domingo, 28 de octubre de 2018

Mensaje del Sínodo a los jóvenes


Con palabras de esperanza, confianza y consuelo, los padres sinodales nos dirigimos a ustedes, jóvenes del mundo. En estos días hemos estado reunidos para escuchar la voz de Jesús, “el Cristo eternamente joven” y reconocer en Él las muchas voces de ustedes: sus gritos de alegría, sus lamentos, sus silencios. Conocemos sus búsquedas interiores, sus alegrías y esperanzas, los dolores y las angustias que los inquietan.

Deseamos que ahora puedan escuchar una palabra nuestra: queremos acompañarlos en sus alegrías y trabajar junto a ustedes para que sus expectativas se transformen en ideales. Estamos seguros de que estan dispuestos a entregarse con todas sus ganas de vivir para que sus sueños se hagan realidad en su existencia y en la historia humana.

Que nuestras debilidades no los desanimen, que la fragilidad y los pecados no nos hagan perder la confianza de ustedes. La Iglesia es su madre, no los abandona y está dispuesta a acompañarlos por caminos nuevos, por las alturas donde el viento del Espíritu sopla con más fuerza, haciendo desaparecer las nieblas de la indiferencia, de la superficialidad, del desánimo.
Cuando el mundo, que Dios ha amado tanto hasta darle a su Hijo Jesús, se estanca en las cosas, en el éxito inmediato, en el placer y aplasta a los más débiles, ustedes deben ayudarlo a levantar la mirada hacia el amor, la belleza, la verdad y la justicia.

Durante un mes hemos caminado juntamente con algunos de ustedes y con muchos otros unidos por la oración y el afecto. Deseamos continuar ahora el camino en cada lugar de la tierra donde el Señor Jesús nos envía como discípulos misioneros.

La Iglesia y el mundo tienen necesidad urgente del entusiasmo de ustedes. Háganse compañeros de camino de los más débiles, de los pobres, de los heridos por la vida.
Ustedes son el presente; sean el futuro: el más luminoso futuro.

Roma, 28 de octubre de 2018.

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