viernes, 9 de diciembre de 2022

9 de diciembre: San Juan Diego Cuauhtlatoatzin

Según una tradición bien documentada, San Juan Diego nació en 1474 en Cuauhtitlán, entonces reino de Texcoco, perteneciente a la etnia de los chichimecas. Se llamaba Cuauhtlatoatzin, que en su lengua materna significaba «Águila que habla», o «El que habla con un águila».

Ya adulto y padre de familia, atraído por la doctrina de los Frailes Franciscanos llegados a México en 1524, recibió el bautismo junto con su esposa María Lucía. Celebrado el matrimonio cristiano, vivió castamente hasta la muerte de su esposa, fallecida en 1529. Hombre de fe, fue coherente con sus obligaciones bautismales, nutriendo regularmente su unión con Dios mediante la eucaristía y el estudio del catecismo.

El 9 de diciembre de 1531, mientras se dirigía a pie a Tlatelolco, en un lugar denominado Tepeyac, tuvo una aparición de María Santísima, que se le presentó como «la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios». La Virgen le encargó que en su nombre pidiese al Obispo de la ciudad de México, el franciscano Juan de Zumárraga, la construcción de una iglesia en el lugar de la aparición. El Obispo no aceptase la idea, pero la Virgen pidió a Juan Diego que insistiese. Al día siguiente, domingo, el indio volvió a encontrar al Prelado, quien lo examinó en la doctrina cristiana y le pidió pruebas objetivas en confirmación del prodigio.

El 12 de diciembre, martes, mientras Juan Diego se dirigía de nuevo a la Ciudad, la Virgen se le volvió a presentar y lo consoló, invitándolo a subir hasta la cima de la colina de Tepeyac para recoger flores y traérselas a ella. No obstante la fría estación invernal y la aridez del lugar, Juan Diego encontró unas flores muy hermosas. Una vez recogidas las colocó en su tilma y se las llevó a la Virgen, que le mandó presentarlas al Sr. Obispo como prueba de veracidad. Una vez ante el obispo, el indio abrió su tilma y dejó caer las flores. Ante el asombro de todos, en el tejido apareció, inexplicablemente impresa, la imagen de la Virgen de Guadalupe, que desde aquel momento se convirtió en el corazón espiritual de la Iglesia en México.

Juan Diego, movido por una tierna y profunda devoción a la Madre de Dios, dejó los suyos, la casa, los bienes y su tierra y, con el permiso del Obispo, pasó a vivir en una pobre casa junto al templo de la «Señora del Cielo». Su preocupación era la limpieza de la capilla y la acogida de los peregrinos que visitaban el pequeño oratorio que se levantó.

En espíritu de pobreza y de vida humilde Juan Diego recorrió el camino de la santidad, dedicando mucho de su tiempo a la oración, a la contemplación y a la penitencia. Dócil a la autoridad eclesiástica, tres veces por semana recibía la Santísima Eucaristía.

En la Misa de beatificación, el 6 de mayo de 1990, San Juan Pablo II dijo que «las noticias que de él nos han llegado elogian sus virtudes cristianas: su fe sencilla, nutrida en la catequesis y acogedora de los misterios; su esperanza y confianza en Dios y en la Virgen; su caridad, su coherencia moral, su desprendimiento y pobreza evangélica. Llevando vida de ermitaño, aquí junto al Tepeyac, fue ejemplo de humildad».

Juan Diego, laico fiel a la gracia divina, gozó de tan alta estima entre sus contemporáneos que éstos acostumbraban decir a sus hijos: «Que Dios os haga como Juan Diego». Circundado de una sólida fama de santidad, murió en 1548. Su memoria, siempre unida al hecho de la aparición de la Virgen de Guadalupe, ha atravesado los siglos, alcanzando la entera América, Europa y Asia. Fue canonizado por San Juan Pablo II, en su visita a la Ciudad de México, el 31 de julio de 2002

En Canelones

En la capilla del Santísimo Sacramento de la Iglesia Catedral de Canelones, Santuario Nacional de Nuestra Señora de Guadalupe, hay una pintura que representa a San Juan Diego Cuauhtlatoatzin.

Referencias

Sitio web de la Santa Sede: San Juan Diego Cuauhtlatoatzin








1 comentario:

Anónimo dijo...

Me gustó mucho el relato. Francisco, también yo soy Franciscano.