Amigas y amigos: comenzamos hoy la Semana Santa, en la que celebramos la Pascua de Cristo, siguiendo los pasos que lo llevan a su pasión, su muerte y su resurrección. Ese es el centro de nuestra fe: Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, dio su vida por nosotros en la cruz y el Padre lo resucitó. La resurrección confirma a Jesús como Cristo, es decir Mesías, Salvador. En Él tenemos nuestra salvación, nuestra reconciliación con Dios.
Los acontecimientos que vamos a celebrar a lo largo de la semana comienzan con la entrada de Jesús en Jerusalén. Leemos en el evangelio de Lucas:
Jesús, acompañado de sus discípulos, iba camino a Jerusalén.Hoy recordamos este acontecimiento con una procesión hasta la iglesia en la que se celebrará la Misa. Reunidos los fieles en el punto de partida, se bendicen los ramos de olivo o de palmera y se proclama el pasaje del evangelio cuyo comienzo acabamos de leer. A continuación, se inicia la procesión hasta el templo. Ya en la Misa, llegado el momento, se lee el relato de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, este año en la versión de san Lucas.
Cuando se acercó a Betfagé y Betania, al pie del monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, diciéndoles:
«Vayan al pueblo que está enfrente y, al entrar, encontrarán un asno atado, que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo …».
… llevaron el asno adonde estaba Jesús y, poniendo sobre él sus mantos, lo hicieron montar. Mientras él avanzaba, la gente extendía sus mantos sobre el camino. (Lucas 19,28-40)
El recuerdo de la entrada de Jesús y la lectura de la Pasión marcan el Domingo de Ramos.
El ingreso de Jesús a Jerusalén está narrado en los cuatro evangelios. Los relatos coinciden en lo esencial, pero cada evangelista le da su propio color, según el aspecto que quiera resaltar.
Las cuatro narraciones coinciden en que Jesús entró montado en un asno. Eso tiene una importancia simbólica. Quienes entraban a caballo a las ciudades eran los guerreros; entrar montado en un burrito es un anuncio de paz. Tanto Mateo como Juan hacen referencia a una antigua profecía:
“¡Grita de júbilo, hija de Jerusalén! Mira que tu Rey viene hacia ti; él es justo y victorioso, es humilde y está montado sobre un asno…” (Zacarías 9,9).Una segunda coincidencia es que Jesús es aclamado por la gente:
Bendito el que viene en nombre del SeñorDe distintas formas, en esas aclamaciones también se hace referencia a que Jesús viene como rey.
En Mateo, Marcos y Juan se repite la aclamación “¡Hosanna!” que viene del hebreo hôshia-nā הושיעה נא (hoshí aná) que se podría traducir como “sálvanos”, es decir, el ruego dirigido al salvador. En el canto de la multitud que recibe a Jesús Hosanna se hace expresión de alabanza y reconocimiento de Jesús como Mesías.
Ahora bien ¿quiénes son los que aclaman a Jesús? Según Mateo, Juan y Marcos se trata de la gente que ha salido al encuentro de Jesús y comienza a marchar con él.
En cambio, Lucas nos dice:
Todos los discípulos, llenos de alegría, comenzaron a alabar a Dios en alta voz, por todos los milagros que habían visto. Y decían: «¡Bendito sea el Rey que viene en nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!». (Lucas 19,28-40)Vamos a volver sobre esto. Pero antes, veamos lo de los ramos, que dan nombre a este domingo. Muchos tenemos la imagen de gente agitando ramas de olivos y palmeras.
Mateo, Marcos y Lucas nos dicen que la gente extendió sus mantos sobre el camino que iba a recorrer Jesús. Mateo y Marcos agregan que algunos cortaban ramas de los árboles para ponerlas también sobre el camino. Mateo, Marcos y Lucas mencionan que todo esto sucedía junto al monte de los Olivos, de lo que se deduce que las ramas son cortadas de esos árboles. Juan, en cambio, no habla ni del monte ni de los olivos, sino de hojas de palmera que lleva la gente que sale al encuentro de Jesús.
Estos gestos tienen el mismo sentido que las aclamaciones: reconocimiento de Jesús como Mesías.
Como decíamos antes, según Lucas son solo los discípulos quienes aclaman a Jesús. No tenemos que pensar únicamente en el grupo de los doce. Lucas dice “todos los discípulos”. Recordemos que en este evangelio muchas veces se menciona otros grupos de discípulos y también discípulas, como los setenta y dos (Lucas 10,1) y las mujeres que seguían a Jesús (Lucas 8,1-3). Ser discípulo es creer en Jesús como salvador, escuchar y vivir su palabra y participar de su misión. Los discípulos no pueden callar lo que han visto y oído:
Algunos fariseos que se encontraban entre la multitud le dijeron:Los otros evangelios, de alguna manera, nos hacen ver el contraste entre la multitud que aclama tan alegremente a Jesús que posiblemente sea, al menos en parte, la misma que el viernes santo gritará ante Pilatos “¡crucifícalo, crucifícalo!”. Así actúa el frágil corazón humano cuando se ilusiona vanamente sin ver en profundidad el misterio del Hijo de Dios.
«Maestro, reprende a tus discípulos».
Pero él respondió:
«Les aseguro que, si ellos callan, gritarán las piedras».
Lucas nos invita a tomar nuestra decisión frente a Jesús: seguirlo, de corazón como discípulos; participar en su misión; pasar con Él por la pasión y la cruz, para entrar con Él en la resurrección y la vida.
Vivamos esta Semana Santa que estamos iniciando, buscando crecer en nuestra unión con Jesucristo, Hijo de Dios, que nos amó y se entregó por cada uno de nosotros, cumpliendo su propia palabra: “nadie ama más que aquel que da la vida por sus amigos”.
Misa Crismal
El miércoles santo celebraremos la Misa Crismal en la catedral de Canelones. Es una Misa única en cada diócesis. En ella se bendicen los óleos o aceites que se utilizan con los catecúmenos y en la Unción de los enfermos y se consagra el santo Crisma, el óleo que se utiliza especialmente en la Confirmación y también en el bautismo y en la ordenación sacerdotal. Los sacerdotes y los diáconos renuevan las promesas hechas en el día de su ordenación.
Triduo Pascual
La Semana Santa tiene su punto más alto en el Triduo Pascual que se inicia el Jueves Santo con la celebración de la Cena del Señor en la que representamos el gesto de humildad y servicio de Jesús, que lavó los pies de sus discípulos.
Sigue el Viernes Santo de la Pasión del Señor, marcado por una celebración en hora próxima a la hora de la muerte de Jesús, en la que se lee la pasión según san Juan y se adora la Santa Cruz. Ese mismo día suele rezarse un Vía Crucis “callejero”.
El Sábado Santo es una jornada de silencio y meditación, unidos a la Soledad de María, preparando la celebración de la noche: la Vigilia Pascual. Es la celebración más importante del año. Las lecturas que recuerdan el desarrollo de la historia de la salvación, los signos de la luz y del agua son el marco para los sacramentos de la iniciación cristiana: bautismo, comunión, confirmación. Es una celebración extensa, a la que hay que ir con el corazón bien dispuesto, para salir animado y confortado.
El Domingo de Resurrección: después de la austeridad de la Cuaresma, el domingo de Pascua abre el tiempo pascual, tiempo festivo, que conduce hasta la solemnidad de Pentecostés.
Amigas y amigos: que el Señor les regale poder vivir una verdadera Semana Santa y los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.
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