viernes, 28 de febrero de 2025

“De la abundancia del corazón habla la boca” (Lucas 6,39-45). VIII domingo durante el año.

 Luego de las fuertes palabras de Jesús que escuchamos los dos últimos domingos, exhortándonos a vivir las bienaventuranzas y el amor a los enemigos, el evangelista Lucas recoge aquí una serie de dichos de Jesús, que tienen cierta relación entre ellos. El título de esta reflexión está tomado del final del pasaje evangélico:

El hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón. El malo saca el mal de su maldad, porque de la abundancia del corazón habla la boca. (Lucas 6,45)

El pasaje del libro del Eclesiástico que escuchamos en la primera lectura, se centra sobre lo que se puede sacar en limpio de las palabras de una persona. Las palabras de Jesús van en línea con esta enseñanza:

El árbol bien cultivado se manifiesta en sus frutos; así la palabra expresa la índole de cada uno. (Eclesiástico 27,4-7)

Puede llamarnos la atención la importancia dada a la palabra. En nuestro mundo, en el que nos encontramos bombardeados por mensajes de todo tipo, podemos irnos a los extremos: desde la desconfianza ante todo lo que se dice, hasta la ingenuidad con la que a veces damos por cierto lo que queremos creer, lo que confirma lo que ya pensamos, sin hacer un verdadero discernimiento en uno y otro caso.

Si se nos preguntara qué es lo que nos muestra la calidad de una persona, lo que hace de ella buena o mala, sí, es posible que nos fijemos en sus palabras, pero mucho más en sus obras, en su manera de actuar.

Sin embargo, ¿qué sucede si aplicamos a alguien esas palabras, “de la abundancia del corazón habla la boca”? ¿Qué tal si las aplicamos al mismo Jesús?

Los cuatro evangelios nos ofrecen muchísimas palabras de Jesús: discursos, parábolas, colecciones de dichos breves, diálogos con otras personas, oraciones al Padre… Todo eso nos habla del corazón de Jesús, del tesoro que hay en Él. Sin embargo, junto a las palabras de Jesús aparecen sus obras. En Jesús, palabras y obras son inseparables. Muchas veces, sus palabras explican el sentido de sus acciones. El anuncio del Reino de Dios va acompañado de obras, de signos que lo hacen también presente.

Pensamos más en las obras que en las palabras, porque las palabras pueden quedarse en meras declaraciones, expresiones de buenos deseos que no se llevan a la práctica. ¿Qué sucedió con el samaritano de la parábola al encontrar en su camino al hombre herido?

Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió. (Lucas 10,33)

“Se conmovió”. En ese instante se juega todo lo que sigue. Conmovido, el samaritano podría haber dicho -y haberlo dicho con mucho sentimiento- “¡qué barbaridad! ¡Cómo han dejado a este hombre! ¡Cuánta maldad!” y, un poco más calmado, o tal vez con miedo a la inseguridad del entorno, podría haber tomado la decisión de seguir su camino. Pero sabemos lo que sucedió después:

Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo. (Lucas 10,34).

Dicho todo esto, volvamos a las palabras… las palabras también son obras. Las palabras actúan. Pueden construir o destruir. Pensemos en los comentarios que tan fácilmente se publican en las redes sociales. Pero las palabras son más fuertes cuando se dicen cara a cara, frente a frente. En una situación difícil deseamos recibir palabras de aliento, que nos reconstruyan y nos animen y no palabras negativas, demoledoras… Sí, es en esas situaciones donde las palabras reflejan lo que está en el corazón de cada uno.

Leamos otras palabras de Jesús, en este mismo evangelio:

¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un pozo? (Lucas 6,39)

Jesús está hablando a sus apóstoles, llamados y enviados a ser guías de la comunidad. Si van a conducir a los demás por el camino de Jesús, tienen que conocer y reconocer el camino. También tienen que ser capaces de ver sus propios defectos y de reconocer sus fragilidades, para comprender y acompañar a quienes también experimentan debilidad:

¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo? (Lucas 6,41)

Como maestro, Jesús pregunta, invitando a sus oyentes a reflexionar y responderse a sí mismos. 

Otras veces, sus palabras son imperativas, son mandamientos, incluso muy exigentes, como vimos el domingo pasado. 

Ante las exigencias de Jesús, conviene recordar que él tiene presente cuál es nuestro punto de partida:

El discípulo no es superior al maestro; cuando el discípulo llegue a ser perfecto, será como su maestro. (Lucas 6,40)

La exigencia de Jesús a sus discípulos de ayer y de hoy -sí, de hoy, a nosotros- es una exigencia que viene de su amor. Un amor que quiere nuestro crecimiento en humanidad, en espiritualidad… un crecimiento que nos prepare a compartir lo que Él ha venido a ofrecernos: participar en la vida misma de Dios, como lo expresara San Ireneo de Lyon:

"El Verbo de Dios [...] ha habitado en el hombre y se ha hecho Hijo del hombre para acostumbrar al hombre a comprender a Dios y para acostumbrar a Dios a habitar en el hombre, según la voluntad del Padre" (Adversus haereses, 3,20,2). (Catecismo de la Iglesia Católica, 53)

Las palabras de Jesús, tanto las de consuelo como las de exigencia, son siempre expresión de amor. Que así sean también nuestras palabras… y nuestras obras.

Comienzo de la Cuaresma

El 5 de marzo es miércoles de Ceniza, comienzo de la Cuaresma, un tiempo siempre propicio, especialmente en este Año Jubilar, para una profunda revisión de vida y reconciliación con Dios.

Colecta para el Seminario

El próximo fin de semana, en las parroquias de nuestra diócesis, se realizará la colecta del Fondo Común Diocesano destinada al Seminario. Gracias a todos por su colaboración para la formación de los futuros sacerdotes.

Gracias, amigas y amigos. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

Palabra de Vida: Construir amistades verdaderas. Eclesiástico 6,5-17.


 
Viernes de la VII semana durante el año, 28 de febrero de 2025. 

Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

jueves, 27 de febrero de 2025

Palabra de Vida: Cortar con todo aquello que conduce al mal. Marcos 9,41-50.



Jueves de la VII semana durante el año, 27 de febrero de 2025. 
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

miércoles, 26 de febrero de 2025

Palabra de Vida: Buscar la sabiduría. Eclesiástico 4,12-22.

