viernes, 31 de octubre de 2025

1 de noviembre: Solemnidad de todos los Santos. Con alegría, llevar la Esperanza. Mateo 5,1-12a.


Palabra de Vida: Con alegría, llevar la Esperanza. Mateo 5,1-12a.
Sábado 1 de noviembre de 2025.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

"En Cristo brilla la esperanza de nuestra feliz resurrección". 2 de noviembre: Todos los fieles difuntos. La resurrección de Lázaro (Juan 11, 17-27).

“En Cristo brilla la esperanza de nuestra feliz resurrección;
y así, a quienes la certeza de morir nos entristece,
nos consuela la promesa de la futura inmortalidad”.
(Prefacio de Difuntos I)
En este año jubilar centrado en la esperanza, ha sido algo más que una feliz coincidencia que el día de la conmemoración de todos los fieles difuntos, el 2 de noviembre, haya correspondido a un domingo.

Si hay algo que nos interpela en nuestra fe, si hay algo que es “cuestión de fe” es el misterio de la muerte. La muerte, como final de esta vida que conocemos es una certeza, como lo recuerda el prefacio de difuntos que he citado al comienzo. En el siglo XX el filósofo Martín Heidegger definía al ser humano como un “ser-para-la-muerte”. A pesar de lo que parece, no era una visión tan negativa, porque decía que la conciencia de la muerte debía llevar a cada persona a vivir auténticamente, asumiendo la responsabilidad de sus decisiones en el presente… Pero es que también quienes creemos que habrá otra vida recibimos el mismo llamado a la responsabilidad por nuestras acciones; solo que con una referencia luminosa, que es la de Jesús resucitado.

El evangelio que nos propone la liturgia de hoy es el de la resurrección de Lázaro. No es una resurrección como la de Jesús, la entrada en la vida eterna. Lázaro vuelve a esta vida: vuelve a encontrarse con sus queridas hermanas y con su amigo Jesús. Pero esta acción de Jesús es el anuncio de la resurrección verdadera y definitiva. 

El evangelio de Lucas ya nos había presentado a Marta y María de Betania, las dos hermanas que reciben a Jesús. Veíamos a Marta ocupada en las tareas de la casa y a María, en cambio, sentada a los pies de Jesús, como discípula, atenta a su Palabra. En el evangelio según san Juan reencontramos a las dos hermanas, pero también a su hermano Lázaro. Marta vuelve a aparecer como jefa de familia, llena de iniciativa, pero también de fe. Mientras María queda en la casa, Marta sale al encuentro de Jesús y lo encara:
«Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas». (Juan 11,21-22)
De alguna manera, Marta nos representa a todos los que hemos perdido un ser querido, en cuanto esa muerte trae sufrimiento, el dolor de la separación. Al mismo tiempo, ella nos invita a abrirnos a la esperanza, a poner en Jesús nuestra esperanza.
Al decir “te concederá todo lo que le pidas”, Marta parece insinuar que Jesús puede volver a Lázaro a la vida. A eso responde el Maestro:
«Tu hermano resucitará». (Juan 11,23)
Como muchos judíos de su tiempo, sobre todo los que escuchaban a los escribas del movimiento fariseo, Marta creía en la resurrección de los muertos y por eso respondió:
«Sé que resucitará en la resurrección del último día» (Juan 11,24)
Pero la Vida nueva que trae Jesús va más lejos que esa creencia. Jesús expresa:
«Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?» (Juan 11,25-26)
Jesús anuncia una vida después de la muerte: “aunque muera, vivirá”; pero va más allá al expresar, como aparece en otros pasajes del evangelio de Juan, que la vida eterna comienza desde ahora: “el que vive y cree en mí, no morirá jamás”. 

Jesús une la fe en la resurrección a la fe en su propia persona. Es él mismo quien resucitará a quienes hayan creído en Él. Por eso Jesús es nuestra esperanza. Por eso decimos que nuestra esperanza no es una idea, sino una persona, la persona del Hijo de Dios que se hizo hombre, murió y resucitó por nosotros.

La esperanza cristiana en la resurrección incluye, como lo expresa el credo, “la resurrección de la carne”. En tiempos de Jesús y en otras religiones que han llegado a nuestros días, ya existía la creencia de que la vida de una persona continuaba de forma espiritual. Algunos creían, o aún creen, que ese espíritu se reencarna, que va tomando diferentes cuerpos. En la visión cristiana, la identidad de la persona no la configura solo el alma, sino el alma y el cuerpo. Por eso el cuerpo -la carne- está llamado a resucitar. Cristo resucitó con su propio cuerpo, manteniendo incluso las marcas de su pasión:
«Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo» (Lucas 24,39)
Creemos que resucitaremos con nuestro cuerpo, pero no será ya un cuerpo corruptible, sino, como dice san Pablo, un cuerpo transformado en “cuerpo glorioso” como el de Cristo (Filipenses 3,21), un “cuerpo espiritual”:
“Se siembran cuerpos puramente naturales y resucitarán cuerpos espirituales. Porque hay un cuerpo puramente natural y hay también un cuerpo espiritual”. (1 Corintios 15,44)
Nuestra fe nos dice que resucitaremos con la misma identidad corporal que es material; pero eso no implica la recuperación de las partículas idénticas que formaban nuestro cuerpo (1). Por eso, aunque recomienda la forma tradicional de enterrar los cuerpos, la iglesia no se opone a la cremación del cadáver (a no ser que sea elegida por razones contrarias a la fe).

Al igual que los cuerpos sepultados, las cenizas deben descansar en lugar adecuado, como puede ser un cinerario preparado a esos efectos. Las cenizas de diferentes difuntos pueden mezclarse entre sí, pero siempre debe mantenerse un libro con el registro de las personas cuyos restos descansan en el lugar. Este registro tiene sentido, porque es memoria de hermanos y hermanas que siguen siendo miembros de la Iglesia, por los que seguimos rezando, como lo hacemos especialmente en este día de todos los fieles difuntos. Rezamos, para que, si ha sido necesario para ellos un tiempo de purificación, un paso por el Purgatorio, lleguen cuanto antes a entrar definitivamente en la presencia de Dios.

En esta semana

Recordamos en esta semana:
  • El Lunes 3, a san Martín de Porres, “el santo de la escoba”, patrono de una de las capillas de Catedral.
  • Martes 4, san Carlos Borromeo, gran arzobispo de Milán.
  • Sábado 8, la Virgen de los Treinta y Tres, patrona del Uruguay.
  • Domingo 9: en este día la Iglesia celebra la fiesta de la dedicación de la basílica de Letrán en honor de Cristo Salvador. Aunque muchos creen que la catedral de Roma es la basílica de san Pedro, no es así; la basílica de Letrán es propiamente hablando, la catedral del Papa.
  • En este día, la parroquia de Tala, Santísimo Salvador, celebra su fiesta patronal.

Peregrinación en los 200 años de la Virgen de los Treinta y Tres

En Uruguay, el segundo domingo de noviembre se realiza, como es habitual, la peregrinación nacional a la Virgen de los Treinta y Tres en la ciudad de Florida; en este caso, en el marco de los 200 años de esta advocación tan querida para los uruguayos. Allí nos encontraremos con muchos de ustedes, a los pies de María.

Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén. 

viernes, 24 de octubre de 2025

Respetado fariseo, despreciado publicano (Lucas 18,9-14). Domingo 30° durante el año.

Amigas y amigos, un saludo desde Roma, donde he venido para participar del Jubileo de los Equipos Sinodales. El miércoles pasado tuve la oportunidad de participar en la audiencia general y de saludar al papa León XIV. 

Una vez más uno siente que allí está quien continúa la misión que Jesús le dio a Pedro: confirma a tus hermanos y uno se siente confirmado en la fe y a la vez envuelto en la catolicidad, es decir en la universalidad -porque eso es lo que significa lo católico- la universalidad de toda la Iglesia, con gente “de toda raza, lengua, pueblo y nación”.

Le transmití al Santo Padre el cariño de los católicos uruguayos, en especial de mis diocesanos de Canelones y le manifesté nuestro deseo de recibirlo el año próximo en Uruguay, lo que esperamos no tarde en confirmarse. 

Este domingo 26, Dios mediante, estaré participando en la Plaza de San Pedro en la Misa presidida por el Santo Padre. En horario de Uruguay, para quienes quieran verla en directo, será a las cinco de la mañana (las diez de Roma) cinco de la mañana de Uruguay.

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Vayamos ahora al evangelio, donde Jesús nos ofrece una enseñanza sobre la oración.

A veces pienso que cuando hemos leído muchas veces el mismo pasaje del Evangelio, no nos damos del todo cuenta de la novedad que hay en el mensaje de Jesús. Puede ser que nos hayamos acostumbrado al lenguaje del Evangelio y todo parezca previsible… Tal vez necesitamos recuperar un poco -o a lo mejor mucho- de “inocencia” para escuchar las palabras de Jesús… ponernos en la piel de sus vecinos, de los hombres y mujeres de su tiempo, que escuchaban por primera vez y del propio Jesús lo que nosotros hemos ya leído y oído repetidamente.

El evangelista Lucas adelanta con una línea la intención del relato que va a entregarnos Jesús. Escribe Lucas:

Refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, dijo también esta parábola (Lucas 18,9)

Aunque leyéramos por primera vez este pasaje del Evangelio, esas palabras de Lucas nos orientan y preparan para recibir su contenido. Buscando, como decíamos, recuperar inocencia, pensemos que nadie dijo nada de eso cuando Jesús comenzó diciendo:

Dos hombres subieron al Templo para orar; uno era fariseo y el otro, publicano. (Lucas 18,10)

¿Cómo se ubican los oyentes de Jesús ante estos dos personajes?

Son dos polos opuestos. El fariseo: un ejemplo de religiosidad. El publicano: un ejemplo de pecador.

El movimiento de los fariseos surgió hacia el año 150 antes de Cristo, en una época de cambios culturales que estaban apartando al pueblo de las creencias y prácticas religiosas que habían mantenido siempre como válidas.

En tiempos de Jesús, los fariseos formaban comunidades a las que solo se entraba cumpliendo severas exigencias. Fariseo, significa “separado” y ese nombre expresaba su separación de la gran masa de los paganos, pero también de los israelitas que habían abandonado las prácticas religiosas. Los fariseos se consideraban el verdadero Israel, pero no se retiraron del contacto con la gente, como hizo el movimiento de los esenios,  sino que vivían entre el resto de la gente, visibles para todos, como nos lo muestra sus muchos encuentros con Jesús.

El movimiento fariseo tenía sus referentes en los escribas, que en su mayoría hacían parte del movimiento. Junto a la Ley dada por Moisés, los escribas fariseos daban valor a una tradición oral que ellos guardaban y transmitían celosamente.

Muchas veces aparecen en las discusiones de Jesús con los fariseos el tema de la pureza. Los escribas fariseos enseñaban que todo el pueblo debía mantener un estado de pureza ritual, realizando en la vida cotidiana los mismos actos de purificación que hacían los sacerdotes antes de oficiar en el templo.

También estaba en su tradición la extensión del diezmo, es decir, la contribución al templo, a todo producto o ganancia que se obtuviera.

Hoy para nosotros la palabra “fariseo” suena como un insulto. No era así en tiempos de Jesús. Los fariseos, y especialmente los escribas que hacían parte de esa comunidad eran muy apreciados y se les trataba con respeto y reverencia.

El fariseo, de pie, oraba así: «Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas». (Lucas 18,11-12)

Del otro lado, tenemos al publicano. Era un cobrador de impuestos, un oficio que no ha sido popular en ninguna sociedad. Los escribas tenían listas de calificación para los distintos oficios. La actividad de los publicanos era considerada despreciable, por ser permanente ocasión de pecado, ganando dinero con usura y manteniendo contacto con personas impuras, faltando continuamente a las normas de pureza.

Los escribas enseñaban que ningún buen padre debería buscar para sus hijos ese oficio. Los sentimientos de la gente hacia los publicanos iban más allá del desprecio: los publicanos eran aborrecidos por el pueblo y se les tildaba directamente de pecadores. Despreciables y aborrecidos pecadores. Podemos imaginarnos lo que pensaría la gente cuando Jesús llamó como discípulo a Mateo, el publicano. Tenemos que imaginarnos también qué cosas quedarían dando vueltas en la cabeza de los demás discípulos…

En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: «¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!» (Lucas 18,13)

Así tenemos a estos dos personajes totalmente opuestos: el respetado fariseo y el despreciado publicano. Cada uno de ellos hace su oración en el templo.

Lo previsible, lo esperable, para los escuchas de Jesús, era que la oración del buen fariseo fuera escuchada, pero no la del pecador publicano. Sin embargo, dice Jesús:

«Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se eleva será humillado y el que se humilla será elevado» (Lucas 18,14)

¿Qué es lo que ha cambiado el resultado previsible?

El fariseo no se confronta con Dios ni consigo mismo, sino con los demás: “no soy como los demás hombres ni tampoco como ese publicano”… En esa confrontación, él se siente justificado. Le presenta a Dios una factura, una relación de sus obras: el ayuno frecuente, el diezmo de todo. Dios tendrá que recompensarlo por esto.

El publicano, en cambio, se confronta con Dios y consigo mismo. Él se reconoce pecador e invoca a Dios en su misericordia y bondad. No tiene ninguna factura que presentar: al contrario, pide a Dios su factura para pagarla.

La oración del fariseo es extensa, pero se vuelve vacía de Dios y llena de sí mismo.

La oración del publicano, breve pero intensa, expresa el reconocimiento de su culpa y su necesidad de sanación, que invoca en total sumisión al Dios de la misericordia.

“La súplica del humilde atraviesa las nubes” (Eclesiástico 35,17) 

dice la primera lectura. El relato de Jesús nos recuerda que Dios no escucha la oración del soberbio, sino la que brota del corazón humilde, del que se reconoce pequeño y necesitado de salvación, de misericordia. Si acaso hemos podido hacer algo bueno, damos gracias al Padre porque todo viene de Él y solo con su gracia podemos llevar adelante la misión que nos ha encomendado.

En esta semana.

  • Martes 28, San Simón y San Judas Tadeo, apóstoles.
  • Sábado 1, solemnidad de todos los santos.
  • Ese día se celebra en la parroquia Sagrada Familia de Sauce la Jornada de la PAC, Pastoral de Adolescentes Canaria, que tiene como tema “vistos y escuchados”.
  • Domingo 2, conmemoración de todos los fieles difuntos.
  • Recordamos también que en ese día, en 1999, falleció Mons. Orestes Nuti, primer obispo de Canelones.

Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.


viernes, 17 de octubre de 2025

“¿Encontrará Fe sobre la tierra?” (Lucas 18,1-8). Domingo XXIX durante el año. DOMUND.


“Misioneros de esperanza entre los pueblos”. Con ese lema se celebra este año el Domingo Mundial de las Misiones, conocido como DOMUND.
Este día es una invitación a toda la Iglesia a colaborar en la misión, de varias maneras:
En primer lugar, con la oración, según lo que nos transmite el evangelio de hoy:
Jesús enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse. (Lucas 18,1)
En segundo lugar, colaborando económicamente en la colecta, fundamental para sostener múltiples proyectos misioneros en todo el mundo.
Por último, con nuestro propio compromiso y trabajo misionero, ya sea asumiendo nuestra misión de bautizados en la vida cotidiana, como participando en actividades misioneras tanto en nuestro propio país como en otros lugares del mundo.

El DOMUND tiene su raíz en la misión de la Iglesia, que a su vez nace de la misión de Jesucristo, enviado del Padre a anunciar la buena noticia de la salvación. Terminado su tiempo en la tierra, Jesús encomendó a sus discípulos llevar el Evangelio a todos los pueblos. 

La Iglesia nació al soplo del Espíritu con un fuerte impulso misionero, reflejado en los Hechos de los Apóstoles, donde no solo se destacan grandes figuras como Pablo y sus colaboradores, sino también comunidades llenas de vida, como la de Antioquía, que ora, discierne y envía generosamente a anunciar el Evangelio incluso a miembros que la comunidad preferiría retener.

Siguiendo el mandato de Jesús, los cristianos fueron anunciando el Evangelio por todo el mundo, hasta alcanzar los cinco continentes. Las formas de evangelización fueron cambiando a través de los siglos… las comunidades monásticas como los benedictinos convirtieron sus monasterios en fuentes de irradiación de vida cristiana. Monjes como san Bonifacio evangelizaron vastas regiones y fueron luego obispos de nuevas diócesis. Las órdenes mendicantes, como los franciscanos y dominicos, se sintieron llamados a salir entre la gente, anunciando la Palabra de Dios que buscaban vivir diariamente.
Religiosas y religiosos fundaron grandes obras educativos para niñas, niños, adolescentes y jóvenes de todas las clases sociales. Entre los fundadores, San Juan Bosco es recordado como padre y maestro de juventud.

Desde principios del siglo XIX, un renovado impulso evangelizador dio lugar a las cuatro Obras Misionales Pontificias, las OMP, destinadas a promover la responsabilidad misionera de todos los fieles católicos y a apoyar a las nuevas comunidades que crecían en territorios de misión.

La beata Paulina Jaricot y la Propagación de la Fe

Fue una joven laica francesa, Paulina Jaricot, quien dio impulso a la creación, en la ciudad de Lyon, de una asociación local que llegó a ser universal. A los 23 años, habiendo pasado por duras pruebas familiares y personales, incluyendo un accidente que le impidió caminar y hablar con normalidad, Paulina, con alegría y decisión, se dedicaba intensamente a las obras de caridad, visitando pobres y enfermos. 

Motivada por su hermano Phileas, que le pidió ayuda para recaudar fondos para enviar sacerdotes al Asia, Paulina promovió la oración y la colecta para las misiones. Para ello fundó en 1822 la Sociedad de la Propagación de la Fe, que un siglo después el papa Pío XI convirtió en Obra Pontificia, siendo la primera de las actuales OMP.

El obispo Charles de Forbin-Janson y la Infancia Misionera

La segunda OMP es la de la Santa Infancia, hoy conocida como Infancia Misionera, fundada por Charles de Forbin-Janson.

