jueves, 31 de diciembre de 2020

2020-2021: Aprender y cuidar. Mensaje con motivo del Año Nuevo 2021.

Como decía la viejita brasileña: “Morrendo e aprendendo”. Aprendiendo hasta el último minuto de la vida. Aprender nos mantiene vivos.

Hace años, siendo yo un joven párroco, me encontré con un sacerdote mayor, que me acompañó mucho en los comienzos de mi vocación. El sacerdote escuchó el relato de algunas de las cosas que yo había vivido en ese año y, cuando terminé, me dijo: “ha sido un año de aprendizajes”. “Sí” pensé yo “así fue”. Han pasado los años y me alegra poder decir, al final de cada año: “ha sido un año de aprendizajes”. ¡Y cuánto he tenido, hemos tenido, que aprender en este 2020!

Es verdad que los mejores años para aprender son los primeros de la vida. El cerebro se configura tempranamente: por eso es importante la estimulación oportuna a los pequeños.
Sin embargo, la capacidad de aprender no se pierde, aunque pueda requerir más esfuerzo y más tiempo. A veces, solo se necesita motivación.

Algunos aprendizajes son dolorosos. Antes se decía “la letra con sangre entra”. Eso (esperemos) ya no cabe en ninguna propuesta educativa; pero a veces nos obstinamos, no damos el brazo a torcer frente a la realidad y recién aprendemos cuando nos damos de cara contra el piso. Duele, pero si no nos quiebra, nos fortalece.

Otros aprendizajes son gratificantes. Haber aprendido algo nuevo hace crecer nuestra autoestima, al ver que hemos sido capaces de un logro que ya no parecía estar a nuestro alcance.
En este año, muchos tuvimos que aprender a hacer cosas que nunca habíamos hecho: desde algunas tareas del hogar, pasando por la cocina, hasta el manejo de aplicaciones en el teléfono.
Muchas cosas podemos aprender… pero es bueno recordar el consejo del Martín Fierro: “es mejor que aprender mucho / el aprender cosas buenas”.

Podemos, pues, distraernos de muchas formas… aprender muchas cosas superfluas; pero en algún momento tenemos que enfrentarnos con la verdad de nosotros mismos. “Nosce te ipsum”: “conócete a ti mismo”, decían los antiguos. Éste puede ser uno de esos aprendizajes dolorosos. Encuentro con nuestros propios límites, con nuestra fragilidad, con nuestro lado más oscuro… El hombre sabio es humilde, porque ha alcanzado ese conocimiento y percibe la vanidad, es decir, el vacío, de quienes se consideran superiores a los demás.

Finalmente… desde esos límites que nos ayudan a reconocernos como creaturas, asomarnos al misterio del Creador. San Agustín, hombre que emprendió decididamente la búsqueda de Dios, nos comparte su experiencia en una oración:
“tú estabas dentro de mí y yo afuera …
Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo …
Me llamaste y clamaste, y quebraste mi sordera;
brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera;
exhalaste tu perfume, y lo aspiré,
y ahora te anhelo;
gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti;
me tocaste, y deseo con ansia la paz que procede de ti”.
La paz… profundo anhelo de cada persona, profundo anhelo de toda la humanidad. La paz es el motivo del mensaje que cada primero de año, desde los tiempos de san Pablo VI, nos dirige el papa.
Francisco ha titulado su mensaje de este año “La cultura del cuidado como camino de paz”. Comparto con ustedes algunos de sus párrafos.

Francisco pone en Dios creador el origen de la vocación humana al cuidado. Recuerda que Adán recibió el jardín del Edén con la tarea de “cultivarlo y cuidarlo” (Génesis 2,15). La historia de Caín y Abel trae la pregunta que todos nos tenemos que responder: «¿Acaso yo soy guardián de mi hermano?» (Gn 4,9). Y la respuesta es: “sí, lo soy”.
«En estos relatos tan antiguos, cargados de profundo simbolismo, ya estaba contenida una convicción actual: que todo está relacionado, y que el auténtico cuidado de nuestra propia vida y de nuestras relaciones con la naturaleza es inseparable de la fraternidad, la justicia y la fidelidad a los demás»
Jesús, sigue diciendo Francisco, expresa su compasión en la curación de los enfermos y en el perdón a los pecadores.
“En la cúspide de su misión, Jesús selló su cuidado hacia nosotros ofreciéndose a sí mismo en la cruz y liberándonos de la esclavitud del pecado y de la muerte.”
Las primeras comunidades cristianas pusieron en el centro de su acción las obras de misericordia corporales y espirituales. A partir de allí, aunque
“a veces la generosidad de los cristianos perdió un poco de dinamismo”, “las crónicas de la historia reportan innumerables ejemplos de obras de misericordia. De esos esfuerzos concertados han surgido numerosas instituciones para el alivio de todas las necesidades humanas: hospitales, hospicios para los pobres, orfanatos, hogares para niños, refugios para peregrinos, entre otras”.
Concluye Francisco su mensaje con estas palabras:
En este tiempo, en el que la barca de la humanidad, sacudida por la tempestad de la crisis, avanza con dificultad en busca de un horizonte más tranquilo y sereno, el timón de la dignidad de la persona humana y la “brújula” de los principios sociales fundamentales pueden permitirnos navegar con un rumbo seguro y común.
Como cristianos, fijemos nuestra mirada en la Virgen María, Estrella del Mar y Madre de la Esperanza. Trabajemos todos juntos para avanzar hacia un nuevo horizonte de amor y paz, de fraternidad y solidaridad, de apoyo mutuo y acogida.
No cedamos a la tentación de desinteresarnos de los demás, especialmente de los más débiles; no nos acostumbremos a desviar la mirada, sino comprometámonos cada día concretamente para «formar una comunidad compuesta de hermanos que se acogen recíprocamente y se preocupan los unos de los otros».
Amigas y amigos: muy feliz año nuevo 2021. Que siga siendo para cada uno de nosotros “un año de aprendizajes”, un año de profundo encuentro consigo mismo, con los demás y con Dios. Que podamos ver en el transcurso de 2021 el fin de esta emergencia sanitaria, pero que no olvidemos las lecciones aprendidas y sigamos profundizando lo que significa cuidar unos de otros. Gracias por su atención. Que el Señor los bendiga y hasta pronto si Dios quiere.

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