 



Miércoles de la VII semana durante el año, 26 de febrero de 2025. 
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

martes, 25 de febrero de 2025

Palabra de Vida: “Sé paciente en las vicisitudes” (Eclesiástico 2,1-13)



Martes de la VII semana durante el año, 25 de febrero de 2025. 
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

sábado, 22 de febrero de 2025

22 de febrero: La Cátedra de San Pedro, Apóstol


Palabra de Vida: Reconocer los signos de Esperanza. Mateo 16,13-19
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

“Amen a sus enemigos” (Lucas 6,27-38). VII domingo durante el año.

En el programa anterior hablamos de las bienaventuranzas en el evangelio según san Lucas: felices los pobres, felices los que tienen hambre, felices los que lloran, son las tres primeras, ya bastante difíciles de comprender. Vamos a recordar lo que dice la cuarta:

¡Felices ustedes, cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y proscriban el nombre de ustedes, considerándolos infames a causa del Hijo del hombre! (Lucas 6,22)

“A causa del Hijo del hombre”, es decir, no por cualquier razón: a causa de Jesús, a causa de ser discípulos de Jesús que buscan cada día vivir su Palabra, vivir el Evangelio. Jesús está anunciando a sus discípulos que serán perseguidos a causa de su nombre, por aquellos que lo rechazan. De hecho, repetidamente Jesús advierte a quienes quieren seguirlo, que no pueden pensar en tener un destino diferente al suyo:

“Si el mundo los odia, sepan que antes me ha odiado a mí… Si me persiguieron a mí, también los perseguirán a ustedes” (cf. Juan 15,19-20)

Sentir que somos perseguidos “a causa de Cristo” puede ser muy consolador; pero tengo que discernirlo con cuidado. Si yo digo que soy cristiano, pero, en realidad, en mi vida de todos los días no actúo como tal, sino de manera egoísta, tratando de forma desconsiderada y grosera a los demás y mostrando muy poco amor… pues es posible que mucha gente no me quiera y me rechace, pero no por ser cristiano sino por esa forma de conducirme en la vida…

Después del evangelio que escuchamos el domingo pasado, Jesús nos pone hoy ante cuatro mandamientos muy exigentes, que pueden resumirse en el primero: “amen a sus enemigos”. Si el amor a Dios y al prójimo son los dos grandes mandamientos que ponen a prueba la autenticidad o no de nuestra vida cristiana, aquí Jesús nos está diciendo hasta dónde tiene que llegar ese amor… pero, en definitiva, recordemos que él no se limitó a decirlo, sino que fue el primero en vivirlo.

Amen a sus enemigos, 
hagan el bien a los que los odian. 
Bendigan a los que los maldicen, 
rueguen por los que los difaman.
(Lucas 6,27-28)

Amar a los enemigos. No se trata solamente de no devolver mal por mal, que ya es algo bueno. Se trata de devolver bien por mal. 

Pero necesitamos detenernos en el verbo “amar”. Recordemos que los evangelios fueron escritos en griego y en esa lengua hay tres verbos que nosotros traducimos como “amar”: eraô, que se refiere al amor entre hombre y mujer; phileô, el amor de amistad y agapáo, que es el verbo que en el Nuevo Testamento se utiliza para expresar el amor cristiano, como un amor que se ocupa y se preocupa por el otro, que quiere el bien de las personas amadas y que está dispuesto a la renuncia y al sacrificio.

Al decirnos “amen a sus enemigos”, Jesús no emplea el verbo phileô, el del amor de amistad. No nos está mandando “hacernos amigos” de los enemigos. Jesús era amigo de publicanos y pecadores, pero no era amigo de Herodes, de Anás o Caifás, que fueron sus enemigos. Los amaba, los quería salvar, pero no eran sus amigos.

El verbo que emplea Jesús para decirnos “amen a sus enemigos” es agapáo. Este amor no viene de nuestra naturaleza biológica o psicológica. Es el amor de Dios. Es un amor que viene de Dios, que solo es posible vivir como un don de Dios. Cuando leemos en la primera carta de Juan, que dice “Dios es amor” tenemos que comprender que el amor no es algo que pueda quedar encerrado en sí mismo. 

Dios es amor y por eso Dios ama. El amor que viene de Dios lleva a hacer el bien y solo el bien, en modo gratuito, es decir, sin esperar nada a cambio, ni siquiera el agradecimiento. No es que esté mal que nos den las gracias, no es que esté mal que lo que hacemos sea reconocido por los demás… pero no es eso lo que busca el agapáo, el amor que viene de Dios. Ese es el amor con el que Jesús hace de toda su vida una vida de entrega, que culmina en la cruz. La cruz es el rechazo de ese amor; pero Jesús no dejó de darlo, de ofrecerlo. Un amor incondicionado que buscará hacer todo lo posible para que el otro conozca y llegue a la verdadera felicidad, al encuentro de Dios. Un amor capaz de vencer a la muerte, de volver a la vida y de abrir un camino hacia la eternidad.

Más adelante, en su explicación sobre estos mandamientos, Jesús vuelve a hablar del amor a los enemigos:

Si aman a aquellos que los aman, ¿qué mérito tienen? Porque hasta los pecadores aman a aquellos que los aman. (Lucas 6,32).

“¿Qué mérito tienen?” Muchos biblistas discuten esta traducción. La palabra que aquí suele traducirse como “mérito” es, en griego, charis, que significa “gracia”. La Gracia es lo que define el amor de Dios; como decíamos antes, un amor que se entrega sin esperar nada a cambio, que se da “gratuitamente”. 

Dios no es un ídolo. Un ídolo es un falso dios, que nos llena de exigencias y siempre está insatisfecho. Siempre pide más y más. Un ídolo es todo aquello que se transforma en el centro de nuestra vida y nos hace sacrificar todo para mantenerlo a él. Pensemos en todo lo que provoca una adicción: a una droga o al dinero… siempre pidiéndonos más y haciéndose cada vez más destructiva, rompiendo nuestros vínculos de familia y amistad, hasta terminar desquiciando nuestra propia vida.

