Sábado 14 de septiembre de 2024.
Reflexión: Papa Francisco, 14 de septiembre de 2014
Viernes XXIII durante el año.
Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 9, 16-19. 22b-27
Hermanos:
Si anuncio el Evangelio, no lo hago para gloriarme: al contrario, es para mí una necesidad imperiosa. ¡Ay de mí si no predicara el Evangelio! Si yo realizara esta tarea por iniciativa propia, merecería ser recompensado, pero si lo hago por necesidad, quiere decir que se me ha confiado una misión. ¿Cuál es entonces mi recompensa? Predicar gratuitamente el Evangelio, renunciando al derecho que esa Buena Noticia me confiere.
En efecto, siendo libre, me hice esclavo de todos, para ganar al mayor número posible. Me hice todo para todos, para ganar por lo menos a algunos, a cualquier precio. Y todo esto, por amor al Evangelio, a fin de poder participar de sus bienes.
¿No saben que en el estadio todos corren, pero uno solo gana el premio? Corran, entonces, de manera que lo ganen. Los atletas se privan de todo, y lo hacen para obtener una corona que se marchita; nosotros, en cambio, por una corona incorruptible. Así, yo corro, pero no sin saber adonde; peleo, no como el que da golpes en el aire. Al contrario, castigo mi cuerpo y lo tengo sometido, no sea que, después de haber predicado a los demás, yo mismo quede descalificado.
Palabra de Dios.
¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Hoy, en el evangelio, escuchamos una de las palabras más fuertes que nos han quedado de Jesús. Algunos, incluso, las recuerdan en latín: “vade retro”; aunque, en realidad, como veremos, la expresión completa es “vade retro me”.
Pero ¿A quién le está hablando Jesús? ¿Por qué le dice eso? Vamos a verlo.
Jesús se había llevado a sus discípulos a un lugar apartado, fuera, incluso, de su tierra: la región de Cesarea de Filipo.
Allí les hizo una especie de examen sobre lo que ellos habían aprendido. No les preguntó acerca de sus enseñanzas o de sus milagros, sino qué era lo que tanto la gente como sus discípulos veían en Él.
“¿Quién dice la gente que soy yo?” (Marcos 8,27)
“Y ustedes ¿Quién dicen que soy yo?” (Marcos 8,29a)
La respuesta de los discípulos la dio Pedro:
“Tú eres el Mesías” (Marcos 8,29b)
Comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar después de tres días; y les hablaba de esto con toda claridad. (Marcos 8,31)
Este anuncio de sufrimiento y muerte, totalmente inesperado y sorprendente, aunque también hablaba de resurrección, provocó la reacción de Pedro:
Pedro, llevándolo aparte, comenzó a reprenderlo. (Marcos 8,32b)
Y es esa reacción lo que generó las palabras con las que iniciamos esta reflexión:
¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! (Marcos 8,33)
En latín: “vade retro me, Sátana”
En griego: Ὕπαγε ὀπίσω μου, Σατανᾶ (ipaié opiso mu Sataná)
A ninguno de nosotros nos gustaría que nos llamaran “Satanás”. Satanás es la presencia del mal en el mundo, el enemigo del género humano… pero, al llamar “Satanás” a Pedro, Jesús está tomando un aspecto del maligno, el de tentador, que Jesús mismo experimentó.
Tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres. (Marcos 8,33)
“Síganme” Δεῦτε ὀπίσω μου (Marcos 1,17) (deute opiso mu)
Ponte detrás de mí, le dice Jesús a Pedro, porque ése es tu lugar, el lugar del discípulo que sigue al Maestro; no el de quien se pone delante, cortándole el camino o, peor, pretendiendo guiarlo, sin conocer la meta verdadera.
Hasta aquí la corrección a Pedro, de la que ya podríamos sacar conclusiones para nuestra vida, si queremos seguir a Jesús. Pero Jesús va a ser mucho más explícito, indicando con claridad lo que significa seguirlo:
«El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará» (Marcos 8,34-35)
Tomar la propia cruz, porque cada uno tiene la suya, para acompañar a Jesús en su camino. El camino de Jesús no es fácil, no es cómodo. No es el camino del éxito ni de la gloria del mundo, la gloria que pasa. Es el camino que lleva a la verdadera libertad, la que da su sí al amor de Dios, al proyecto de Dios para nuestra vida.
Jesús nos llama a perder la vida por Él, por el Evangelio, para recibirla renovada y realizada. Es el camino que lleva a la resurrección, a la vida plena y definitiva con Dios.
Para seguir ese camino, nos ponemos detrás de Jesús: nos dejamos guiar por su Palabra, leída, meditada y practicada personalmente y con la Iglesia, en comunidad. Buscamos a Jesús presente en los sacramentos, de manera que Él mismo nos alimente y fortalezca, para que podamos caminar detrás de Él.
Más de mil ochocientos jóvenes participaron en la cuadragésimo quinta Jornada Nacional de la Juventud que se realizó el pasado fin de semana en Pando, con el lema “Jesús, esperanza que nos transforma”.
Gracias, amigas y amigos. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Jesús, esperanza. Nuestra esperanza tiene un nombre. Nuestra esperanza es alguien. Nuestra esperanza es una persona. Nuestra esperanza es Jesús, Jesucristo, Hijo de Dios. Verdadero Dios y verdadero hombre, que acampó entre nosotros. Anoche, nomás, acampó con nosotros. Y se vino caminando hasta acá con nosotros: “no caminé solo al llegar aquí” (2).
Es la subida de toda la humanidad hacia Dios. Él nos hace posible el esfuerzo y los trabajos para ir pasando de condiciones menos humanas a condiciones cada vez más humanas; remontándonos desde las carencias materiales de los que no tienen lo necesario para vivir y las carencias morales de quienes están mancados por el egoísmo… remontarnos desde allí hasta alcanzar las condiciones de una vida digna y el reconocimiento de los valores y el reconocimiento de Dios, que es la fuente y el fin de todos ellos, de todos los valores… Dios, manifestado en Jesús muerto y resucitado por nosotros (4).
Quien tiene fe no se desentiende de los que se han quedado solos. Al contrario, los llamamos, los invitamos a caminar con nosotros. Más aún, a veces caminamos más despacio, si es necesario, para que nadie quede atrás.
Decíamos al principio que llegábamos a la Eucaristía como culmen de nuestra JNJ, como punto más alto. Eso se va a dar en instantes, cuando Jesús se haga presente en el Pan y el Vino, para alimentarnos, para darnos fuerzas, no solo para el camino de regreso a casa, que muchos lo tienen largo, sino para el camino de la vida.
Pero la Eucaristía no es solo cumbre: también es fuente. De ella sale el agua viva, el Espíritu Santo que Jesús prometió, derramándose en nuestros corazones, llenándolos de fortaleza y esperanza. Y eso es lo que nos tenemos que llevar. Y eso es lo que tenemos que compartir. Fortaleza, esperanza, alegría.
No podemos guardarnos la esperanza, porque la esperanza es para todos, para compartirla entre todos. Mucha gente vive sin esperanza. Muchos jóvenes viven sin esperanza… muchos sonríen, incluso se ríen, pero lloran por dentro, porque están pobres de esperanza. No nos dejemos contagiar por la apatía, por la indiferencia, por el bajón, por el “hacé la tuya”. Compartir la alegría, compartir la esperanza.
La esperanza crece con la oración: orando con la Palabra de Dios, orando ante Jesús en el Santísimo Sacramento, orando con María en el Rosario.
La esperanza crece cuando se vive, cuando marca mis decisiones, mis acciones, hasta mis mensajes en las redes.
La esperanza crece cuando se comparte la alegría de Cristo Resucitado.
______
“Jesús, esperanza que nos transforma” es el lema con el cual ha sido convocada la cuadragésima quinta jornada nacional de Pastoral Juvenil que se celebra este sábado y domingo en la ciudad de Pando, en nuestra diócesis de Canelones.
Desde todo el Uruguay esperamos a jóvenes de parroquias, movimientos juveniles y colegios, previamente inscriptos, dispuestos a vivir una intensa experiencia de encuentro entre ellos y con Jesús, que es quién nos llama y reúne.