Charles ingresó al Seminario abandonando una tentadora carrera ofrecida por Napoleón. Como sacerdote organizó misiones populares y ayudas para los pobres en Francia. Ya como obispo, tras encontrarse con Paulina Jaricot, inspirado en la infancia de Jesús y en los pasajes del Evangelio donde el Maestro pone a los pequeños en el centro, introdujo la participación de los niños en la misión, por medio de la oración y de pequeñas ofrendas mensuales. También esta obra pasó a ser Pontificia en 1922.

Jeanne Bigard y San Pedro Apóstol

A finales del siglo XIX Jeanne Bigard y su madre crearon esta obra para apoyar con la oración y con subvenciones a la formación de sacerdotes nativos en los países de misión y a proporcionarles ornamentos y vasos sagrados para la celebración de la Misa. También esta obra fue reconocida como pontificia en 1922.

Si bien a través de los siglos ha sido de primera importancia la labor de misioneros que dejan su tierra para anunciar la fe en otros países, es muy importante la formación del clero local, pues, como enseña el concilio Vaticano II:
La Iglesia profundiza sus más firmes raíces en cada grupo humano, cuando las varias comunidades de fieles tienen de entre sus miembros los propios ministros de la salvación en el Orden de los Obispos, de los presbíteros y diáconos, que sirven a sus hermanos, de modo que las nuevas Iglesias consigan, paso a paso con su clero la estructura diocesana. (Ad Gentes, 16)

El beato Paolo Manna y la Unión Misionera del Clero

La última de las OMP fue fundada por el sacerdote italiano Paolo Manna, quien tras una experiencia misionera en Birmania (hoy Myanmar), regresó a Italia por motivos de salud, pero sin perder el entusiasmo por la misión. En 1916 fundó la Unión Misionera del Clero para renovar y fortalecer la fe de los sacerdotes. Decía en una de sus cartas:
«El misionero es por excelencia un hombre de fe: nace de la fe, vive de la fe, trabaja voluntariamente por la fe, por ella sufre y muere. [...] Sin la fe, el misionero no tiene sentido, no existe; y, si existe, no es el verdadero misionero de Jesucristo» (Carta de Paolo Manna)
El papa Pío XII otorgó a esta obra el título de Pontificia en 1956.
El evangelio de hoy concluye con la inquietante pregunta de Jesús:
«Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?» (Lucas 18,8b)
Esto nos interpela personalmente. Como los discípulos, podemos pedir “Auméntanos la fe”; pero debemos recordar también que la fe crece cuando se la comparte. Es eso lo que vemos al recordar a Paulina y Jeanne, fieles laicas, al Padre Paolo, y al obispo Forbin-Janson: un encendido ardor por la misión, por dar testimonio de la fe que animó sus vidas. Personas de acción, cuidaron siempre que el mucho trabajar no los desprendiera de su raíz más profunda y permanecieron arraigados en Cristo por la oración, llamando a los que colaboraron y siguen colaborando con las cuatro obras misionales a no limitarse a la ayuda material, sino a empezar esa ayuda con la oración.

Oremos, entonces, en este domingo por todos los misioneros y misioneras que han pasado o están en nuestra diócesis, venidos de diferentes países, así como por aquellas y aquellos que, llamados desde nuestras comunidades, han puesto sus vidas en manos de Dios para ir allí donde Él los envíe, como verdaderos “misioneros de esperanza entre los pueblos”.

En esta semana

  • Lunes 20: aniversario de la dedicación de la Iglesia Cristo Obrero-Nuestra Señora de Lourdes, de Estación Atlántida.
  • Martes 21: día en que las Hnas. del Huerto en el Uruguay celebran la fiesta de San Antonio María Gianelli.
  • También el 21: Beata María Lorenza Longo, fundadora del primer monasterio de Hermanas Clarisas Capuchinas.
  • Miércoles 22: el querido papa san Juan Pablo II, impulsor de la Nueva Evangelización.
  • Viernes 24: san Antonio María Claret, gran misionero, patrono de la parroquia de Progreso, a cargo de los misioneros claretianos.
Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

Ante la aprobación de la ley de eutanasia. Mensaje del Consejo Permanente de la CEU.


Conferencia Episcopal del Uruguay 

Consejo Permanente 

COMUNICADO ANTE LA APROBACIÓN DE LA LEY DE EUTANASIA

Frente a la aprobación de la Ley que habilita la eutanasia en nuestro país, los obispos del Uruguay elevamos una vez más nuestra voz a favor de la vida. 

Como ya hemos manifestado en varias ocasiones consideramos que esta ley fomenta la “cultura de la muerte”. En un país con una alta tasa de suicidios, con serias dificultades para abordar el tema de la salud mental, esta ley va en contra del valor y la dignidad de la vida humana y nos pone en un riesgoso camino de naturalizar la búsqueda de la muerte como solución a situaciones de la vida que se pueden enfrentar de otra manera. 

Reiteramos lo que expresamos en junio del presente año sobre el valor de la vida humana: 

“Cuando hablamos de dignidad humana, nos referimos al valor incomparable de cada ser humano concreto. Cada vida humana aparece ante nosotros como algo único, irrepetible e insustituible, su valor es independiente de su estado de salud, etnia, sexo, cultura, situación socio económica, o cualquier otra circunstancia.” (Nro. 5)   

“Morir con dignidad significa morir sin dolor u otros síntomas mal controlados; morir a su tiempo natural, sin que se acorte o se prolongue de forma innecesaria la vida; morir rodeado del cariño de la familia y los amigos; morir con la posibilidad de haber sido informado adecuadamente, eligiendo, si se puede, el lugar (hospital o domicilio) y participando en todas las decisiones importantes que le afecten; morir con la ayuda espiritual que precise” (Nro. 14)

Como Iglesia que peregrina en Uruguay queremos seguir trabajando a favor del cuidado de la vida y de su dignidad, como es reconocida también por nuestra Constitución y por la firma de varios tratados internacionales por parte de nuestro país. 

Estamos convencidos que compartir los momentos humanos de mayor debilidad se puede transformar en la gran oportunidad para encontrar juntos el sentido trascendente y profundo de nuestra vida.

+ Milton Tróccoli, Obispo de Maldonado-Punta del Este-Minas, presidente 

+ Cardenal Daniel Sturla, Arzobispo de Montevideo, vicepresidente 

+ Heriberto Bodeant, Obispo de Canelones, secretario general 

martes, 14 de octubre de 2025

12 de octubre: Fiesta diocesana de Canelones.

Representación del acontecimiento guadalupano:
el obispo se arrodilla ante la imagen que aparece
en la tilma de Juan Diego.

Queridos hermanos y hermanas:

“La esperanza no defrauda”. Con estas palabras de san Pablo (Romanos 5,5) nos convocó el Papa Francisco a celebrar el año jubilar que venimos recorriendo como “peregrinos de esperanza”.

La esperanza no es para nosotros una ilusión, un sentimiento o una idea: es una persona, la persona de Jesucristo. El Hijo de Dios hecho hombre. La peregrinación de nuestra vida tiene un fin: llegar a Él, a la Casa del Padre.

Peregrinamos hacia Él y Él peregrina con nosotros, porque por la acción del Espíritu, sigue haciéndose presente para cumplir su promesa: 

“yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo” (Mateo 28,20).

Nuestra peregrinación de hoy, en esta fiesta diocesana, es un símbolo de ese caminar de nuestra vida. Ha sido una ocasión para volver a experimentar la misericordia de Dios en el Sacramento de la Reconciliación; ha sido una oportunidad de reencuentro fraterno, de recordar, una vez más, que “quien cree nunca está solo” , como solía repetir el Papa Benedicto XVI, muchas veces en ocasiones como ésta, de fiesta, de encuentro del Pueblo de Dios. 

“Quien cree nunca está solo”. (Homilía en Ratisbona, martes 12 de septiembre de 2006)

Y ahora, en nuestra Catedral, Santuario nacional de la Virgen de Guadalupe, estamos concluyendo nuestra fiesta con la Eucaristía, donde llega a su culmen el encuentro personal y comunitario con Jesucristo vivo, puerta de salvación, que se nos da a sí mismo como Palabra y como Pan de Vida, para renovar nuestras fuerzas y enviarnos al mundo a ser testigos de esperanza; testigos de Jesucristo, nuestra esperanza.

La vida de nuestro pueblo uruguayo está llena de expectativas, de anhelos, de pequeñas y grandes esperanzas que, muchas veces, no van más allá del horizonte de esta vida que conocemos. Algunas de ellas son nuestros deseos de realización personal, de felicidad; otras se abren a nuestra familia, a nuestras amistades… también a distintas formas de asociaciones, de esfuerzo común, de cooperación y solidaridad en la vida social. Con un corazón generoso, deseamos para toda la humanidad el fin de las guerras, la superación de la pobreza, una sociedad justa, libre, fraterna. Esos deseos nos motivan a caminar en la vida, a trabajar, a actuar, a unir fuerzas con otros para alcanzar metas de bien común.

La realidad nos trae hechos que contrastan muchos de esos esfuerzos, tanto en la vida personal como en la social. Algunas situaciones nos llevan a la desesperación, a un decir “esto no puede seguir así”, y tomamos decisiones desesperadas que, a menudo, terminan llevándonos a una situación peor.

