Una voz grita en el desierto: “Preparen el camino del Señor”
(Mateo 3,1-12, citando Isaías 40,3)
Los modernos estadios con aire acondicionado pueden dar otra sensación, pero Catar, hoy centro de atención de los aficionados al fútbol, es un país ubicado en pleno desierto.
El desierto nos evoca grandes extensiones de arena y rocas con poquísimos pobladores; altas temperaturas (aunque en algunos lugares bajan drásticamente en la noche).
La voz que aparece hoy gritando en el desierto es la de Juan el Bautista. El desierto en que se encuentra está muy cerca de la ciudad de Jerusalén, al otro lado del río Jordán.
La elección del lugar y del río no son casuales.
El desierto evoca el camino que durante 40 años recorrió el pueblo de Israel desde Egipto, donde estaba sometido a la esclavitud, hasta Palestina, la tierra prometida, la tierra de la libertad. La salida de Egipto estuvo marcada por el cruce del mar Rojo; la entrada a la nueva tierra, por el cruce del río Jordán.
El desierto evoca el tiempo en que el pueblo fue conociendo a su Dios:
Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud. (Éxodo 20,2)
Es el Dios liberador, que conduce, educa y cuida a su pueblo. El Dios que hace alianza, un compromiso mutuo con Israel:
Haré de ustedes mi Pueblo y yo seré su Dios. (Éxodo 6,7)
Para los israelitas, volver al desierto, aquello a lo que los está llamando el Bautista, es volver al comienzo de su relación con Dios. Volver a la alianza, volver al cumplimiento de los mandamientos.
Se trata de entrar en el silencio del desierto para escuchar la voz de Dios. Separándose de los ruidos cotidianos, el pueblo puede reconocer su alejamiento de Dios, sus pecados, sus errores, y disponerse a recomenzar.
«Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca.» (Mateo 3,1-12)
Eso proclama Juan el Bautista.
Juan no solo predica con la palabra. Su presencia es la de un hombre que vive una vida austera, con una indumentaria que recuerda a los antiguos profetas:
Juan tenía una túnica de pelos de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. (Mateo 3,1-12)
Con atuendo semejante se describe en el Segundo Libro de los Reyes al profeta Elías:
“un hombre con un manto de piel y con un cinturón de cuero ajustado a la cintura” (2 Reyes 1,8)
Así pues, Juan se encuentra en un lugar inhóspito, pero significativo; tiene un aspecto extraño, pero evoca al gran profeta Elías, cuyo regreso era esperado; presenta un mensaje exigente… pero el pueblo ha esperado esta manifestación del Espíritu de Dios y por eso lo recibe y responde a su predicación:
La gente de Jerusalén, de toda la Judea y de toda la región del Jordán iba a su encuentro, y se hacía bautizar por él en las aguas del Jordán, confesando sus pecados. (Mateo 3,1-12)
Hay quienes se acercan e inclusive piden ser bautizados, pero su corazón no está dispuesto. Son los fariseos y saduceos, dos movimientos de la época entre los que se encuentran algunos de los dirigentes del pueblo. Juan no ve en ellos una recta intención. ¿Por qué quieren el bautismo? ¿Por ganar la simpatía de la gente? ¿Por las dudas, en caso de que Juan sean un verdadero profeta? Juan los increpa duramente:
«Raza de víboras, ¿quién les enseñó a escapar de la ira de Dios que se acerca? Produzcan el fruto de una sincera conversión» (Mateo 3,1-12)
Convertirse, cambiar de mentalidad, volver el corazón hacia Dios no puede quedarse en un buen pensamiento o en un lindo sentimiento; la verdadera conversión produce frutos.
