viernes, 11 de agosto de 2023

“Tranquilícense, soy Yo; no teman” (Mateo 14,22-33). XIX Domingo durante el año.

Hoy tenemos al fondo el mar o más bien, el Río de la Plata, en la playa de La Floresta, en el departamento de Canelones. Hay un poco de viento y oleaje, pero nada parecido al mar agitado del que nos habla el Evangelio de hoy.

Para entender algunas cosas que dice este pasaje de Mateo, tenemos que recordar que el domingo pasado, 6 de agosto, celebramos la fiesta de la Transfiguración y por eso no leímos el evangelio que correspondía al domingo decimoctavo durante el año, que relata la multiplicación de los panes y los peces. A eso alude el evangelio de este domingo, que comienza así:

Después que se sació la multitud, Jesús obligó a los discípulos que subieran a la barca y pasaran antes que Él a la otra orilla, mientras Él despedía a la multitud. Después, subió a la montaña para orar a solas. Y al atardecer, todavía estaba allí, solo.
La barca ya estaba muy lejos de la costa, sacudida por las olas, porque tenían viento en contra. (Mateo 14,22-33)

Parece oportuno recordar qué significaba el mar para los pueblos del mundo bíblico. 

Tanto por los egipcios como por los distintos reinos e imperios que se sucedieron en la Mesopotamia, el mar era considerado, en gran medida, dominio del mal; lugar de dioses malignos que debían ser sometidos por el Dios “bueno”. Se creía que en sus profundidades habitaban grandes monstruos demoníacos como Rahab y Leviatán, con gran poder de destrucción. 

Los israelitas participaban en parte de esas creencias; pero en el libro del Génesis, el mar y todos los seres que lo habitan aparecen como creación de Yahveh, que tiene, por lo tanto, pleno dominio sobre todo lo creado en tierra, mar y aire. 

El libro de Isaías anuncia el fin de Leviatán:

El Señor castigará con su espada bien templada, grande y fuerte, a Leviatán, la Serpiente huidiza, a Leviatán, la Serpiente tortuosa, y matará al Dragón que está en el mar. (Isaías 27,1)

Dragón, serpiente… formas de referirse al demonio; pero también podían representar a los grandes imperios enemigos de Israel, como Egipto. 

El libro del Apocalipsis llevará más lejos la identificación del mar con el mal:

Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe más. (Apocalipsis 21,1)

Se anuncia, pues, la desaparición del mar. No tiene lugar en la tierra nueva y el cielo nuevo, porque era el depósito del mal.

Creo que esto nos ayuda también a entender mejor esa frase de Jesús que estamos acostumbrados a oír, pero que, tal vez, no comprendamos en toda su profundidad: “pescadores de hombres”. Esa expresión está en el llamado a los cuatro primeros discípulos, precisamente, cuatro pescadores. “Pescar hombres” no significa atraparlos en una red y manejarlos, sino rescatarlos del mal. Tal vez hoy Jesús habría dicho a sus discípulos “síganme y yo los haré rescatistas”; por supuesto, también en un sentido espiritual.

Pero ahora tenemos a los discípulos en medio del mar, lejos de la orilla, sacudidos por el oleaje y el viento que les impiden avanzar. No es la tempestad, como decíamos antes, pero es una fuerte resistencia a su navegación. Los discípulos han sido enviados “a la otra orilla”, con todo lo que implican esas palabras: desafío, ubicación, adaptación, recomienzo de la misión en otro ambiente. Han sido enviados y no pueden llegar. Todo se ha puesto en contra. Entonces, acontece algo inesperado.

A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el mar. Los discípulos, al verlo caminar sobre el mar, se asustaron. «Es un fantasma», dijeron, y llenos de temor se pusieron a gritar.
Pero Jesús les dijo: «Tranquilícense, soy Yo; no teman». (Mateo 14,22-33)

Los discípulos pasan del temor natural que les provoca la situación en medio de ese mar agitado, al temor o al terror ante un misterio que supera las fuerzas naturales: un hombre caminando sobre las aguas embravecidas. Jesús se dirige a ellos identificándose, devolviendo la calma y alejando el temor. Cuando Jesús dice “soy Yo”, en realidad deberíamos traducir “Yo soy”, tal como está en el original griego: ἐγώ εἰμι, ego eimí, que es el nombre con el que Dios se reveló a Moisés, indicándole: «Dirás a los israelitas: “Yo Soy me ha enviado a ustedes» (Ex 3,14). En Jesús, el Hijo de Dios, el creador manifiesta su dominio sobre la creación y anticipa el triunfo definitivo sobre el mal.