Ese llamado de Jesús está especialmente presente en esta jornada, ya que se celebra en el marco del Año Vocacional nacional, que tiene por lema “ánimo, levántate, Él te llama”. El sábado de noche una “feria vocacional” será la forma de presentar, de manera dinámica, muchas de las diferentes vocaciones que se dan hoy en la Iglesia, especialmente en la vida consagrada y en el sacerdocio.
“Jesús, esperanza que nos transforma”, hace referencia al próximo año jubilar 2025, “Peregrinos en esperanza”. El lema de los jóvenes invita no solo a contemplar a Jesús, sino a dejarnos transformar por Él, por su Palabra. A vivir, como dice el Papa Francisco, “un encuentro vivo y personal con el Señor Jesús, puerta de salvación” al que tenemos “la misión de anunciar siempre, en todas partes y a todos como «nuestra esperanza»”. (Bula de convocación del Jubileo 2025, 1)
La jornada comienza el sábado por la mañana, con la llegada y organización del campamento. En la tarde, los jóvenes saldrán en grupos para distribuirse en distintas actividades de formación y servicio. Al regreso, encontrarán la feria vocacional, seguida de una vigilia de música y oración ante el Santísimo Sacramento, con la posibilidad, también, de celebrar la Reconciliación.
El domingo por la mañana, luego de desarmar el campamento, los participantes saldrán en procesión hasta la plaza de Pando, donde a las 11 horas se celebrará la Misa, punto culminante de la jornada, frente a la iglesia parroquial de la Inmaculada Concepción. Luego de la celebración Eucarística, habrá un cierre musical.
Al decir jornada 45, estamos hablando, exactamente, de 45 años. Esa cuenta no cerraría si no fuera porque en uno de los años de pandemia, el número se descontinuó: si no hubiera sido así, serían, sí, 45 años pero esta sería la jornada número 46.
La primera jornada fue, entonces, el domingo 9 de septiembre de 1979, en Montevideo, con el lema “Tenemos la esperanza de construir el mañana unidos”. Jóvenes de todas las diócesis del Uruguay se hicieron presentes.
En los primeros años se fue configurando un estilo de armado de la jornada: su tema y lema, su canción y afiche, su contenido, su mismo desarrollo, se fue haciendo con la participación de los jóvenes integrantes de Pastoral Juvenil, representados en la Comisión Nacional por delegados y asesores de cada diócesis.
En el 79 yo era el joven delegado de la Diócesis de Salto y me tocó trabajar en la preparación de la primera jornada, aunque luego no pude estar. Estuve por primera vez en la siguiente, que fue también en Montevideo. Después participé en muchas otras, en distintos lugares del interior. Pude ver cómo cada generación juvenil recibió esa tradición que se fue conformando, pero, al mismo tiempo, haciéndola suya, celebrándola con su propia impronta.
Las primeras jornadas fueron de “concentración única”, como esta de Pando; pero, con el tiempo, se fueron alternando las celebraciones en un único lugar con concentraciones en cada diócesis o simplemente en parroquias o zonas pastorales.
En el caminar de esos años hay muchos nombres. Cada generación tiene los suyos. Yo no puedo dejar de recordar al sacerdote salesiano Horacio Penengo y a Beatriz Brites, ya fallecidos. Pero todavía tenemos al P. Jorge Techera, que hace poco celebró nada menos que sus 60 años de entrega sacerdotal y que estuvo en el comienzo mismo de todo esto.
Hubo una época muy marcada por la presencia de Mons. Carlos Alberto Nicolini, quien falleció en 1988, con solo 47 años, siendo obispo coadjutor de Salto. Mons. Nicolini, “el Nico”, como le decían cariñosamente los jóvenes, “el obispo de los jóvenes” acompañó y animó la Pastoral juvenil nacional y la diocesana de Salto. En una de aquellas jornadas, él quiso regalar a los jóvenes “las bienaventuranzas de la Civilización del Amor” que me gustaría compartir hoy con ustedes, como una manera de celebrar su memoria en el marco de esta jornada.
Felices los que han hecho la opción por los pobres, porque conocerán el Amor que Dios les tiene y vivirán como hermanos e hijos de un mismo Padre.
