jueves, 6 de julio de 2023

“Mi yugo es suave y mi carga liviana”. (Mateo 11,25-30). XIV domingo durante el año.


Si el domingo pasado nos encontramos con palabras difíciles de Jesús, hoy su Palabra es… ¿cómo podríamos decir?… ¡es todo consuelo!
Jesús comienza con una oración. Él reza a su Padre, el Padre Dios; y a nadie más. 
Esta oración la encontramos también en el evangelio de Lucas, que la introduce exponiéndonos el sentimiento de Jesús e incluyendo la participación del Espíritu Santo:
En aquel momento Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo… (Lucas 10,21)
Jesús nos enseñó una oración para dirigirnos al Padre. Nosotros también le rezamos al mismo Jesús; podemos pedir la intercesión de la Virgen y de los santos. Sin embargo, escuchemos lo que dice san Pablo en la segunda lectura de hoy, de su carta a los Romanos:
Ustedes no están animados por la carne sino por el espíritu, 
dado que el Espíritu de Dios habita en ustedes. (Romanos  8, 9. 11-13)
No olvidemos al Espíritu, al que siempre podemos invocar, al que siempre podemos decirle “¡Ven! ¡Ven Espíritu Santo!”, entre otras cosas, para que nos ayude a orar y a pedir lo que realmente conviene.
Y bien, movido por el Espíritu, Jesús levanta su corazón al Padre, con quien tiene una total conexión. Y esta es su oración:
Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. (Mateo 11,25-30)
La oración comienza diciendo “te alabo”. Jesús está expresando su sentimiento ante lo que está haciendo el Padre. Como vimos, Lucas dice que Jesús “se estremeció de gozo”. Pensemos en nuestro propio sentimiento cuando vemos algo que nos gusta. Nos sale la alabanza: ¡qué lindo! ¡qué bueno! Y también ¡qué rico! Sabemos que esas cosas se pueden decir a distintos niveles, más o menos sinceramente. Se pueden decir por pura cortesía, por cumplir, o se pueden decir de corazón. 

Para entender mejor lo que quiere transmitir Jesús, vayamos al texto griego del evangelio. La palabra que traducimos como “te alabo” es Ἐξομολογοῦμαί (la separo en sílabas para facilitar la lectura: exo molo gou mai). En una de sus catequesis (7 de diciembre de 2011) Benedicto XVI explica el sentido de esa palabra en el Nuevo Testamento. 
Son dos significados, y los dos importan.

El primero es “reconocer hasta el fondo”. Juan el Bautista usaba ese verbo cuando le pedía a la gente que venía a hacerse bautizar que reconociera hasta el fondo sus propios pecados (Mateo 3,6). Reconocer hasta el fondo es todo lo contrario de una apreciación superficial, de un “qué lindo” dicho por cortesía. Es un “qué lindo” que sale del corazón y ojalá que salga así cuando vemos la obra de Dios en nuestra vida y en la vida de los demás.

El segundo sentido es “estar de acuerdo”. Jesús manifiesta que está de acuerdo con la forma de actuar del Padre. Juntando las dos expresiones, podríamos decir, siguiendo al papa Benedicto, que Jesús inicia su oración reconociendo hasta el fondo la acción del Padre y expresando su estar en total, consciente y gozoso acuerdo con ese modo de obrar, con la obra salvadora que su Padre está realizando.

Y bien ¿qué es lo que ha hecho el Padre? Si tomamos literalmente las palabras de Jesús, parece que Dios deliberadamente hubiera escondido a algunos “los sabios y los prudentes” su proyecto (“estas cosas”) y en cambio, hubiera decidido mostrárselo solamente a otros, “los pequeños”.

Jesús está señalando una preferencia del Padre, pero la revelación no está cerrada para nadie, siempre y cuando tenga la actitud necesaria para recibirla.
El Plan de Dios está abierto para los sencillos de corazón. 
En la forma en que funciona el mundo, son los hombres cultos, los que están preparados, los profesionales y los técnicos quienes adquieren y poseen los conocimientos importantes y los transmiten a la gente sencilla, a los pequeños. 

No se trata de rechazar eso, cuando se actúa con espíritu de servicio. En la pandemia de COVID-19 vimos formarse en nuestro país un Grupo Asesor Científico Honorario, el famoso GACH y no podemos menos que estar agradecidos por su orientación al gobierno y a la población sobre cómo conducirse en aquellos aciagos días.

Pero aquí se trata de algo diferente. En tiempos de Jesús, los hombres religiosos buscaban ávidamente conocer a Dios meditando las Escrituras. Eso está muy bien. Pero algunos creyeron alcanzar la sabiduría y se sintieron superiores a los demás, separándose de ellos y considerándolos una “masa condenada”. Ellos pretendían conocer la voluntad de Dios y terminaron desconociendo la manifestación de Dios en su Hijo, su Palabra definitiva, su palabra de Misericordia.

Jesús, en cambio, ve la respuesta al Padre de parte de los pequeños. En el sermón de la montaña encontramos las actitudes fundamentales de la pequeñez evangélica: está en los pobres de espíritu, los mansos, los limpios de corazón. Es la pureza del corazón la que permite reconocer el rostro de Dios en Jesucristo. La actitud es tener un corazón sencillo como el de los niños. Nada que ver con quien se cierra sobre sí mismo, quien se cree autosuficiente y no siente necesidad de nadie, ni siquiera de Dios.
Después de su oración, Jesús hace un apremiante llamado:
Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y Yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana. (Mateo 11,25-30)
Jesús pide que vayamos a él, que es la verdadera sabiduría; a él que es “manso y humilde de corazón” y, por tanto, el que puede enseñarnos cómo conocer, recibir y vivir la voluntad del Padre. Su yugo es el camino de sabiduría del Evangelio. Benedicto, en la catequesis que ya hemos citado, nos recuerda que ese yugo, ese camino “no es una doctrina para aprender o una propuesta ética, sino una Persona a quien seguir”: el mismo Jesús, el Hijo Unigénito, en perfecta comunión con su Padre.
Para orar como Jesús, abrámonos a la luz del Espíritu Santo, porque, como dice San Pablo 
“el mismo Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad porque no sabemos orar como es debido; pero el Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables” (Romanos 8,26)
De esa forma, unidos a Jesús, podremos reconocer con sencillez la obra de Dios en nuestra vida y la de los demás y alabarlo desde el fondo de nuestro corazón, buscando que cada día se realice en nosotros Su Voluntad.

En esta semana

  • El martes 11,  San Benito, abad. Recordemos a nuestras Benedictinas y al Centro de espiritualidad y pastoral La Pascua, ubicado en el antiguo monasterio de los Benedictinos.
  • El jueves 13, ahora sí, porque dimos mal la fecha en junio: aniversario de la dedicación de la catedral de Canelones y aniversario episcopal de Mons. Orlando Romero.
  • El domingo 16, Nuestra Señora del Carmen. Patrona de las parroquias de Migues y Toledo y de algunas capillas. Es también el aniversario de la ordenación episcopal del Beato Jacinto Vera (1865).
Gracias, amigas y amigos. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén. 

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