sábado, 30 de enero de 2021

“¡Da órdenes a los espíritus impuros, y estos le obedecen!” (Marcos 1,21-28). IV Domingo durante el año.


En agosto de 1974 se estrenó en Uruguay la película “El exorcista”, basada en la novela del mismo nombre de William Peter Blatty. Mucha gente la vio en el cine y fue tema de discusión en mesas de café. Años después, vuelve a aparecer de tanto en tanto entre el cine de terror que presentan los canales de cable. El autor de la novela, que también escribió el guion, se documentó sobre diferentes manifestaciones de presunta posesión demoníaca y en su relato las fue desplegando en forma de creciente sufrimiento sobre la niña Regan, protagonizada en la película por Linda Blair. La madre de la niña pide ayuda a dos sacerdotes. que llegarán a practicar un exorcismo para liberar a Regan.

El endemoniado en la sinagoga

El evangelio de este domingo nos dice que

“Un hombre poseído de un espíritu impuro” 

entró en escena en forma llamativa en la sinagoga de Cafarnaúm, donde Jesús estaba predicando.
El hombre, o el espíritu que había en él, comenzó a gritar:

«¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno?
¿Has venido para acabar con nosotros?
Ya sé quién eres: el Santo de Dios».
Pero Jesús lo increpó, diciendo: «Cállate y sal de este hombre». El espíritu impuro lo sacudió violentamente y, dando un gran alarido, salió de ese hombre.
Y eso fue todo. Este es el primer relato que presenta el evangelio de Marcos de un exorcismo practicado por Jesús. Encontramos otros en el mismo evangelio y también en los de Mateo y Lucas. Llamativamente, no los encontramos en el evangelio de Juan, ni tampoco encontramos episodios similares en el Antiguo Testamento.

Ahora… ¿qué es todo esto? Algunos pueden leer este pasaje del evangelio y considerarlo pura y simple superstición. Otros pueden tomarlo totalmente al pie de la letra. Aquí hay un hombre poseído por un demonio y Jesús actuó expulsándolo y dejando al hombre libre.
Por otra parte, en la Iglesia Católica sigue existiendo un ritual de exorcismos, ritos que, vamos a decirlo ya, no pueden ser realizados por cualquier sacerdote ni en cualquier caso.

Demonios y trastornos

Vamos a acercarnos un poco a este asunto complejo.
Primero, vamos a ubicarnos en tiempos de Jesús. La gente de su época tenía un gran temor por los demonios. En realidad, se atribuía a los demonios muchos de los trastornos mentales que hoy son campo de la psiquiatría: demencia, esquizofrenia, trastorno bipolar, etcétera. Algunas de esas enfermedades tienen manifestaciones en las que la persona que las sufre no es dueña de sí misma. “Alienación” es una palabra con la que se nombra un estado en que la persona ha perdido su propia identidad. Estar alienado es ya no ser uno mismo, es como ser otro… pero ¿quién es ese otro? La psiquiatría nos dice que ese “otro” no es un espíritu que ha invadido a alguien, sino que ese paciente sufre un trastorno de personalidad que no le permite ser él mismo.

La gente del tiempo de Jesús estaba familiarizada con esas conductas extrañas y consideraban la curación de esos enfermos como una victoria sobre el demonio que las provocaba.
Los evangelios recogen las ideas y el lenguaje de su época y por eso no debe extrañarnos que los enfermos mentales sean presentados como endemoniados.

El enemigo

Sin embargo, Jesús va más allá de la cuestión de esas enfermedades, porque la presencia del mal ataca todos los aspectos de la vida humana. Jesús no ve esos episodios como fragmentos aislados que pueden aparecer por aquí y por allá, sino como una unidad dirigida por el enemigo de la especie humana, el destructor de la creación. Los hombres se hallan sin defensa ante ese ejército de espíritus malignos.

En ese marco aparece Jesús, en lucha contra Satanás. En el caso que escuchamos hoy, pongamos entre paréntesis la cuestión de si hay un demonio o se trata de una enfermedad mental. Lo que nos presenta el evangelio es un episodio de esa lucha de Jesús contra el mal.

Al igual que otras actividades de Jesús, estas expulsiones de demonios son manifestaciones de que ha amanecido el tiempo de la salvación y de que comienza la aniquilación de Satanás.
Es interesante ver que Jesús hace participar a sus discípulos en esa lucha. Cuando los envía en misión les da ese poder, como aparece en distintos pasajes de los evangelios.

Llamó a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos. (Marcos 6,7)
El evangelio de Lucas nos cuenta la exclamación de entusiasmo de Jesús cuando los misioneros regresan:
Regresaron los Setenta y Dos alegres, diciendo: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre».
Él les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo». (Lucas 10,17-18)
Esa visión de Jesús corresponde al final, a la victoria definitiva. Pero la lucha continúa. Permanentemente estamos confrontados con el Mal, sobre todo como Tentador, que busca de mil maneras apartarnos del camino de Jesús. Jesús nos anima anticipándonos la victoria final.

Exorcismo

Decía, al principio, que la Iglesia Católica tiene un ritual de exorcismos. Veamos lo que dice el Catecismo de la Iglesia Católica acerca de este rito. (Catecismo de la Iglesia Católica, 1673)

Se habla de exorcismo 

“cuando la Iglesia pide públicamente y con autoridad, en nombre de Jesucristo, que una persona o un objeto sea protegido contra las asechanzas del Maligno y sustraída a su dominio”
En forma simple, el exorcismo es parte de la celebración del bautismo y consiste en una oración que dice el sacerdote. Esta es una de las fórmulas posibles de esa oración:
Dios todopoderoso y eterno, que enviaste a tu Hijo al mundo, para expulsar de nosotros el poder de Satanás, espíritu del mal y llevarnos así, arrancados de la oscuridad del pecado, al reino de tu luz admirable, te pedimos que estos niños, al ser lavados del pecado original, sean templo tuyo y que el Espíritu Santo viva en ellos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
El Catecismo recuerda que Jesús practicó exorcismos, citando precisamente el evangelio de hoy y que comunicó a la Iglesia el oficio de exorcizar (cf Mc 3,15; 6,7.13; 16,17).

El exorcismo al que se refiere la famosa película y novela de que hablábamos al principio es el exorcismo solemne, llamado también “el gran exorcismo”. Esto dice el Catecismo al respecto:
sólo puede ser practicado por un sacerdote y con el permiso del obispo.
En estos casos es preciso proceder con prudencia, observando estrictamente las reglas establecidas por la Iglesia. El exorcismo intenta expulsar a los demonios o liberar del dominio demoníaco gracias a la autoridad espiritual que Jesús ha confiado a su Iglesia.
Muy distinto es el caso de las enfermedades, sobre todo psíquicas, cuyo cuidado pertenece a la ciencia médica. Por tanto, es importante, asegurarse, antes de celebrar el exorcismo, de que se trata de una presencia del Maligno y no de una enfermedad.

Siempre Jesús

Decía el autor de El Exorcista que, con su novela, a través del choque con el Diablo, quería ayudar a una sociedad opulenta y acomodada a darse cuenta de que se había alejado de Dios, de que necesitaba volver a Él. Lamentaba William Blatty que, en cambio, la gente terminaba viendo la presencia del Diablo más creíble que la de Dios...
Amigas y amigos: lo importante en todo esto es volver siempre al centro de nuestra fe, es decir a Jesucristo, en el que encontramos la salvación y la fuerza para caminar en nuestra vida sin miedo a las asechanzas del Mal.
Gracias por su atención. Que el Señor los bendiga y hasta la próxima semana, si Dios quiere.

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