viernes, 18 de agosto de 2023

“Mujer, ¡qué grande es tu fe!” (Mateo 15,21-28). Domingo XX durante el año.

Mañana, lunes 21 de agosto, la Iglesia recuerda al Papa San Pío X. En la ciudad de Canelones hay una capilla dedicada a este santo pontífice, conocido como “el Papa de la Catequesis”. Es por ello que, en el domingo más cercano a su fiesta, se celebra, en Uruguay y otros países, el “Día de la catequesis”. Ya informamos el domingo pasado sobre estas celebraciones en los cinco decanatos de nuestra diócesis, que se desarrollaron ayer sábado en cuatro de ellos. Hoy, en Canelones, tenemos la última jornada que comienza a las 16 horas en la Catedral, culminando con la Eucaristía.

Para toda comunidad cristiana, la catequesis es una actividad fundamental. Consiste en acompañar en la iniciación a la vida cristiana a los catecúmenos o catequizandos, que pueden ser personas adultas, jóvenes o niños, generalmente reunidos en pequeños grupos, a través de un proceso de crecimiento y formación en la fe.

San Juan Pablo II decía que:

“en la catequesis lo que se enseña es a Cristo, el Verbo encarnado e Hijo de Dios y todo lo demás en referencia a Él; el único que enseña es Cristo, y cualquier otro lo hace en la medida en que es portavoz suyo, permitiendo que Cristo enseñe por su boca.” (Catechesi Tradendae, 6)

Recordamos con cariño y gratitud a los catequistas, mujeres y varones de nuestras comunidades, tanto vivos como difuntos, y oramos por quienes siguen prestando este servicio para que la Palabra de Cristo habite en sus corazones con toda su riqueza (Cfr. Colosenses 3,16) y puedan transmitirla no solo con el lenguaje hablado, sino con el testimonio de una auténtica vida cristiana.

Este año, en el día de la catequesis contemplamos la figura del beato Jacinto Vera como “misionero de la fe”, es decir, en su tarea de pastor y catequista que transmitió la fe a lo largo y ancho del Uruguay, con su predicación y el ejemplo de su vida evangélica.

Dicho todo esto, vayamos al evangelio de este domingo, que podemos leer como una catequesis sobre la oración y la fe.

Jesús partió de Genesaret y se retiró al país de Tiro y de Sidón. (Mateo 15,21-28)

Así comienza el evangelio de este domingo. Es importante situarnos geográficamente para entenderlo. Jesús ha salido de su tierra y ha entrado en un país pagano, en territorio de un pueblo que no es el suyo.

Entonces una mujer cananea, que procedía de esa región, comenzó a gritar: «¡Señor, Hijo de David, ten piedad de mí! Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio.» 
Pero Él no le respondió nada. (Mateo 15,21-28)

Con claridad, Mateo nos dice que esta mujer que se acerca a Jesús, no pertenece al pueblo de Israel. Es cananea, y procede de la región donde Jesús ha entrado. Ella se dirige a Jesús gritando, implorando ayuda para su hija. La forma en que llama a Jesús, “Hijo de David” nos hace pensar que tiene cierto conocimiento de quién es Él, más allá de que haya llegado a sus oídos la fama de sus milagros. Sorprende en Jesús el silencio como respuesta. Y nos damos cuenta, por lo que dicen los discípulos, que tampoco ha detenido su marcha:

Sus discípulos se acercaron y le pidieron: 
«Señor, atiéndela, porque nos persigue con sus gritos.»
Jesús respondió: 
«Yo he sido enviado solamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel.»
(Mateo 15,21-28)

¿Qué significa esa respuesta de Jesús? El pueblo de Israel es el pueblo elegido por Dios, el pueblo de la promesa. No es una elección excluyente, pero sí prioritaria. Ese pueblo ha sido elegido para anunciar a Dios a los demás pueblos de la tierra. Lo que Jesús quiere decir es que el plan de Dios pasa primero por reunir a ese rebaño disperso para realizar, con Él, su misión. Esa fue también la estrategia inicial de San Pablo, lo que se da a entender en la segunda lectura. Él se dirigió primero a sus hermanos de raza, “Porque los dones y el llamado de Dios son irrevocables.” (Romanos 11, 13-15. 29-32)

