viernes, 23 de agosto de 2024

“Señor ¿A quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (Juan 6,60-69). Domingo XXI durante el año, ciclo B.

Esta fecha: 25 de agosto en Uruguay

Antes de compartir una reflexión sobre el Evangelio de este domingo, cabe una palabra sobre esta fecha, 25 de agosto, en la que, en Uruguay, recordamos un acontecimiento de nuestra historia, conocido como la “declaración de la independencia”. Efectivamente, el 25 de agosto de 1825 -el año que viene se cumplirán 200 años- una asamblea de orientales reunida en la ciudad de Florida, aprobó tres leyes: la independencia respecto al Imperio del Brasil, que nos tenía anexados como “Provincia Cisplatina”; la unión con las Provincias Unidas del Río de la Plata y el pabellón, es decir, la bandera que sería el símbolo de esta provincia al oriente del Río Uruguay.

La asamblea venía sesionando desde el 14 de junio, presidida por el Presbítero Juan Francisco Larrobla, representante de Villa Guadalupe, hoy Canelones, donde era párroco.

Al lado del lugar de reunión había una pequeña capilla, en la que se veneraba una imagen conocida como “Virgen del Pintado”. Ante esa imagen rezaron los asambleístas de la Florida. Es por este vínculo con la historia de nuestra patria que la imagen comenzó a ser conocida como “Virgen de los Treinta y Tres”, en referencia al grupo de hombres que inició el movimiento emancipador. La imagen original se puede visitar en su santuario, hoy Catedral de Florida. Sin embargo, este año se ha preparado una réplica de la imagen, una reproducción de excepcional calidad, que tendrá el carácter de “peregrina”, para acompañar ocasiones especiales de cada diócesis.

El evangelio

Vayamos ahora al evangelio. Escuchamos hoy el final del capítulo 6 del evangelio según san Juan, conocido como “discurso del Pan de Vida”. Es un final dramático, en el sentido de que pone a los oyentes ante una decisión. Jesús se ha presentado como “el pan vivo bajado del cielo” y ha manifestado que 

«… si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre,
no tendrán Vida en ustedes.
El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna,
y Yo lo resucitaré en el último día». (Juan 6,53-54)

El pasaje de este domingo comienza con la reacción negativa de gran parte de la multitud:

«¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?» (Juan 6,60-69)

Jesús defiende y reafirma sus propias palabras, pero

Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de Él y dejaron de acompañarlo. (Juan 6,60-69)

Fue un momento de crisis. Hasta entonces mucha gente seguía a Jesús, atraída por sus enseñanzas y curaciones. No es fácil para nosotros entender la dificultad encontraba la gente en las palabras de Jesús. Hay otros pasajes del evangelio donde Jesús presenta exigencias que parecen mayores: desprendimiento de los bienes, pureza de corazón, tomar la cruz, etc. 

Pero aquí no se trata de pautas de conducta, sino de fe. En el capítulo 3 de este evangelio, Jesús decía a Nicodemo:

«Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios». (Juan 3,5)

Jesús habla del bautismo como nacimiento a una vida nueva. Esa vida es alimentada por el mismo Jesús que se nos da como “pan de Vida”. Una vida nueva en el amor a Dios y al prójimo. Una vida recta, honesta, sostenida por el Espíritu de Dios en nosotros.

Hoy en día, mucha gente reconoce los “valores” que Jesús propuso. A veces, quienes han pasado por la educación católica nos hablan de esos valores como algo muy importante que recibieron. Solidaridad, colaboración, amor al prójimo, respeto al otro, familia, etc.

Sin duda es importante y si se trata de orientar la vida según esos valores y, sobre todo, de ponerlos en práctica, eso está muy bien.

Sin embargo, eso no está necesariamente conectado con la fe. El creyente, en cambio, reconoce en Jesús la plenitud de todos esos valores. Él los encarna. Más todavía, la vida que viene de Jesús es la que nos hace posible vivir esos valores que nos llegan a través de su Palabra.

Tal vez aquellos oyentes de Jesús, israelitas creyentes, percibieron esa diferencia y eso motivó su rechazo. Estaban abiertos a escuchar a Jesús como maestro, aunque algunos discutan con él; pero ahora, Jesús no les estaba pidiendo simplemente una adhesión a su enseñanza, sino a su persona: “Yo soy”. “Yo soy el Pan vivo bajado del Cielo” es uno de los muchos “Yo soy” del evangelio de Juan. “Yo soy el buen pastor”, por citar el más conocido.

Ese “Yo soy” no es simplemente una manera de hablar… Hace referencia a la forma en que Dios se presenta ante Moisés cuando éste le pregunta su nombre: “Yo soy”. Cada vez que Jesús dice “Yo soy…”, está afirmando su divinidad, su identidad como Hijo de Dios y está pidiendo creer en Él.

Ante el abandono de ese grupo grande de discípulos que lo habían ido siguiendo, Jesús se volvió hacia los que estaban permanentemente con él: el grupo de los Doce y les hizo esta pregunta:

«¿También ustedes quieren irse?» (Juan 6,60-69)

Podemos pensar que esa pregunta brota de la tristeza de Jesús ante los que se marchan. Algo así como “todos me abandonan ¿y ustedes, también?”. Sin embargo, es posible leerla de otra manera. Es un llamado a la libertad de los discípulos. “Ustedes pueden irse. Si se quedan, es su decisión. Es esa decisión, ese ejercicio de libertad el que Jesús está pidiendo. Pedro dará la respuesta:

«Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios». (Juan 6,60-69)

La pregunta “¿a quién iremos?” está indicando que para los discípulos no hay nadie como Jesús, porque él tiene “palabras de Vida eterna”. No se trata de alguna enseñanza interesante, de una sabiduría para conducirse bien en esta vida. Son “palabras de Vida eterna”, palabras que nos abren un horizonte más allá de esta tierra y esta vida que conocemos. Es en eso que Pedro y sus compañeros han creído. Han creído en Jesús, creen y saben -la fe se hace certeza- que él es “el Santo de Dios”, un ser humano, pero en el que Dios se hace presente de una forma inédita, única.

La pregunta de Jesús y la respuesta de Pedro nos interpelan sobre nuestra fe y sobre nuestra libertad frente a la persona de Jesús. ¿Creemos en Él y queremos seguirlo? En nuestra respuesta se juega nuestra vida y nuestra salvación.

En esta semana

  • Martes 27 y miércoles 28, respectivamente, Santa Mónica y San Agustín: madre e hijo santos.
  • El miércoles 28 recordamos también a Santa Joaquina Vedruna, una fundadora que vivió varias vocaciones a lo largo de su vida.
  • Desde el 29 al domingo primero de septiembre, tendrá lugar el Cursillo de Cristiandad para Hombres. Recordémoslos en la oración.
  • El viernes 30 de agosto, Santa Rosa de Lima y se vienen tres fiestas patronales. Ese mismo día, en la ciudad de Santa Rosa, desde las 14:30; el sábado 31, a las 15 horas, en Empalme Olmos y el domingo primero, a las 10, en El Pinar.
  • El viernes 31 también celebra su fiesta patronal la parroquia de San Ramón.
  • El domingo primero comienza el “tiempo de la creación” que se extiende hasta el 4 de octubre. Para la jornada del primero, el Papa Francisco ha entregado un mensaje titulado “Espera y actúa con la creación” (cf. Romanos 8,19-25).

Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

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