viernes, 28 de octubre de 2022


 
A Jesús lo encontramos hoy en su último viaje a Jerusalén. Llega a la ciudad de Jericó, parada necesaria antes de emprender el último trayecto, unos 30 kilómetros a través del desierto de Judea. Jericó es un buen lugar para aprovisionarse de alimentos y agua.

Un pasaje de la primera lectura de este domingo nos prepara para escuchar el evangelio, en el que Jesús va a provocar escándalo entre algunas personas.
Señor, tú eres indulgente con todos,
(…) Por eso reprendes poco a poco a los que caen,
y los amonestas recordándoles sus pecados,
para que se aparten del mal y crean en ti. (Primera lectura, Sabiduría 11, 22-12,2)
Jericó era una ciudad lo suficientemente importante como para que en ella hubiera alguien con un alto cargo entre los cobradores de impuestos. El evangelio nos lo presenta así:
Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos. Él quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura. Entonces se adelantó y subió a un sicomoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí.
Zaqueo era un hombre rico, pero no un hombre feliz. Había hecho fortuna con un oficio despreciado y condenado por todo el pueblo. Era un pecador al que todos condenaban y rechazaban. ¿Qué habría oído Zaqueo de Jesús? Puede ser que haya oído los fuertes juicios de Jesús sobre la riqueza, pero también que era “amigo de publicanos y pecadores” y que no vino a salvar a los justos sino a los pecadores, para que se conviertan (Lucas 5,32).

Por eso quería ver quién era Jesús. También el rey Herodes se preguntaba quién era Jesús y quería verlo, pero solo quería saber quién era realmente, porque algunos decían que era Juan el Bautista o alguno de los antiguos profetas, que había resucitado… Zaqueo quería ver quién era Jesús. Pero ¿qué pasaría cuándo lo encuentre? ¿Sería un encuentro significativo? ¿Habría un cambio profundo en su vida?

Zaqueo logrará ver a Jesús; pero Jesús también lo verá y Zaqueo sabrá quién es Jesús:
Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: «Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa». Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría. (Lucas 19,1-10)
Jesús miró hacia arriba. Si pensamos que Dios nos está mirando, pensamos que nos mira desde arriba. En cambio, Jesús miró a Zaqueo desde abajo. Jesús es el Verbo Encarnado, la Palabra de Dios que bajó a este mundo hecha hombre. Su rostro es el rostro de la Misericordia.

Jesús llamó a Zaqueo por su nombre. Esto puede parecernos normal; pero hay un problema. 
El nombre de Zaqueo significa “justo”, “inocente”. Difícilmente la gente de Jericó nombraría así a Zaqueo. Ninguna persona que se considerara justa podría llamar “justo” a un pecador; más aún, al jefe de los pecadores.

Sin embargo ¿quién puede considerarse a sí mismo justo e inocente? Dice uno de los salmos:
Señor, no llames a juicio a tu siervo, pues ningún hombre vivo es inocente frente a ti. 
(Salmo 142,2)
Nadie es inocente frente a Dios. Todos somos pecadores. Pero Dios puede restaurar al ser humano en su estado de inocencia. Hay una bonita oración del Misal que se dirige a Dios recordándole (o más bien, recordándolo para nosotros, porque Dios si se acuerda):
Señor, Tú que amas la inocencia y la devuelves a quien la ha perdido… 
(Oración colecta, jueves II semana de Cuaresma).
Dirigiéndose a Zaqueo por su nombre, Jesús lo está proclamando “inocente” y lo está llamando a apartarse del mal y creer en él. 
Sin embargo, ante la actitud de Jesús, la gente reacciona mal y empieza a murmurar:
«Se ha ido a alojar en casa de un pecador».
Esa murmuración no es banal. No es un comentario entre gente chismosa que se codea y se burla. Quienes hablan así son personas religiosas que están escandalizadas. 
Ir a cenar y alojarse en la casa de un pecador es algo grave.
Para los israelitas, la cena, comida principal del día (a veces la única) era como una imagen del mundo futuro, donde los justos se sentarían a disfrutar de un delicioso banquete y los pecadores quedarían fuera. Esta imagen la usa Jesús en sus parábolas: el banquete del Reino.
Pero los hombres anticipan en la tierra el juicio de Dios. Para un hombre que se considerara justo, comer con un pecador era una blasfemia, un insulto a la santidad de Dios, un desconocimiento del juicio de Dios, que parecen considerar ya definitivo.
Los que juzgaban a Zaqueo, juzgan ahora a Jesús y ven el mal en él, donde nunca está el mal. Su condena a Zaqueo no les deja ver la mirada que salva, la mirada compasiva de Jesús.
Pero Zaqueo si ha sentido la compasión de Dios en la mirada de Jesús y responderá de una forma asombrosa:
«Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más».
Encontrando a Jesús, Zaqueo se ha reencontrado a sí mismo. Ha reencontrado el significado de su nombre. Jesús le ha restituido la inocencia y por eso dice proclama:
«Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido»
Dejémonos mirar por Jesús.
Si lo dejamos, su mirada atraviesa nuestro egoísmo y nuestras miserias, para entrar en lo más profundo de nuestro corazón y purificarnos con su perdón, por medio del sacramento de la Reconciliación. Recemos juntos esa oración que mencionábamos antes:
Señor, Tú que amas la inocencia 
y la devuelves a quien la ha perdido, 
atrae hacia Ti nuestros corazones 
y abrásalos en el fuego de tu Espíritu, 
para que permanezcamos firmes en la fe 
y eficaces en el bien obrar.
Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.

En esta semana:

  • Saludamos a la comunidad de la parroquia San Isidro, de Las Piedras, que este domingo está celebrando su fiesta de comunidad. Que sea para todos un lindo momento de encuentro fraterno y alabanza a Dios.
  • El martes comienza el mes de noviembre, con la solemnidad de Todos los Santos, seguida de la conmemoración de Todos los Fieles Difuntos. Dos fechas muy significativas para tener presente.
  • El Jueves 3, recordamos a san Martín de Porres, santo limeño, contemporáneo de Santa Rosa.
  • El Viernes 4 celebramos la memoria de san Carlos Borromeo.
  • El sábado 5, Juanicó recibe a los adolescentes de la diócesis en una jornada que comienza a las 15 horas, organizada por la PAC, Pastoral de Adolescentes Canaria.

Y esto es todo por hoy, amigas y amigos. Buena semana. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

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