Yenny: En este último programa de este año, el entrevistado es quien, además de ser nuestro guía espiritual, es nuestro compañero de equipo: Mons. Heriberto Bodeant, el Obispo de Melo. Monseñor, Ud. llegó a nuestra diócesis hace un año y medio, pero está terminando el primer año "completo" entre nosotros. ¿Cuáles son sus sentimientos, cómo mira este camino recorrido, cómo ha vivido su misión de pastor de la Diócesis de Melo?
Mons. Heriberto: Yo interpreto mi misión de Obispo desde la misión de Jesucristo y la misión de todo el Pueblo de Dios. Jesús se presenta ante nosotros como el Buen Pastor, y desde el comienzo de su misión convoca un grupo de discípulos "para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar", es decir, para participar de su misión. Ese grupo, los Doce, convertidos en apóstoles, es decir, enviados, llevarán la buena noticia de Jesús crucificado y resucitado por nuestra salvación hasta los confines del mundo conocido. De esa forma irán fundando comunidades en diferentes lugares y estableciendo responsables locales. De allí surgirán lo que hoy llamamos Obispos: sucesores de los apóstoles y responsables de la porción del Pueblo de Dios que está en un lugar determinado, una Iglesia diocesana. Todo ello, en comunión con el sucesor de Pedro, el Obispo de Roma. A Pedro, y a sus sucesores, Jesús encomendó el delicado y especial servicio de confirmar en la fe a sus hermanos y presidir en la caridad.
La misión de Jesús se despliega en tres aspectos. Jesús es profeta, sacerdote y rey. Hubo en el Pueblo de Israel, del que el Hijo de Dios se ha hecho miembro por su nacimiento, profetas, sacerdotes y reyes. Pero Él no es uno más. Es "el" profeta, "el" sacerdote, "el" rey, todo por excelencia.
Todo verdadero Profeta es un enviado de Dios para comunicar su Palabra a los hombres. Jesús es la Palabra eterna del Padre hecha hombre, encarnada. Esto significa que todo su ser, toda su vida, sus palabras, sus acciones, su pasión, muerte y resurrección son esa Palabra del Padre. Y esa Palabra es Amor. "Dios es Amor", nos dice San Juan; y el Amor de Dios se comunica a nosotros plenamente a través de su Hijo.
Los sacerdotes del Antiguo Testamento ofrecían sacrificios "por sus pecados propios y por los del pueblo". Jesucristo, Sumo Sacerdote sin pecado, ofrece un único sacrificio que, de una vez para siempre, abre a los hombres el camino del perdón y la reconciliación. Esto lo hace "ofreciéndose a sí mismo" (cf Hb 7,27). No se trata sólo de la muerte de Jesús: el sacrificio de Jesús es la ofrenda de la totalidad de su ser y la totalidad de su vida. Todo su ser, toda su vida, es una ofrenda de amor al Padre.
Numerosos reyes tuvo el pueblo de Israel en su historia, entre los cuales, en tiempos de Jesús, era particularmente recordado el rey David, con cuya familia entronca Jesús al ser recibido por José como hijo. Jesucristo es Rey, pero su reinado, su manera de ejercer la realeza "no es de este mundo". Jesús se manifiesta como rey-servidor, que da la vida por sus hermanos. Su trono es la cruz, su corona es de espinas... Pero, resucitado, sentado a la derecha del Padre, es constituido Rey del Universo, como lo celebramos el último domingo del año litúrgico.
En esas tres dimensiones, entonces, se desarrolla la misión de Jesús como Salvador, Redentor, Liberador del hombre.
Yenny: ¿Y cómo se refleja eso en la misión de todo el Pueblo de Dios? y en la misión del Obispo?
Mons. Heriberto: Entramos al Pueblo de Dios, a la Iglesia, por medio del Bautismo, que nos une a Jesucristo. Por esa unión, Él hace participar a cada bautizado de su misión, en sus tres dimensiones. Cada bautizado es, y está llamado a vivir como tal, profeta, sacerdote y rey, en unión con Cristo.
Cada uno de nosotros, como profeta está llamado a anunciar la Buena Noticia de Jesús; como sacerdote está llamado a hacer de su vida una ofrenda agradable al Padre; como rey a poner su vida al servicio del Reino de Dios, sirviendo a sus hermanos.
Yenny: ¿Y en la misión del Obispo?