Felices los que están abiertos a “lo nuevo”, porque sabrán ver entre los signos de la muerte y los signos de vida la luz del horizonte de la esperanza que nos convoca.
Felices los que saben entregar sus vidas, porque, aun cuando mueran sin comprender el por qué, sabrán que la verdad y la justicia están por llegar.
Felices los que saben confiar y esperar, porque ustedes harán la Civilización del Amor, fructificarán la esperanza y serán llamados hijos de Dios.
Felices los que sufren incomprensión y son perseguidos por practicar la justicia, porque si el grano de trigo, sembrado en tierra no muere, no da fruto; a ustedes pertenece el Reino de los Cielos.
Felices ustedes cuando sean perseguidos e insultados a causa del Evangelio de Jesucristo. No se pongan tristes; alégrense por que el mismo Hijo de Dios los hará presentes ante su Padre, que está en los cielos.
Felices ustedes, jóvenes, porque se han abierto a la Palabra de Dios, la ponen en común y la quieren sembrar en una Nueva Sociedad, porque en esta nueva encarnación, Dios es “Dios con nosotros”, que vive en medio de su Pueblo.
La jornada es juvenil, pero toda la comunidad acompaña a los jóvenes. Muchos adultos están allí como asesores, guías o voluntarios en los distintos servicios. Muchos han rezado y siguen haciéndolo para que estos días no queden solamente en un bonito encuentro, sino que en un acontecimiento que marque la vida y la fe de todos los participantes.
Esperamos, para todos ellos y para todos nosotros, que el encuentro vivo, personal y comunitario con Cristo transforme los temores en confianza, los desalientos en serenidad, las dudas en certeza: en fin, que reencienda y avive nuestra esperanza. La esperanza que se funda “en el amor que brota del Corazón de Jesús traspasado en la cruz” y que, por eso, como dice san Pablo, “nunca quedará defraudada” (Cf. Romanos 5,1-5).
En este domingo 8, el obispo auxiliar emérito de Canelones, Mons. Hermes Garín, está celebrando los 22 años de su ordenación episcopal. Recordemos que el 8 de septiembre se celebra la Natividad de la Virgen María, aunque no en este año, por ser domingo.
El viernes 13 recordamos a San Juan Crisóstomo, obispo y doctor de la Iglesia
Y el sábado 14, la exaltación de la Santa Cruz, normalmente seguida el 15 por la Virgen de los Dolores, pero, nuevamente, esa memoria coincide con el domingo, que tiene la preferencia.
Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.
Hubo una época de la Pastoral Juvenil en Uruguay muy marcada por la presencia de Mons. Carlos Alberto Nicolini, quien falleció en 1988, con solo 47 años, siendo obispo coadjutor de Salto.
Mons. Nicolini, “el Nico”, como le decían cariñosamente los jóvenes, “el obispo de los jóvenes” acompañó y animó la Pastoral juvenil nacional y la diocesana de Salto.
En una de aquellas jornadas, él quiso regalar a los jóvenes estas "Bienaventuranzas de la Civilización del Amor” que hoy compartimos con ustedes.
Bendiciones.
+ Heriberto
Agnes Gonxha (1) Bojaxhiu, la futura Madre Teresa de Calcuta, nació en Skopie (actualmente capital de Macedonia del Norte) el 26 de agosto de 1910 y fue bautizada al día siguiente.
Fue la menor de cinco hijos, dos de los cuales murieron con corta edad. Los padres de Gonxha, Nikola y Drana Bojaxhiu, albaneses católicos, dieron a sus hijos un hogar lleno de amor. La muerte súbita del padre, en 1918, fue un duro golpe al bienestar y la seguridad familiar.
A los doce años, Gonxha experimentó un fuerte llamado a la misión y el servicio entre los pobres y solicitó ingresar al Instituto de la Bienaventurada Virgen María (Hermanas de Loreto) en Irlanda, con la intención de ir a India, donde las Hermanas tenían una importante presencia misionera e, inclusive, un noviciado. Gonxha dejó su hogar en septiembre de 1928. Al llegar a la abadía de Rathfarnham, donde estudiaría inglés, recibió el nombre de Hermana Teresa.
