miércoles, 25 de diciembre de 2024

Fiesta de la Sagrada Familia: PEREGRINOS EN JERUSALÉN. “Él regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos”. (Lucas 2,41-52)


El pasado martes 24, Nochebuena, el Papa Francisco abrió la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro, dando así inicio al Jubileo del año 2025.
Hoy se abre el Año Jubilar en cada una de las diócesis católicas del mundo.
El lema elegido para este Año Santo es “Peregrinos de Esperanza”.

Desde esa perspectiva, podemos detenernos en el primer versículo del evangelio de hoy:

Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre… (Lucas 2,41-42)

Lo que hacían anualmente José y María, la costumbre en la que introdujeron a Jesús cuando cumplió 12 años, era una peregrinación. 

Hay lugares donde podemos peregrinar cada año; pero el año santo nos llama especialmente a peregrinar.

La peregrinación es una manifestación presente en muchas religiones. Es el viaje a un lugar sagrado y se hace como acto de piedad, adoración, purificación, penitencia, acción de gracias. Muchas veces está relacionado con el cumplimiento de una promesa.

En Uruguay, país más bien laico, poco religioso, la peregrinación a la Virgen del Verdún o a la Virgen de los Treinta y Tres muestran, sin embargo, un aspecto diferente de la espiritualidad de nuestro pueblo.

En la India, millones de personas peregrinan al río Ganges, en cuyas aguas realizan ritos de purificación. Los musulmanes tienen como precepto la peregrinación a la Meca al menos una vez en la vida. 

En el siglo IV, una peregrina cristiana llamada Egeria nos dejó sus memorias de viaje en Tierra Santa, una peregrinación que seguimos haciendo los cristianos. Desde la Edad Media, se fue afianzando el camino de Santiago y la peregrinación a Roma para visitar las catacumbas así como las tumbas de los santos apóstoles Pedro y Pablo. Muchos siglos antes, los israelitas peregrinaban al Templo de Jerusalén en determinadas fiestas del año. En eso encontramos a los padres de Jesús, llevando por primera vez a su hijo, que está entrando en la adolescencia.

Para el Pueblo de Dios, la peregrinación evoca en primer lugar el largo caminar, de 40 años, a través del desierto, desde su liberación de la esclavitud en Egipto, la Pascua judía, hasta la llegada a la Tierra Prometida.

Precisamente, en el relato del evangelio de hoy, la Sagrada Familia está peregrinando en la fiesta de la Pascua, de la Pascua de Israel.

La peregrinación supone al menos un trayecto a pie. Caminar una distancia larga supone esfuerzo, sacrificio y eso hace parte del peregrinar. Pero no es simplemente un esfuerzo físico. Para darle sentido, la peregrinación debe irse acompasando con distintos momentos de oración, preparando el espíritu para lo que se vivirá a la llegada.

El salmo que encontramos entre las lecturas de hoy, expresa el deseo del peregrino por llegar al templo:

¡Qué amable es tu Morada, Señor del Universo!
Mi alma se consume de deseos por los atrios del Señor;
mi corazón y mi carne claman ansiosos
por el Dios viviente. (Salmo 83, 2-3)

El peregrino va acicateado por el deseo de llegar, consciente de que va a un lugar sagrado, donde encontrará de un modo especial la presencia de Dios.

La peregrinación es imagen del camino de la vida humana. Somos peregrinos. Aunque podamos aquí aquerenciarnos, aferrarnos a nuestro lugar en el mundo, sabemos que esa morada es temporal. No tenemos aquí nuestra casa definitiva. Peregrinamos hacia la casa del Padre; no ya al templo de piedra, como el de Jerusalén, sino a aquel donde llegó Cristo, como dice la carta a los Hebreos:

Cristo, en efecto, no entró en un Santuario erigido por manos humanas –simple figura del auténtico Santuario– sino en el cielo, para presentarse delante de Dios en favor nuestro. (Hebreos 9,24)

La peregrinación es, también, seguimiento de Cristo. Los discípulos iban con él a todas partes, a veces encontrando la hospitalidad de los amigos, pero otras veces durmiendo al descampado. A una persona que no parece consciente de eso y manifiesta que está dispuesto a seguirlo donde fuera que vaya, Jesús le responde:

«Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos; pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza». (Mateo 8,20)

Pero el seguimiento de Cristo no se reduce a caminar con Él. El seguimiento es un discipulado, en el que se va aprendiendo del Maestro una forma de vida. Más aún, Jesús mismo se hace camino para que en Él vayamos al Padre.

«Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí» (Juan 14,6)

La peregrinación no es un camino individual. Es posible peregrinar solo, pero, aún así, el peregrino cristiano hace su camino en comunión con la Iglesia. Por eso es bueno peregrinar en comunidad, en grupo, en familia (como la Sagrada Familia) haciendo más visible el caminar como miembros de la Iglesia peregrina. La peregrinación es también imagen de la comunidad cristiana, que marcha en caravana, sin dejar atrás a los que no tienen las fuerzas para una marcha rápida ni dejar que algunos se adelanten hasta el punto de que se pierdan de vista y entonces la unidad se rompa.

En esta semana

El martes 31 es el último día del año: un día en el que especialmente podemos agradecer todas las gracias recibidas. En este año, en nuestra diócesis, hemos vivido la visita de la reliquia del beato Jacinto Vera (todavía falta alguna parroquia que la recibirá en 2025).
Recibimos la Jornada Nacional de la Juventud en Pando. Se realizaron Cursillos de Cristiandad, Retiros Parroquiales Juan XXIII y la jornada diocesana de adolescentes.
Celebramos la ordenación sacerdotal de Sergio Genta. 
Estos y muchos otros son motivos para dar gracias al Señor, que sigue haciéndose presente en la vida de nuestras comunidades.

El miércoles, primer día del año, octava de Navidad, celebramos a Santa María Madre de Dios y la cincuenta y ocho Jornada Mundial de oración por la Paz, con el lema «Perdona nuestras ofensas: concédenos tu paz», lema en consonancia con el llamado a la conversión y a la reconciliación propios del Año Jubilar.

Gracias, amigas y amigos por su atención. Que reciban el 2025 en el espíritu del Año Santo, de modo que sea un tiempo de gracia y paz. Y que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

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