sábado, 3 de octubre de 2020

“La piedra que los constructores rechazaron” (Mateo 21,33-46). Domingo XXVII durante el año.







Desde las rutas del Uruguay todavía pueden verse, en Cerro Largo, en Treinta y Tres y en otros sitios, antiguos cercos de piedra que, antes de la extensión del alambrado, marcaron límites de propiedades y facilitaron el manejo del ganado.
Construir en piedra es un arte, más aún si no se utiliza argamasa y las piedras se calzan en seco. Es un verdadero rompecabezas, en el que hay que buscar que las superficies de las distintas piezas tengan entre sí el mayor contacto posible para fortalecer la estabilidad de la construcción.
De eso sabía mi bisabuelo Dominique, que vino desde los Pirineos franceses al Uruguay con su oficio de constructor en piedra. Material que existe, aunque que no abunda en nuestro suelo sin montañas, pero que el artesano supo encontrar en Piñera, al este del departamento de Paysandú. Allí se afincó, fundó una familia y transmitió el oficio de la construcción a algunos de sus hijos y nietos.

1.    Piedra sobre piedra

La piedra, sí, abundaba y abunda en Tierra Santa y su entorno. En lo que hoy es Jordania se encuentra la ciudad de Petra, capital del reino de los Nabateos, mencionada por Isaías (42,11) con asombrosos edificios excavados en la roca.

Hacia el año 960 antes de Cristo el rey Salomón construyó el primer templo de Jerusalén, destruido siglos después por las tropas de Nabucodonosor segundo, rey de Babilonia, que conquistó Jerusalén y llevó cautivos a gran cantidad de los habitantes de Judea (año 586 a. C.).

Al regreso del exilio, hacia el año 535 a. C., bajo el liderazgo de Zorobabel, se colocaron los cimientos del segundo templo de Jerusalén, a lo que refieren los profetas Zacarías (Zacarías 4,9 y 8,9) y Ageo (Ageo 2,18).
Las manos de Zorobabel echaron el cimiento a esta Casa y sus manos la acabarán (Zacarías 4,9)
Esta expresión, “echar el cimiento” puede traernos a la memoria la imagen de los cimientos de hormigón armado, vaciados en encofrados de madera. Aquí no hay nada parecido: los cimientos son de piedra y en ellos es especialmente importante la piedra angular, primera piedra que se coloca, en referencia a la cual se establecerán todas las otras, determinando la estructura de la construcción.

2.    La piedra angular

A esa piedra hace referencia el salmo 117:
La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular (Salmo 117,22)

Pocos años antes del nacimiento de Jesús, el rey Herodes el Grande emprendió grandes construcciones en Jerusalén, incluyendo una extensa ampliación y reforma del templo. En el año 2007 se descubrió en el norte de Jerusalén una de las canteras de donde se extrajeron piedras para esos trabajos. Había allí grandes bloques de entre 5 y 7 toneladas de piedra blanca, parecida al mármol.

En ese escenario, uno puede figurarse lo ocurrido tantas veces a lo largo de los siglos. Los constructores van recorriendo las canteras, examinando las piedras. El cantero ofrece a sus clientes una gran roca, que, sin embargo, es sucesivamente rechazada por los constructores… hasta que un día, uno de ellos encuentra en ella lo que estaba buscando y la coloca como piedra angular de una nueva obra.
Con esa imagen de la piedra desechada convertida en piedra angular, el salmista se refiere al Pueblo rechazado, esclavizado, pero elegido por Dios. El salmo 117 es una acción de gracias por la victoria. La liturgia cristiana le dará un especial lugar en el tiempo de Pascua, tomando de él la antífona:
“Este es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo” (Salmo 117,24)
y Jesús será reconocido como la piedra rechazada, convertida ahora en piedra angular, por obra de Dios:
“Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente” (Salmo 117,23).

Bien… ¿por qué todo esto? Porque en el evangelio que escuchamos este domingo, Jesús está en el templo, ese templo reformado por Herodes el Grande y porque allí Jesús va a citar el salmo 117,22. Pero eso será en la segunda parte del pasaje que leemos hoy.
Vamos ahora a dar una mirada al contexto del evangelio de hoy.

3.    Jesús en el templo

Recordemos algunas cosas que se han señalado en programas anteriores:

Jesús ha venido anunciando reiteradamente su pasión.
-    Primero, fuera de la Tierra Santa, en Cesarea de Filipo: Mateo 16,21-23
-    Segundo, atravesando Galilea, Mateo 17,22-23
-    Tercero, subiendo a Jerusalén, Mateo 20,17-19, a continuación de la parábola de los obreros de la viña

Ha llegado a Jerusalén y ha sido recibido con aclamaciones: 21,1-10

Y aquí viene un acontecimiento muy importante, que no mencioné en el resumen anterior: expulsión de los vendedores del templo. Mateo 21,12-17.
“echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo”.
Es un episodio muy singular de la vida de Jesús, porque, aún sin golpear a las personas, lo vemos actuando con violencia física
“volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de palomas”.
Una vez echados fuera los vendedores, se acercaron a Jesús ciegos y cojos, y él los curó. Después se acercaron niños que se pusieron a cantar “Hosanna al Hijo de David”.
Los sumos sacerdotes y los escribas estaban alarmados, pero no podían controlar la situación, porque, como nos cuenta el evangelio de hoy:
“trataban de detenerlo, pero tuvieron miedo a la gente porque lo tenían por profeta” (21,46)
A partir de ese momento, Jesús va todos los días a enseñar al templo. Ya hicimos referencia a eso en el programa pasado, recordando la polémica con los sumos sacerdotes y los ancianos sobre la autoridad de Jesús, seguida por la parábola de los dos hijos, dirigida a ellos.

