“Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada”, dijo Pedro a Jesús. Había sido una noche entera de sudor, de esfuerzo humano. La labor del pescador, que conoce su oficio: el mar, los peces, las redes, la barca… Una noche de esfuerzo inútil: no habían sacado nada.
«Navega mar adentro y echen las redes». (Lucas 5,4)
Esa es la palabra de Jesús. “Navega mar adentro”: “duc in altum”, la palabra que tanto inspiró a san Juan Pablo II frente al Gran Jubileo del año 2000.
“Navega mar adentro y echen las redes”. Una palabra que podría haber sido puesta en duda, podría haber sido discutida por Pedro, el pescador experimentado, pero también el que tantas veces mostró ser un cabeza dura. Pedro podría haber dicho “no, otra vez al mar, no… no vamos a sacar nada. Los peces no están allí. Ya estamos cansados”…
“Echen las redes”. La palabra de Jesús no es la de un pescador experimentado. Tampoco es la de quien da su opinión sin que se la pidan, quien aconseja porque “le parece”. No, en la palabra de Jesús hay algo diferente. Por eso Pedro no discute. Solo acota:
«Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, pero en tu palabra, echaré las redes» (Lucas 5,5)
Se produce la pesca. La reacción de Pedro es semejante a la de otros hombres que han sido llamados por Dios, de los que nos hablan las lecturas de hoy.
Isaías:
«¡Ay de mí, estoy perdido!
Porque soy un hombre de labios impuros,
y habito en medio de un pueblo de labios impuros;
¡y mis ojos han visto al Rey, el Señor de los ejércitos!» (Isaías 6,5)
Pablo:
«… soy como el fruto de un aborto. Porque yo soy el último de los Apóstoles, y ni siquiera merezco ser llamado Apóstol, ya que he perseguido a la Iglesia de Dios.» (1 Corintios 15,8-9)
Y así, Pedro:
«Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador» (Lucas 5,8)
La respuesta a esas palabras, es el llamado de Jesús:
«No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres» (Lucas 5,10)
“Pescador de hombres”. El mar no es el medio natural del hombre. El mar es el peligro, la muerte. Cuando se sube a un avión se indica a los pasajeros donde se encuentran los chalecos salvavidas, como se colocan e inflan, y por donde se saldría a balsas inflables en caso de que el avión cayera en el mar… Uno no puede menos que pensar por cuánto tiempo se sobreviviría, aunque se esté en una balsa en medio del océano… ¿Llegará alguien a rescatar a ese grupo antes de que mueran de hipotermia?
En el evangelio, el mar representa el mal del mundo, en el que podemos quedar sumergidos y atrapados. El pescador de hombres es enviado por el Señor a anunciar la buena noticia de la vida, a decir que alguien nos ha rescatado, a dar esperanza, a fortalecer el corazón para seguir adelante.
A fines del mes pasado una noticia sacudió al Uruguay: una importante empresa, en la que muchos ahorristas habían depositado su confianza, debió presentar su situación real: ya no podría responder a sus compromisos. Ahorros de muchas familias estaban allí. También ahorros de nuestra diócesis y de otras instituciones de Iglesia. Puede decirse que ese ahorro fue nuestro “trabajar toda la noche”, buscando contar con un capital cuyos intereses, sumados a las ofrendas de los fieles, permitieran mantener un razonable equilibrio en la economía de la diócesis, equilibrio necesario para su funcionamiento y aún así, insuficiente para muchas tareas que habría que realizar.
Podemos decir que esa parte de nuestros trabajos ha resultado inútil. Por eso, la palabra del Señor de este domingo, la recibimos con la misma confianza de Pedro, recordando para qué hacemos esos esfuerzos económicos y administrativos, a la par de la labor diaria en las comunidades: esos esfuerzos tienen que estar al servicio de lo esencial, el anuncio del Evangelio. Con esa confianza, en este Año Jubilar, sigamos juntos remando mar adentro, ofreciendo a nuestro pueblo canario lo más precioso que tenemos: el encuentro con el Señor Resucitado.
En lo demás, renovemos la confianza en que la Providencia no permitirá que falte lo necesario. Me vienen a la memoria aquellos santos que de manera especial se pusieron en sus manos: San Luis Orione (1872-1940), fundador de la “Pequeña Obra de la Divina Providencia”, que estuvo personalmente en nuestra diócesis y cuya obra sigue presente en La Floresta; su contemporáneo, San Juan Calabria (1873-1954), fundador de los Pobres Siervos y de las Pobres Siervas de la Divina Providencia, que tienen casas en Montevideo y en Salto; o más atrás San Luis Scrosoppi (1804-1884), fundador de las Hermanas de la Providencia, que estuvieron en La Paz. A ellos y a nuestro beato Jacinto, nos encomendamos.
Hna. Claudia CPCR
Domingo 9 – recordamos con gratitud a la Hna. Claudia de la Peña, CPCR, fallecida hace un año, que trabajó durante muchos años en nuestra diócesis en Villa Guadalupe.
Indulgencia Plenaria en el Año Jubilar
Varios templos y santuarios de Canelones son lugares en los que se puede obtener la indulgencia plenaria en este año jubilar, cumpliendo las condiciones de confesarse, comulgar y rezar por las intenciones del Santo Padre. Entre ellos se encuentran los cuatro monasterios contemplativos, de los cuales tres tendrán celebraciones importantes en esta semana.
- Lunes 10, fiesta de Santa Escolástica. Misa con vísperas en el Monasterio de las Benedictinas, a las 17 horas.
- El martes 11, día de Nuestra Señora de Lourdes, en el Santuario diocesano de Paraje Echeverría, junto al monasterio de las Clarisas Capuchinas, habrá Misas a las 9, a las 12 y a las 19 horas. En algunos momentos habrá sacerdotes disponibles para confesiones.
- El Sábado 15, fiesta de San Claudio la Colombière, en el Santuario Eucarístico Diocesano, monasterio de la Visitación de María, en Progreso, misa a las 17 horas.
Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo
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