Homilía de Mons. Heriberto
El 30 de abril de 1881, a los 63 años, fallecía en la ciudad de Paderborn, en Alemania, la beata Paulina Mallinckrodt, fundadora de las Hermanas de la Caridad Cristina.
Curiosamente, y para que nos acordemos bien de ese año 1881 (uno - ocho - ocho - uno), pocos días después, el 6 de mayo, a los 67 años, moría en Pan de Azúcar el beato Jacinto Vera, primer obispo del Uruguay.
La beata Paulina fundó la congregación de las Hermanas de la Caridad Cristiana el 21 de agosto de 1849. Por lo tanto, en este día, exactamente, estamos celebrando los 175 años de ese acontecimiento.
34 años después, en 1883, las Hermanas llegan al Uruguay e instalan su comunidad en la ciudad de Melo. Al año siguiente, el 12 de septiembre de 1884, se abre una comunidad en Montevideo, que está cumpliendo 140 años. En Melo, las hermanas tenían un colegio, pero se marcharon de allí porque con cierta frecuencia las clases se interrumpían por los movimientos revolucionarios de “un tal Aparicio Saravia”, como decía una carta de las hermanas. El colegio quedó a cargo de las Hijas de María Auxiliadora y hoy continúa como colegio diocesano.
En 1890 las hermanas llegan a Santa Lucía y ahí entramos en esta historia.
Muchas fechas, muchos recuerdos...
Pero, más que todo eso, importa que prestemos atención al mensaje que la Madre Paulina nos da en el nombre de la congregación: Hermanas de la Caridad Cristiana.
Caridad es amor. A veces se entiende la caridad como una ayudita que se le da a una persona que está pidiendo en la calle, una limosna. A veces, dada hasta de mala gana.
El apóstol san Pablo dice, en su segunda carta a los corintios (2Co 5,14) “La caridad de Cristo nos urge”: el amor de Cristo nos apura, nos está diciendo “no dejes de amar, no dejes de hacer el bien toda vez que puedas, no lo dejes para mañana… ahora, ahora”.
El amor, la caridad, no son simplemente “buenos sentimientos” que se quedan ahí. Son sentimientos que me hacen actuar, que me hacen hacer algo por los demás, sobre todo por aquellos que están en la mayor necesidad. Amar es hacer algo concreto por aquellos a quienes quiero amar. ¿Quieres mucho a tu mamá? Bueno, muéstrale tu amor ayudándola.
¿Quieres vivir el amor al prójimo que nos enseña Jesús? Bueno, haz algo por él, por el que más necesita de tu ayuda.
Y todo esto, hazlo con amor. Miren que podemos hacer muchas cosas buenas. Darle comida a quien tiene hambre es una cosa buena. Pero es mejor si lo hacemos con amor. Si le damos la comida poniéndole mala cara, cara de fastidio, no estamos amando, no estamos actuando con caridad.
Todo eso lo buscó vivir la Beata Paulina. Vivir la caridad. Pero ella decía “caridad cristiana”. O sea, una caridad, un amor que viene de Jesús, de Jesucristo. Jesús es la fuente del amor, la fuente de la caridad. Cuando conocemos el amor de Jesús, que nos amó hasta dar la vida por nosotros, en Él encontramos y de Él recibimos la fuerza para vivir en al amor, para actuar con amor.
Termino con una palabra de san Pablo, de la primera carta a los Corintios. San Pablo dice que muchas de las cosas buenas que hay en el mundo, pasarán; pero hay una cosa que no pasará: “el amor no pasará jamás” (1Co 13,8).
Muchas son las hermanas de la Caridad Cristiana que han pasado por el Uruguay. En los libros de las hermanas están escritos sus nombres, pero nosotros no los sabemos, salvo de alguna que hayamos conocido o que conocieron nuestros padres… pero el amor que ellas supieron vivir o enseñar, es lo que queda al final de todo. Esa es la mejor lección que pudimos recibir. Todos los días podemos seguir aprendiendo a amar, a dar amor, a hacer alguno bueno por los demás, con amor. Y así entenderemos, como la beata Paulina, esas palabras de san Pablo: el amor nunca pasará. Que así sea.
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