Sin embargo y a pesar de algunos logros, Pablo encontró tan fuerte rechazo que llegó a decir, como escuchamos el domingo pasado:

Siento una gran tristeza y un dolor constante en mi corazón. Yo mismo desearía ser maldito, separado de Cristo, en favor de mis hermanos, los de mi propia raza. (Romanos 9,1-5)

Desde esta perspectiva entendemos la respuesta de Jesús, enviado solamente a las ovejas perdidas de Israel. Pero, por otro lado, cabe preguntarnos ¿a qué ha ido Jesús al país de Tiro y Sidón? ¿Qué es lo que se le ha perdido allí? Quien se acerca a él no es ninguna de esas ovejas, sino esta mujer que ruega con insistencia y sin desanimarse fácilmente.

La mujer fue a postrarse ante él y le dijo: «¡Señor, socórreme!»
Jesús le dijo: «No está bien tomar el pan de los hijos, para tirárselo a los cachorros».
Ella respondió: «¡Y sin embargo, Señor, los cachorros comen las migas que caen de la mesa de sus dueños!» (Mateo 15,21-28)

Este episodio que nos relata Mateo, podemos compararlo con enseñanzas de Jesús sobre la oración que nos presenta el evangelio de Lucas, como la parábola del juez injusto (Lucas 18,1-8) que es introducida de esta forma:

Después les enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse (Lucas 18,1)

La parábola cuenta de un juez a quien una viuda le pedía con insistencia que le hiciera justicia. El juez terminó accediendo, no por buenas razones, sino, como dice él mismo “para que [esta mujer] no venga continuamente a fastidiarme” (Lucas 18,5).

También podemos remitirnos, en el mismo evangelio de Lucas, a la parábola del amigo inoportuno (Lucas 11,5-13) que está a continuación de la enseñanza del Padrenuestro. Un hombre golpea de noche la puerta de la casa de su amigo pidiendo que le preste tres panes, pero en la casa toda la familia está acostada. Sin embargo, el inoportuno insiste. Jesús dice:

Yo les aseguro que aunque él no se levante para dárselos por ser su amigo, se levantará al menos a causa de su insistencia y le dará todo lo necesario. (Lucas 11,8)

En estas enseñanzas, Jesús hace ver la bondad de Dios que responderá a la súplica de sus hijos:

Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, aunque los haga esperar? (Lucas 18,7)

“Oren sin cesar”, le decía san Pablo a los Tesalonicenses (1 Tesalonicenses 5,17) y también él lo hacía, junto con sus colaboradores. A esa misma comunidad Pablo, Silvano y Timoteo le dicen: “los recordamos sin cesar en nuestras oraciones” (1 Tesalonicenses 1,2).

Rogar con insistencia fue lo que hizo la mujer cananea. Por eso, no solo fue atendido su pedido, sino que recibió de Jesús una gran alabanza:

«Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!» 
Y en ese momento su hija quedó sana. (Mateo 15,21-28)

No desfallezcamos, pues, en nuestras peticiones, confiados en que Dios nos manifestará su bondad, no siempre dándonos lo que pedimos, sino lo que realmente necesitamos.

Conferencia Episcopal del Uruguay

Los obispos del Uruguay nos reuniremos en asamblea el lunes 21. El martes 22 y miércoles 23 tendremos un encuentro con sacerdotes de todas las diócesis del país y el jueves 24 celebraremos la fiesta del santo Cura de Ars, trasladada del 4 de agosto. Todo esto, en el Seminario Interdiocesano. Les pido su oración por todos estas actividades, para que el Espíritu Santo nos ilumine y acompañe.

En esta semana.

  • Martes 22, octava de la Asunción, María Reina.
  • Jueves 24: san Bartolomé, Apóstol
  • Viernes 25: Nuestra Señora de la Fundación, Fiesta patronal en Solymar, Ciudad de la Costa. Misa a las 10 y 30.

Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

No hay comentarios: