1. La dignidad de la persona humana
La dignidad de la persona se fundamenta en el mismo hecho de pertenecer a la especia "humana". La vida de cada persona es bella, única, irrepetive e insustituible. Además, es limitada; la acompañan diversos sufrimientos y también la muerte.
Necesitamos un Uruguay que acoja, proteja, promueva y acompañe a cada persona en toda su existencia, incluida la etapa final de su vida terrena, a través de la fundamental ayuda de la familia, la medicina paliativa y la genuina experiencia religiosa.
2. La medicina paliativa
Valoramos enormemente la forma de accionar de la Medicina Paliativa. Lo propio de ella es cuidar, aliviar y consolar, humanizando el proceso de la muerte de forma profesional, afectuosa y cercana.
3. La sedación paliativa
La sedación paliativa es una indicación médica científica y éticamente correcta, que se plantea cuando los pacientes padecen síntomas refractarios que lo provocan un sufrimiento intolerable. Exige un control clínico permanente del efecto buscado y requiere para su inicio el consentimiento explícito o implícito del paciente o, en caso de incapacidad, delegado en un familiar directo. Los cuidados básicos (alimentación, hidratación, aseo, cambios posturales) deben continuarse y ser periódicamente evaluados.
4. La obstinación terapéutica
No es éticamente aceptable la obstinación terapéutica, que consiste en querer prolongar la vida del paciente a toda costa, sabiendo que no se proporciona un beneficio al paciente. La aplicación de procedimientos diagnósticos y terapéuticos desproporcionados solo sirve para prolongar inútilmente la agonía.
5. La eutanasia activa
Tampoco es éticamente aceptable causar la muerte de un enfermo. Tal como se establece en la Asociación Médica Mundial y en el Código de Ética Médica (Ley uruguaya 19.286, de 2014) en su artículo 46, la eutanasia activa, entendida como
"la acción u omisión que acelera o causa la muerte de un paciente, es contraria a la ética de la profesión"
El médico nunca debería ser partícipe de una conducta que cause activamente la muerte de otro ser humano. Matar al enfermo no es ético, ni siquiera para evitarle el dolor y el sufrimiento, aunque él lo pida expresamente (sí la "sedación paliativa" como se mencionó previamente). Ni el paciente, ni el personal sanitario, ni los familiares tienen la facultad de decidir o provocar la muerte de una persona. En última instancia, esa acción constituye un género de homicidio llevado a cabo en contexto clínico.
6. El apoyo a las leyes que prevengan y desestimulen la eutanasia y el suicidio asistido
Nuestra sociedad necesita apoyar las leyes que prevengan y desestimulen la eutanasia y el suicidio asistido. Valoramos las leyes que han permitido el acceso universal a programas de salud mental, a la medicina paliativa y al sistema nacional de cuidados; pero aún es preciso desarrollar programas que faciliten su cumplimiento y la accesibillidad real a toda la población.
7. El valor absoluto de la vida humana
Jurídicamente, un proyecto en favor de la eutanasia y el suicidio médicamente asistido, implica cambiar el valor absoluto de la vida humana y su carácter de derecho humano fundamental, indisponible e irrenunciable, contra la Constitución y los Derechos Humanos.
8. El uso de términos equívocos induce a error
Se induce a error y se abre la puerta a una cadena de violaciones de la dignidad de la persona humana cuando se pretende legalizar la eutanasia y la asistencia al suicidio, mediante el uso de términos genéricos, tales como "sufrimientos insoportables" y cuando se los quiere justificar con conceptos vagos como "autonomía absoluta", "vida indigna de ser vivida" y "muerte digna". Ninguno de estos términos tienen interpretaciones claras y unívocas. La experiencia en otros países demuestra que terminan dando lugar a diversos abusos.
9. La luz de la Vida Eterna
En las enfermedades graves y, más aún, cuando probablemente se acerca la muerte, las personas se encuentran por lo general especialmente necesitadas y deseosas de múltiples apoyos, así como de asistencia religiosa.
Se trata de un hecho coherente con la naturaleza espiritual del ser humano, constatado a nivel sociológico. La Iglesia, servidora de la humanidad, quiere ofrecer la luz de la vida eterna que emana de Cristo muerto y resucitado, capaz de llenar de amor, misericordia y esperanza las situaciones más complejas y, en muchas ocasiones, dolorosas de la existencia humana.
Solo así podremos llegar con paz y dignidad a expresar en el momento final sentimientos confiados y palabras similares a aquellas de Jesucristo en su agonía:
"En tus manos, Padre, encomiendo mi espíritu" (Lucas 23,46)
Como obispos del Uruguay hemos querido hacer nuestro aporte en esta importante problemática moral. Invocamos la protección del Altísimo para que ilumine a los represantes del Pueblo a fin de que legislen a la luz de la dignidad de la persona y los Derechos Humanos. Del mismo modo pedimos a Dios que oriente y fortalezca al personal de la salud a las comunidades cristianas y a las familias, para que cuiden y respeten el valor incondicional de las personas que se acercan al final de la vida.
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