martes, 18 de marzo de 2025

Celebración interreligiosa para orar por los nuevos gobernantes. Palabras de Mons. Heriberto.





El lunes 17 de marzo se realizó en la Catedral de Montevideo una velada de oración interreligiosa por el nuevo gobierno, organizada por la Confraternidad Judeo-Cristiana.

La celebración fue presidida por los co-presidentes de la Confraternidad: Rabino Daniel Dolinsky (Nueva Congregación Israelita), Pastor Dr. Jerónimo Granados (Iglesia Evangélica del Río de la Plata) y el Cardenal Daniel Sturla, SDB, acompañados por el Reverendo Gonzalo Soria (Iglesia Anglicana) y Mons. Heriberto Bodeant. Estuvieron también presentes otros obispos uruguayos: Mons. Jourdan, Mons. Antúnez, Mons. Wolcan y Mons. Sanguinetti.

Del nuevo gobierno participaron el Presidente Yamandú Orsi, el Pro secretario de presidencia y el ministro de Relaciones Exteriores, así como otros ministros y algunos legisladores.

En el centro de la oración estuvo la lectura de la Palabra de Dios, tomada del primer libro de los Reyes 3,5-15, en el cual aparece la oración del joven rey Salomón pidiendo el don de la sabiduría para poder gobernar a su pueblo.

A continuación de la lectura, hubo tres intervenciones: el rabino, el pastor y Mons. Heriberto.

Como gesto, se invitó al Presidente a encender una vela, como signo de esperanza y búsqueda de la luz.

La celebración finalizó con la bendición que se encuentra en el libro de los Números 6.24-26, que fue impartida por los cinco religiosos, con sus manos extendidas sobre la asamblea.

Transcribimos las palabras de Mons. Heriberto

En la lectura que hemos escuchado, el joven Salomón pide el don de la sabiduría para poder gobernar adecuadamente a su pueblo. Pide, fundamentalmente, el don de “discernir entre el bien y el mal” para ser “capaz de juzgar a un pueblo tan grande” (en realidad, menos numeroso que el nuestro). Salomón es un creyente y reconoce en el Creador la fuente de todo bien. A él le pide la sabiduría para realizar el bien.

El bien, el bien común, aquello que deseamos que todas y cada una de las personas puedan alcanzar y realizar, tiene en nuestro tiempo el nombre de desarrollo.

Desde la tradición católica, sin perjuicio de que otros puedan compartir la misma convicción, creemos que la vida humana es el fundamento de todos los bienes, la fuente y condición necesaria de toda actividad humana y de toda convivencia social. Por eso entendemos el desarrollo como el paso de condiciones de vida menos humanas a condiciones más humanas, en un proceso de crecimiento, de ascensión.

Crecemos en humanidad, entre otras cosas, cuando se asegura para todos una buena atención de salud, oportunidades para acceder a vivienda y trabajo dignos, defensa ante la amenaza de la inseguridad y la violencia, así como protección de la vida humana en su etapa de gestación y acompañamiento y cuidado en sus momentos de sufrimiento, hasta su final natural.

El horizonte de nuestra vida no se cierra en el poseer. Nos desarrollamos en humanidad desde lo profundo del corazón, revirtiendo el egoísmo que nos mutila, abriéndonos al prójimo, al vecino, y construyendo nuevos vínculos sociales basados en el servicio mutuo, la cooperación en el bien común y la voluntad de paz, atendiendo particularmente a los más frágiles y vulnerables, para que nadie sea dejado atrás.

Y ese desarrollo, ese pasaje a condiciones de vida aún más humanas se hace más completo cuando se integra la dimensión espiritual, cuando nos abrimos a la trascendencia, reconociendo los valores supremos y, para quienes somos creyentes, a Dios mismo, fuente y fin de todos los valores.

Hacemos votos para que nuestro pueblo, en su pluralidad, con el concurso de nuestro presidente y de todos los demás que han sido elegidos o designados para desempeñar cargos de gobierno, busque y encuentre los caminos de concordia para avanzar en su desarrollo pleno, su desarrollo integral. Así sea.

viernes, 14 de marzo de 2025

“Maestro, ¡qué bien estamos aquí!” (Lucas 9,28b-36). II Domingo de Cuaresma.