Dios es el Dios de la vida. Dios es amor, amor que se entrega. El llamado de Jesús a amar a los enemigos no es una exigencia imposible, para que nos desesperemos por cumplirla porque si no nos echará fuera. Dios no pide: Dios da. Dios no pide nada que Él mismo no nos haya dado, no nos haga posible realizar. Amar como Dios ama, es posible porque Él nos comunica su amor. No solo nos ama. Nos da su amor para que podamos amar como Él nos amó.

Para esto el Hijo de Dios se hizo hombre: para transformarnos en hombres y mujeres capaces de un amor más grande, el amor que recibimos de su Padre. Este es el amor que Jesús da a quienes quieren seguirlo de corazón, a quienes lo escuchan como discípulos. Con Él, gracias a su amor, gracias al Espíritu Santo que Él nos entrega, podemos amar y hacer el bien a quienes no nos aman e incluso a quienes nos hacen daño.

Culmina la Misión San Francisco Javier

Este domingo, a las 11:15, en la parroquia San Isidro culmina la Misión San Francisco Javier. 140 jóvenes, distribuidos en unas doce capillas de barrio y de campo, han vivido junto a quienes los recibieron una intensa semana de encuentro, escucha de la Palabra, celebración y oración. El año próximo culmina este ciclo. Los despedimos, agradecidos, y los esperamos en 2026.

1 de marzo: asume en Uruguay el nuevo presidente

Dice san Pablo a Timoteo: 

“te recomiendo que se hagan peticiones, oraciones, súplicas (…) por todas las autoridades, para que podamos disfrutar de paz y de tranquilidad, y llevar una vida piadosa y digna.” (1 Timoteo 2,1-2)

En ese espíritu rezamos por las nuevas autoridades de nuestro país: por el parlamento que inició sus tareas el sábado 15 y el nuevo presidente que asumirá el primero de marzo.

Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

viernes, 21 de febrero de 2025

Palabra de Vida: Reconocer a Jesús. Marcos 8,27-33.



Jueves de la VI semana durante el año, 20 de febrero de 2025. 
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

miércoles, 19 de febrero de 2025

Palabra de Vida: Ver la vida con claridad. Marcos 8,22-26.



Miércoles de la VI semana durante el año, 19 de febrero de 2025. 
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

martes, 18 de febrero de 2025

CEU - PEDIDO DE ORACIONES POR LA SALUD DEL PAPA

Los obispos del Uruguay invitamos a todas las comunidades a orar por la salud del Papa Francisco, uniéndonos a la oración de toda la Iglesia por su pronta recuperación. 

Lo encomendamos a la intercesión de la Virgen de los Treinta y Tres, patrona de nuestra patria, salud y consuelo de los enfermos.

+ Mons. Milton Tróccoli, obispo de Maldonado-Punta del Este-Minas, presidente de la CEU
+ Card. Daniel Sturla, arzobispo de Montevideo, vicepresidente de la CEU
+ Mons. Heriberto Bodeant, obispo de Canelones, secretario general de la CEU 

Palabra de Vida: Comprender el bien. Marcos 8,14-21.



Martes de la VI semana durante el año, 18 de febrero de 2025. 
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

domingo, 16 de febrero de 2025

Misión San Francisco Javier 2024-2026 en Canelones

El equipo misionero que visita la Parroquia
San Antonio de Padua, Pueblo Nuevo, Las Piedras.

En febrero del año pasado comenzó el proyecto trienal de la Misión San Francisco Javier en la Diócesis de Canelones.

140 jóvenes de Uruguay y Argentina, vinculados a la Compañía de Jesús (ex alumnos de colegios, etc.) así como sacerdotes y formandos jesuitas realizan durante una semana esta misión distribuyéndose en parroquias y capillas del Decanato Piedras y también del Decanato Centro.

La totalidad de los misioneros estuvo presente en la Misa de inauguración de la Misión, celebrada el sábado pasado en la parroquia San Isidro de Las Piedras. Fue presidida por Mons. Heriberto y concelebrada por el párroco salesiano, el P. Andrés y los sacerdotes jesuitas que acompañan la misión.

Luego de la Misa, los jóvenes se distribuyeron en los diferentes centros de misión:

- En la capilla Santo Domingo, perteneciente a la parroquia San Isidro, en Las Piedras.
- En la parroquia San Antonio (Las Piedras) en la sede parroquial, en las capillas Virgen de los Treinta y Tres de El Colorado e Inmaculada Concepción de Rincón del Colorado.
- En la parroquia Nuestra Señora de la Paz (La Paz) en la sede parroquial
- En la parroquia San Antonio María Claret (Progreso) en la sede parroquial, en la capilla de Villa Felicidad y en la capilla San José
- En la parroquia San Adolfo, (18 de Mayo) en la sede parroquial
- En la parroquia Medalla Milagrosa (18 de Mayo) en la sede parroquial 
- En la parroquia de Sauce, en la capilla Nuestra Señora del Carmen de Cuchilla de Rocha.

El Obispo celebrará Misa en esta semana en algunos de esos centros, de acuerdo al siguiente programa:

Lunes 17. 19 horas. Parroquia Nuestra Señora de la Paz
Martes 18. 19 horas. Parroquia San Antonio María Claret
Miércoles 19. 19 horas. Capilla Nuestra Señora del Carmen, Cuchilla de Rocha (Sauce)
Viernes 21. 19 horas. Parroquia San Adolfo.
Domingo 23. 11:15. Parroquia San Isidro, Misa de acción de gracias y cierre de la Misión.

sábado, 15 de febrero de 2025

Hambrientos y satisfechos (Lucas 6,12-13.17.20-26). VI Domingo durante el año.

Hambrientos y satisfechos es uno de los contrastes que nos presenta el evangelio de este domingo. Nos encontramos hoy con una de las versiones de los dichos de Jesús conocidos como “las bienaventuranzas”, la que encontramos en el evangelio de Lucas. La otra versión la presenta el evangelio de Mateo, al inicio del discurso conocido como “sermón de la montaña”.

“Bienaventuranza” es una palabra castellana muy expresiva, pero cuyo uso fue quedando acotado a estos dichos de Jesús. En las traducciones del evangelio de otra época, estos dichos comienzan diciendo “bienaventurados los…” y ahí seguían distintas situaciones de personas “bienaventuradas”.

Una palabra bonita, porque en su significado está el bien que comienza a realizarse en el presente y se irá completando en el futuro. Una persona bienaventurada es alguien que está recibiendo en su vida el bien y ese bien se irá haciendo aún mayor. Un sinónimo de bienaventurado es “beato”, que es el título que la iglesia da a una persona de la que se ha llegado a la convicción de que está junto a Dios, como el beato Jacinto Vera o las beatas Dolores y Consuelo Aguiar. Un bienaventurado es alguien cuya vida está encaminada hacia la eternidad, hacia la vida eterna en la Casa del Padre.

La palabra con la que hoy se traduce “bienaventurado” es “feliz”. Tal vez pueda parecernos como algo menos… pero hablamos de la felicidad eterna, de la pertenencia al Reino de Dios desde ahora, desde esta vida y para siempre.

San Mateo nos presenta ocho bienaventuranzas. Lucas, en cambio, cuatro. Pero es aquí donde aparece el contraste, porque a esas cuatro bienaventuranzas, Lucas contrapone cuatro “ayes”, cuatro frases que comienzan con un “¡Ay de ustedes…!” Escuchemos ese pasaje del evangelio:

Jesús, fijando la mirada en sus discípulos, dijo:
    «¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece!
    ¡Felices ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán saciados!
    ¡Felices ustedes, los que ahora lloran, porque reirán!
    ¡Felices ustedes, cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y proscriban el nombre de ustedes, considerándolos infames a causa del Hijo del hombre!
    ¡Alégrense y llénense de gozo en ese día, porque la recompensa de ustedes será grande en el cielo! ¡De la misma manera los padres de ellos trataban a los profetas!
    Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo!
    ¡Ay de ustedes, los que ahora están satisfechos, porque tendrán hambre!
    ¡Ay de ustedes, los que ahora ríen, porque conocerán la aflicción y las lágrimas!
    ¡Ay de ustedes cuando todos los elogien! ¡De la misma manera los padres de ellos trataban a los falsos profetas!»

Las ocho expresiones son fuertes, incisivas. Con ellas, Jesús nos abre los ojos y nos llama a revisar toda nuestra vida, a vernos con su mirada, no con la mirada del mundo. Los pobres, los hambrientos, los que lloran, los odiados y perseguidos no pueden ser considerados felices… No es que Jesús considere que esas situaciones están bien. La bienaventuranza, la felicidad, está en la promesa de Jesús: entrar en el Reino de Dios, ser saciados por Dios, reír y alegrarse por la recompensa en el Cielo. Mateo desarrolla más el sentido de las bienaventuranzas y las abre como un programa de vida para todo el que quiera seguir a Jesús.

Aquí, en el evangelio de Lucas, Jesús está mirando y hablando a sus discípulos, a los que él llamó después de una noche de oración. Ellos son pobres porque lo dejaron todo para seguir a Jesús. Recordemos lo que habían hecho Pedro y sus compañeros:

Ellos atracaron las barcas a la orilla y, abandonándolo todo, lo siguieron. (Lucas 5,11)

Y Leví, sentado junto a la mesa de la recaudación de impuestos:

Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. (Lucas 5,28)

La renuncia a los bienes va siempre incluida en el llamado de Jesús:

«… cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.» (Lucas 14,33)

No se trata de convertirse en mendigos. Los bienes de este mundo son preciosos, esenciales para la vida, pero deben mantenerse en su lugar. No pueden convertirse en un obstáculo insuperable para aquellos que quieren entrar en el Reino de Dios. Eso sucede cuando hacemos de la riqueza un ídolo, colocado en el centro de nuestra vida, en un lugar que solo corresponde a Dios. 

El desapego de los bienes, el desprendimiento, lleva a las privaciones. El hambre es la principal de todas ellas. El hambre de los discípulos expresa también una insatisfacción con lo que ofrece el mundo. La promesa de Jesús es “serán saciados”. Detrás de esa expresión misteriosa se esconde la acción de Dios.

Recordemos las palabras de Jesús:

El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed. (Juan 6,35)

“Ustedes, los que ahora lloran”… El llanto, la lamentación de los discípulos viene de su dolor ante la presencia del mal en el mundo, ante el fracaso de sus acciones mejor intencionadas. Hay ejemplos de esas lamentaciones en el mismo Jesús.

La siembra del evangelio se hace muchas veces acompañada del llanto; pero ninguna tierra vale más que la que se ha regado con las propias lágrimas. La promesa de Jesús “ustedes reirán” es la de un gozo desbordante. Es como un eco del salmo 126:

Los que siembran entre lágrimas cosecharán entre cantares. (Salmo 126,5)

La última bienaventuranza, extensa, detallada, anuncia las persecuciones que sufrirán los discípulos. Pero eso confirmará que el discípulo está siguiendo al maestro, está tomando su cruz. Esa confirmación dará sentido a su sufrimiento y confianza en la recompensa final.

Los cuatro ayes que cierran este pasaje evangélico son como la contraposición a las bienaventuranzas, los contrastes de los que hablamos al principio: los ricos, los satisfechos, los que ahora ríen, los que son elogiados por los hombres… Todo lo opuesto a los bienaventurados. Quienes así viven no han puesto su confianza en Dios y son como el hombre que describe el profeta Jeremías en la primera lectura:

¡Maldito el hombre que confía en el hombre
y busca su apoyo en la carne,
mientras su corazón se aparta del Señor! (Jeremías 17,5)

Jesús no los maldice… Jesús se lamenta por ello y su lamentación es todavía un llamado de esperanza de un cambio.

El evangelio de hoy nos sacude y nos llama a reconocer lo que realmente nos enriquece y satisface y nos da una alegría verdadera. Aquello que realmente da sentido y plenitud a nuestras vidas. Estamos llamados a la felicidad, a ser bienaventurados. Esto lo alcanzaremos solo poniendo en el centro de nuestra vida el Reino de Dios que Jesús vino a inaugurar, a encarnar y a realizar en su persona misma, en su vida, en sus palabras y en sus obras.

Misión San Francisco Javier

En distintas zonas del decanato Piedras y decanato Centro se realiza esta semana la Misión San Francisco Javier, con jóvenes uruguayos y argentinos acompañados por sacerdotes jesuitas. El próximo domingo, a las 11:15, en la parroquia San Isidro, celebraremos la Misa de acción de gracias y cierre. 

Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Palabra de Vida: Multiplicar la Esperanza. Marcos 8,1-10.



Sábado de la V semana durante el año, 15 de febrero de 2025. 
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

jueves, 13 de febrero de 2025

Palabra de Vida: Creer y perseverar. Marcos 7,24-30



Jueves de la V semana durante el año, 13 de febrero de 2025. 
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

martes, 11 de febrero de 2025

Palabra de Vida: Cuidar la belleza de la creación. Génesis 1,20-2,4a.

Martes de la V semana durante el año, 11 de febrero de 2025. 

Nuestra Señora de Lourdes, XXXIII Jornada Mundial del Enfermo.

Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar. 

11 de febrero, Ntra. Sra. de Lourdes, 33a. Jornada Mundial del Enfermo. Mensaje del Papa Francisco.

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO CON OCASIÓN
DE LA XXXIII JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO

11 de febrero de 2025

«La esperanza no defrauda» (Rm 5,5) y nos hace fuertes en la tribulación


Queridos hermanos y hermanas:

Celebramos la XXXIII Jornada Mundial del Enfermo en el Año Jubilar 2025, en el que la Iglesia nos invita a hacernos “peregrinos de esperanza”. En esto nos acompaña la Palabra de Dios que, por medio de san Pablo, nos da un gran mensaje de aliento: «La esperanza no defrauda» (Rm 5,5), es más, nos hace fuertes en la tribulación.

Son expresiones consoladoras, pero que pueden suscitar algunos interrogantes, especialmente en los que sufren. Por ejemplo: ¿cómo permanecer fuertes, cuando sufrimos en carne propia enfermedades graves, invalidantes, que quizás requieren tratamientos cuyos costos van más allá de nuestras posibilidades? ¿Cómo hacerlo cuando, además de nuestro sufrimiento, vemos sufrir a quienes nos quieren y que, aun estando a nuestro lado, se sienten impotentes por no poder ayudarnos? En todas estas situaciones sentimos la necesidad de un apoyo superior a nosotros: necesitamos la ayuda de Dios, de su gracia, de su Providencia, de esa fuerza que es don de su Espíritu (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1808).

Detengámonos pues un momento a reflexionar sobre la presencia de Dios que permanece cerca de quien sufre, en particular bajo tres aspectos que la caracterizan: el encuentro, el don y el compartir.

1. El encuentro. Jesús, cuando envió en misión a los setenta y dos discípulos (cf. Lc 10,1-9), los exhortó a decir a los enfermos: «El Reino de Dios está cerca de ustedes» (v. 9). Les pidió concretamente ayudarles a comprender que también la enfermedad, aun cuando sea dolorosa y difícil de entender, es una oportunidad de encuentro con el Señor. En el tiempo de la enfermedad, en efecto, si por una parte experimentamos toda nuestra fragilidad como criaturas —física, psicológica y espiritual—, por otra parte, sentimos la cercanía y la compasión de Dios, que en Jesús ha compartido nuestros sufrimientos. Él no nos abandona y muchas veces nos sorprende con el don de una determinación que nunca hubiéramos pensado tener, y que jamás hubiéramos hallado por nosotros mismos.

La enfermedad entonces se convierte en ocasión de un encuentro que nos transforma; en el hallazgo de una roca inquebrantable a la que podemos aferrarnos para afrontar las tempestades de la vida; una experiencia que, incluso en el sacrificio, nos vuelve más fuertes, porque nos hace más conscientes de que no estamos solos. Por eso se dice que el dolor lleva siempre consigo un misterio de salvación, porque hace experimentar el consuelo que viene de Dios de forma cercana y real, hasta «conocer la plenitud del Evangelio con todas sus promesas y su vida» (S. Juan Pablo II, Discurso a los jóvenes, Nueva Orleans, 12 septiembre 1987).

 2. Y esto nos conduce al segundo punto de reflexión: el don. Ciertamente, nunca como en el sufrimiento nos damos cuenta de que toda esperanza viene del Señor, y que por eso es, ante todo, un don que hemos de acoger y cultivar, permaneciendo “fieles a la fidelidad de Dios”, según la hermosa expresión de Madeleine Delbrêl (cf. La speranza è una luce nella notte, Ciudad del Vaticano 2024, Prefacio).

Por lo demás, sólo en la resurrección de Cristo nuestros destinos encuentran su lugar en el horizonte infinito de la eternidad. Sólo de su Pascua nos viene la certeza de que nada, «ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios» (Rm 8,38-39). Y de esta “gran esperanza” deriva cualquier otro rayo de luz que nos permite superar las pruebas y los obstáculos de la vida (cf. Benedicto XVI, Carta enc. Spe salvi, 27.31). No sólo eso, sino que el Resucitado también camina con nosotros, haciéndose nuestro compañero de viaje, como con los discípulos de Emaús (cf. Lc 24,13-53). Como ellos, también nosotros podemos compartir con Él nuestro desconcierto, nuestras preocupaciones y nuestras desilusiones, podemos escuchar su Palabra que nos ilumina y hace arder nuestro corazón, y nos permite reconocerlo presente en la fracción del Pan, vislumbrando en ese estar con nosotros, aun en los límites del presente, ese “más allá” que al acercarse nos devuelve valentía y confianza.   

3. Y llegamos así al tercer aspecto, el del compartir. Los lugares donde se sufre son a menudo lugares de intercambio, de enriquecimiento mutuo. ¡Cuántas veces, junto al lecho de un enfermo, se aprende a esperar! ¡Cuántas veces, estando cerca de quien sufre, se aprende a creer! ¡Cuántas veces, inclinándose ante el necesitado, se descubre el amor! Es decir, nos damos cuenta de que somos “ángeles” de esperanza, mensajeros de Dios, los unos para los otros, todos juntos: enfermos, médicos, enfermeros, familiares, amigos, sacerdotes, religiosos y religiosas; y allí donde estemos: en la familia, en los dispensarios, en las residencias de ancianos, en los hospitales y en las clínicas.

Y es importante saber descubrir la belleza y la magnitud de estos encuentros de gracia y aprender a escribirlos en el alma para no olvidarlos; conservar en el corazón la sonrisa amable de un agente sanitario, la mirada agradecida y confiada de un paciente, el rostro comprensivo y atento de un médico o de un voluntario, el semblante expectante e inquieto de un cónyuge, de un hijo, de un nieto o de un amigo entrañable. Son todas luces que atesorar pues, aun en la oscuridad de la prueba, no sólo dan fuerza, sino que enseñan el sabor verdadero de la vida, en el amor y la proximidad (cf. Lc 10,25-37).

Queridos enfermos, queridos hermanos y hermanas que asisten a los que sufren, en este Jubileo ustedes tienen más que nunca un rol especial. Su caminar juntos, en efecto, es un signo para todos, «un himno a la dignidad humana, un canto de esperanza» (Bula Spes non confundit, 11), cuya voz va mucho más allá de las habitaciones y las camas de los sanatorios donde se encuentren, estimulando y animando en la caridad “el concierto de toda la sociedad” (cf. ibíd.), en una armonía a veces difícil de realizar, pero precisamente por eso, muy dulce y fuerte, capaz de llevar luz y calor allí donde más se necesita.

Toda la Iglesia les está agradecida. También yo lo estoy y rezo por ustedes encomendándolos a María, Salud de los enfermos, por medio de las palabras con las que tantos hermanos y hermanas se han dirigido a ella en las dificultades:

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios;
no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades,
antes bien, líbranos de todo peligro,
¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita!

Los bendigo, junto con sus familias y demás seres queridos, y les pido, por favor, que no se olviden de rezar por mí.

Roma, San Juan de Letrán, 14 de enero de 2025

                                                                                                 FRANCISCO

sábado, 8 de febrero de 2025

Palabra de Vida: Con Esperanza practicar toda clase de bien. Hebreos 13,15-17.20-21



Sábado de la IV semana durante el año, 8 de febrero de 2025. 
Santa Bakhita
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

«Navega mar adentro, y echen las redes» (Lucas 5,1-11). V Domingo durante el año.

“Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada”, dijo Pedro a Jesús. Había sido una noche entera de sudor, de esfuerzo humano. La labor del pescador, que conoce su oficio: el mar, los peces, las redes, la barca… Una noche de esfuerzo inútil: no habían sacado nada.

«Navega mar adentro y echen las redes». (Lucas 5,4)

Esa es la palabra de Jesús. “Navega mar adentro”: “duc in altum”, la palabra que tanto inspiró a san Juan Pablo II frente al Gran Jubileo del año 2000.

“Navega mar adentro y echen las redes”. Una palabra que podría haber sido puesta en duda, podría haber sido discutida por Pedro, el pescador experimentado, pero también el que tantas veces mostró ser un cabeza dura. Pedro podría haber dicho “no, otra vez al mar, no… no vamos a sacar nada. Los peces no están allí. Ya estamos cansados”…

“Echen las redes”. La palabra de Jesús no es la de un pescador experimentado. Tampoco es la de quien da su opinión sin que se la pidan, quien aconseja porque “le parece”. No, en la palabra de Jesús hay algo diferente. Por eso Pedro no discute. Solo acota: 

«Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, pero en tu palabra, echaré las redes» (Lucas 5,5)

Se produce la pesca. La reacción de Pedro es semejante a la de otros hombres que han sido llamados por Dios, de los que nos hablan las lecturas de hoy.

Isaías: 

«¡Ay de mí, estoy perdido!
Porque soy un hombre de labios impuros,
y habito en medio de un pueblo de labios impuros;
¡y mis ojos han visto al Rey, el Señor de los ejércitos!»  (Isaías 6,5)

Pablo:

«… soy como el fruto de un aborto. Porque yo soy el último de los Apóstoles, y ni siquiera merezco ser llamado Apóstol, ya que he perseguido a la Iglesia de Dios.» (1 Corintios 15,8-9)

Y así, Pedro:

«Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador» (Lucas 5,8)

La respuesta a esas palabras, es el llamado de Jesús: 

«No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres» (Lucas 5,10)

“Pescador de hombres”. El mar no es el medio natural del hombre. El mar es el peligro, la muerte. Cuando se sube a un avión se indica a los pasajeros donde se encuentran los chalecos salvavidas, como se colocan e inflan, y por donde se saldría a balsas inflables en caso de que el avión cayera en el mar… Uno no puede menos que pensar por cuánto tiempo se sobreviviría, aunque se esté en una balsa en medio del océano… ¿Llegará alguien a rescatar a ese grupo antes de que mueran de hipotermia?

En el evangelio, el mar representa el mal del mundo, en el que podemos quedar sumergidos y atrapados. El pescador de hombres es enviado por el Señor a anunciar la buena noticia de la vida, a decir que alguien nos ha rescatado, a dar esperanza, a fortalecer el corazón para seguir adelante.

A fines del mes pasado una noticia sacudió al Uruguay: una importante empresa, en la que muchos ahorristas habían depositado su confianza, debió presentar su situación real: ya no podría responder a sus compromisos. Ahorros de muchas familias estaban allí. También ahorros de nuestra diócesis y de otras instituciones de Iglesia. Puede decirse que ese ahorro fue nuestro “trabajar toda la noche”, buscando contar con un capital cuyos intereses, sumados a las ofrendas de los fieles, permitieran mantener un razonable equilibrio en la economía de la diócesis, equilibrio necesario para su funcionamiento y aún así, insuficiente para muchas tareas que habría que realizar.

Podemos decir que esa parte de nuestros trabajos ha resultado inútil. Por eso, la palabra del Señor de este domingo, la recibimos con la misma confianza de Pedro, recordando para qué hacemos esos esfuerzos económicos y administrativos, a la par de la labor diaria en las comunidades: esos esfuerzos tienen que estar al servicio de lo esencial, el anuncio del Evangelio. Con esa confianza, en este Año Jubilar, sigamos juntos remando mar adentro, ofreciendo a nuestro pueblo canario lo más precioso que tenemos: el encuentro con el Señor Resucitado.

