Amigas y amigos, un saludo desde la provincia de Verona, en una población que se llama Rosaro. Aquí estoy visitando a sacerdotes amigos que estuvieron en Uruguay, en la Diócesis de Salto y que, ya como párrocos eméritos, decidieron venir a este lugar de montaña y formar una pequeña comunidad a la que han llamado la Ascensión, porque, como dicen ellos: “A pesar de los límites y las fragilidades, si nuestra vida está guiada por la escucha de la Palabra de Dios y el deseo de una entrega total de sí mismo, se hace una continua ascensión”.
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El domingo pasado el evangelio de Marcos nos traía la primera parte de “un día en la vida de Jesús”. Vimos al Maestro predicando con autoridad en la sinagoga y, con una autoridad aún más llamativa, liberar a un hombre que estaba poseído por un demonio impuro.
Ahora encontramos a Jesús en un ámbito doméstico: la casa de Pedro y Andrés.
Jesús salió de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. (Marcos 1,29-39)
Jesús se mueve con los cuatro primeros discípulos, dos pares de hermanos, pescadores. Todavía no ha completado el grupo de los Doce. Esta visita parece un momento de descanso. A veces nos olvidamos de que Jesús es verdaderamente hombre, verdaderamente humano: necesita descansar. También tenemos que pensar que lo vivido en la mañana, con la predicación y la expulsión del demonio, ha sido intenso. Pero en la casa se verá llamado a seguir actuando:
La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron de inmediato. Él se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar. Entonces ella no tuvo más fiebre y se puso a servirlos. (Marcos 1,29-39)
“Levantarse y servir”. Así puede sintetizarse este pasaje del evangelio; pero no hay que olvidar que es Jesús quien hace posible que esta mujer se levante. Tampoco tenemos que entender este relato como una cuestión física. El amor de Jesús está presente en todo lo que realiza: cuando predica, cuando libera al endemoniado, cuando toma de la mano a la suegra de Pedro y la hace levantar. El amor de Jesús sigue siendo para nosotros la fuerza que puede sanar y levantar nuestro corazón herido. La suegra de Pedro responde al amor que la sana y se levanta para servir, para atender a las visitas.
Poco tiempo dura este momento hogareño:
Al atardecer, después de ponerse el sol, le llevaron a todos los enfermos y endemoniados, y la ciudad entera se reunió delante de la puerta. Jesús curó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y expulsó a muchos demonios; pero a estos no los dejaba hablar, porque sabían quién era Él. (Marcos 1,29-39)
Al ponerse el sol termina el sábado, el día de descanso y comienza el primer día de la semana, día de trabajo, de actividad. Ese día no es todavía el domingo “el día del Señor”.
La gente sale de su casa, camina, lleva a sus enfermos ante Jesús.
Impresiona mucho ese desfile de gente: “todos los enfermos y endemoniados”; “la ciudad entera”. Cafarnaúm no era una gran ciudad, pero allí fue todo el mundo. Todos querían ver a Jesús… El Maestro dedica tiempo a los enfermos y endemoniados. ¿Cuándo tendrá tiempo para él?
En esta jornada extendida, también aparecerá ese momento y, con él, una decisión.
Por la mañana, antes que amaneciera, Jesús se levantó, salió y fue a un lugar desierto; allí estuvo orando.Simón salió a buscarlo con sus compañeros, y cuando lo encontraron, le dijeron: «Todos te andan buscando».Él les respondió: «Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido». (Marcos 1,29-39)
Jesús sabe buscar su momento para encontrarse con el Padre. Se aleja del ruido y de la multitud, busca la soledad, donde es posible escuchar. El evangelio nos dice simplemente que “estuvo orando”. Nada dice del contenido, pero eso puede deducirse de la decisión: “vayamos a otra parte, a predicar…”.
Jesús ha venido a realizar la voluntad del Padre: traer a la humanidad un mensaje de amor, de misericordia, de salvación. Eso está siempre presente en la prédica y en el actuar de Jesús; pero ¿cómo se vive eso en cada momento? ¿Cómo se vive concretamente cada día? El encuentro con el Padre en la oración es lo que ayuda a Jesús a discernir y a buscar, dentro de esa voluntad que ya conoce y que orienta su vida, la forma concreta de responder cada día. ¡Cuánto más necesitamos nosotros hacer lo mismo! Aunque al terminar la jornada podamos decir -y no siempre es así, lamentablemente- “he hecho muchas cosas buenas a lo largo del día”, igualmente cabe la pregunta: pero ¿hice lo que realmente tenía que hacer?
Eso es lo que está buscando continuamente Jesús. Por eso, “orar y salir” es la síntesis para la última parte de este pasaje de evangelio. La oración le muestra con claridad a Jesús por dónde debe seguir y por eso dejará la comodidad de Cafarnaúm para continuar su misión. Muchas veces se repetirá, en otros lugares, la escena de la sinagoga de Cafarnaúm.
Y fue predicando en las sinagogas de toda la Galilea y expulsando demonios.(Marcos 1,29-39)
El evangelio de hoy es una invitación a cada una de nuestras comunidades. Orar, para que el Señor nos levante con su mano y nos dé las fuerzas y la unidad para anunciar el Evangelio y servir a nuestros hermanos más necesitados.
Nuestra Señora de Lourdes
El próximo domingo es 11 de febrero, fiesta de Nuestra Señora de Lourdes, aunque la liturgia señala que corresponde celebrar la Misa del domingo. Será fiesta especialmente en nuestro Santuario del paraje Echeverría, junto al monasterio de las Clarisas Capuchinas y en la parroquia Cristo Obrero y Nuestra Señora de Lourdes, en Estación Atlántida, que celebra ese día su fiesta patronal. También están de fiesta varias capillas dedicadas a esta querida advocación.
Amigas y amigos: gracias por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.
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