En diciembre de 1928 partió rumbo a India. Llegó a Calcuta el 6 de enero de 1929. Después de dos años de noviciado en Darjeeling, la Hermana Teresa hizo sus primeros votos en mayo de 1931. Fue destinada a la comunidad de Loreto en el barrio de Entally, en Calcuta y enseñó en la escuela Saint Mary de enseñanza media.
En mayo de 1937 la Hermana Teresa hizo su profesión perpetua como Hermana de Loreto y a partir de allí pasó a ser llamada Madre Teresa. Retomó sus tareas en la Escuela Saint Mary y en 1944 asumió la dirección. Pronto fue notable su caridad, su humildad, su valor, su capacidad para el trabajo duro, así como un natural talento para la organización y un espíritu alegre. Físicamente frágil, no disfrutó de buena salud en esos años.
El 10 de septiembre de 1946, en camino a Darjeeling para su retiro anual, la Madre Teresa recibió lo que ella llamaría “el llamado dentro del llamado” (2). En el curso de los meses siguientes, ella sintió en su interior que Jesús le pedía establecer una comunidad religiosa dedicada al servicio de los más pobres entre los pobres. Ella expuso esa inspiración al escrutinio de su director espiritual y al discernimiento del arzobispo de Calcuta, Mons. Ferdinand Périer SJ. Después de mucha oración y reflexión, ambos le permitieron dar ese nuevo paso.
En agosto de 1948 Madre Teresa salió del convento de Loreto y de Entally para recibir una formación intensiva en cuidados de salud con las Hermanas Misioneras Médicas (3) en Patna.
De regreso en Calcuta en diciembre de ese año, se alojó con las Hermanitas de los Pobres y comenzó a trabajar en las periferias, visitando enfermos, reuniendo e instruyendo a pequeños niños de la calle y, poco a poco, abriendo su primera escuela y dispensario en los asentamientos de Motijhil.
Los desafíos y sufrimientos de aquellos primeros tiempos fueron realmente grandes, pero ella perseveró en seguir el llamado de Dios. Dios premió sus grandes sacrificios con vocaciones, benefactores y una misión floreciente. El 7 de octubre de 1950, la nueva congregación de las Misioneras de la Caridad fue erigida oficialmente como instituto religioso en la arquidiócesis de Calcuta.
Para ponerse al servicio de las diversas formas de pobreza que ella fue encontrando a medida que la misión se fue expandiendo, además de las Misioneras de la Caridad, la Madre Teresa comenzó en 1963 la fundación de los Hermanos Misioneros de la Caridad y en los últimos años las ramas contemplativas (Hermanas y Hermanos) y la rama de sacerdotes. Desde el comienzo de su misión entre los pobres, un gran número de fieles laicos compartieron su obra y en su momento se unieron en una asociación internacional e interreligiosa conocida como “The Co-workers of Mother Teresa” (4).
A pesar de su edad y de los crecientes problemas de salud, Madre Teresa viajó a través del mundo sirviendo a los más pobres y a las personas afectadas por desastres, abriendo nuevas casas donde aparecían las necesidades. También fue invitada a hablar en innumerables reuniones públicas.
El 5 de septiembre de 1997, Madre Teresa murió en la Casa Madre de las Misioneras de la Caridad en Calcuta. Su cuerpo fue transferido a la Iglesia de Santo Tomás, cerca del convento de Loreto donde ella había llegado por primera vez sesenta y nueve años antes. Cientos de miles de personas de todas clases y religiones, de India y del extranjero, le presentaron su homenaje. El 13 de septiembre, después de pasar en procesión a través de las calles de Calcuta y con un funeral de Estado, su cuerpo fue sepultado en la Casa Madre. Su tumba se convirtió en sitio de peregrinación y lugar de oración para gente de todos los credos y formas de vida.
El 19 de octubre de 2003 San Juan Pablo II la declaró beata y el 4 de septiembre de 2016 fue canonizada por el papa Francisco. Para los pobres, los niños y todos los que la conocieron, la amaron y le rezan, ella continúa siendo “Madre Teresa”.
