jueves, 29 de diciembre de 2022

“Que el Señor te bendiga y te proteja” (Números 6,22-27). Santa María, Madre de Dios.

Amigas y amigos: feliz y bendecido año nuevo para cada uno de ustedes y sus familias.

Ocho días después de Navidad, celebramos a Santa María como Madre de Dios, en griego Theotokos, (Θεοτόκος) que significa literalmente “la que dio a luz a Dios”. Ese título fue reconocido en el año 431 por el Concilio de Éfeso. Se cuenta que el pueblo salió a la calle para festejarlo gritando: “Theotokos, Theotokos”.

También en este día, desde 1968, como fue establecido por San Pablo VI, la Iglesia celebra la Jornada Mundial de la Paz. En esta quincuagésima sexta jornada el Papa Francisco ha emitido un mensaje y ha propuesto como lema “Nadie puede salvarse solo. Recomenzar desde el COVID-19 para trazar juntos caminos de paz”.

La Palabra de Dios que escuchamos este domingo tiene en cuenta el comienzo del año, pidiendo el don de la paz como bendición de Dios. Al mismo tiempo, nos lleva de nuevo al pesebre a contemplar, con ojos asombrados, al niño con su madre.

Para nuestra reflexión de hoy, vamos a tomar la primera lectura, del libro de los números.

Es un pasaje breve, pero muy significativo, en el que Dios habla sobre la bendición de los sacerdotes al pueblo. Escuchemos como comienza:

El Señor dijo a Moisés: 

«Habla en estos términos a Aarón y a sus hijos: Así bendecirán a los israelitas» 

Aquí se establece una cadena de comunicación: Dios habla a Moisés, para que él transmita lo que Dios dice a Aarón y a sus hijos.

Aarón era el hermano de Moisés y junto con sus hijos cumplía la función sacerdotal en el pueblo de Israel.

La Palabra de Dios se dirige a Moisés porque él es el conductor que Dios eligió para liberar a su pueblo de la esclavitud y llevarlo a la Tierra Prometida. Por eso Dios se comunica directamente con Moisés y él transmite al Pueblo lo que Dios le ha indicado. A la muerte de Moisés se escribe: 

“Nunca más surgió en Israel un profeta igual a Moisés, con quien el Señor hablaba cara a cara. (Deuteronomio 34,10).

Vamos a retener esa expresión “cara a cara”, porque la vamos a reencontrar.

Dios sigue hablando a Moisés y le comunica la fórmula de la bendición que, primero en las celebraciones en el desierto y luego al final de las celebraciones en el templo, los sacerdotes usarán para bendecir al pueblo. Para dar la bendición, los sacerdotes tenían que extender las manos sobre el pueblo, pronunciando la fórmula sagrada. Antes de entrar en el contenido de la bendición, veamos como termina este pasaje. Dios concluye explicando cuál es la función de los sacerdotes.

«Que ellos invoquen mi Nombre sobre los israelitas, y yo los bendeciré»

Los sacerdotes invocan a Dios; pero es Dios quien bendice. Los sacerdotes tienen -seguimos teniendo- una función de mediación.

Y ahora sí, escuchemos la fórmula de la bendición:

"Que el SEÑOR te bendiga y te proteja. 
Que el SEÑOR haga brillar su rostro sobre ti y te muestre su gracia. 
Que el SEÑOR te descubra su rostro y te conceda la paz." 

Aquí entendemos que quiere decir “invocar el nombre del Señor”. El nombre de Dios, YAHVEH, aparece tres veces. A nosotros hoy no nos llama la atención esto de nombrar a Dios. ¿Cuántas veces, a lo largo del día, lo hacemos los creyentes? Pero el israelita tiene muy presente el mandamiento que dice: “No pronunciarás en vano el nombre del Señor, tu Dios” (Éxodo 20,7). 

Para no incurrir en esa falta, los miembros del Pueblo de Dios preferían nunca nombrar a Dios. Eso quedaba reservado a los sacerdotes en el momento de la bendición.

La primera petición de la bendición es que “el Señor te bendiga y te proteja”. “Bendecir” significa “decir bien”. No se trata de “hablar bien” de los demás, sino de decir para ellos una palabra de bien, de pedir que Dios diga sobre ellos su Palabra, porque la Palabra de Dios crea, hace realidad aquello que nombra.

En las dos peticiones siguientes se hace referencia al rostro de Dios: que Dios haga brillar su rostro sobre ti, que te descubra su rostro.

Es una petición muy especial, por varias razones.

Primero: ¿qué quiere decir ver el rostro de Dios? Leímos que Moisés hablaba con Dios “cara a cara” ¿qué quiere decir eso? La pregunta cabe porque Dios es un ser espiritual. No tiene rostro; más aún, no tiene cuerpo… en la Capilla Sixtina, Miguel Ángel pintó la creación del hombre y allí aparece Dios con figura humana, representado como un anciano fuerte que extiende su mano para dar vida a su creatura. Esa, como tantas otras, es una figuración, una manera de representar lo invisible.

Pedir que Dios nos muestre su rostro, decir que Dios habla con alguien cara a cara, son expresiones humanas para comunicar una experiencia espiritual para la que no hay palabras que puedan describirla. Esa experiencia de encuentro con Dios se traduce con expresiones que evocan el encuentro entre personas humanas. Más aún, Dios dice 

«tú no puedes ver mi rostro, porque ningún hombre puede verme y seguir viviendo» (Éxodo 33,20)

Por eso, pedir que el Señor nos muestre su rostro es pedir que, de alguna manera, Dios “nos visite” y experimentemos su presencia y su cercanía y que vivamos ese encuentro no de una forma banal, sino con toda reverencia y asombro ante su misterio. En estos días de Navidad, estamos recordando y celebrando que Dios nos muestra finalmente su rostro, en un rostro humano: el rostro del niño de Belén. El rostro de la Misericordia.

Que te muestre su gracia, que te conceda la paz, son otras dos peticiones. La gracia es el amor gratuito de Dios, es el regalo de su amor, que se nos da como un llamado a una unión más profunda con Él. La paz, shalom, es una dimensión fundamental de la vida humana, sin la cual ésta pierde su sentido. Shalom es plenitud, es decir, lo que hace que todo esté completo, que nada falte. No es “el orden establecido”, con su inestable equilibrio basado en las armas y el miedo. Es un don que Dios ofrece al mundo por medio de su Mesías, por medio de su hijo Jesucristo. Implica la ausencia de guerra y violencia pero es, sobre todo, un estado de justicia y fraternidad que viene de Dios mismo.

Amigas y amigos, por todo esto que hemos reflexionado, antes de terminar con un breve anuncio, quiero pedir a Dios la bendición para todos ustedes, a lo largo de este nuevo año. 

El Señor esté con ustedes.
Dios Padre, fuente y principio de todo bien, les conceda su gracia, derrame sobre ustedes una abundante bendición y los conserve sanos y salvos durante todo este año. R. Amén.
Él los mantenga íntegros en la fe, les conceda una esperanza generosa, y los haga perseverar en la caridad. R. Amén.
Él guíe en la paz las acciones de ustedes, escuche siempre sus plegarias y los conduzca a la vida eterna. R. Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes y permanezca para siempre. R. Amén.

Avisos

El próximo viernes, 6 de enero, celebramos la Epifanía del Señor, que es día de precepto.
Yo presidiré dos Misas: 
  • en Canelones, de mañana, a las 10 y 30 y 
  • en Atlántida, de tarde, a las 19 horas. Gracias, amigas y amigos. 
Que 2023 sea para todos un año de gracia y bendición. 

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