Todo podría haber quedado aquí, pero el evangelista Mateo, que presta especial atención a la persona de Pedro, agrega otra peripecia al relato:

Pedro le respondió: «Señor, si eres Tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua».
«Ven», le dijo Jesús. Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a caminar sobre el agua en dirección a Él. Pero, al ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, gritó: «Señor, sálvame». En seguida, Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?» (Mateo 14,22-33)

Pedro es impulsivo. Así aparece otras veces en los evangelios, tomando iniciativas apresuradas. Sin embargo, Jesús recibe su pedido y lo llama a ir hacia él. Pedro camina sobre el agua hacia Jesús, pero no puede sostener su marcha y comienza a hundirse. Jesús viene en su ayuda y su reproche explica lo que ha pasado: Pedro ha dudado. La Palabra no ha entrado todavía en lo más profundo de su corazón. Necesita seguir creciendo en la fe. Para el caminar de Pedro -y el nuestro- se puede aplicar aquel pasaje de la carta a los Hebreos:

Fijemos la mirada en el iniciador y consumador de nuestra fe, en Jesús, el cual, en lugar del gozo que se le ofrecía, soportó la cruz sin tener en cuenta la infamia, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. (Hebreos 12,2)

No podemos ignorar las tribulaciones y las dificultades de la vida; pero es en medio de ellas donde se nos presenta Jesús. No olvidemos que Él también está allí, y mantengamos los ojos fijos en Él. Así, llegaremos, junto con los discípulos, a lo que nos anuncia el final de este pasaje del evangelio:

En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en ella se postraron ante Él, diciendo: «Verdaderamente, Tú eres el Hijo de Dios». (Mateo 14,22-33)

Noticias

El fin de semana pasado tuvimos el campamento de adolescentes “Fiesta de la Luz” en La Floresta, con más de cincuenta participantes. Aquí tenemos una breve síntesis de lo que aconteció y el mensaje que los chicos nos dejan:

Una Misión de la Fazenda de la Esperanza femenina visitó también nuestra diócesis, encontrándose con jóvenes y comunidades, presentando sus testimonios de recuperación. Esther, responsable de la Fazenda femenina Betania, de Melo, nos explica la propuesta.

La semana pasada recibimos la visita de dirigentes internacionales del Movimiento Juan XXIII, que promueve la evangelización de quienes están más alejados de la fe. El Movimiento ya estuvo en la diócesis antes de la pandemia y ahora nos han comunicado su disposición de volver a ofrecer su propuesta, que consiste en una forma de retiro muy especial.

En la próxima semana

  • Lunes 14, san Maximiliano Kolbe
  • Martes 15, solemnidad de la Asunción de María
  • Jueves 17, fiesta patronal de San Jacinto, con Misa a las 15:30
  • Sábado 19 y domingo 20: celebración del día nacional de la catequesis en los cinco decanatos.

Día Nacional de la Catequesis.

Habrá encuentros de catequistas en cada uno de los cinco decanatos.

Sábado 19

Decanato CENTRO: en la parroquia de San Jacinto, de 9:30 a 16 horas. Misa a las 15 hs.
Decanato PIEDRAS: en la parroquia de La Paz, desde las 15 hs. Misa con la comunidad a las 18 hs. y luego cena.
Decanato PLAYAS: en la parroquia de El Pinar, desde las 17, con Misa a las 19 hs., presidida por Mons. Heriberto y a continuación cena.
Decanato PANDO: en la parroquia de Pando, de 16 a 21 horas. Participación en la Misa de la comunidad a las 18 hs. y luego cena.

Domingo 20

Decanato CANELONES: en la capilla Nuestra Señora de Fátima, en la ciudad de Canelones. Comienza con la Misa a las 16 horas, presidida por Mons. Heriberto.

Más información sobre la jornada y materiales de apoyo: AQUÍ

Gracias, amigas y amigos. Que los bendiga Dios Todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.


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