Las Misioneras de la Caridad continuaron creciendo después de la muerte de Madre Teresa. En 2020 había 5191 Hermanas en 762 misiones distribuidas en 139 países, continuando el legado de la fundadora y ofreciendo gratuitamente y de todo corazón su servicio a los más pobres entre los pobres.
Fuente (en inglés): Our Foundress (missionariesofcharity.org)
El de la escucha y la práctica es un tema fundamental sobre el que insiste el autor del versículo de este mes. En efecto, la carta prosigue:
“En cambio el que considera atentamente la Ley perfecta, que nos hace libres, y se aficiona a ella, no como un oyente distraído, sino como un verdadero cumplidor de la Ley, será feliz al practicarla” (Santiago 1,25).
Y es precisamente este compromiso por conocer sus palabras y vivirlas lo que nos hace libres y nos da alegría.
Podría decirse que la frase bíblica de este mes es de por sí el motivo mismo de la práctica de la Palabra de Vida difundida en todo el mundo. Una vez por mes, Chiara Lubich elegía una frase de la Escritura y la comentaba. En encuentros posteriores se compartían los frutos de lo que había trabajado a través de las experiencias de vida y se iban creando comunidades que mostraban en germen los reflejos sociales de los que era capaz.
“A pesar de su simplicidad, la iniciativa ofrecía una notable contribución para redescubrir la Palabra de Dios en el mundo cristiano del siglo XX”[1],
transmitiendo un “método” para vivir el evangelio y compartir sus efectos.
La carta de Santiago retoma lo que Jesús anunció para vivir y experimentar la realidad del Reino de los cielos entre nosotros: declara feliz a quien escucha la Palabra de Dios y la practica[2], reconoce como madre y hermanos suyos a quienes la escuchan y la ponen en práctica[3], la compara con la semilla que, si cae en tierra fértil, es decir en quienes la escuchan con un corazón bien dispuesto, la retienen y dan fruto gracias a su constancia[4].
“En cada palabra suya, Jesús expresa todo su amor por nosotros –escribe Chiara Lubich– y podemos encarnarla y hacerla propia para experimentar qué potencia libera al ser vivida en nosotros y entre nosotros. Podemos enamorarnos del evangelio hasta dejarnos transformar en él y derramarlo sobre los demás. Probaremos la libertad de nosotros mismos, de nuestros límites, de nuestras esclavitudes, y además veremos surgir la revolución del amor que Jesús, al estar libre para vivir en nosotros, provocará en el tejido social en el que estamos inmersos”[5].
¿Cómo poner en práctica esta Palabra? Miremos a nuestro alrededor y pongámonos al servicio de quienes están necesitados, con pequeñas o grandes señales de cuidado recíproco para transformar las estructuras injustas de la sociedad, contraponiéndose a la violencia, favoreciendo gestos de paz y de reconciliación, creciendo en la sensibilidad y en las acciones en favor de nuestro planeta.
Una auténtica revolución irrumpe así en nuestra vida y en la comunidad donde vivimos, en el ambiente de trabajo donde actuamos.
El amor se manifiesta en las acciones sociales y políticas que tratan de construir un mundo mejor. Del compromiso de una pequeña comunidad de los Focolares encaminada a las personas más frágiles, nació en Perú un centro para ancianos en la localidad de Lamud, una ciudad de la Amazonia peruana, a 2.330 metros sobre el nivel del mar. El centro fue inaugurado en plena crisis por la pandemia y alberga a cincuenta personas mayores y solas. La casa, los muebles, la ropa de cama y también la comida llegaron como ofrecimiento de la comunidad cercana. Fue un desafío no exento de dificultades y obstáculos, pero en marzo de 2022 se celebró su primer aniversario abriendo las puertas para una fiesta con la ciudad, donde participaron también las autoridades. Fueron dos días de festejos que permitieron sumar nuevos voluntarios, adultos y jóvenes, que quieren ocuparse de los abuelos que están solos, ampliando así sus propias familias.
[1] Lubich C., Palabras de Vida, editado por Fabio Ciardi en 2017.
[2] Cf. Lucas 11,28.
[3] Cf. Lucas 8,21
[4] Cf. Lucas 8,15
[5] Lubich C., Palabra de Vida, septiembre 2006.