En lo demás, renovemos la confianza en que la Providencia no permitirá que falte lo necesario. Me vienen a la memoria aquellos santos que de manera especial se pusieron en sus manos: San Luis Orione (1872-1940), fundador de la “Pequeña Obra de la Divina Providencia”, que estuvo personalmente en nuestra diócesis y cuya obra sigue presente en La Floresta; su contemporáneo, San Juan Calabria (1873-1954), fundador de los Pobres Siervos y de las Pobres Siervas de la Divina Providencia, que tienen casas en Montevideo y en Salto; o más atrás San Luis Scrosoppi (1804-1884), fundador de las Hermanas de la Providencia, que estuvieron en La Paz. A ellos y a nuestro beato Jacinto, nos encomendamos.

Hna. Claudia CPCR

Domingo 9 – recordamos con gratitud a la Hna. Claudia de la Peña, CPCR, fallecida hace un año, que trabajó durante muchos años en nuestra diócesis en Villa Guadalupe.

Indulgencia Plenaria en el Año Jubilar

Varios templos y santuarios de Canelones son lugares en los que se puede obtener la indulgencia plenaria en este año jubilar, cumpliendo las condiciones de confesarse, comulgar y rezar por las intenciones del Santo Padre. Entre ellos se encuentran los cuatro monasterios contemplativos, de los cuales tres tendrán celebraciones importantes en esta semana.

  • Lunes 10, fiesta de Santa Escolástica. Misa con vísperas en el Monasterio de las Benedictinas, a las 17 horas. 
  • El martes 11, día de Nuestra Señora de Lourdes, en el Santuario diocesano de Paraje Echeverría, junto al monasterio de las Clarisas Capuchinas, habrá Misas a las 9, a las 12 y a las 19 horas. En algunos momentos habrá sacerdotes disponibles para confesiones.
  • El Sábado 15, fiesta de San Claudio la Colombière, en el Santuario Eucarístico Diocesano, monasterio de la Visitación de María, en Progreso, misa a las 17 horas.

Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo

jueves, 6 de febrero de 2025

Palabra de Vida: Dar testimonio de nuestra conversión. Marcos 6,7-13.


 

Jueves de la IV semana durante el año, 6 de febrero de 2025. 
San Pablo Miki y compañeros mártires.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

martes, 4 de febrero de 2025

Palabra de Vida: Vencer el miedo con la fe. Marcos 5,21-43

 
Martes de la IV semana durante el año, 4 de febrero de 2025. 

Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

domingo, 2 de febrero de 2025

«Examínenlo todo y quédense con lo bueno» (1 Ts 5, 21) Palabra de Vida de Febrero 2025.

La palabra de este mes está tomada de una serie de recomendaciones finales que el apóstol Pablo dirige a la comunidad de Tesalónica, ciudad portuaria de Grecia: 

“No extingan la acción del Espíritu; no desprecien las profecías; examínenlo todo y quédense con lo bueno. Cuídense del mal en todas sus formas” (Tesalonicenses 5, 19-22.) 

Profecía y discernimiento, diálogo y escucha. Estas son las indicaciones de Pablo a la comunidad que había emprendido poco tiempo antes el camino de la fe.

Entre los varios dones del Espíritu, Pablo estimaba mucho el de la profecía (Cf. Juan Pablo II, 24.6.1992). El profeta no es quien prevé el futuro sino más bien quien tiene el don de ver y de comprender la historia personal y colectiva desde el punto de vista de Dios.

Todos los dones son guiados por el don mayor, la caridad, el amor fraterno (Cf. 1 Corintios 13). Agustín de Hipona afirma que sólo la caridad permite discernir la actitud que se debe asumir frente a las varias situaciones (Cf. Agustín Io. Ep. tr. 7, 8).

“Examínenlo todo y quédense con lo bueno”.

Es necesario estar en grado de mirar no solamente los dones personales, sino también las muchas potencialidades y la complejidad de miradas y opiniones que se abren frente a nosotros en quienes nos están cerca y con los cuales nos confrontamos, incluso quizá en personas encontradas por casualidad. Es importante mantener con todos la autenticidad en el corazón y tener también la conciencia del límite de nuestro punto de vista.

Esta palabra de vida podría ser un lema a adoptar en toda situación de diálogo y de balance. Escuchar al otro, no necesariamente para aceptarlo todo sino sabiendo que es posible encontrar siempre algo bueno en lo que dice, favoreciendo la apertura mental y del corazón. Significa vaciarnos de nosotros mismos por amor y ganar así la posibilidad de construir algo juntos.

“Examínenlo todo y quédense con lo bueno”.

El sacerdote Timothy Raddcliffe, uno de los teólogos presentes en el Sínodo de obispos de la Iglesia católica, afirmó que 

“lo más valioso que podemos hacer en este sínodo es ser sinceros entre nosotros con respecto a nuestras dudas y a nuestros interrogantes, para los cuales no tenemos respuestas claras. Así podremos acercarnos como compañeros de búsqueda, mendigos de la verdad” [1].

En una conversación con algunos miembros del Movimiento, Margaret Karram comentó así esta reflexión: 

“Al pensar en esto, me di cuenta de que muchas veces no tuve la fuerza de decir realmente lo que pensaba por temor de no ser comprendida, quizá por no decir algo completamente diferente de la opinión de la mayoría. Comprendía que ser mendigos de la verdad significa adoptar una actitud de proximidad, los unos con los otros, ya que todos querríamos lo que Dios quiere, y todos juntos podemos buscar el bien” [2].

“Examínenlo todo y quédense con lo bueno”.

Es la experiencia de Antía, que participa del grupo de artes Mosaico, surgido en España en 2017 como Gen Rosso Local Project. Está compuesto por jóvenes que ofrecen con su arte y sus talleres una experiencia de fraternidad.

Antía nos cuenta: 

“Es la conexión con mis valores: un mundo fraterno, en el cual todos (adolescentes, inexpertos, vulnerables…) ofrecen su contribución para este proyecto. Mosaico me permite creer que un mundo más unido no es una utopía, no obstante las dificultades y el trabajo exigido que implica. Crecí trabajando en grupo, con un diálogo que a veces puede parecer demasiado exigido y a menudo tuve que renunciar a mis ideas que yo consideraba las mejores. El resultado es que ‘el bien’ está construido pieza por pieza por todos nosotros”.

Patrizia Mazzola y equipo de Palabra de Vida

[1] Timothy Raddcliffe Meditación n 3 Amistad , Sínodo de obispos, 2.10.2023

[2] Margaret Karram, 3.2.2024 

sábado, 1 de febrero de 2025

“Mis ojos han visto la salvación” (Lucas 2, 22-40). Fiesta de la Presentación del Señor.

Han pasado 40 días desde la Navidad, pero en la fiesta que celebramos hoy volvemos a encontrar al niño Jesús, todavía un bebé, en brazos de su madre.

Esta fiesta, que se llama “presentación del Señor” ha sido nombrada en otros tiempos de distinta manera. Poniendo más énfasis en la Madre de Jesús, se le llamó “purificación de la Virgen”, un nombre un poco extraño cuando creemos que María es la Inmaculada, es decir, la purísima. 

Se le llamó también “la Candelaria”, nombre que quedó en la historia del Uruguay, cuando el 2 de febrero de 1516 el navegante español Juan Díaz de Solís tocó tierra en lo que hoy es Punta del Este y puso al puerto que había encontrado el nombre de “Nuestra Señora de la Candelaria”, la Virgen de las candelas. Las candelas eran las velas que se encendían, como se sigue haciendo, en esta celebración, para recordar a Jesús como luz del mundo. De ahí viene el bonito nombre de Candelaria o Candela, con los que son bautizadas algunas niñas.

El relato de Lucas tiene tres grandes momentos. En el primero, José y María llevan al niño al templo en cumplimiento de la Ley de Dios. Lucas es muy enfático en decirnos que María y José están haciendo lo que indica la Ley:

Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación de ellos, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: "Todo varón primogénito será consagrado al Señor". También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor. (Lucas 2,22-24)

Lo indicado por la ley concierne, en primer lugar, a la madre, que para su purificación, después del parto, debe ofrecer un sacrificio, consistente en un cordero y una tórtola; pero si es pobre, basta ofrecer dos tórtolas. Esa fue la ofrenda de María y José: la ofrenda de los pobres.

En segundo lugar, una indicación de la ley concierne al niño primogénito, que era el caso de Jesús. Recordando que en la salida de Egipto Dios hirió a los primogénitos de los Egipcios, pero salvó a los de los israelitas, se debía pagar un rescate por el primogénito y eso es lo que hicieron María y José.

Para esto no era necesario ir al templo, pero ellos, creyentes piadosos, decidieron hacerlo.

Respondiendo al llamado de la Ley, llevaron, pues, al niño Jesús para presentarlo en el templo.

Si el primer momento fue el de la Ley, llega ahora el momento del Espíritu.

Nada se nos dice sobre un encuentro con los sacerdotes; en cambio, aparecen en escena dos personajes que reconocen a Jesús: el anciano Simeón y la profetisa Ana. El Espíritu Santo hace declarar a Simeón:

«Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel.» (Lucas 2,29-32)

De Ana se dice que es profetisa; por eso pensamos que también ella es movida por el Espíritu Santo, pues…

Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. (Lucas 2,38)

La ley de Moisés, que José y María se disponen a cumplir como judíos piadosos que son, los llevó al templo. El Espíritu Santo movilizó a los dos ancianos que dieron testimonio de quién era aquel niño. Es así que se produce el encuentro con el Señor. El templo, más que la construcción y sus grandes explanadas, es la casa de Dios, la casa para el encuentro de su Pueblo con Él. En la historia de la salvación, en la comunidad que es la Iglesia, el Señor viene a nosotros cada día y estamos llamados a reconocerlo y recibirlo, dejando que Él sea el centro de nuestra vida y que alrededor de Él todo se organice y encuentre armonía.

En el centro del breve discurso de Simeón resaltan estas palabras: “mis ojos han visto la salvación”. Es el tercer momento: el de la visión. La visión no es aquí la mirada física. Simeón tiene delante de sus ojos a unos esposos que llevan en brazos a un niño pequeño. No está ante Jesús adulto, el Mesías que predica con autoridad y hace milagros. Simeón, como los pastores en Belén, reconoce a Dios en la humildad y en la sencillez y lo recibe. No quiere nada más, no necesita nada más. Tan solo tener por un momento en sus brazos al niño y dar gracias a Dios por lo que ha podido ver: la obra de Salvación de Dios.

Pero en la visión de Simeón también hay una palabra para María, que es también una palabra sobre Jesús:

«Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos.» (Lucas 2,34-35)

En esta escena tan tierna, la cruz aparece en el horizonte, porque la salvación llegará a través de la cruz; a través de esa muerte violenta que Jesús transformará en ofrenda de amor. La presentación de Jesús en el templo anticipa esa entrega total de su vida. La madre que presentó a su hijo en el templo estará también al pie de la cruz. En el dolor, ella también hará su propia ofrenda, la vida de su Hijo. 

La alegría cristiana, nuestra alegría, pasa, inevitablemente, por la participación en la cruz de Cristo. María, madre de Jesús, unió su corazón al corazón traspasado del Hijo de Dios. Pero no olvidemos todo lo que brota del corazón abierto de Jesús, representado por el agua y la sangre que se hace luz para nuestra vida. Al encender hoy nuestra candela en la celebración, hagámoslo con el deseo de renovar nuestra unión con Cristo, el salvador, luz del mundo, luz de nuestra vida.

En esta semana

  • Lunes 3, San Blas, obispo y mártir. Día en que se hace la bendición de las gargantas.
  • Miércoles 5, Santa Águeda, virgen y mártir
  • Jueves 6, santos Pablo Miki y compañeros, mártires en Japón.
  • Del viernes 7 al domingo 9, Peregrinación a María, organizada por nuestro obispo emérito Mons. Alberto Sanguinetti, desde Progreso hasta Florida, al santuario de la Virgen de los Treinta y Tres.
  • Domingo 9 de febrero. A las 19 horas, asume la parroquia San Miguel Arcángel en Los Cerrillos, el P. Néstor Rosano.

Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

Palabra de Vida: Transformar el miedo en esperanza. Marcos 4,35-41



Palabra de Vida: Transformar el miedo en esperanza. Marcos 4,35-41
Sábado de la III semana durante el año, 1 de febrero de 2025. 
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

Escucha en el reproductor de IVOOX el texto bíblico y su comentario.