Deus cáritas est: “Dios es Amor y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él” (1 Jn 4,16). Con esta cita de la primera carta de san Juan inició su primera encíclica, su primer gran mensaje a los fieles católicos, el Papa Benedicto XVI, en la primera Navidad de su pontificado, en el año 2005.
Después de tanto tiempo al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, para la que nombrado por san Juan Pablo II en 1981, no hubiera sorprendido que su primer mensaje se refiriera al tesoro de la Fe. Ese mensaje llegaría ya terminado su pontificado, con la firma del Papa Francisco, que hizo algunos aportes al escrito que el ya entonces Papa emérito puso en sus manos. La encíclica fue publicada con el título de Lumen fidei, “La luz de la Fe”.
Así pues, Benedicto XVI quiso iniciar su pontificado poniendo en el centro a Dios amor: la verdad fundamental sobre Dios, la que tenemos que recordar ante todo y poner siempre en el centro; porque solo desde el amor de Dios es posible comprender por qué y para qué hemos sido creados, hemos sido redimidos y somos santificados.
Ha partido un gran teólogo, un buscador de la verdad, un “cooperador de la Verdad”, como decía ya su lema episcopal y luego papal; pero su servicio a la verdad estuvo también en su docencia, en su manera de transmitir el conocimiento que años de estudio y años de oración y de escucha de la Palabra de Dios le habían dado. Sus homilías eran breves y mostraban un gran cuidado por expresarse con sencillez y claridad. Compararlo con san Juan Pablo II es… es imposible. Al mismo tiempo que se percibía la gran sintonía entre ellos, había un enorme contraste entre el Papa polaco, con su manera tan natural y tan propia de comunicarse con la multitud y la presencia pequeña y aparentemente tímida del Papa alemán…
Sin embargo, en la Jornada Mundial de la Juventud en Sidney, en la vigilia de oración, cuando Benedicto XVI invitó a los jóvenes a dejar los ruidos exteriores e interiores para adorar a Jesús presente en el Santísimo Sacramento, a sus palabras siguió un imponente silencio: el silencio de más de medio millón de jóvenes en oración.
Ha entrado en el descanso de Dios un trabajador de esfuerzo constante y sostenido, representado por la curiosa imagen que aparece en su escudo, de un oso cargando una maleta en el lomo. Se trata del oso de San Corbiniano, un obispo misionero alemán del siglo VIII. En uno de sus viajes misioneros, un oso atacó y mató la mula que llevaba el equipaje del obispo. Entonces, san Corbiniano ordenó al oso llevar esa carga para poder continuar su viaje. Aunque también dio interpretaciones más profundas de ese signo, hablando del peso de la vida, y citando comentarios de san Agustín sobre los salmos, Benedicto decía que así, como ese oso, se veía él, como una “bestia de carga” de la Iglesia, con su trabajo al servicio de Dios y de todo su Pueblo.
Su renuncia, el 11 de febrero de 2013, sorprendió a todo el mundo, a cercanos y a extraños. Fue un acto de valentía y un gesto profético, que le ganó el respeto de creyentes y no creyentes. Algunos de estos últimos, que pudieron estar entre los que, al comienzo de su pontificado, lo llamaron con hostilidad “el pastor alemán” reconocieron la señal que daba un hombre que no se guiaba por el espíritu del mundo, donde tantos se aferran tenazmente al poder, sino por el Espíritu de Dios, en el que cada acción encuentra su sentido en el Amor y en la entrega.
Papa emérito Benedicto XVI: gracias por tus enseñanzas, gracias por tu testimonio de fe, de amor y de esperanza. Que el Señor te reciba, te dé el descanso eterno y brille para ti la luz perpetua. Amén.
+ Heriberto Bodeant, Obispo de Canelones.
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