domingo, 22 de mayo de 2022

“Les dejo la paz, les doy mi paz” (Juan 14,23-29). V domingo de Pascua.

La guerra de Ucrania y sus consecuencias inmediatas, que pronto se hicieron sentir en todo el mundo, han avivado en la humanidad el deseo de paz. Las comunidades católicas en todo el mundo, junto a otras congregaciones cristianas e incluso a otras religiones, nos hemos unido en la oración pidiendo el don de la paz. Yo espero que, también, nos hayan hecho tomar conciencia de que hay otros lugares del mundo que, aunque no reciben tanta atención de los medios de comunicación, desde hace mucho sufren la guerra, como Yemen, por poner un ejemplo.

En el evangelio de hoy, Jesús ofrece a sus discípulos el don de la paz. Shalom alejeim, “La paz esté con ustedes”, o simplemente Shalom, Paz, es el saludo en lengua hebrea. Shalom aparece unas 230 veces a lo largo del Libro de la Primera Alianza, lo que se suele llamar Antiguo Testamento. A través de esas expresiones es posible ir descubriendo la verdadera paz, don de Dios a los hombres.

Hay formas de paz solo aparentes, basadas en el miedo, la mentira, la falsa conciencia, el autoengaño. Uno de los salmos alerta sobre quienes 

“hablan de paz a su vecino, pero la maldad está en su corazón” (Salmo 28,3).
Otro salmo presenta el desconcierto del hombre justo 

“al ver la paz de los impíos” (Salmo 73,3.18)

hasta que comprende el terrible destino que aguarda a los malvados.

También se habla del cansancio de tratar 

“con los que odian la paz. Si yo hablo de paz, ellos prefieren la guerra”, dice el Salmo 120. (Salmo 120,6-7)
La Paz, SHALOM, es el bienestar en la existencia cotidiana, el estado del hombre que vive en armonía con la naturaleza, con los demás, consigo mismo y con Dios. Es bendición, reposo, riqueza, salvación… vida. Es justicia. Es plenitud de dicha y es un don de Dios, como dice otro salmo:

“Dios bendice a su pueblo con la Paz” (Salmo 29,11)
La bendición que encontramos en el libro de los Números concluye diciendo:
“Que Dios te muestre su rostro y te conceda la Paz” (Números 6,26)
Hay que pedir a Dios el don de la Paz y desearlo para todos:
“Pidan la paz para Jerusalén… haya paz en tus muros…
Por mis hermanos y compañeros, voy a decir ¡la paz contigo!
Por la casa del Señor nuestro Dios te deseo todo bien” (Salmo 122, 6-8)
Los profetas anuncian la Paz que traerá el Mesías, paz que superará todos los anhelos.
El profeta Isaías la compara con un torrente, una correntada:
Así dice Dios: miren que voy a derramar sobre Jerusalén la paz como un río. (Isaías 66,12)
En Jesús se cumplen todas las esperanzas de los hombres y las promesas de Dios. Él es quien trae al mundo la Paz de Dios, como lo anunciaron los ángeles cantando en su nacimiento:
“Gloria a Dios en lo alto del Cielo y en la tierra PAZ a los hombres amados por el Señor” (Lucas 2,14)
Ya en su tiempo de misión entre los hombres, Jesús saluda ofreciendo la paz e indica a sus discípulos hacer lo mismo:
Cuando entren a una casa, digan primero: “Paz a esta casa”.
Y si hubiere allí un hijo de paz, su paz reposará sobre él; si no, volverá a ustedes.
(Lucas 10,5-6)
Para hacer la vida más humana, para que sea como Dios la quiere, lo primero es sembrar la paz, no la violencia; promover el respeto, el diálogo y la escucha mutua; no la imposición ni el enfrentamiento.

Y finalmente en el evangelio de este domingo, escuchamos a Jesús decir a sus discípulos:
Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. (Juan 14,23-29)
Jesús está en la última cena, pronunciando su discurso de despedida. Sintiendo la cercanía de la muerte, está disponiendo de sus bienes… ¿cuál es el bien mayor que deja Jesús a los suyos?
Jesús deja a los discípulos su Paz, la paz que ellos han podido ver en Él. Esa paz es fruto de la íntima unión de Jesús con el Padre. Les regala su paz, que nacerá en ellos si están dispuestos a recibir y dejarse guiar por el Espíritu de Jesús.

Dios da la paz; y la paz se pide a Dios, pero eso no exime de la responsabilidad de buscarla ni del esfuerzo personal y comunitario para establecerla. Esfuerzo personal: primero para estar en paz consigo mismo. El Mahatma Gandhi decía que “el que no está en paz consigo mismo está en guerra con todo el mundo”. Paz con nuestro prójimo: con nuestra familia… una paz a veces muy costosa; con nuestros vecinos, con todas las personas con las que compartimos algo de nuestra vida. Paz con la creación, en el respeto y el cuidado de la casa común…
Todos los caminos de la Paz nos llevan a la Paz con Dios y la Paz con Dios nos realimenta y reenvía para ser portadores de paz.
Como dice el profeta Isaías:
¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae buenas nuevas, que anuncia la salvación…!» (Isaías 52:7)
¡Qué bueno que esto pudiera decirse de cada uno de nosotros!
La persona que lleva en su interior la paz de Cristo no busca lo que enfrenta y separa, sino que busca siempre el bien de todos, no deja fuera a nadie; fomenta todo lo que une, todo lo que lleva al cumplimiento de lo que Jesús ha implorado al Padre: 

“Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste.” (Juan 14,21).

Santos de la semana:

  • Santa Rita de Casia, una santa muy querida, una mujer que logró llevar a Dios a su violento marido es recordada este mismo domingo 22.
  • El martes 24, María Auxiliadora. Saludamos a la familia Salesiana, especialmente a las Hijas de María Auxiliadora, al colegio de Canelones y las capillas que se encuentran en la ciudad de Canelones, en Canelón Chico, San Ramón y Pando.
  • El miércoles 25 hay tres santos: San Beda el Venerable, presbítero y doctor de la Iglesia. San Gregorio VII, Papa y Santa María Magdalena de Pazzi, virgen.
  • San Felipe Neri, fundador de los oratorios, es recordado en la parroquia de Juanicó donde funciona un oratorio dedicado a él. Lo recordamos el jueves 26.
  • San Agustín de Cantorbery, obispo, es el santo cuya memoria se celebra el viernes 27.

Amigas y amigos, muchas gracias por su atención. Abramos nuestro corazón a la paz que Jesús nos ofrece y pidámosle que nos haga portadores de su paz, que llevemos su paz a todos aquellos con quienes nos encontramos cada día. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

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