sábado, 5 de septiembre de 2020

42a. Jornada Nacional de la Juventud - Comisión Nacional de P. Juvenil



Comisión Nacional de Pastoral Juvenil – CNPJ-CEU
42ª Jornada Nacional de Pastoral Juvenil
Domingo 6 de setiembre de 2020.

Saludo de Mons. Heriberto Bodeant, Obispo de Melo, presidente de la CNPJ

“Tenemos la esperanza de construir el mañana unidos”. Con ese lema, el domingo 9 de septiembre de 1979 se celebró por primera vez en Uruguay la Jornada Nacional de la Juventud, convocada y organizada por la Comisión Nacional de Pastoral Juvenil de la Conferencia Episcopal del Uruguay.
Cuarenta y un años han pasado, varias generaciones se han sucedido; los jóvenes de aquella primera hora son hoy abuelos de jóvenes de hoy. A lo largo de estos años, la jornada se siguió celebrando, de distintas formas, con el sello propio que cada generación le fue dando.

En este año estaba prevista su celebración en el mes de octubre, en el marco del Quinto Congreso Eucarístico Nacional. La pandemia determinó su suspensión. Volvimos a mirar a este primer domingo de setiembre, el día propio de la jornada, pero, por primera vez, sin contar con una alternativa preparada entre todos, esas cosas típicas de cada jornada: un lema, un tema, una canción, un afiche… En cada diócesis se vio lo que se podía o no hacer. Las realidades son diferentes. Algunos grupos de jóvenes mantuvieron sus vínculos y sus actividades en todas las formas posibles, incluso participando en las distintas formas de solidaridad que surgieron en este tiempo; otros entraron en un paréntesis, una espera, manteniendo el contacto; finalmente, algunos grupos se dispersaron, sin más.

En este día tan significativo, como Obispo presidente de la Comisión Nacional de Pastoral Juvenil, quiero hacer llegar mi saludo a todos los que hacen parte de esta pastoral: los jóvenes, animadores y asesores que participan en la vida de la Iglesia en grupos parroquiales y en diferentes movimientos, y compartir con ustedes una reflexión sobre este tiempo.

Cuando se nos desarman los planes, muchas veces quedamos desconcertados. Yo mismo he pensado en este año que “se me quemaron los papeles”. Sin embargo, como le recuerda san Pablo al joven Timoteo: “la Palabra de Dios no está encadenada” (2 Timoteo 2,9). La Palabra no queda oscurecida por los acontecimientos; al contrario, los ilumina. La Palabra del Padre es Jesús mismo, que nos dice “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8,12).

Bajo esa luz podemos buscar los desafíos de este tiempo:

- uno inmediato: vivir el presente. Descartar la actitud de espera, de pensar que esto es un paréntesis, que ya pasará y que todo será como antes. No sabemos cómo será después: sabemos cómo es este tiempo de hoy y en él tenemos que seguir viviendo y compartiendo nuestra fe.

- un desafío de siempre: presentar a Jesús. La Iglesia existe para evangelizar: “Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Noticia a toda la creación” (Marcos 16,15). En esa misión, nos lo recuerda el Concilio Vaticano II: “los jóvenes… deben convertirse en los primeros e inmediatos apóstoles de los jóvenes” (AA 12).

- un desafío más allá de la pandemia: asumir la responsabilidad de cuidarnos y cuidar de los demás, a ser vivida no solo bajo la forma pasiva del distanciamiento, sino también encontrando las formas de estar cerca y de ayudar de forma concreta, sobre todo, a los más vulnerables y a los que más sufren.

- un desafío nuestro: fortalecer la Pastoral Juvenil. Fortalecer nuestra vida de comunidad, como grupo juvenil, y su relación con la comunidad eclesial en la que estamos insertos. En la Comisión Nacional, superar el desconcierto y fortalecer nuestra comunión en la que cada diócesis participa con sus fortalezas y sus fragilidades, con sus penas y alegrías, pero siempre con la mirada en Jesús, nuestra Esperanza.

Que en la celebración, el encuentro y la reflexión, esta sea para cada uno de ustedes una buena jornada. Que el Señor los bendiga y nuestra Madre los cuide mucho.

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