4.    La canción de la viña

El evangelio de hoy continúa la escena del domingo pasado. Jesús dice: “escuchen otra parábola”. Es una continuación de su polémica con los sacerdotes y ancianos.

Otra vez se trata de una historia relacionada con un viñedo. Ya vimos la parábola del patrón generoso que pagó a todos los obreros el jornal completo.
La semana pasada, la parábola del hijo que hace y el hijo que NO hace la voluntad del Padre.
La parábola que encontramos este domingo está ambientada con la primera lectura, del profeta Isaías, llamada la canción de la viña.
La canción nos cuenta el desvelo del viñador por su viña, la forma en que la cuidó y la manera ingrata con la que respondió la plantación, dándole uvas agrias. Pero este viñador es Dios y la viña es su pueblo, el pueblo elegido, que no ha correspondido al amor de Dios:
¡El esperó de ellos equidad,
y hay efusión de sangre;
esperó justicia,
y hay gritos de angustia!
Por eso se anuncia para la viña la devastación, las consecuencias que sufrirá el pueblo por no haber sido fiel a la alianza.

5.    Los viñadores homicidas

La parábola que cuenta Jesús también nos plantea una situación de conflicto; pero hay un cambio. Aquí no es la querella de Dios contra su viña, es decir, contra su pueblo, sino contra los dirigentes, aquellos que quedaron como responsables de obtener los frutos y entregarlos a su tiempo al Señor.
Un hombre poseía una tierra y allí plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero.
Cuando llegó el tiempo de la vendimia, envió a sus servidores para percibir los frutos. Pero los viñadores se apoderaron de ellos, y a uno lo golpearon, a otro lo mataron y al tercero lo apedrearon. El propietario volvió a enviar a otros servidores, en mayor número que los primeros, pero los trataron de la misma manera.
Finalmente, les envió a su propio hijo, pensando: "Respetarán a mi hijo." Pero, al verlo, los viñadores se dijeron: "Este es el heredero: vamos a matarlo para quedarnos con su herencia". Y apoderándose de él, lo arrojaron fuera de la viña y lo mataron.
La historia es terrible. Es conocida como la parábola de los viñadores homicidas. Al igual que la parábola de los dos hijos, Jesús la concluye con una pregunta que tiene una respuesta obvia:
Cuando vuelva el dueño, ¿qué les parece que hará con aquellos viñadores?»
Le respondieron: «Acabará con esos miserables y arrendará la viña a otros, que le entregarán el fruto a su debido tiempo».
Sin embargo, al igual que en la parábola de los dos hijos, la pregunta de Jesús esconde otra pregunta. ¿Cuál es el hijo que hizo la voluntad del padre? El primero. Por supuesto. Porque, aunque dijo al principio que no iba a trabajar en la viña, después se arrepintió y fue. Pero la pregunta escondida es ¿y con quién se identifican ustedes? Eso no es tan evidente para los sumos sacerdotes y los escribas y Jesús les va a señalar que ellos son el segundo hijo, el que dijo que sí, pero no fue, no hizo la voluntad del padre.

Ahora Jesús pregunta “Cuando vuelva el dueño, ¿qué les parece que hará con aquellos viñadores?” pero esa pregunta esconde otra: ¿quiénes son ustedes? Es decir: ¿son del campo de los servidores enviados por el dueño o son de los arrendatarios que querían apropiarse del viñedo? ¿Están con los profetas o con quienes mataron a los profetas?

Más adelante, en un enfrentamiento con los escribas y fariseos, Jesús llegará a decir:
“… atestiguan contra ustedes mismos que son hijos de los que mataron a los profetas. ¡Colmen entonces la medida de sus padres!” (Mateo 23,31-32)

6.    La piedra rechazada

Es ahora el momento en que Jesús aplica como profecía el salmo 117:
Jesús agregó:
«¿No han leído nunca en las Escrituras:
        "La piedra que los constructores rechazaron
        ha llegado a ser la piedra angular:
        esta es la obra del Señor,
        admirable a nuestros ojos?"».
Jesús, el Hijo de Dios,
que es rechazado por los viñadores, es decir, los jefes del pueblo;
que será crucificado fuera de la ciudad santa (“lo arrojaron fuera de la viña y lo mataron”)
se identifica con la piedra descartada por los constructores.
A partir de Él se realizará la obra admirable de Dios.
Sigue diciendo Jesús:
Por eso les digo que el Reino de Dios les será quitado a ustedes, para ser entregado a un pueblo que le hará producir sus frutos».
Ante esto, viene la reacción que ya habíamos adelantado:
Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír estas parábolas, comprendieron que se refería a ellos. Entonces buscaron el modo de detenerlo, pero temían a la multitud, que lo consideraba un profeta.

Sobre Jesús, piedra angular, se funda el nuevo pueblo de Dios, formado por hombres y mujeres
«de toda raza, lengua, pueblo y nación» (Apocalipsis 5,9), 
llamado a producir frutos de justicia y vida fraterna.

7.    Los frutos

Amigas y amigos, construyendo sobre Jesús nuestra vida comunitaria y nuestra vida personal; unidos a Jesús como vid verdadera, podremos entregar los frutos que se despliegan a partir del fruto del amor:
«El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí» (Gal 5,22-23).
Gracias por su atención. Que el Señor los bendiga. Sigamos cuidando unos de otros y hasta la próxima semana, si Dios quiere.

No hay comentarios: