viernes, 3 de junio de 2011

Desde Brescia, el P. Javier nos envía este recuerdo de Raúl.

Capilla San Antonio, barrio El Bosque, Melo

Recordando a un amigo

A Raúl yo lo conocí durante la solemne celebración de la noche pascual, no me recuerdo en que año. Hacía poco tiempo que yo era párroco de la Catedral de Melo. Mons. Roberto estaba predicando y se hizo, al fondo de la iglesia, un barullo estorbador de la celebración. Me apuré a tranquilizar el ambiente y convencí a los tres estorbadores, tres amigos bien tomados, a entrar en la pequeña sacristía en el fondo de la catedral. Me dijeron que querían confesarse… Los convencí a venir al día siguiente, cuando se les hubiera pasado la borrachera, a charlar conmigo.
Al día siguiente, domingo de la Resurrección, de los tres, se presentó Raúl. Como yo tenía que salir hacia una capilla de campaña para celebrar, lo invité a acompañarme. A partir de ese día empezamos a conocernos. A partir de ese día, su vida, anteriormente desarreglada, después de una buena confesión que le devolvió la paz interior, empezó a tomar un rumbo positivo. Todas las tardes el zapatero que vivía cerca del “Bosque” venía a la Misa. Aprendió a entonar los cantos y a relacionarse bien con la gente, que empezó a apreciarlo cada vez más.
La piecita de su humilde zapatería empezó a ser lugar de encuentros donde eran cada vez más frecuentes los temas espirituales.
Cuando yo iba a las zonas de campaña con la camioneta, él, a menudo, cerraba su zapatería y me acompañaba. ¡Cuantas misiones y celebraciones en zonas rurales! En Arbolito, La Micaela, Cuchilla del Paraíso en casa de don Desiderio Lima, en Cañas, en la Pedrera, en Guazunambí, Bañado de Medina… en aquellas vueltas nos acompañaban las hermanas, y entre ellas recuerdo la Hermana “Maga” (Magdalena). Ahora se habrán encontrado en el Cielo donde nos han precedido.
Recuerdo haber compartido con Raúl algunas hermosas y alegres pesquerías, y largas charlas en la carpa. ¡Y cuántas cargadas de arena en la vieja Toyota hicimos junto a los vecinos de las zonas rurales para levantar las capillas donde se precisaban! También en los trabajos para levantar la Cruz del Cerro Largo estaba Raúl.
En la capilla de San Antonio, cerca de su casa, él puso su corazón y se responsabilizó de su cuidado.
Muy amigo de Mons. Roberto Cáceres (que a menudo compartía el almuerzo, en su humilde casa, cuando, en estos últimos años, desde Treinta y Tres venia a celebrar en la Capilla de San Antonio), tuvo la oportunidad de acompañarlo en un viaje a Italia que le ofreció el amigo Bruno Bonomini, un parroquiano mío que me había acompañado en un viaje a Uruguay. ¡Este viaje a Italia lo hizo feliz!
En mi última visita a Uruguay lo vi subir a la Cruz del Cerro Largo. Después vino la enfermedad, le cortaron la pierna. Acompañado por el “Carca” su hermano, y por la bondad de amigos y vecinos, le costó depender de los demás y se dejó consumir en su pobreza hasta el desenlace.
Raúl era Raúl, con su historia personal de luces y sombras, con su carácter, con su manera franciscana de vivir, pero su cambio de vida, que llevó adelante coherentemente, nos movió el piso a muchos que lo conocimos bien.
Hoy, en el día y en la hora de tu entierro, junto con el amigo Bruno, celebraré la Eucaristía por ti, para que puedas caminar libre y feliz en los cielos nuevos y tierras nuevas de la eternidad, en la Casa grande y acogedora de aquel Padre bueno que a menudo invocaste sobre esta tierra. En aquella Casa podrás ver, cara a cara, aquel Jesús que intentaste seguir e imitar en tu camino terrenal. El te ha precedido para prepararte un hermoso lugar de paz y felicidad. En aquel lugar espero podernos reencontrar y recordar gozosamente lo vivido.

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