Mons. Heriberto: Toda esta explicación ha sido un poco larga, aunque habría muchísimo más para decir. Sin embargo, creo que es así que se puede entender mejor lo que el Concilio Vaticano II señala como la misión del Obispo:
"Cada uno de los Obispos a los que se ha confiado el cuidado de cada Iglesia particular, bajo la autoridad del Sumo Pontífice, como sus pastores propios, ordinarios e inmediatos, apacienten sus ovejas en el Nombre del Señor, desarrollando en ellas su oficio de enseñar, de santificar y de regir." (CD 11)Enseñar, santificar y regir resume la misión del Obispo. Enseñar, en cuanto que Cristo hace participar al Obispo de su ser Profeta; santificar, participando del sacerdocio de Cristo; regir, participando de la realeza de Cristo. Enseñar predicando, anunciando el Evangelio, comunicando la fe. Santificar, fundamentalmente a través de la celebración de los Sacramentos, de los cuales el Obispo puede celebrar la totalidad, los Siete. Regir, gobernando la porción del Pueblo de Dios que se le ha confiado.
Todo esto, para fortalecer y animar al Pueblo de Dios a vivir su misión como pueblo de reyes, pueblo de profetas, pueblo sacerdotal.
Yenny: Monseñor ¿Y cómo se siente con todo eso?
Mons. Heriberto: Uno no puede menos que sentirse "con temor y temblor", como decía San Pablo. Es una responsabilidad enorme, que uno asume con la propia fragilidad humana, pero con una confianza muy grande en la Gracia de Dios. Sin Él "nada podemos hacer". También, contando con la ayuda de toda la comunidad diocesana.
Enseñar, valiéndose de todos los medios: predicar en cada celebración, a través de la radio, al responder a entrevistas de la prensa, con el blog, con facebook... todo puede ser un espacio para decir una palabra "a tiempo y a destiempo". En ese sentido, mucho se ha podido hacer en este tiempo, y mucho más queda por abrir, por enriquecer, por desplegar.
Santificar: hay dos sacramentos reservados al Obispo. Uno que, en caso de necesidad, puede delegar a un sacerdote, que es la Confirmación. He podido celebrar muchas veces este sacramento a lo largo de este año y medio. A veces con numerosos confirmandos, otras veces con un grupo pequeñito. En comunidades de barrios y en comunidades rurales. La celebración de la Confirmación es un indicador de la madurez de la comunidad, que está ayudando a sus miembros a crecer en la fe y en el compromiso cristiano. El otro sacramento, ése sí sólo administrado por el Obispo es el Orden Sagrado. Tuve la alegría de celebrar mi primera ordenación diaconal el año pasado, y este año, en la fiesta diocesana, una alegría aún mayor, ordenando presbítero a aquel diácono. El P. Wilson es el primero que ha recibido por la imposición de mis manos y la oración consacratoria el ministerio sacerdotal. El presbítero es un colaborador inmediato del Obispo, sirviendo a la comunidad en el mismo sentido: enseñar, santificar, servir, orientar, animar para que viva la misión de todo el Pueblo de Dios.
Regir: al Obispo le corresponde tomar muchas decisiones, de todo tipo, que van desde el nombramiento de un párroco hasta la compra o venta de una propiedad, pasando por muchos aspectos grandes y chicos de la vida cotidiana de la diócesis. Cuando yo era vicario parroquial y me planteaban temas de difícil solución, me quedaba el recurso de pedir consultarlo con el párroco. Luego, como párroco, ya no tenía esa posibilidad. Como Obispo auxiliar, en Salto, volví a la situación de vicario, y todavía podía decir "déjeme consultarlo con el Obispo". Hoy, como Obispo diocesano, aunque tengo la responsabilidad de la decisión final, no dejo de consultar a quien sea pertinente: al párroco o a las religiosas del lugar, si es un tema local; al Consejo de presbiterio, al vicario pastoral o al vicario general, según qué tipo de asunto sea. También los laicos de la Vicaría Pastoral o en el Consejo Pastoral Diocesano, las religiosas en sus encuentros, me dan ocasiones de escuchar pareceres, para luego tomar decisiones. En mi bula de nombramiento para Melo, el Papa Benedicto XVI decía "los que nos hemos sucedido en el lugar de Pedro... nos esforzamos en consultar", aludiendo a las muchas consultas que se hacen antes de que el Papa nombre un Obispo. Bien, yo diría que, buscando mantener equilibrio con la efectividad, que a veces requiere decisiones rápidas, "me esfuerzo en consultar".
Yenny: A su servicio en la Diócesis se le suman otras tareas que tiene en la Conferencia Episcopal del Uruguay (CEU)...
