San Juan Bautista y San Juan Evangelista.
Conmemorar la dedicación de esta Iglesia es un gesto, un signo de afecto y de unidad con el sucesor de Pedro.

Santos de la semana

Y completamos el santoral de esta semana:
Miércoles 10 – San León Magno, Papa y doctor de la Iglesia
Jueves 11 – San Martín de Tours, obispo
Viernes 12 – San Josafat, obispo y mártir

Conferencia Episcopal del Uruguay

El miércoles 10 comienza en Florida la asamblea de la Conferencia Episcopal del Uruguay. Concluye así un trienio marcado por la pandemia y por varios cambios de Obispos:
El 15 de marzo del año pasado, al comienzo de la emergencia sanitaria, la diócesis de Minas quedó unida a la de Maldonado-Punta del Este. Mons. Milton Tróccoli quedó al frente de la nueva diócesis Maldonado-Punta del Este-Minas.
El 15 de agosto de ese año, Mons. Arturo Fajardo fue trasladado de San José de Mayo a Salto, meses después del fallecimiento de Mons. Fernando Gil.
En este año, el 18 de abril, la diócesis de Canelones me recibió como su nuevo pastor y quedó vacante la diócesis de Melo.
Luego, el 22 de agosto, Mons. Fabián Antúnez fue ordenado obispo para la diócesis de San José de Mayo.
El pasado 30 de octubre, Mons. Pablo Jourdán asumió la diócesis de Melo.
En dos años ha habido cinco cambios en un total de nueve diócesis (incluyendo Montevideo).
Nos disponemos ahora, pastores y pueblo de Dios, a profundizar nuestro caminar juntos, participando en el Sínodo convocado por el Papa Francisco: “Por una iglesia sinodal – comunión, participación, misión”. Invito a todos a interesarnos por esta consulta que se ha iniciado ya en muchas parroquias. Se quiere escuchar también la voz de quienes están alejados. Participemos y recemos para que el Espíritu Santo nos ayude a encontrar los caminos de Dios en el tiempo que nos toca transitar.

Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

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