“Zona de confort” es una expresión que desde hace algunos años se ha ido abriendo camino y ha entrado en nuestras conversaciones. Se la define como un estado mental en el que una persona se siente cómoda y segura, evitando riesgos y ansiedad. En la zona de confort, uno se siente bien… pero, a veces, eso se hace a costa de negarse a ver algunas luces amarillas de advertencia, algunas señales de que estamos caminando en una falsa seguridad. Ahí la zona de confort se vuelve como una zona de evasión…

En el Evangelio de hoy encontramos esas palabras de Pedro que tomamos hoy como título y que parecen sugerir que Pedro quiere crear una zona de confort:

«Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» (Lucas 9,33)

Pedro, Santiago y Juan habían sido llevados por Jesús a una montaña, que hoy se identifica con el monte Tabor, ubicado en la antigua Galilea. Jesús los llevó allí “para orar”, como dice el evangelista Lucas. Sin embargo, los discípulos van a vivir una experiencia que motivará el deseo de Pedro de quedarse allí, de prolongar ese momento:

Mientras [Jesús] oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se volvieron de una blancura deslumbrante. Y dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que aparecían revestidos de gloria y hablaban de la partida de Jesús, que iba a cumplirse en Jerusalén. (Lucas 9,29-31)

La visión que tienen Pedro y sus compañeros en el Tabor es enormemente gratificante. Literalmente se podría decir que están “tocando el cielo con las manos”. Pero esa visión tiene una finalidad y así lo ha entendido la Iglesia, como lo expresa el prefacio de este segundo domingo de Cuaresma, en el que se manifiesta que Jesús reveló a sus discípulos el esplendor de su gloria, 

... para que constara, con el testimonio de la Ley y los Profetas,
que, por la pasión, debía llegar a la gloria de la resurrección.
(Prefacio, II domingo de Cuaresma)

El sentido, pues, de la experiencia que Jesús hace vivir a sus discípulos, es prepararlos para el gran escándalo de la cruz. El rostro que contemplan los discípulos en el monte, ese rostro transfigurado, se volverá irreconocible en la pasión, deformado por el sufrimiento y cubierto de sangre, sudor y polvo.

Así lo había anunciado el profeta Isaías en uno de los cánticos del servidor sufriente:

Muchos quedaron horrorizados a causa de él, porque estaba tan desfigurado que su aspecto no era el de un hombre y su apariencia no era más la de un ser humano (Isaías 52,14)

Pero el profeta anunciaba también el triunfo del servidor:

Sí, mi Servidor triunfará: será exaltado y elevado a una altura muy grande. (Isaías 52,13)

Para los discípulos, la contemplación a la que han tenido acceso genera en ellos el deseo de eternizar ese momento; pero la eternidad no ha llegado todavía. Deberán bajar con Jesús del monte, para seguir el camino hacia Jerusalén: el camino que lleva a la pasión y a la muerte, pero también a la resurrección y a la vida, a través de la cruz.

Después de referirnos las palabras de Pedro, qué bien estamos aquí, hagamos tres carpas, el evangelista nos advierte “Él no sabía lo que decía” (Lucas 9,33). Inmediatamente se produce un cambio en el escenario:

Mientras hablaba, una nube los cubrió con su sombra y al entrar en ella, los discípulos se llenaron de temor. Desde la nube se oyó entonces una voz que decía: «Este es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo.» Y cuando se oyó la voz, Jesús estaba solo. (Lucas 9,34-36)

Ahí terminó el episodio. Volviendo sobre pasajes anteriores del evangelio, comprendemos mejor lo que quiso hacer Jesús. Ocho días antes, Él había dicho:

«El hijo del hombre debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día». (Lucas 9,21)

Lo mismo vale para los discípulos. A continuación dice Jesús:

«El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará». (Lucas 9,23-24)

Jesús no llevó a los discípulos al Tabor como una especie de “recreo”, de descanso, sino a vivir una fuerte experiencia de Dios que los animara a superar el escándalo de la pasión y a llevar su propia cruz.

Llevar la cruz es asumir el dolor y el sufrimiento que nos ha tocado. No es resignación ni masoquismo: es creer que si morimos con Cristo, es decir, si unimos nuestro dolor a su Pasión, viviremos con Él. Las pruebas, las tribulaciones, las dificultades que experimentamos tienen su superación en la Pascua. Nuestra vida se hace pascual cuando vamos transitando esos momentos de muerte y resurrección hasta llegar un día a compartir en forma definitiva la muerte y resurrección del Señor.

Este domingo, Jesús nos invita también a nosotros a subir al monte a orar. Quedémonos con Él en el silencio, en la contemplación de su rostro, en su presencia en la Eucaristía, siempre buscándolo a Él. No se trata de construir una “zona de confort” donde evadirnos y olvidarnos de nuestra cruz, sino de encontrar en el Señor la fuerza para seguir cada día caminando con Él en esperanza, como Pueblo de Dios que marcha hacia la Pascua.

En esta semana

Miércoles 19. Solemnidad de San José, esposo de la Virgen María. Nos confiamos a este gran patriarca, custodio del Redentor y de su Madre, siempre disponible para poner de inmediato en obra todo lo que Dios le pidió, que no fue poco.

Jueves 20. Nuestro Obispo emérito, Monseñor Alberto Sanguinetti celebra los quince años de su ordenación episcopal. Lo hará en la catedral de Canelones, comenzando por el rezo de Vísperas, a las 18:30, seguido de la Santa Misa.

Gracias, amigas y amigos por su atención. Sigamos profundizando nuestro camino de Cuaresma, camino de esperanza, con la bendición de Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

jueves, 13 de marzo de 2025

Papa Francisco: doce años de pontificado. Mensaje del Consejo Permanente de la Conferencia Episcopal del Uruguay.


A todos los fieles de nuestras comunidades:

El próximo jueves 13, se cumplirán los doce años de la elección del Santo Padre Francisco.

Junto a nuestras comunidades, seguimos rezando por él: por su salud, por sus intenciones.

Queremos también recordar algunas de sus palabras en el día en que celebró el inicio solemne de su ministerio como sucesor de Pedro, el 19 de marzo de 2013:

“Hoy, junto a la fiesta de San José, celebramos el inicio del ministerio del nuevo Obispo de Roma, Sucesor de Pedro, que comporta también un poder. Ciertamente, Jesucristo ha dado un poder a Pedro, pero ¿de qué poder se trata? A las tres preguntas de Jesús a Pedro sobre el amor, sigue la triple invitación: Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas. Nunca olvidemos que el verdadero poder es el servicio, y que también el Papa, para ejercer el poder, debe entrar cada vez más en ese servicio que tiene su culmen luminoso en la cruz; debe poner sus ojos en el servicio humilde, concreto, rico de fe, de san José y, como él, abrir los brazos para custodiar a todo el Pueblo de Dios y acoger con afecto y ternura a toda la humanidad, especialmente a los más pobres, los más débiles, los más pequeños; eso que Mateo describe en el juicio final sobre la caridad: al hambriento, al sediento, al forastero, al desnudo, al enfermo, al encarcelado (cf. Mt 25,31-46). Sólo el que sirve con amor sabe custodiar.”

Caminando en esta Cuaresma y en este año Jubilar, renovemos nuestra esperanza y acompañemos con la oración al Papa Francisco.

Conferencia Episcopal del Uruguay, Consejo Permanente.

Montevideo, 10 de marzo de 2025.

domingo, 9 de marzo de 2025

“A Él solo rendirás culto” (Lucas 4,1-13). I Domingo de Cuaresma.

“Eso es relativo”, solemos decir, por ejemplo, cuando alguien quiere señalarnos que algo es muy importante y que tenemos que tenerlo muy en cuenta. Nuestra respuesta, “eso es relativo”, quiere bajar, al menos un poco, esa importancia que se pretende darle al asunto.

Sin embargo, al decir eso, tendríamos que preguntarnos… “eso es relativo ¿relativo a qué?” Es decir ¿con qué está en relación esa realidad, ese asunto, ese problema? Viendo esa relación ¿sale alguna luz que nos permita ver mejor para decidir lo que tengamos que decidir o hacer lo que tengamos que hacer?

En esta clave podemos leer el pasaje del evangelio de este domingo, que nos relata las tentaciones de Jesús en el desierto.

Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó de las orillas del Jordán y fue conducido por el Espíritu al desierto, donde fue tentado por el demonio durante cuarenta días. (Lucas 4,1)

Ya aquí podemos empezar a aplicar nuestro enfoque. Jesús “fue tentado”. Escuchando eso, alguien podría decir: “tentado… bueno, eso es relativo”; es decir: Jesús es el Hijo de Dios, está lleno del Espíritu Santo… o sea, las tentaciones no son tan fuertes para él como lo son para nosotros. Él no va a caer; al tentador lo camina por arriba.

Sin embargo, las tentaciones se presentan en relación con la humanidad de Jesús. La carta a los Hebreos nos dice que Jesús es capaz de compadecerse de nuestras debilidades porque…

Él fue sometido a las mismas pruebas que nosotros, a excepción del pecado. (Hebreos 4,15)

Jesús fue tentado de verdad. No cayó en el pecado, pero tuvo que discernir, tuvo que luchar contra el tentador. Esa lucha seguirá de ahí en adelante, porque el demonio estará siempre acechándolo:

Una vez agotadas todas las formas de tentación, el demonio se alejó de Él, hasta el momento oportuno. (Lucas 4,13)

Vayamos ahora a la primera tentación. Después de cuarenta días de ayuno, el demonio dice a Jesús:

«Si tú eres Hijo de Dios, manda a esta piedra que se convierta en pan». (Lucas 4,3)

Esta tentación tiene un alcance más largo del que parece. Está lo inmediato: el hambre. Está la solución inmediata: el milagro. Jesús podría decir: sí, está bien ¿por qué no? Necesito pan y puedo tenerlo ahora… 

Más adelante, podría hacer lo mismo con la multitud. Pero ¿acaso no lo hizo? 
Cuidado. Si leemos con atención los milagros de Jesús, veremos, primero, que Jesús nunca hace un milagro para él. 
En segundo, lugar, incluso el agua cambiada en vino o la multiplicación de los panes y peces, no lo hace sin que haya alguna participación e incluso colaboración de quien lo pide o quien lo recibe. 

Las cosas, los alimentos son relativos, es decir, hay que ponerlos en relación con Dios, de quien los recibimos; pero no son lo único necesario para el hombre. El alimento puede ser una urgencia, otras cosas son “necesidades básicas” que también pueden estar insatisfechas; pero al responder al tentador, Jesús da a entender que hay necesidades humanas más profundas:

«Dice la Escritura: El hombre no vive solamente de pan» (Lucas 4,4)

La respuesta de Jesús queda abierta. ¿De qué más vive el hombre? Seguramente recordamos esta misma respuesta en el evangelio según san Mateo:

«Está escrito: "El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios"» (Mateo 4,4)

Comer cada día es necesario, es imprescindible, pero no alcanza para darle sentido a nuestra vida.

Vayamos a la segunda tentación. Desde un lugar muy alto, el demonio le muestra a Jesús todos los reinos de la tierra y le dice:

«Te daré todo este poder y el esplendor de estos reinos, porque me han sido entregados, y yo los doy a quien quiero. Si Tú te postras delante de mí, todo eso te pertenecerá» (Lucas 4,6-7)

El poder. En el pasado y en el presente ha habido y hay hombres que buscaron el poder absoluto, sin controles ni contrapesos. Algunos, al menos por un tiempo, creyeron haberlo alcanzado y usaron y abusaron de su poder sometiendo a pueblos enteros. En el libro de Daniel aparece la figura de un gigante modelado en oro, plata, bronce y hierro… pero con sus pies mezcla de hierro y arcilla, por donde comenzará su total destrucción. (cf. Daniel, capítulo 2)

El tentador puede cumplir su promesa: “te daré todo este poder”; pero esconde lo más importante: esto no se sostendrá, esto te llevará a tu destrucción.

La tentación para Jesús está en pensar que el poder puede ser el medio para realizar su misión de salvación. Desde la cima, desde el prestigio ¿cuánto puede incidir en este mundo? Sin embargo, rechaza al tentador porque su camino no es el del poder, adorando a Satanás, sino el del servicio y la entrega, adorando al Dios vivo. Por eso, su respuesta:

«Está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a Él solo rendirás culto.» (Lucas 4,8)

Poner las cosas (el alimento y las demás necesidades básicas) en relación con Dios; poner la relación con las demás personas dentro de su relación con Dios van siendo las respuestas de Jesús al tentador. La tercera tentación va a poner en cuestión la relación de Jesús con Dios mismo. 

El demonio lleva a Jesús a Jerusalén, lo coloca sobre la parte más alta del templo y le dice:

«Si tú eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: Él dará órdenes a sus ángeles para que ellos te cuiden. Y también: Ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra» (Lucas 4,9-11)

Por decirlo a la uruguaya, el tentador pone aquí “toda la carne en el asador”. 
Se reviste de una apariencia devota y cita, distorsionada, la Palabra de Dios.
No está tratando de provocar una caída ocasional, sino de socavar la base de nuestra relación con Dios: sembrar la duda. Dios ¿cumplirá o no cumplirá su Palabra? 
Desconfiar del proyecto de Dios, dudar de su amor, creer que nos ha abandonado. Así fue la primera tentación, de la que derivó el primer pecado: llevar a la primera pareja humana a desconfiar de Dios.

Dios sabe muy bien que cuando ustedes coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y serán como dioses, conocedores del bien y del mal (Génesis 3,5)

Jesús no ha dudado nunca del Padre. En su humanidad, pudo experimentar la oscuridad, pudo clamar desde la cruz “Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?” (Marcos 15,34); pero, precisamente en ese grito se revela la unión profunda del Padre con el Hijo, en el Espíritu; porque en el sufrimiento del Dios hecho hombre se ilumina y cobra sentido cada padecimiento humano. Jesús sufre su última tentación en la cruz, que le llega en la burla de los dirigentes del pueblo:

«Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!». (Lucas 23,35)

Pero su respuesta sigue siendo la misma, la que dio al tentador:

«Está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios» (Lucas 4,12)

La confianza de Jesús en el Padre no es “relativa”: es absoluta. Solo así podrá vivir la entrega total en su pasión y muerte, que lo llevará a la Resurrección. A la hora de nuestra propia tentación, fijemos la mirada en el Crucificado. La cruz es el signo de su confianza, de su entrega y de su amor, que transforma ese instrumento de muerte en signo de luz, vida, amor y resurrección.

Gracias, amigas y amigos. Que tengan un fructuoso camino de Cuaresma, con la bendición de Dios Todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

sábado, 8 de marzo de 2025

Palabra de Vida: Seguir a Jesús con esperanza. Lucas 5,27-32



Sábado después de Ceniza, 8 de marzo de 2025. 
Reflexión tomada del Mensaje del Papa Benedicto XVI para el 50º Día Mundial de Oración por las Vocaciones, 21 de abril de 2013.
Imagen: La vocación de San Mateo, Caravaggio, 1601. Iglesia de San Luis de los Franceses (Roma).
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

viernes, 7 de marzo de 2025

Palabra de Vida: Practicar el ayuno, haciendo el bien. Isaías 58,1-9a


Viernes después de Ceniza, 7 de marzo de 2025. 
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

jueves, 6 de marzo de 2025

Palabra de Vida: “Elige la vida, y vivirás” (Deuteronomio 30,15-20).



Jueves después de Ceniza, 6 de marzo de 2025. 
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

miércoles, 5 de marzo de 2025

Palabra de Vida: “Vuelvan a mí de todo corazón” (Joel 2,12-18).



Miércoles de Ceniza, 5 de marzo de 2025. 
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

martes, 4 de marzo de 2025

Palabra de Vida: “Recibirá el ciento por uno” (Marcos 10,28-31)



Martes de la VIII semana durante el año, 4 de marzo de 2025. 
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

sábado, 1 de marzo de 2025

“¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo?” (Lucas 6,41). Palabra del Mes, Movimiento de los Focolares.

Jesús desciende de la montaña tras una noche de oración y elige a sus discípulos. Al llegar a una llanura les dirige un largo discurso que comienza con la proclamación de las Bienaventuranzas.

En el texto de Lucas, a diferencia del Evangelio de Mateo, son solo cuatro y se refieren a los pobres, los que tienen hambre, los que sufren y los afligidos, con el añadido de otras tantas advertencias a los ricos, los satisfechos y los arrogantes (Lc 6, 20-26). Jesús convierte esta predilección de Dios por los últimos en su misión cuando, en la sinagoga de Nazaret (Lc 4, 16-21), afirma que está lleno del Espíritu del Señor y que trae a los pobres la buena nueva, la liberación a los cautivos y la libertad a los oprimidos.

Luego continúa exhortando a sus discípulos a amar incluso a los enemigos (Lc 6, 27-35), un mensaje que encuentra su motivación última en el comportamiento del Padre celestial: 

“Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso” (Lc 6, 36).

Esta afirmación es también el punto de partida de lo que sigue: 

“No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados” (Lc 6, 37). 

Luego, Jesús amonesta mediante una imagen intencionadamente disparatada:

“¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo?”

Jesús conoce nuestro corazón de verdad. ¡Cuántas veces en la vida de todos los días hacemos esta triste experiencia! Es fácil criticar –y con rigor– errores y debilidades en un hermano o en una hermana, sin tener en cuenta que de ese modo nos atribuimos una prerrogativa que corresponde solo a Dios. La cuestión es que para «sacarnos la paja» del ojo nos hace falta esa humildad que nace de ser conscientes de que somos pecadores que necesitan continuamente del perdón de Dios. Solo quien tiene la valentía de darse cuenta de su propia «paja», de aquello de lo que tiene que convertirse, podrá entender sin juzgar y sin exagerar las fragilidades y flaquezas propias y de los demás.

Sin embargo, Jesús no invita a cerrar los ojos y dejar correr las cosas. Él quiere que sus seguidores se ayuden mutuamente a avanzar por el camino de una vida nueva. También el apóstol Pablo pide con insistencia que nos preocupemos de los demás: de corregir a los indisciplinados, confortar a los pusilánimes, sostener a los débiles y ser pacientes con todos (cf. 1 Ts 5, 14). Solo el amor es capaz de un servicio semejante.

“¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo?”

¿Cómo poner en práctica esta Palabra de Vida? Además de lo que ya hemos dicho, empezando por este tiempo de Cuaresma, podemos pedirle a Jesús que nos enseñe a ver a los demás como Él los ve, como Dios los ve. Y Dios ve con los ojos del corazón, porque su mirada es una mirada de amor. Luego, para ayudarnos mutuamente, podríamos restablecer una práctica que fue determinante para el primer grupo de chicas de los Focolares en Trento.

“En los inicios –cuenta Chiara Lubich a un grupo de amigos musulmanes– no siempre era fácil vivir la radicalidad del amor. […] También entre nosotras y en nuestras relaciones podía depositarse algo de polvo, y la unidad podía languidecer. Esto ocurría, por ejemplo, cuando nos dábamos cuenta de los defectos e imperfecciones de los demás y los juzgábamos, de modo que la corriente de amor recíproco se enfriaba. Para reaccionar ante esta situación se nos ocurrió un día sellar un pacto entre nosotras, y lo llamamos «pacto de misericordia». Decidimos, cada mañana, ver nuevo al prójimo con el que nos encontrásemos –en casa, en clase, en el trabajo, etc.– y no recordar en absoluto sus defectos, sino cubrirlo todo con el amor. […] Era un compromiso fuerte, que asumimos todas juntas y que nos ayudaba a ser siempre las primeras en amar, a imitación de Dios misericordioso, el cual perdona y olvida” (1).

Augusto Parodi y equipo de Palabra de Vida

Notas

(1) C. LUBICH, «El amor al prójimo», Charla con un grupo de musulmanes, Castel Gandolfo 1-11-2002. Cf. El amor recíproco, Ciudad Nueva, Buenos Aires 2013, pp. 111-112.