Pero más aún que la desesperación, de la que de un modo u otro buscamos salir, nos amenaza un sentimiento paralizante, que puede quedarse instalado en nuestro corazón. 

Abrumados por dificultades y conflictos, por el aparente triunfo del mal en el mundo, especialmente manifestado en todas las formas de violencia, podemos caer en la desesperanza, esa sensación de que “todo puede seguir así indefinidamente”. No podemos dejarla quedarse. No podemos consentir al pesimismo ni al desencanto que nos llevan a pensar que ya no hay nada que hacer. “¡No nos dejemos robar la esperanza!”, nos pedía el papa Francisco: 

“¡No nos dejemos robar la esperanza!” (Evangelii Gaudium, 86)

Algunos han querido ver la esperanza cristiana de vida eterna, de vida más allá de la muerte, como si no fuera nada más que una ilusión, un consuelo para soportar los males de este mundo, una especie de placebo… no se dan cuenta de que, precisamente, cuando se borra o se descarta esa esperanza, la persona humana queda mutilada.

Como enseña el Concilio Vaticano II, cuando falta 

“esa esperanza de la vida eterna, la dignidad humana sufre lesiones gravísimas” [entre nosotros, vemos como se pierde el valor de cada vida, incluyendo la vida de los niños por nacer y de las personas en la etapa terminal de la existencia. Sigue diciendo el Concilio:] “los enigmas de la vida y de la muerte, de la culpa y del dolor, quedan sin solucionar, llevando no raramente al hombre a la desesperación” (GS 21).

La esperanza cristiana no nos saca de este mundo, no nos lleva a la fuga o a la resignación, sino que le da a la vida de la humanidad entera una meta que está más allá de sus propios esfuerzos. La abre al don de Dios, al don de su Gracia, de su Amor, de su Misericordia.

En Jesucristo, nuestra esperanza, encontramos el sentido de nuestra peregrinación. 

En estos días en que estuve internado en el Hogar Sacerdotal, un sacerdote que vino a celebrar un domingo, nos contó lo que había vivido con su comunidad en una vigilia pascual. En la Iglesia apenas iluminada por las velas que sostenían los fieles, al llegar con el cirio encendido al pie del altar, lo primero que reflejó la luz del cirio fue la cruz. El cirio, luz de Cristo resucitado, ilumina la cruz.

La luz de Cristo resucitado nos dice que el amor de Dios ha vencido en la cruz. El amor ha prevalecido sobre el odio y la muerte. El fracaso, el dolor, el sufrimiento y todos los males del mundo no tienen la última palabra. La cruz abre el camino de la reconciliación y el perdón para nuestros pecados está abierto. La cruz, iluminada por la resurrección de Cristo. Como quisiéramos que esa luz llegue al corazón de cada persona que vive en nuestra tierra canaria. Tenemos que renovar en nuestras comunidades el espíritu misionero, para acercar a cada uno de nuestros hermanos y hermanas al encuentro con Jesucristo, nuestra esperanza.

Llamados como iglesia diocesana a ser testigos de esperanza para todo nuestro pueblo de Canelones, queremos, en este año jubilar, ofrecer un signo diocesano. 

Hemos recibido la promesa de que, el año próximo, podrá instalarse en nuestra diócesis una comunidad para la recuperación de adictos, que basa su propuesta en tres pilares: convivencia, trabajo y espiritualidad. Los invito a colaborar para que esto se haga realidad y que allí donde los monjes benedictinos construyeron el monasterio La Pascua, muchos jóvenes puedan ver iluminada su cruz con la luz de Cristo y pasar en Él de la muerte a la vida. Recemos y trabajemos para poder instalar allí una nueva comunidad, la cuarta en Uruguay, de la Fazenda de la Esperanza. 

Al convocar a este jubileo, el papa Francisco recordó que en 2031 se celebrarán los 500 años del acontecimiento guadalupano, la primera aparición de la Virgen a san Juan Diego, que de manera hermosa vimos representada hoy. 

Decía el papa: “Por medio de Juan Diego, la Madre de Dios hacía llegar un revolucionario mensaje de esperanza que aún hoy repite a todos los peregrinos y a los fieles: 

«¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu madre?» 

Un mensaje similar se graba en los corazones en tantos santuarios marianos esparcidos por el mundo, metas de numerosos peregrinos, que confían a la Madre de Dios sus preocupaciones, sus dolores y sus esperanzas.”

Y bien, ese mensaje no solo está grabado en nuestros corazones, sino que está escrito allí, a la entrada de este santuario, junto a la imagen fundadora de la Virgen de Guadalupe. Que puedan ser muchos más quienes, como nosotros hoy, experimentamos aquí la cercanía de nuestra Madre, que nunca abandona a sus hijos y es signo de consuelo y madre de la esperanza, de Jesucristo, esperanza que no defrauda.

+ Heriberto, Obispo de Canelones.

viernes, 10 de octubre de 2025

Más que curación, salvación (Lucas 17,11-19). XXVIII Domingo durante el año.


12 de octubre...

Esta fecha, 12 de octubre, tiene muchas connotaciones… la primera, la del acontecimiento que marcó profundamente el devenir de la humanidad, al arribar Cristóbal Colón a las islas del Caribe y comenzar a producirse el encuentro de dos mundos, de una enorme diversidad de culturas… en Uruguay, hay otra fecha histórica de la que se cumplen 200 años: la batalla de Sarandí, en el marco de la guerra iniciada por los Treinta y Tres Orientales contra el imperio del Brasil, la que finalmente desembocaría en la creación del Uruguay como un Estado independiente.
En el calendario católico, es el día de Nuestra Señora del Pilar y, en Brasil, de Nuestra Señora Aparecida.

Fiesta diocesana de Canelones

Y aquí, en nuestra diócesis de Canelones, estamos celebrando nuestra fiesta diocesana, dentro del año jubilar “peregrinos de esperanza”.
Recuerdo el programa de la fiesta: en la mañana, a partir de las 9:30, nos encontramos en Villa Guadalupe, donde habrá tiempo para el Sacramento de la Reconciliación y algunas actividades. Allí tendremos el almuerzo y a las 15 horas nos concentraremos en el Gimnasio Guadalupe de la ciudad de Canelones, para salir en procesión hacia la Catedral, donde celebraremos la Misa a las 16 horas. Les recuerdo también que, siendo la Catedral un lugar jubilar, la participación en la Misa, habiéndose confesado, comulgando y rezando por las intenciones del Santo Padre, permite recibir la indulgencia plenaria para sí mismo o por una persona fallecida.

Jesús y los diez leprosos

Vayamos ahora al evangelio de este domingo.
Jesús sanó a diez leprosos que se acercaron a él pidiendo que se compadeciera de ellos:
Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a través de Samaría y Galilea. Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia y empezaron a gritarle: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!» (Lucas 17,11-13)
Recordemos, una vez más, que Jesús está en su viaje definitivo hacia Jerusalén, donde le esperan la pasión, la cruz y la resurrección.
Al entrar en un poblado, diez leprosos le salieron al encuentro.
La lepra es una enfermedad particularmente cruel.
En el mundo de Jesús, además, como toda enfermedad, tenía una interpretación religiosa.
Era entendida como consecuencia del pecado de la persona que la sufría.
Pero el leproso no solo era considerado un pecador, sino que entraba también en otra categoría: la de impuro. El estado de pureza era una condición para poder participar en los actos de la vida religiosa y también en la vida social. La persona que, por un motivo pasajero, se encontraba “impura”, debía purificarse, cumpliendo ritos y plazos para estar en condiciones de volver a participar en aquello que temporalmente no le estaba permitido.
Sin embargo, la impureza del leproso era permanente.
Se consideraba que el contacto con una persona impura volvía también impura a la persona que la tocaba. Por eso el leproso estaba obligado a mostrar visiblemente su impureza (…) y, además, a advertir a quien se acercara a él su situación, gritando “impuro, impuro” para que el otro se alejara.
El leproso debía permanecer alejado de los sitios poblados… pero estos leprosos salieron al encuentro de Jesús cuando éste entró en un poblado… hay que pensar, entonces, que era un pueblo de leprosos…
No fueron todos los leprosos quienes que salieron al encuentro de Jesús: solo diez de ellos.
La respuesta de Jesús es un poco extraña para nosotros, pero los leprosos la entendieron y se dispusieron a cumplirla:
Jesús les dijo: «Vayan a presentarse a los sacerdotes» (Lucas 17,14a)
Cuando una persona quedaba purificada, correspondía que el sacerdote verificara esa purificación, como indica el libro del Levítico (capítulo 13). Ése es el sentido de la indicación de Jesús.
Y en el camino quedaron purificados. (Lucas 17,14b)
La curación se ha producido y nueve de los leprosos continúan su marcha al encuentro de los sacerdotes. Pero uno de ellos tiene una actitud diferente:
al comprobar que estaba sanado, volvió atrás alabando a Dios en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano. (Lucas 17,15-16)

¿Cuál es la reacción de Jesús?
«¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?» (Lucas 17,17-18)
Tenemos que entender bien la queja de Jesús. No se trata de agradecerle a Él: se trata de alabar y agradecer a Dios, reconociendo su intervención por la mediación de Jesús.
Los diez quedaron purificados; pero solo el que volvió alabando a Dios escuchará esta palabra final de Jesús:
«Levántate y vete, tu fe te ha salvado». (Lucas 17,19)
Aquí no se trata solo de curación y purificación. Se trata de salvación. La curación devuelve la salud. La purificación devuelve la posibilidad de participar en actos religiosos y en la vida social. La salvación incluye todo eso, pero va mucho más allá. La salvación es una vida nueva, plena y definitiva.
Jesús dice “tu fe te ha salvado”. La fe salva a la persona en cuanto restablece su relación profunda con Dios, consigo mismo, con los demás y con toda la creación. La fe se manifiesta en el reconocimiento de la acción de Dios, en el agradecimiento. El agradecimiento del samaritano curado muestra que reconoce que lo que ha recibido no es algo ganado o merecido, sino un don de Dios, una gracia.

La lepra es imagen del pecado, del orgullo y egoísmo del corazón humano, de donde nacen la indiferencia, el odio y la violencia. Esa lepra del espíritu desfigura nuestra humanidad. La persona que se convierte, que abre su corazón a Dios, es curada interiormente de su mal; porque ese mal solo puede curarlo Dios, que es Amor. El samaritano curado de su lepra “volvió atrás”, no en el sentido de regresar al pasado del que acababa de salir, sino que cambió el rumbo de su vida, volviendo hacia Jesús. Esa es la conversión: volver a Dios, volver a Jesús. A Él tenemos que ir una y otra vez.

Ordenación diaconal de Elisio, misionero claretiano

El sábado pasado, como estaba previsto, fue ordenado diácono el misionero claretiano Elisio, oriundo de Timor Oriental, en el este de Asia, que ya desde hace tiempo ha puesto su carpa en el cono sur, primero en Argentina y ahora en Uruguay. Lo felicitamos y encomendamos su ministerio al Inmaculado Corazón de María.

En esta semana

  • Lunes 13: aniversario de la colocación de la piedra fundamental de la hoy catedral de Canelones.
  • Miércoles 15: Santa Teresa de Jesús, la gran maestra espiritual y reformadora de la Orden carmelitana.
  • Jueves 16: Santa Margarita María Alacoque. Fiesta en el Monasterio de las Hermanas Salesas.
  • Viernes 17: San Ignacio de Antioquía, obispo y mártir.
  • Sábado 18: San Lucas Evangelista, cuyo evangelio estamos leyendo en los domingos de este año.
  • El 19 es el Domingo Mundial de las Misiones, conocido como el DOMUND. Ese fin de semana se hace una colecta para sostener los esfuerzos misioneros en todo el mundo.
Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

lunes, 6 de octubre de 2025

7 de octubre: Nuestra Señora del Rosario.


 

Palabra de Vida: “Que se cumpla en mí lo que has dicho”. Lucas 1,26-38.
Martes 7 de octubre de 2025.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

sábado, 4 de octubre de 2025

Manual del discípulo: perdonar, creer, servir. (Lucas 17, 3b-10). XXVII Domingo durante el año.

Amigas y amigos: este fin de semana se celebra en Uruguay el día del patrimonio. En nuestra diócesis de Canelones se encuentra una iglesia, Cristo Obrero y Nuestra Señora de Lourdes, en Estación Atlántida, obra del Ingeniero Eladio Dieste, declarada por UNESCO patrimonio cultural de la Humanidad. Tanto el sábado 4 como el domingo habrá visitas guiadas.

En la ciudad de Canelones, la Catedral Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe figura en la lista del patrimonio histórico nacional. El sábado 4, a las 11:30, el Prof. Daniel Torena hará allí una actividad cultural (Comienza a esa hora en el Museo Spikerman)

En los distintos pueblos y ciudades de la diócesis hay otras iglesias que merecen atención desde el punto de vista arquitectónico o histórico, como San Isidro de Las Piedras, Inmaculada Concepción de Pando, Santísimo Salvador de Tala y muchas otras que, con su presencia, engalanan el espacio público. A veces, mirando algunas de las plazas, no veo alrededor de ellas nada más relevante que el templo parroquial.

Si un día esa iglesia no estuviera ¿qué quedaría de esa plaza? Esos edificios, destinados al culto, frecuentados por una comunidad católica, no dejan de ser parte de la identidad de un lugar y, por tanto, más allá de lo religioso, son patrimonio cultural e histórico de todos los que viven en esa localidad. Una razón para que todos colaboremos en conservarlos y cuidarlos.

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Vayamos ahora al Evangelio de hoy. Recordemos su gran contexto: Jesús está en su viaje definitivo hacia Jerusalén, donde tendrá lugar su pasión, muerte y resurrección.

Aquí encontramos tres enseñanzas dirigidas especialmente a sus discípulos, acerca de la corrección y el perdón entre hermanos, la calidad de la fe y el significado del servicio.

Dijo el Señor a sus discípulos: «Si tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo. Y si peca siete veces al día contra ti, y otras tantas vuelve a ti diciendo: "Me arrepiento", perdónalo». (Lucas 17,3b-4)

El evangelio de Lucas puede bien ser llamado “el evangelio de la Misericordia”, ya que pone de relieve la misericordia de Dios, especialmente en las parábolas de la oveja extraviada, la dracma perdida y, sobre todo, la del Padre y los dos hijos, con el regreso del hijo pródigo. Aquí hay un cambio de perspectiva, que se orienta hacia el perdón mutuo entre los miembros de la comunidad cristiana.

La reprensión de un cristiano a su hermano en la fe no debe nunca ser una descarga de enojo o fastidio del que amonesta al otro, ni mucho menos una represalia: debe ser un gesto de amor que busca el bien del hermano. Su objetivo es ayudarlo a convertirse, a retomar el camino de Jesús del que se había apartado por sus actos. Por eso, frente al arrepentimiento y al cambio, el perdón es imperativo: perdónalo.

Por otra parte Jesús conoce bien la fragilidad humana: la conversión es un proceso, con muchos tropiezos. Por eso agrega: si peca siete veces al día y otras tantas vuelve arrepentido, perdónalo. Aquí se aplica a la vida en la comunidad lo que Jesús ya había dicho en un contexto más amplio:

Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso.

No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. (Lucas 6,36-37)

A estas palabras sobre la corrección fraterna y el perdón, sigue un pedido de los discípulos:

Los apóstoles le dijeron al Señor: «Auméntanos la fe». Él respondió: «Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: "Arráncate de raíz y plántate en el mar", ella les obedecería. (Lucas 17,5-6)

“Auméntanos la fe” es una humilde y hermosa petición. 

Humilde, porque es el reconocimiento de nuestra pequeñez, de nuestra pequeña fe. 

Hermosa, porque se abre a la esperanza, la esperanza de crecer.

La respuesta de Jesús, aunque hace referencia a la cantidad, al tamaño de la fe, parece apuntar más sobre la calidad.

El grano de mostaza, como dice la famosa parábola “es la más pequeña de las semillas” (Mateo 13,32); por lo tanto, no se necesita una gran cantidad de fe, sino que esa fe sea auténtica, profunda, que toque el corazón de la persona y no se quede solo en manifestaciones exteriores. Esa es la fe que pide Jesús, la que permite que Él obre milagros, para sanar y convertir los corazones, algo que parece a veces tan imposible como que un árbol se arranque de raíz y se plante en el mar; y sin embargo, el amor de Dios lo hace posible.

Supongamos que uno de ustedes tiene un servidor para arar o cuidar el ganado. Cuando este regresa del campo, ¿acaso le dirá: "Ven pronto y siéntate a la mesa"? ¿No le dirá más bien: "Prepárame la cena y recógete la túnica para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás después"? ¿Deberá mostrarse agradecido con el servidor porque hizo lo que se le mandó? Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: "Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber"». (Lucas 17,7-10)

El discípulo es un servidor, cuya obligación es cumplir lo que el Señor mande. Simples servidores, meros servidores: eso es lo que podemos decir cuando hemos cumplido la misión que se nos ha encomendado (y me pregunto aquí cuándo podemos decir que realmente hemos cumplido la Misión que Jesús nos ha dado).

Para entender esta parábola, tenemos que recordar la polémica que Jesús mantiene con quienes, como los fariseos, pensaban que todas sus obras formaban una carpeta de méritos que podían presentar a Dios para reclamar su recompensa.

Aceptar el ser “simples servidores” es renunciar radicalmente a una especie de auto salvación y reconocer que la recompensa es dada por pura gracia de Dios. Esto lo encontramos más atrás, en el mismo evangelio de Lucas, cuando Jesús, hablando de velar, vigilar, como actitud fundamental del discípulo, proclama esta bienaventuranza:

¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlos. (Lucas 12,37)

Podemos pensar que hacemos muchas cosas, que nos desvivimos trabajando en la viña del Señor… Podemos pensar que nos estamos ganando una buena recompensa… podemos, incluso, qué triste, sentirnos superiores a otros “que no hacen nada”… y, sin embargo, “somos simples servidores” y lo que Señor nos promete va mucho, mucho más allá de lo que nosotros jamás podríamos alcanzar por nosotros mismos.

En esta semana

Hoy, 5, Santa Faustina Kowalska, que muchos conocen por su visión de Jesús Misericordioso.

También hoy recordamos al Padre Juan Collel Cuatrecasas, fundador de la Mínima Congregación de Siervas del Sagrado Corazón de Jesús, las hermanas que están en Pando.

Martes 7: Nuestra Señora del Rosario, patrona del colegio de Estación Atlántida.

Viernes 10: Mons. Sanguinetti cumple 80 años y lo celebra en la parroquia Stella Maris de Montevideo.

Sábado 11, San Juan XXIII, el papa que creó la diócesis de Canelones y nombró a su primer obispo, Mons. Orestes Nuti.

En ese mismo día, Santa Soledad Torres Acosta, fundadora de las Siervas de María, ministras de los enfermos.

Domingo 12, Nuestra Señora del Pilar y en Canelones, nuestra fiesta diocesana, en torno a la Virgen de Guadalupe.

Gracias, amigas y amigos, por su atención. A todos los fieles de Canelones y a los vecinos que quieran acompañarnos, los esperamos el domingo de mañana en Villa Guadalupe y de tarde en la Catedral. Y que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

Palabra de Vida. 4 de octubre: San Francisco de Asís. Llevar la Esperanza, viviendo la Palabra. Lucas 10,17-24


Viernes 4 de octubre de 2025.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

viernes, 3 de octubre de 2025

Palabra de Vida. “El que los escucha a ustedes, me escucha a mí”. Lucas 10,13-16.


Viernes de la XXVI semana durante el año, 3 de octubre de 2025.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

jueves, 2 de octubre de 2025

2 de octubre. Santos Ángeles Custodios. Ser pequeño como un niño. Mateo 18,1-5.10.

  

Palabra de Vida.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

miércoles, 1 de octubre de 2025

Palabra de Vida: “¡Te seguiré adonde vayas!” (Lucas 9,57-62)



Miércoles de la XXVI semana durante el año, 1 de octubre de 2025.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

martes, 30 de septiembre de 2025

30 de septiembre: San Jerónimo, presbítero y doctor de la Iglesia. "Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo"



Nacido en Dalmacia, Jerónimo estudió en Roma, cultivando con esmero todos los saberes, y allí recibió el bautismo cristiano. Después, captado por el valor de la vida contemplativa, se entregó a la existencia ascética yendo a Oriente, donde se ordenó de presbítero. Vuelto a Roma, fue secretario del papa Dámaso, hasta que, fijando su residencia en Belén de Judea vivió una vida monástica dedicado a traducir y explanar las Sagradas Escrituras, revelándose como insigne doctor. De modo admirable fue partícipe de muchas necesidades de la Iglesia y, finalmente, llegando a una edad provecta, descansó en la paz del Señor, en el año 420. 
(Reflexión en el audio, tomada de Benedicto XVI, audiencia general, 7 de noviembre de 2007.)

Palabra de Vida: “Queremos ir con ustedes, porque hemos oído que Dios está con ustedes” (Zacarías 8,20-23)



Martes de la XXVI semana durante el año, 30 de septiembre de 2025.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

domingo, 28 de septiembre de 2025

29 de septiembre: Fiesta de los Santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael.

  

"Verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre" (Juan 1,47-51)
Benedicto XVI, pasaje de su homilía del 29 de septiembre de 2007.

sábado, 27 de septiembre de 2025

27 de septiembre: San Vicente de Paúl. "Dios ama a los pobres".


San Vicente nació en Aquitania el año 1581. Cursados los correspondientes estudios, fue ordenado sacerdote y ejerció de párroco en París. Fundó la Congregación de la Misión, destinada a la formación del clero y al servicio de los pobres, y también, con
la ayuda de santa Luisa de Marillac, la Congregación de Hijas
de la Caridad. Murió en París el año 1660. 
Texto: de los escritos de San Vicente de Paúl (oficio de lecturas de la memoria).

Palabra de Vida: Transmitir el don de la esperanza. Lucas 9,43b-45.


 

Sábado de la XXVI semana durante el año, 27 de septiembre de 2025.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

viernes, 26 de septiembre de 2025

Escuchar a Moisés y los profetas (Lucas 16,19-31) XXVI domingo durante el año.

Estamos en el último domingo de septiembre, Mes de la Biblia en varios países, Mes de la Palabra de Dios en Uruguay. El martes 30 la Iglesia recuerda a San Jerónimo, que vivió entre los siglos IV y V, más o menos contemporáneo de San Agustín.

Jerónimo tradujo la Sagrada Escritura al latín llamado “vulgar”, porque era el latín que hablaba el pueblo y por eso su Biblia es conocida como la “Vulgata”. Fue un gran esfuerzo para que el Pueblo de Dios pudiera escuchar las lecturas bíblicas en su lengua. Digo escuchar, porque no eran tantos los que sabían leer y estábamos muy lejos de la invención de la imprenta, que llegaría diez siglos después. 

El evangelio de hoy concluye con un fuerte llamado a escuchar a Moisés y los profetas; esto significa “escuchar la Palabra de Dios”. 

En efecto, lo que hoy llamamos Antiguo Testamento o libro de la Primera Alianza, era nombrado mencionando sus tres grandes partes: la Ley, es decir los libros atribuidos a Moisés; los diferentes textos de los profetas y los demás escritos, muchos de ellos de carácter sapiencial. “Moisés y los profetas” es una forma abreviada de mencionar las tres partes de la Palabra de Dios en el tiempo de Jesús. 

Pero no nos adelantemos a la conclusión del evangelio. Vayamos a su comienzo o, mejor aún, vayamos más atrás, al texto del profeta Amós que nos presenta la primera lectura. Amós nos describe un grupo de gente rica que está dándose la gran vida,

Acostados en lechos de marfil y apoltronados en sus divanes,
comen los corderos del rebaño (…) Improvisan al son del arpa,
y como David, inventan instrumentos musicales; (…)
beben el vino en grandes copas y se ungen con los mejores aceites… (Amós 6,4-7)

Ya el domingo pasado Amós nos presentaba esa gente enceguecida por la ambición, por el ansia de acumular para sí, sin importarles nada ni nadie, alterando medidas y balanzas para estafar, subiendo los precios, aprovechándose de los pobres…

Con ese telón de fondo, llega la parábola que nos presenta Jesús:

Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino finísimo y cada día hacía espléndidos banquetes. (Lucas 16,19)

Este es el primer personaje: un hombre rico. No se dice su nombre y eso puede tener su significado. El nombre define a la persona. Recordemos como son presentadas por su nombre muchas figuras de la Sagrada Escritura. Aquí, en cambio, lo que se presenta es su lujosa, muy lujosa, forma de vestir y su vida de grandes banquetes diarios. Ese modo de vida nos recuerda a los ricos denunciados por Amós; pero, en cambio, no se dice que sus riquezas sean producto de la explotación, de la estafa o del abuso. Se marca, sí, una manera de vivir con muchos excesos, en gran contraste con el siguiente personaje:

A su puerta, cubierto de llagas, yacía un pobre llamado Lázaro, que ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros iban a lamer sus llagas. (Lucas 16,20-21)

Este pobre, sí, tiene un nombre, y no es un detalle menor. Su hambre y su desnudez (sus llagas parecen estar a la vista) contrastan fuertemente con la vida que lleva el rico.

Pero, con la muerte, la situación de ambos se va a dar vuelta totalmente.

El pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El rico también murió y fue sepultado. (Lucas 16,22)

El rico se encuentra ahora “en la morada de los muertos”, en medio de tormentos; pero desde allí ve a Abraham y a Lázaro junto a él.

Así como Lázaro en la tierra ansiaba saciarse de lo que caía de su mesa, ahora el rico suplica para recibir por medio de Lázaro una gotita de agua que refresque su lengua. Pero Abraham le responde:

«Hijo mío (…) recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo, y tú, el tormento. Además, entre ustedes y nosotros se abre un gran abismo. De manera que los que quieren pasar de aquí hasta allí no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar de allí hasta aquí». (Lucas 16,25-26)

Esta parábola parece una invitación a la resignación. Parece decirle al pobre Lázaro “ahora sufres mientras el rico disfruta; en el otro mundo, todo se dará vuelta. Él sufrirá y tú disfrutarás. Solo ten paciencia”.

Sin embargo, ésta no es la parábola del pobre Lázaro, aunque él es un personaje importante. La mayor parte de la parábola la ocupa el diálogo del rico con Abraham; pero tampoco es la parábola del rico malvado, como los que describía el profeta Amós.

La predicación de Jesús es siempre un llamado a la conversión, a un cambio profundo de vida. ¿Qué cambio de actitud está reclamando Jesús?

Lo primero, no apoltronarnos. No instalarnos en una vida donde lo único que nos importe sea nuestro propio bienestar y terminemos creando alrededor un abismo que nadie pueda cruzar para molestarnos.

Así vivía el rico de la parábola, envuelto en su púrpura y sus banquetes diarios. Había un abismo entre él y el pobre que estaba sentado a su puerta. Ese pobre que para él no tiene nombre, pero que se llama Lázaro, que significa “ayuda de Dios”.

Este es el llamado: mira a tu alrededor, sal de tu burbuja, cruza el abismo y ve al encuentro del otro, ve al encuentro de aquel que Dios te ha puesto como ayuda para no perderte y, encontrándolo, encontrar a Dios y encontrarte a ti mismo.

Pero la parábola continúa. En su diálogo con Abraham, el rico ve que ya no es posible cambiar su situación; pero se acuerda de sus hermanos que, al parecer, están siguiendo el mismo camino que llevó al rico a su situación actual. Por eso suplica:

«Te ruego entonces, padre, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos: que él los prevenga, no sea que ellos también caigan en este lugar de tormento» (Lucas 16,27-28)

La respuesta de Abraham es muy importante, y es el segundo llamado de esta parábola:

«Tienen a Moisés y a los Profetas; que los escuchen». (Lucas 16,29)

El rico insiste, diciendo que si alguno va a verlos de entre los muertos, se arrepentirán. Pero la parábola se cierra con esta sentencia de Abraham:

«Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán» (Lucas 16,31)

“Si no escuchan a Moisés y a los Profetas…” si no escuchan la Palabra de Dios, nada habrá que cambie su vida.

Para nosotros, cristianos, la escucha de la Palabra de Dios, leída, meditada, rezada y comprendida en Iglesia, es la escucha de Jesucristo, el que resucitó de entre los muertos. La escucha verdadera de la Palabra lleva a ponerla en práctica.

La escucha de la Palabra lleva a la conversión y al seguimiento de Jesús, que no es posible sin vivir el amor al prójimo expresado en gestos concretos, en entrega y servicio, especialmente a los más pobres.

Frente al rico que se encerró en su zona de seguridad y lujo, se contrapone, en la segunda lectura, la figura de alguien que eligió seguir a Jesús: Timoteo, discípulo de Pablo que tomó su decisión ante muchos testigos, tal como lo hizo Jesús ante Pilato y todo el pueblo. A él y a cada uno de nosotros nos dice hoy san Pablo:

"... practica la justicia, la piedad, la fe, el amor, la constancia, la bondad. Pelea el buen combate de la fe, conquista la Vida eterna, a la que has sido llamado y en vista de la cual hiciste una magnífica profesión de fe, en presencia de numerosos testigos. (1 Timoteo 6,11-12)

En esta semana

Lunes 29, Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael. Fiesta patronal de la parroquia San Miguel, en Los Cerrillos.

Martes 30, San Jerónimo, presbítero y doctor de la Iglesia.

Miércoles 1, Santa Teresita del Niño Jesús, virgen y doctora de la Iglesia; patrona de la parroquia de Juanicó.

Jueves 2, Santos Ángeles Custodios.

Sábado 4, San Francisco de Asís, patrono de las parroquias de Joaquín Suárez y Colonia Nicolich. Fiesta también en los monasterios de las Clarisas franciscanas y las Clarisas capuchinas.

En ese día será ordenado diácono, en camino al sacerdocio, el hermano claretiano Elisio, en la parroquia San Antonio María Claret, en la ciudad de Progreso.

Gracias, amigas y amigos por su atención. Crezcamos en fidelidad a Jesús por la escucha y la práctica de la Palabra. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

Palabra de Vida: Descubrir quién es Jesús. Lucas 9,18-22.

  

Viernes de la XXV semana durante el año, 26 de septiembre de 2025.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

jueves, 25 de septiembre de 2025

Palabra de Vida: Construir la casa de Dios. Ageo 1,1-8.



Jueves de la XXV semana durante el año, 25 de septiembre de 2025.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

miércoles, 24 de septiembre de 2025

24 de septiembre. Nuestra Señora de la Merced.


En el siglo XIII, bajo el amparo de la Virgen, nació la Orden Mercedaria, para rescatar a los cautivos de las cárceles del cuerpo y del alma.

Palabra de Vida: “Nuestro Dios no nos ha abandonado” (Esdras 9,5-9)

  

Miércoles de la XXV semana durante el año, 24 de septiembre de 2025.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

martes, 23 de septiembre de 2025

San Pío de Pietrelcina: "la paz es la sencillez del espíritu".


Texto del P. Pío, de una carta al P. Agostino de San Marco in Lamis, 10 de julio de 1915.

Palabra de Vida: “Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la practican” (Lucas 8,19-21)


Martes de la XXV semana durante el año, 23 de septiembre de 2025.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

viernes, 19 de septiembre de 2025

Palabra de Vida: Anunciar la Palabra. Lucas 8,1-3


 

Viernes de la XXIV semana durante el año, 19 de septiembre de 2025.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

jueves, 18 de septiembre de 2025

Palabra de Vida: Demostrar el amor con gestos. Lucas 7,36-50

 
Jueves de la XXV semana durante el año, 18 de septiembre de 2025.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

miércoles, 17 de septiembre de 2025

Rendición de cuentas (Lucas 16,1-13). Domingo XXV durante el año.

En inglés hay una palabra, accountability, que, como tantas otras, ha ido ganando terreno en otros idiomas, incluido el nuestro. Eso suele suceder porque esa palabra suena bien, tiene algo que llama la atención; pero, también, como sucede en este caso, porque una sola palabra evoca varias cosas a la vez, relacionadas entre sí.

Accountability puede traducirse como “rendición de cuentas”, es decir la presentación de un balance, con sus entradas y salidas y los comprobantes correspondientes; pero tiene un significado más amplio. Implica la responsabilidad personal, la capacidad de hacerse cargo de las propias decisiones y acciones, así como de sus consecuencias, tanto previstas como imprevistas. También toca a la responsabilidad institucional, a través de la responsabilidad de los dirigentes de una organización.

Todo esto viene bien como marco para la parábola que nos presenta Jesús hoy, donde un administrador es llamado por su patrón a rendir cuentas: 

"¿Qué es lo que me han contado de ti? 
Dame cuenta de tu administración, porque ya no ocuparás más ese puesto". (Lucas 16,10-13)

Así, sorpresivamente, se dirigió a su administrador un hombre rico, según nos cuenta el evangelio de este domingo. Poder rendir cuentas es siempre importante para un administrador. Debe mantener al día los libros y, sobre todo, entradas y salidas deben estar adecuadamente documentadas. Pero esto no era un pedido de cuentas más; era el pedido final, acompañado de un despido, porque el administrador había sido acusado de malgastar los bienes de su patrón. No hubo ninguna defensa ante la acusación. Solo un silencio culpable… y una reflexión que el acusado hizo en su interior:

"¿Qué voy a hacer ahora que mi señor me quita el cargo? ¿Cavar? No tengo fuerzas. ¿Pedir limosna? Me da vergüenza. ¡Ya sé lo que voy a hacer para que, al dejar el puesto, haya quienes me reciban en su casa!" (Lucas 16,10-13)

Y lo que hizo aquel administrador deshonesto fue redoblar su apuesta. Falsificó documentos de algunos deudores importantes para que aparecieran con una deuda mucho menor. De esta forma, logró ganarse amigos con los que contar cuando quedara en la calle.

Obró tan astutamente, que su mismo Señor, a pesar de su disgusto, reaccionó de una manera sorprendente:

Y el señor alabó a este administrador deshonesto, por haber obrado tan hábilmente. 
(Lucas 16,10-13)

Obviamente, Jesús no propone con esta parábola esa conducta claramente deshonesta, corrupta, como un buen ejemplo a seguir. ¿A dónde quiere llegar Jesús? 

Comentando este texto, el Papa Francisco hace ver que lo que en el fondo ha hecho este hombre, lo que sí es imitable, pero por vías honestas, es cambiar su centro de atención: dejar de mirar la plata para mirar a las personas. Dice Francisco: 

“la riqueza puede empujar a la gente a construir muros, crear divisiones y discriminación. Jesús, por el contrario, invita a sus discípulos a dar vuelta la corriente, haciendo amigos con las riquezas”. 

Pero yo les digo: Gánense amigos con el dinero de la injusticia, para que el día en que éste les falte, ellos los reciban en las moradas eternas. (Lucas 16,10-13)

Con estas palabras, Jesús nos invita a dos cosas:

Primero, como ya decíamos, a transformar bienes y riquezas materiales en relaciones personales.

La mayor riqueza está en los vínculos, en las amistades auténticas que vamos creando con los demás, basadas en los dones que hemos recibido de Dios y que compartimos con los otros.

El administrador quedó bien con algunos esperando que luego lo recibieran en sus casas. Jesús habla de amigos que nos reciban “en las moradas eternas”.

Y ahí está la segunda invitación que nos hace: actuar en la vida sin perder de vista el fin último al que está llamada toda la humanidad; entrar a compartir la eternidad de Dios. Sobre esto concluye Francisco: 

“Si somos capaces de transformar las riquezas en instrumentos de fraternidad y solidaridad, nos acogerá en el Paraíso no solamente Dios, sino también aquellos con los que hemos compartido, administrando bien lo que el Señor ha puesto en nuestras manos”.

Entonces, tal como se preguntó el administrador “¿qué voy a hacer ahora?”… mientras estamos en esta vida, siempre es posible hacer el bien, siempre es posible amar, siempre es posible, de alguna manera, reparar el mal que hemos hecho. Se trata de obrar hábilmente de manera de ganar no los premios pasajeros de este mundo, sino la vida que permanece para siempre. 

Eso es, precisamente, lo que pide una de las oraciones de la liturgia. Recemos juntos:

Dios nuestro, protector de los que esperan en ti,
fuera de quien nada tiene valor ni santidad;
acrecienta sobre nosotros tu misericordia,
para que, bajo tu guía providente,
usemos los bienes pasajeros de tal modo
que ya desde ahora podamos adherirnos a los eternos.
Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.

En esta semana

Lunes 22: en Uruguay se celebra hoy el día del Maestro, es decir de las maestras y maestros de educación primaria. Las maestras ocupan un lugar importante en nuestros recuerdos de infancia. Feliz día tanto a quienes siguen dándose con generosidad en una labor poco reconocida como a quienes ya disfrutan de su retiro, pero que siguen sintiendo que enseñar transmitiendo valores y, para los que son creyentes, también la fe, ha sido y sigue siendo su misión.

Martes 23: también en Uruguay recordamos a nuestro héroe nacional, José Artigas, en el aniversario de su fallecimiento ocurrido en 1850, durante su largo exilio en Paraguay. Su pensamiento, en el que recogió mucho de las enseñanzas de los franciscanos que le fueron cercanos, sigue siendo fuente de inspiración para todo nuestro pueblo.

Igualmente en este día 23 celebramos la memoria de san Pío de Pietrelcina, un santo muy querido en el mundo, también en nuestro Uruguay aparentemente poco religioso. Un santo que vivió unido a Cristo en el dolor, pero que buscó siempre ayudar a los demás a encontrar alivio y sanación.

Miércoles 24: en Uruguay, Nuestra Señora de las Mercedes, patrona en Uruguay de la diócesis del mismo nombre. Es también día de la pastoral carcelaria, en recuerdo de que esta advocación fue inspiradora de los mercedarios, como san Ramón Nonato, que se consagraron a liberar cautivos.

Sábado 27: San Vicente de Paúl, sacerdote francés que encontró a Cristo en cada uno de los pobres de su tiempo.

También en este día, san Adolfo mártir, patrono de la parroquia de El Dorado, en el municipio 18 de Mayo.

Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén. 

viernes, 12 de septiembre de 2025

12 de septiembre: el santísimo Nombre de la Bienaventurada Virgen María.


"Mira la Estrella; llama a María"
De una homilía de San Bernardo, Abad, sobre las glorias de María. Oficio de lecturas de la memoria.

miércoles, 10 de septiembre de 2025

“Levantado en alto” (Juan 3,13-17) Exaltación de la Santa Cruz

Celebramos hoy una fiesta que se superpone al domingo que correspondería hoy, vigésimo cuarto durante el año, porque se trata, como veremos, de una fiesta del Señor.

El título de esta fiesta es llamativo y tal vez desconcertante porque, entre nosotros, el uso más común de “exaltación” es el referido al estado de una persona que manifiesta con excesiva intensidad lo que siente. Decimos de esa persona que está “exaltada”; pero la primera acepción del verbo exaltar es “Elevar a alguien o algo a gran auge o dignidad”. Exaltar la cruz es, pues, darle a ese signo una especial importancia y lo hacemos porque se trata de la cruz de Cristo. Es la Cruz de Cristo porque, a través de su sufrimiento y muerte en la cruz, Él realizó la salvación y fue, a su vez, “exaltado” por el Padre, es decir: fue resucitado y elevado. “Subió al Cielo y está sentado a la derecha del Padre”, rezamos en el Credo.

La cruz es el signo cristiano por excelencia. Sin embargo, no siempre fue así. En los primeros tiempos del cristianismo no la encontramos entre los signos que utilizaban los fieles. De esos tiempos recordamos el signo del pez, en griego ichthys, (IXΘΥΣ) palabra cuyas letras forman la sigla de Jesús – Cristo – Dios – Hijo - Salvador. 

Antes que la imagen del crucificado estaba ya la del Buen Pastor, que evoca las palabras del Salmo 23 “El Señor es mi pastor”, la parábola de la oveja perdida del evangelio de Lucas y, sobre todo, el capítulo diez del evangelio según san Juan, donde Jesús dice “yo soy el buen pastor”.

La cruz y, más aún, el crucifijo, es decir el Cristo clavado en la cruz y sufriendo, no llegó a hacerse parte de las imágenes cristianas sino después de un largo proceso. Mientras la crucifixión siguió siendo en el imperio romano una forma de ejecución, no era fácil para un cristiano ver la imagen de su maestro clavado en la cruz, como se hacía con los más horrendos criminales. Se hablaba de la cruz, no sin tensión, como lo refleja san Pablo cuando dice:

Nosotros predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los paganos (1 Corintios 1,23)

Escándalo y locura: un Dios crucificado, ¡un Dios que sufre! Pero la cruz no puede ser negada. Jesús fue levantado, padeció y murió en ella. Es un misterio y, como tal, será siendo mejor comprendido a medida que la Iglesia vaya profundizando en su fe.

Con el abandono de las crucifixiones como forma de ejecución y la peregrinación de Santa Elena a Jerusalén donde, según la tradición, encontró la verdadera cruz de Jesús, el signo comenzó a aparecer en las iglesias; pero solo la cruz, sin el crucificado. Aparecía hermosamente adornada: una cruz enjoyada, como la de estos mosaicos de antiguas iglesias en Roma y en Ravena.

Un segundo paso fue colocar a Cristo en la cruz; pero se lo representaba triunfante, vestido, sin signos de sufrimiento, como este Cristo de la Sagrada Faz, en Lucca, de fines del siglo VIII. 

Fue hacia el siglo XIII cuando comenzó a afirmarse la representación del crucifijo con el Cristo doliente, un Cristo identificado con una humanidad que sufre, pero que toma ese dolor sobre sí y abre con la cruz la puerta de la eternidad.

La cruz, el objeto material, no tiene que distraer nuestra mirada de modo que olvidemos qué es lo que le da significado. Recordemos el momento de la adoración de la Cruz, en el Viernes Santo. Para invitarnos a ese gesto, el sacerdote canta: “Este es el árbol de la Cruz donde estuvo suspendida la salvación del mundo. Vengan y adoremos.”

Esas palabras nos recuerdan que la cruz tiene valor y significado por lo que sucedió en ella, cumpliendo lo anunciado por Jesús en el evangelio que leemos hoy:

«… es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en Él tengan Vida eterna». (Juan 3,14)

Pero ¿qué es lo que hace Jesús en la cruz? Aparentemente, no puede hacer nada. Pasión habla de “pasividad”. La Pasión se sufre. Clavado en la cruz, fijado a ella, a Jesús no le espera nada más que una muerte que no tardará en acontecer… entonces ¿qué puede hacer?

“… se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz.” (Filipenses 2,8)

Lo que realiza Jesús en la Cruz es hacer de esa ejecución que se le impone, que le impone la fuerza del mal… hacer de esa ejecución un sacrificio, donde él mismo es sacerdote, víctima y altar. Jesús da un sentido a su pasión y muerte en la cruz ofreciendo su vida como manifestación del amor de Dios, el amor infinito de Dios por cada uno de nosotros. 

«Sí, tanto Dios amó al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en Él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él.» (Juan 3,16-17)

Por eso exaltamos la Cruz de Cristo: porque de ella brota la misericordia del Padre que abraza al mundo entero. Es contemplando todo eso que podemos decir “Ave Crux, spes única”: “salve, oh cruz, única esperanza”; porque esa cruz es la cruz de Cristo. La Exaltación de la Santa Cruz nos llama a mirar con nuevos ojos la realidad de cada día y a descubrir, en cada gesto de entrega, una chispa de eternidad.

Nuestra Señora de los Dolores

El 15 de septiembre, día siguiente a la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, se celebra la memoria de Nuestra Señora de los Dolores, recordando como la Madre de Jesús estuvo acompañando a su Hijo al pie de la Cruz y cómo allí, en la persona del discípulo amado, Jesús nos la entrega como Madre.

Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo.» Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre.» Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa. (Juan 19,26-27)

El beato Jacinto Vera, primer obispo del Uruguay, tenía especial devoción a esta imagen de Nuestra Señora de los Dolores que se encuentra hoy en la parroquia San Ignacio de Loyola en Montevideo.

Esa devoción viene sin duda de más lejos, ya que en el territorio de la parroquia donde se casaron sus padres, en la Isla de Lanzarote, había una ermita dedicada a la Dolorosa, en agradecimiento por el fin de una larga erupción volcánica. Hoy hay allí una pequeña capilla donde se celebra Misa los domingos.

En esta semana

Martes 16: Santos Cornelio, papa, y Cipriano, obispo, mártires.

Viernes 19: en Uruguay, beatas Dolores y Consuelo Aguiar-Mella y Díaz, nacidas en Montevideo, vírgenes y mártires en Madrid, en el año 1936, durante la persecución religiosa en España.

Sábado 20: San Andrés Kim, presbítero y san Pablo Chong Hasang y compañeros, mártires en Corea.  

Gracias, amigas y amigos, por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.