Mons. Heriberto: Efectivamente. Mis hermanos Obispos me eligieron en noviembre de 2009 como Secretario General y Coordinador pastoral de la CEU, dos tareas que suponen mucho empeño. Como coordinador pastoral me reúno con los Vicarios Pastorales de las diez diócesis, buscando llevar adelante las Orientaciones Pastorales de la CEU, inspiradas fundamentalmente en Aparecida y que buscan poner a la Iglesia en el Uruguay en "estado de misión permanente".
Al Secretario, además de varios servicios de tipo administrativo, le corresponde ser el portavoz de la Conferencia ante los Medios de Comunicación y también representarla en algunas reuniones del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) que suelen hacerse en su sede de Bogotá, Colombia.
En 2011 Uruguay recibirá la 33ª asamblea del CELAM. Vendrán presidentes y secretarios de 23 conferencias episcopales. Estarán seis o siete cardenales... va a ser un evento muy importante en la vida de la Iglesia en el Uruguay, porque es la primera vez que Uruguay recibe esta asamblea.
Nelly: Monseñor, entre las cosas más salientes de este año ha estado el movimiento misionero de la Diócesis, como lo recordábamos en este mismo programa, cuando en octubre hablamos de las Misiones. ¿Es esta una diócesis misionera?
Mons. Heriberto: Algo que ha sido para mí muy llamativo y muy significativo es la tarea y la apertura misionera de esta Iglesia diocesana. Allí se ponen en juego esas tres dimensiones: profética, sacerdotal, real, de la misión de toda la Iglesia. Y es algo que me alegra particularmente en este tiempo en que, desde 2007, los Obispos latinoamericanos reunidos en la Conferencia de Aparecida nos han animado a asumir y fortalecer nuestra identidad cristiana, nuestra identidad de Discípulos Misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en Él tengan vida.
La Diócesis ha vivido y vive esto de muchas formas. Es una diócesis que cuenta con muchos sacerdotes y religiosas venidos de otros países, pero también ha sabido dar un sacerdote misionero a Bolivia, que regresó en 2009 y ha permitido la salida de otro a Brasil al principio de 2010.
A lo largo de este año hemos recibido misioneros venidos desde los EE.UU., Italia, Francia, pero también desde Uruguay, como los jóvenes del Juan XXIII de Montevideo que estuvieron en Treinta y Tres hace poco.
Veo también metodología misionera en el trabajo de las religiosas como las Doroteas, las Misioneras de Jesús Verbo y Víctima, las Misioneras Franciscanas del Verbo Encarnado y otras, visitando, cercanas, formando y animando comunidades.
La parroquia Catedral ha mostrado también un camino de misión intraparroquial, emprendido por grupos de laicos de capillas que con su visita periódica a otra comunidad que se está afirmando, han contribuido a fortalecerla. En la parroquia San José Obrero de Melo hay laicos que acompañan al sacerdote en su visita a las capillas. En El Salvador, Treinta y Tres, una comunidad acompaña al sacerdote y visita regularmente el pueblo de María Albina. Esta participación de los laicos es algo a continuar y fomentar.
Nelly: Ahora, los jóvenes se preparan para participar en una Acampada-Misión en la parroquia de La Charqueada, del 5 al 9 de enero.
Sin duda que hay aún mucho más camino por hacer y mucho para profundizar, pero creo que tenemos una buena base sobre la que seguir construyendo. Siguiendo el camino de mis predecesores he procurado llegar a las distintas comunidades de los barrios y de la campaña. Gracias a Dios he podido visitar muchas de ellas, pero es una tarea a continuar en 2011 para completar al menos una visita a cada capilla.
Nelly: Monseñor, se habla a menudo de "la riqueza de la Iglesia", pero esa riqueza es su gente. ¿Cómo es esta gente que ha encontrado aquí en Cerro Largo y Treinta y Tres? ¿Cómo nos va conociendo?
Mons. Heriberto: Cuando tuve mi primera conversación con Mons. Luis del Castillo, el día en que se me comunicó que había sido nombrado Obispo de Melo, Mons. Luis me presentó la Diócesis diciendo: "la Diócesis de Melo es una diócesis pobre en recursos humanos y económicos, y la primera tarea del Obispo es conseguir unos y otros". No voy a hablar del tema económico que sigue siendo una dificultad importante, pero creo que en lo humano las palabras de mi predecesor son una verdad, porque no son suficientes los sacerdotes, los diáconos permanentes, las religiosas, los laicos formados y comprometidos; no digamos ya para el crecimiento de la Iglesia, sino aún para mantener una atención, un seguimiento regular de las comunidades.
Sin embargo, hay de veras una gran riqueza humana.
Mi relación más cercana es con el clero, es decir, los sacerdotes, los diáconos permanentes y los seminaristas. Con ellos me he reunido, con relativa frecuencia, en jornadas de reflexión, de formación, de convivencia fraterna... tuvimos este año una semana de Ejercicios Espirituales con Mons. Domingo Castagna, arzobispo emérito de Corrientes, que fue muy enriquecedora. Es un grupo de gente de muy diversos orígenes y experiencias, lo que a veces es una dificultad, pero constituye sobre todo una riqueza. Es, además, un grupo humano que vive una relación muy fraterna, que gusta de encontrarse.
Un segundo grupo, más diverso aún, que he ido encontrando y conociendo es el de las religiosas. La diócesis cuenta también con religiosos varones, que son los Padres Salesianos, pero como ellos participan de los encuentros de sacerdotes, por eso aquí me refiero más a las religiosas. Las veo vivir sus respectivos carismas en cercanía con la gente, acompañando las comunidades. Algunas llevan muchos años viviendo en la diócesis y han tejido relaciones muy profundas, haciendo de ellas personas muy valoradas y queridas.
Voy conociendo, de a poco, el muy numeroso laicado. Voy encontrando hombres y mujeres muy comprometidos con su vida cristiana, tanto en la Iglesia como en el mundo. Personas muy generosas, brindando voluntariamente su tiempo, como el equipo de "¡Qué bien se está aquí!".
Creo que el Movimiento de Cursillos de Cristiandad ha sido muy importante para que muchos bautizados encuentren a Cristo y se comprometan con Él. También las Comunidades Eclesiales de Base y otras formas de pequeñas comunidades son espacios que alimentan la fe y el compromiso de los cristianos. Ambas propuestas pueden complementarse.
Yenny: Hemos hablado de la misión, de la gente. ¿Hay una presencia de la Iglesia que se proyecte hacia la sociedad, llegando especialmente a situaciones sensibles?
Mons. Heriberto: Creo que una proyección tradicional de la Iglesia hacia la sociedad está en la Educación Católica. Hay varias instituciones educativas católicas, algunas de ellas de carácter diocesano. Hay obras sociales como San Martín de Porres en Treinta y Tres, con tres centros, apuntando ahora a abrir un cuarto en Vergara, o el CAIF de La Pedrera, cerca de Melo.
Existen tres hogares de niños, en Melo, Vergara y Cherro Chato, que he podido visitar más de una vez, encontrándome con esos niños y adolescentes que piden y dan cariño, con los que he podido compartir no sólo la Eucaristía y alguna merienda, sino también unos ratos de canciones.
En Melo existe un pensionado para jóvenes de campaña y una escuela de quesería, en Villa Betania, aporte de misioneros italianos. Hay academias, merenderos, distribución de canastas, diferentes formas de ayudar a la promoción humana o de asistir a personas que sufren necesidades puntuales o permanentes.
Dos situaciones sensibles, la de los presos y la de los adictos encuentran respuestas respectivamente en la Pastoral Carcelaria y en la Fazenda de la Esperanza que ofrece un programa de recuperación de adictos, o el grupo de Amor Exigente, que apunta a la familia del adicto, más otras iniciativas que están en camino.
Yenny: Finalmente, Monseñor, ¿Cuáles son las perspectivas, inquietudes, proyectos para este nuevo año 2011?
Mons. Heriberto: 2011 está marcado por la celebración del Bicentenario del proceso de emancipación oriental, celebración en la que la Iglesia quiere estar presente.
Es también un año para elaborar el nuevo proyecto pastoral diocesano, continuación del que hemos concluido y evaluado.
Finalmente, será el primero de nueve años con los que nos preparamos a celebrar, en 2019, el centenario de la llegada a Melo de su primer obispo, Mons. Marcos Semería. El novenario, más allá de las actividades puntuales que pueda ofrecer, trata de crear un espíritu, una mística diocesana que fortalezca nuestra identidad, comunión y misión.
Con esto no estamos mirando al pasado, sino buscando aquellas semillas, aquellos valores que estuvieron presentes en la fundación del país y en los comienzos de la vida diocesana. Ellos son parte de nuestra identidad y sobre ellos queremos seguir construyendo.
Le encomendamos a nuestra patrona, Nuestra Señora del Pilar, todos estos proyectos y todo este Pueblo de Dios que peregrina en Cerro Largo y Treinta y Tres, para que ella nos ayude a prestar atención a la Palabra de su Hijo y "hacer lo que Él nos diga".
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