Preparar el camino del Señor es mirar el camino que vamos haciendo en nuestra vida. A veces vamos, día a día, en un trillo cómodo pero engañoso, detrás de los ídolos que nos hemos construido y que hemos colocado en el lugar del Dios verdadero. El camino del egoísmo, de la falsedad y del engaño, del éxito a toda costa, de la avaricia, de la opresión y manipulación de los más débiles, del placer convertido en meta suprema. Preparar el camino del Señor es hacer una nueva ruta para nuestra vida por la que ir hacia Dios y encontrar que Él viene hacia nosotros.
El llamado a la conversión tiene un motivo: el Reino de los Cielos, el Reino de Dios está cerca. Esa cercanía no se da en el tiempo, es decir, Juan no está anunciando que algo sucederá pronto, sino que es la cercanía en el espacio, la vecindad. Jesús lo dirá explícitamente:
“El Reino de Dios está entre ustedes” (Lucas 17,21).
Y es el mismo Jesús quien hace presente en su persona, el Reino de Dios.
El Reino continuará en la eternidad, más allá de esta vida temporal que conocemos; pero ya está presente en medio de nosotros, con todo su poder espiritual. Allí donde es recibido con fe y humildad, llegan la alegría, la paz y el amor.
El bautismo de Juan en el Jordán no es todavía el bautismo cristiano; es el signo que realiza un pueblo que quiere recuperar las raíces de su fe y por eso, como sus antepasados, se sumerge en las aguas del río; pero no para atravesarlo y entrar a la tierra prometida, sino para purificarse, liberarse del pecado y entrar al Reino de Dios.
Que este Adviento nos ayude a encontrar nuestro propio desierto, es decir el lugar donde podamos escuchar la voz de Dios llamándonos a la conversión y a renovar con Él, como miembros de su Pueblo, la Iglesia, nuestra adhesión a la Nueva Alianza sellada con la sangre de Jesús. Recemos juntos:
Dios todopoderoso y rico en misericordia,que nuestras ocupaciones cotidianasno nos impidan acudir presurosos al encuentro de tu Hijo,para que, guiados por tu sabiduría divina,podamos gozar siempre de su compañía.Por el mismo Cristo, nuestro Señor. Amén.
Encuentro nacional de la vida contemplativa femenina
Retomando una vieja tradición uruguaya, 25 monjas, miembros de seis comunidades, se encontraron el sábado pasado en el monasterio Santa María Madre de la Iglesia, de las monjas benedictinas.
Carmelitas de Florida y Montevideo, Salesas, Clarisas Franciscanas, Clarisas Capuchinas y las dueñas de casa, todas de Canelones, compartieron un encuentro de reflexión y oración, acompañadas por Mons. Luis Eduardo González, obispo auxiliar de Montevideo, además de quien les habla.
En esta semana
- Hoy, domingo 4, por la tarde, se reúne en Sauce la asamblea diocesana sinodal, preparando el aporte de nuestra diócesis en la etapa continental del Sínodo 2023-2024.
- El martes 6 recordamos a san Nicolás de Bari, Obispo, de quien derivó la figura folklórica del “Papá Noel”.
- Miércoles 7: San Ambrosio, obispo y doctor de la Iglesia. En ese día, en 1943, Vísperas de la Inmaculada fue fundado el Movimiento de los Focolares.
- Jueves 8: Inmaculada Concepción de María. Fiesta patronal de Pando y de algunas capillas de la Diócesis. También los salesianos recuerdan su fundación, en 1859.
- Viernes 9: San Juan Diego Cuauhtlatoatzin, el joven indio a quien se le apareció la Virgen María, venerada luego bajo la advocación de Nuestra Señora de Guadalupe.
- Sábado 10: Nuestra Señora de Loreto, patrona de los aviadores. Declaración universal de los Derechos Humanos, 1948. En el Santuario de la Virgen de las Flores, en La Floresta, desde las 16:30, convivencia por la Paz, recibiendo la Luz de Belén, tradición del Movimiento Scout.
- Y el domingo 11: Encuentro diocesano de las familias y ordenación diaconal de Néstor Rosano.
Y esto es todo por hoy. Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.
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