domingo, 13 de septiembre de 2020

A seis meses de la declaración de emergencia sanitaria por la COVID-19



El 11 de marzo de este año, la Organización Mundial de la Salud, OMS, determinó en su evaluación que la COVID-19 puede caracterizarse como una pandemia. Dos días después, el viernes 13 de marzo, el Gobierno uruguayo declaró el estado de emergencia sanitaria en Uruguay. Si bien nuestro país ha ido pasando bastante bien este tiempo, varios otros, incluídos nuestros vecinos Argentina y Brasil han tenido que llorar numerosos muertos. Países europeos están conociendo rebrotes que indican que el tiempo de alerta no ha terminado. Las investigaciones para lograr una vacuna avanzan, pero necesitan su tiempo para obtener aquella que resulte eficaz y sin contraindicaciones.
Compartimos esta reflexión que fue escrita "a mitad de camino" de estos seis meses que hemos atravesado.

Sobre la COVID-19


He escuchado a muchas personas opinar sobre la COVID-19 (1) y he escuchado conceptos que no comparto y explico las razones.
Se dice que el virus es originado y contagiado por murciélagos (origen animal), que fue creado por los chinos, por los norteamericanos o algún otro, en laboratorios. … No importa su origen, eso se deja para los científicos que lo están estudiando y procurando un antídoto. Lo que realmente importa es que es un virus letal, peligroso, desconocido y sumamente contagioso. Si un ser querido nuestro lo contrae, lo que menos nos va a interesar es su origen, sino que ese amigo o familiar se salve.
Se compara la COVID-19 con otras enfermedades, como el ébola, la gripe, el SIDA y otras que aquejan a nuestro mundo, opinando que mueren muchos más por estas causas. También se dice que en accidentes y en grandes catástrofes naturales ha fallecido mucha más gente; que también las guerras y genocidios provocan que muchas más muertes. Probablemente esto sea así, pero las estadísticas marcan que ningún virus, ni enfermedad, ni catástrofe se expandiera tanto y trajera tantas consecuencias nefastas a todos los niveles y perjudicara en forma masiva a todo el mundo.

Por eso me hago las siguientes preguntas:
  • ¿Qué virus, qué enfermedad, que accidente o catástrofe natural, ha paralizado al mundo?
  • ¿Cuándo han visto ustedes que se cierren fronteras, centros turísticos, salones de fiestas, shoppings, etc., por un virus?
  • ¿Cuándo han visto cruceros de lujo, anclados en los puertos y convertidos en almacenaje de turistas ganados por el miedo y abandonados a su suerte?
  • ¿Cuándo han visto derrumbarse las economías mundiales, aún de las grandes potencias, como ha sucedido ahora?
  • ¿Cuándo ha sucedido que tengamos que aislarnos y distanciarnos por temor a un contagio?
  • ¿Cuándo se ha paralizado el fútbol, el deporte más popular masivo y millonario del mundo?
  • ¿Cuándo el arte, el teatro, el cine y los programas televisivos se han paralizado?
  • ¿Cuándo hemos visto colapsar los sistemas de salud, aún los de los países más desarrollados, cómo sucedió en esta pandemia?
  • ¿Cuándo se han visto cavar fosas comunes para enterrar muertos, porque no hay lugares en los cementerios?
  • ¿Cuándo las personas se confinaron en sus casas y las calles quedaron desiertas por un flagelo?
  • ¿Cuándo vimos al mundo entero quedar en silencio y unirse las naciones en pro de un bien común?
  • ¿Cuándo nos hemos sentido tan vulnerables, tan pequeños, tan indefensos como ahora?
  • ¿Cuándo la soberbia, el poder, la prepotencia, las diferencias raciales, étnicas y sociales se han visto tan inútiles y banales?

Entonces la conclusión es que este virus no tiene punto de comparación con nada de lo que ha vivido la humanidad hasta ahora.
Es un terrible flagelo, con un índice de contagio increíble y lo que más importa, es que no lo conocemos. Puede mutar, puede camuflarse, puede resurgir de sus cenizas con nuevos brotes, como está sucediendo en China y Alemania. Sabemos que puede matar a quienes tienen problemas de salud previos y lo contraen, especialmente a los mayores de 65 años. Pero también ha matado a jóvenes, niños y personas sanas, que no tienen complicaciones.
Siempre he pensado que el Coronavirus, tiene en sí mismo un significado muy acorde a lo que causa. Tiene forma de esfera, o sea, abarca al mundo entero. Está rodeado de cuernitos, y cada uno de ellos representa una crisis ¡Y vaya, que las ha causado de todo tipo y calibre!
Crisis económica: con todas sus consecuencias nefastas para los países.
Crisis Sanitaria: Con todas sus secuelas, algunas sumamente dolorosas y conflictivas.
Crisis Social: mostrando la precariedad, las carencias y falencias de las sociedades mundiales.
Crisis sicológicas y emocionales: con desenlaces y consecuencias imprevisibles y angustiantes.

Hasta que no surja una vacuna, un antídoto contra este virus, tenemos que cumplir con todos los protocolos que ha establecido el gobierno, los servicios sanitarios y los científicos. No podemos descuidarnos, no podemos relajarnos, como dice nuestro presidente, pues pende sobre nuestras cabezas una espada de Damocles. Tenemos que cuidarnos, para cuidar a los demás. Quedémonos en casa, aquellos que podemos hacerlo, para que los que tienen que trabajar puedan hacerlo sin el temor de que nuestra irresponsabilidad los perjudique. Debemos lavarnos las manos frecuentemente y usar tapabocas. Salir solamente por una necesidad y tomando todos los recaudos establecidos. Tomar conciencia de la gravedad de la situación y formar conciencia en los demás. De aquellos que dicen: “a mí no me va a pasar” están llenos los cementerios.
Si este virus se expandiera, con la poca población que tenemos, no va a ver una sola familia en el Uruguay que no llore la pérdida de un ser querido. Pensemos también que los que mueren de COVID-19, lo hacen en soledad, sin poder contar con el apoyo y la contención de su familia y amigos.
Esto desespera, no solamente al enfermo, sino a su entorno. Imagínense si el enfermo fuera un niño. No subestimemos al virus, no hay que ningunearlo, como se dice en la jerga Rioplatense. Si lo hacemos, corremos el riesgo de no mentalizarnos para enfrentarlo, para luchar contra él y así perderíamos la batalla. No hay que entrar en pánico, pero si tener los pies bien plantados en la realidad.
No podemos, tampoco, por nuestra irresponsabilidad, colocar sobre los hombros de nuestros médicos, el compromiso de decidir quien se salva o quién muere, pues eso pasaría si el sistema de salud colapsara, ya que no habría camas, ni respiradores, ni personal sanitario para atender a todos. Ya el personal de la salud ha demostrado que son héroes, a los que hemos aplaudido y agradecido en muchas ocasiones.     No hagamos entonces que se sientan villanos y terminen con secuelas emocionales que los afectarían para siempre.
Está en nosotros que mañana podamos volver a estar todos juntos, volver a abrazarnos, volver a disfrutar de paseos, fiestas, bailes… todo aquello que nos cause dicha y disfrute.

Hay un viejo dicho: “más vale prevenir que lamentar”.
Esta es la “nueva normalidad” a la que tendremos que acostumbrarnos hasta que surja la vacuna, y si Dios quiere, ésta aparecerá antes de lo previsto.
Esto no es para siempre, es una etapa más para la humanidad, quizás la más difícil y conflictiva, pero es eso: una etapa en nuestra vida, en nuestra historia… …
Tratemos cada uno de poner nuestro esfuerzo, nuestro sacrificio y nuestros renunciamientos para que nuestro Uruguay siga siendo ejemplo, no solo para América, sino para el mundo entero.
Somos un País bendecido y amado por Dios.

24 de junio de 2020.
Luz del Alba Da Silva 

(1) COVID-19 es un acrónimo de COrona VIrus Desease-19, es decir enfermedad (desease) producida por el Coronavirus 19. Por eso decimos la COVID-19 y el Coronavirus.

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