jueves, 8 de diciembre de 2022

“La Buena Noticia es anunciada a los pobres” (Mateo 11,2-11). III Domingo de Adviento, Gaudete.


Este domingo está marcado en la Diócesis de Canelones por dos acontecimientos:
Durante el día, el encuentro diocesano de las familias, en Villa Guadalupe y en la tarde, a las 18 horas, la ordenación diaconal del seminarista Néstor Rosano, ya en vísperas de la fiesta de la patrona de la Diócesis, la Virgen de Guadalupe.

Con esos dos motivos de alegría y esperanza, nos acercamos hoy a la Palabra de Dios en el evangelio según san Mateo. Volvemos a encontrar aquí a san Juan Bautista. El domingo pasado lo escuchamos cuando predicaba en el desierto, llamando a la conversión. Ahora Juan ha salido de la escena. El rey Herodes lo ha encerrado en la fortaleza de Maqueronte. Desde allí, Juan ha oído hablar de la actividad de Jesús. 

Uno podría pensar que Juan, en su prisión, recibiría esas noticias como un gran consuelo. No olvidemos que, según cuentan los cuatro evangelios él fue quien bautizó a Jesús en el Jordán y vio descender el Espíritu Santo sobre él. Esa manifestación del Espíritu señala que Jesús es el Cristo, el ungido de Dios, el Mesías anunciado por los profetas como el salvador definitivo. 
Sin embargo, Juan el Bautista parece tener dudas. Eso se desprende de lo que nos cuenta el evangelio:
Juan el Bautista oyó hablar en la cárcel de las obras de Cristo, y mandó a dos de sus discípulos para preguntarle: «¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?» (Mateo 11,2-11)
La pregunta de Juan puede interpretarse de esta manera: ¿eres tú el Cristo, el Mesías, o sea, el que había de venir, o eres un profeta más que está anunciando la venida del Mesías, y, por lo tanto, tenemos que seguir esperando?
¿Por qué Juan tiene esas dudas?
Al parecer, lo que está haciendo Jesús no se corresponde con lo que Juan esperaba del Mesías.
En verdad, en algunas cosas hay claras coincidencias: los dos llaman a la conversión. 
“Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca” (Mateo 3,2) 
predicaba Juan; 
“Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca” (Mateo 4,17)
predicará luego Jesús .

Las palabras son exactamente las mismas, pero están dichas con una actitud diferente.
Juan habla de un juicio inminente, un juicio que se viene encima: habla de la ira de Dios que se acerca, el hacha clavada en la raíz del árbol para cortarlo enseguida, si no produce buen fruto… 

En cambio, aunque no lo ha mencionado todavía, Jesús se siente enviado como el profeta Jonás (cf. Mateo 12,29; 16,4) que igual que el Bautista anunciaba un juicio, llamando a la conversión, incluso con tono amenazador, pero, y aquí está la diferencia, abriendo un espacio de tiempo: un tiempo que la misericordia de Dios ofrece a los hombres para que puedan arrepentirse, pedir perdón y enmendar su conducta.
Pero no se trata solo de esa muestra de la paciencia de Dios; la misericordia de Dios se pone en obra sin demora, sin esperar nada y viene a sanar las heridas del cuerpo y del alma del hombre. En su respuesta a Juan, Jesús le manifiesta que él está haciendo lo que se había anunciado del Mesías. En efecto, como nos recuerda la primera lectura de Hoy, el profeta Isaías había anunciado:
se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos;
el tullido saltará como un ciervo y la lengua de los mudos gritará de júbilo.
(Isaías 35, 1-6a.10)
Y de esta manera responde Jesús a los discípulos de Juan:
«Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven: los ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan y la Buena Noticia es anunciada a los pobres. ¡Y feliz aquel para quien yo no sea motivo de tropiezo!» (Mateo 11,2-11)
Como decíamos, el énfasis de Juan estaba en el juicio que vendría a destruir el mal y quienes lo realizaban. 
En su momento, también Jesús hablará del juicio; pero antes Él presenta la obra de Dios como sanación y salvación. Las múltiples cegueras y sorderas del hombre, todas las formas de parálisis del cuerpo y del alma; las lepras que deforman, desfiguran y aíslan… la muerte y la muerte en vida que muchos sufren. El mensaje  de Jesús no es de amenaza: es evangelio, es decir, buena noticia, que quiere despertar en el hombre alegría y esperanza para volverlo a Dios, para llevarlo a la conversión. No en vano este tercer domingo de adviento es llamado “Gaudete”: una invitación a participar de la alegría de la Salvación en el encuentro con el Señor que viene a nosotros.

Sigue diciendo Jesús: la buena noticia de la salvación es anunciada a los pobres. 
El evangelio de Mateo que estamos leyendo habla de los pobres en su sentido más amplio, abarcando todas las formas de pobreza: desde el que pasa hambre y sed y no tiene casa ni abrigo, al que se ha hecho “pobre de espíritu”, desapegándose de las riquezas materiales.

Finalmente, Jesús dice: “feliz aquel para quien yo no sea motivo de tropiezo”. Esas palabras parecen estar dirigidas al Bautista, como un llamado a no escandalizarse de la acción de Jesús. Jesús está realizando las obras propias del Mesías. Él es el Mesías. Ya vino. No hay que esperar a otro. Juan necesita recapacitar, comprender y abrirse a la profunda novedad del Evangelio.

Y no solo Juan: también nosotros, en este domingo de Adviento, estamos llamados a recibir con alegría y esperanza el mensaje de Jesús. A reconocer sus obras en nosotros y en nuestro tiempo. No sería difícil ponernos en la actitud de quienes esperan el juicio y la destrucción sobre todos los autores del mal; sin embargo, el Evangelio nos llama a mirar con compasión el caminar sin rumbo de una humanidad que ha perdido muchos valores, que se ha metido en terrenos fangosos, pero donde hay hombres y mujeres que escuchan a Jesús y lo siguen y donde hay otras muchas personas que están esperando la Palabra de Jesús, su evangelio, que todavía no han recibido ni conocen. Y no pensemos en lejanas tierras de misión… esas personas pueden estar muy cerca de nosotros. Recemos juntos:
Dios y Padre nuestro, 
que acompañas bondadosamente a tu pueblo
en la fiel espera del nacimiento de tu Hijo, 
concédenos festejar con alegría su venida
y alcanzar el gozo que nos da su salvación. 
Por Jesucristo, nuestro Señor. 

En esta semana

  • Lunes 12: celebramos a la patrona de Nuestra Diócesis. Nuestra Catedral es el santuario nacional de Nuestra Señora de Guadalupe.
  • Martes 13: Santa Lucía, virgen y mártir, que da nombre a uno de los ríos más importantes del Uruguay y a la ciudad que se encuentra a su orilla, donde hay una capilla dedicada a la santa.
  • Miércoles 14: San Juan de la Cruz, gran santo contemplativo de la orden de los carmelitas.

Colecta del Fondo Común Diocesano

Este domingo, en las parroquias de nuestra diócesis, se realizará la colecta del Fondo Común Diocesano, destinada en esta ocasión a costear los diferentes servicios que se prestan desde la Curia Diocesana, servicios necesarios para el funcionamiento de la Diócesis. En las imágenes vemos a algunas de las personas que trabajan en las oficinas del Obispado. Les agradezco desde ya su generoso aporte.

Y esto es todo por hoy, amigas y amigos. Nos queda aún otro domingo de Adviento y, dentro de quince días, celebraremos la Navidad. Que, en medio de todos los ajetreos de fin de año, hagamos tiempo para preparar nuestro corazón como el pesebre que pueda recibir al niño Jesús. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

No hay comentarios: