viernes, 5 de agosto de 2022

Falleció el P. Manuel Guadilla, durante muchos años sacerdote en la Diócesis de Melo.

 

 

Bilbao, 2018.

Bilbao, 2012, con las Hermanas Trinitarias
para quienes celebraba Misa habitualmente.

Bilbao, 2012, con sus sobrinos.

Bilbao, 2018, grabando para Radio María Uruguay y COMUNIÓN

Bilbao, 2018, con algunos de los residentes del Hogar Sacerdotal

La noticia de su fallecimiento me llegó en el día de hoy por el P. Carmelo, un sacerdote que fue director de uno de los Hogares Sacerdotales donde el P. Manuel pasó sus últimos años, en la ciudad de Bilbao.

El P. Manuel fue ordenado sacerdote en 1951 y alcanzó a cumplir sus "Bodas de Titanio", es decir, 70 años. El aniversario fue celebrado en Bilbao el año pasado junto con distintos jubileos de otros sacerdotes, en la fiesta de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote.

Pasó por varias parroquias de la Diócesis de Melo, donde es recordado y querido por quienes lo conocieron. Estuvo en Tupambaé, El Salvador, Cerro Chato, el Carmen y fue también Vicario General y Ecónomo de la Diócesis.

El funeral se hará en Bilbao el próximo lunes 8.

Mensajes que nos van dejando:

Desde España
P. Carmelo.
Acabo de recibir un SMS del Obispado de Bilbao comunicándome el fallecimiento de D. José Manuel Guadilla. El funeral será este próximo lunes. Descanse en la paz de Cristo.
Desde Bilbao, 
P. José Luis Beltrán de Otalora (ex Director de la Residencia Sacerdotal)
Esta mañana ha fallecido José Manuel Guadilla. En general ha estado muy bien todo el tiempo, avanzando en edad, en bondad, con la sonrisa permanente. Pero en cuanto a su organismo, últimamente ya en silla de ruedas, y en poco tiempo con la necesidad de ser ingresado en el hospital en un par de ocasiones. En esta última, ha fallecido allí, en el hospital de Santa María, especializado sobre todo en vías respiratorias.
El funeral lo celebraremos el próximo lunes en el templo de San Vicente Mártir, al que pertenece esta residencia. Lo presidirá nuestro obispo Joseba Segura.
Nosotros hemos agradecido y orado por José Manuel desde esta mañana.
Roberto (Encargado del Hogar San Vicente): Rogamos una oración por su eterno descanso.

Desde Tupambaé
Washington Beltrán: ¡Qué bendición fue el haber recibido de parte de este cura toda su bendición y su enseñanza! Nos apoyó en estudios, deporte y a toda la comunidad de Tupambaé. Su lugarcito ya estaba reservado. Vida Eterna a Manuel.
Ricardo:  la comunidad de Tupambaé acongojada y agradecida por el servicio que brindó en ésta.
Lurdes: Que el señor le otorgue el descanso eterno. El cielo ganó un ángel y Hugo y sus papás, que se adelantaron, estarán muy felices.
 

Mano a mano con el P. Manuel Guadilla

El Padre Manuel Guadilla es un sacerdote español que estuvo 35 años en el Uruguay, casi todos ellos en la Diócesis de Melo, pasando por cuatro parroquias diferentes. Está actualmente en la ciudad de Bilbao, en el País Vasco español, en la residencia sacerdotal diocesana San Vicente, donde viven unos 40 sacerdotes, además de una madres y dos hermanas de tres de ellos, mujeres ya ancianas que acompañaron a sus familiares sacerdotes a lo largo de todo su ministerio.
Hasta allí llegó Mons. Heriberto. El P. José Luis, director de la residencia, le contó al Obispo que “José Manuel”, como le llaman en la casa, está muy bien: a pesar de su edad, es el único de los residentes que no toma ningún medicamento. La casa es muy agradable, con diferentes espacios donde estar. Celebran juntos la Misa antes del almuerzo, rezan completas después de la cena y en distintos momentos se encuentran en “El Txoco” (“el rincón”, en vasco) una buhardilla muy bien acondicionada donde juegan a las cartas o miran televisión, sobre todo cuando hay partido.
Este es el diálogo del Obispo con el P. Manuel. Todos los días el P. Manuel sale de la casa por la mañana y se va caminando -si no llueve- para celebrar la Misa en una residencia estudiantil de Religiosas Trinitarias.


- P. Manuel, Ud. llegó a Melo desde Tacuarembó, más o menos en 1963, 1964 ¿verdad?
- Sí. Yo llegué a Uruguay invitado por el obispo de Tacuarembó, que era Mons. Parteli. Estuve allí unos meses y coincidió con que en Tupambaé, en la diócesis de Melo, el cura que estaba allí se iba de vacaciones a España. Se ve que en una conversación entre Parteli y Cáceres decidieron que, ya que yo estaba sin destino en Tacuarembó, pues que fuera a Tupambaé a suplir la ausencia del párroco. Así hicimos y después resultó una permanencia que duró nueve años. Iba para unos meses, pero yo me sentí como de allá y nadie me reclamó ni nada, y yo dije pues, aquí nos quedamos y así fue la cosa.
- En Tupambaé había un matrimonio que apoyaba mucho a los sacerdotes.
- Sí, el matrimonio de Blanca y Luis que tenían un bar en la plaza, prácticamente el bar principal del pueblo. Tenían un hijo que la madre, que era muy ocurrente, llamaba “Pildorín”. Y ese Pildorín pues, tenía una inclinación hacia la Iglesia, hacia los curas y ése es el que ya antes de llegar yo había relacionado al cura que estaba antes, que era Antonio Petralanda, lo relacionó con su familia. Allí iba Petralanda a comer y demás y yo seguí la costumbre. Así viví nueve años apoyado no sólo en esta familia, sino también en las hermanas, porque había un colegio de hermanas que se portaron muy bien. Era una congregación religiosa uruguaya, que tenía la sede en Montevideo y tenían un colegito y siempre apoyaron a los curas en sus necesidades.
- Fueron nueve años en Tupambaé y de ahí a Treinta y Tres.
- Treinta y Tres, sí. Allí había un colegio que había empezado a construir un cura, con las mejores intenciones, para recoger a muchachos que estaban medio perdidos. Para eso buscó el apoyo de los alemanes de Miserior. Llegó un momento en que los alemanes dijeron “bueno, está bien, construimos el colegio, y después ¿cómo se sustenta?” Porque no está solo en construirlo y tener muchachos, después se tiene que sostener. Y ahí el Padre paró todo, ya no siguió adelante y es cuando Mons. Cáceres me dijo “venga ahí a Treinta y Tres y a ver si se puede hacer algo en ese edificio que está ahí a medio construir. Fui allí y conseguí un poco de dinero por allí, otro poco en otra parte y también con los alemanes, porque allí no se hacía nada sin ayuda de ellos.
- Entonces ese colegio, que en principio iba a ser un pensionado estudiantil, se transformó en la parroquia del Salvador.
- Sí, y como tenía muchas habitaciones, fue también un lugar para hacer reuniones de los curas y de otros grupos. Tuvo ese servicio de ser una casa de acogida para reuniones, Ejercicios Espirituales y también para una comunidad de religiosas, porque allí había un lugar acomodado para que viviera una comunidad religiosa, que fueron las Carmelitas de Vedruna, que estuvieron allá muchos años. Trabajaron muy bien, en armonía conmigo y con el otro cura que estaba conmigo, el irlandés Danny. Así se puso en marcha una cosa que estaba allí sin saber qué hacer con ella. Y sirvió, sí.
- Así que primero Tupambaé, después el Salvador en Treinta y Tres y de ahí a Cerro Chato.
- En Cerro Chato no había párroco y yo le dije al Obispo “me voy a Cerro Chato” para llenar el lugar. Ahí en Treinta y Tres estaba Danny y se quedó de párroco y yo me fui a Cerro Chato. En Cerro Chato mi salud se quebró; tuve un problema grave de salud y eso hizo también que mi permanencia fuera inestable. Por eso el Obispo dijo que tal como estaba yo, muy mal, no podía estar en un pueblo como Cerro Chato y me llevó a Melo, a la Iglesia del Carmen. Allí estuve unos años también, no sé… tres o cuatro y después ya me vine para España y así quedó la cosa.
- Y ahora, ¿con cuántos años?
- Ahora tengo noventa años y se notan… ¡se notan! (se ríe) pero vamos tirando, porque lo fundamental que es lo básico de la salud todavía me aguanta. No tengo graves problemas de salud y aunque se notan los años, poco a poco hago lo que tengo que hacer.
- ¿Algún recuerdo especial de Mons. Roberto Cáceres?
- Conociendo a Mons. Cáceres, se sabe cómo es: acogedor, muy abierto, muy dispuesto a ayudar a los sacerdotes… nos entendimos muy bien. Yo estaba muy contento de como me recibió en la diócesis. Además me nombró Vicario General. Estuve 14 años de Vicario General con él y, cosa más rara todavía, de ecónomo… yo no entendía nada de ecónomo, pero lo único que hacía falta era ser un poco ordenado… después la cosa marchaba por sí sola. Mons. Cáceres me aceptó muy bien y me entendí bien con él. Cuando llegó Mons. Cotugno yo estaba mal de salud, con una operación por cáncer, una cadera maltrecha y dije “bueno, esto ya no da más” y fue ahí que decidí venir para España quedarme aquí.
- Un saludo final para la diócesis, especialmente para las cuatro comunidades por las que ha pasado.
- Que sigan adelante por el camino de la fe, por la doctrina justa, la doctrina que anima a vivir con todo el espíritu, para que nuestra vida tenga un sentido como tiene que tener: un sentido espiritual, un sentido de vida eterna, para vivir como Dios quiere que vivamos.

(Publicado en COMUNIÓN de la Diócesis de Melo, No. 1479, marzo de 2018)

1 comentario:

Jaume pubill dijo...

Que descanse en paz. Era un hombre bueno y un buen sacerdote. Estando en Bilbao lo pudimos visitar un par o tres de veces.