El 23 de octubre de 1919 fue promulgada en Uruguay la ley 6.997 que indicaba, como dice su encabezado “las festividades que deberán observarse de acuerdo con el nuevo régimen constitucional”. El año anterior, la República había reformado por primera vez la constitución vigente desde 1830. La primera carta magna establecía, en su artículo quinto: “La religión del Estado es la Católica Apostólica Romana”. En la reforma, el artículo pasó a decir, en sus primeras líneas: “Todos los cultos religiosos son libres en el Uruguay. El Estado no sostiene religión alguna.”
La ley de “festividades”, aprobada en ese nuevo marco, decía en su artículo 4°: “Declárase feriada con el nombre de Semana de Turismo la sexta semana siguiente a la de Carnaval”.
Como decíamos, la ley fue aprobada en octubre de 1919, de modo que la primera “Semana de Turismo” fue la Semana Santa de 1920, entre los domingos 28 de marzo y 4 de abril.
Cien años después, como anunciaba hace días un periódico de Melo, “No habrá Semana Santa o de Turismo” (aunque inmediatamente aclaraba: “ojo, hago referencia a la pesca, sus barras y sus momentos alegres).
Ha sido por lo menos curioso que, exactamente cien años después de la primera Semana de Turismo, y con días bastante agradables, los uruguayos estemos confinados en nuestras casas, las rutas vacías, los eventos suspendidos y los campings y accesos a playas cerrados.
Para quienes habitualmente participamos de las celebraciones en las Iglesias, también la Semana Santa está siendo totalmente diferente. Misas celebradas a puerta cerrada, transmitidas por distintos medios a los hogares; familias o personas solas rezando en sus casas; encuentros y comunicaciones virtuales…
¿Qué puedo uno decir en estos días, qué mensaje dar en esta Pascua?
El miércoles Santo leímos, en el evangelio de Mateo, cómo Jesús estaba organizando la que sería su última cena, en la celebración de la Pascua judía. En aquellos días, Jesús, por prevención, no salía a la calle. No había ninguna pandemia. Las calles de Jerusalén estaban llenas de peregrinos. Jesús no salía porque su vida estaba amenazada. Para la cena, Jesús necesitaba un lugar tranquilo y seguro, donde poder compartir entre amigos un momento especial y único.
Jesús envió a sus discípulos con este mensaje:
"El Maestro dice: Se acerca mi hora, voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos". (Mateo 26, 14-25)¿Quién era la familia o la persona que recibió ese mensaje? No sabemos. Yo me imagino que tiene que haber sido esa gente gaucha que siempre dice: “acuérdese, si necesita algo, estamos acá, prontos para lo que precise…”
“Voy a celebrar la Pascua en tu casa”, nos lo dice Jesús a cada uno de nosotros.
Tomémosle la Palabra y dispongámonos a recibirlo en casa.
Cuando uno espera visitas que vienen a quedarse más de un día, hace algunas previsiones y se toma algunos trabajos. Lo hemos hecho en muchas semanas como esta, con amigos o familiares que vienen “a hacer turismo”.
Preparamos el lugar donde la gente se va a quedar: dentro de lo que se pueda, que no falte nada, que todo esté limpio y ordenado, que los visitantes puedan tener un poco de privacidad. Hablamos con los más chicos de la familia y les damos algunas recomendaciones de cómo comportarse y hasta miramos también al perro y al gato como diciendo “y eso de portarse bien y no andar atravesándose los incluye a ustedes”.
Miramos también los lugares donde nos vamos a reunir, que entremos todos, que podamos estar cómodos… Vemos la comida que podamos ofrecer… pensamos en algo especial que podríamos conseguir o preparar… en fin… todos esos trabajos que nos tomamos por gente que queremos mucho y que nos alegra recibir.
Si nos tomamos en serio las palabras de Jesús, “voy a celebrar la Pascua en tu casa”, entonces también tenemos que hacer preparativos. Sé bien que muchos de ustedes los vienen haciendo desde hace días, desde el momento en que supieron cómo serían las cosas este año. Pero si no lo hicieron y quieren hacerlo, todavía hay tiempo. Mientras estamos en este mundo, mientras peregrinamos por la vida, estamos a tiempo.
¿Qué le podemos ofrecer a Jesús? Cuando recibimos a alguien en nuestra casa ¿hasta dónde lo hacemos pasar? ¿qué es lo que le dejamos ver? Solo cuando tenemos amistad y confianza dejamos que las visitas entren, por ejemplo… a la cocina, un lugar donde se vive la intimidad de la familia.
¿Hasta dónde queremos dejar entrar a Jesús en nuestra vida? ¿Queremos tenerlo por ahí, como un elemento decorativo, que queda bien, que queda lindo? ¿Queremos “quedar bien” con él, porque puede ser que lo necesitemos algún día? ¿O queremos realmente abrirle nuestro corazón y conocer lo que Él quiere darnos, algo mejor que ninguna cosa que se nos ocurriera pedir?
¿Estamos dispuestos a preparar y habilitar para Jesús el núcleo más secreto de nuestro corazón, nuestro sagrario, donde sentirnos a solas con Él y donde dejar que su voz resuene en lo más íntimo de nosotros mismos? (Cf. Gaudium et Spes, 16)
Jesús viene a nuestra casa a celebrar la Pascua. Pascua significa “paso”. La primera Pascua la vivieron los israelitas. Paso de la esclavitud a la libertad. Guiados por Moisés, cruzaron el Mar Rojo. Dios abrió las aguas para que pudieran pasar en medio sin mojarse los pies.
En el marco de aquella Pascua de su pueblo, Jesús vivió su propia Pascua pasando de la muerte a la resurrección.
El viernes santo Jesús entregó su vida en la cruz. Lo hizo en un acto de amor por toda la humanidad y en un acto de amor y confianza a su Padre, que le fue mostrando que ése era el camino que había que recorrer, cargando sobre sí la maldad, la violencia y la miseria del mundo para abrir un camino de reconciliación y reencuentro con Dios. La Pascua es Viernes Santo y es Domingo de Resurrección. Es Paso de la muerte a la vida.
Celebrar la Pascua en casa es la invitación para dar nuestro propio paso. ¿Cómo nos unimos al Paso de Cristo, resucitando a una vida nueva? ¿Cuál será nuestra Pascua?
Este tiempo de confinamiento en nuestras casas, la convivencia que para algunos se ha hecho intensa y exigente, o, para otros, una soledad prolongada, empiezan a cambiar cosas en nuestro interior… ¿qué es lo nuevo -lo nuevo y bueno- que está naciendo en esos cambios que vivimos? No nos entreguemos a la muerte, no le dejemos lo mejor que tenemos. Jesús nos abre a la resurrección y a la vida.
Para algunos ese cambio puede ser pasar de una vida superficial, dispersa en cosas sin verdadera importancia, a una vida más auténtica centrada en aquello que es realmente significativo. Pasar de actitudes resentidas y desconfiadas, a una manera de ser más abierta y atenta a los demás. Pasar de un vivir para acumular, para acaparar, a una forma de vida solidaria y generosa. Pasar de la apatía, el aburrimiento, la tristeza, para abrirnos a una vida esperanzada y alegre.
Y frente a Dios: pasar del miedo a la confianza; de esconderme de Él a salir a buscarlo; de la soberbia de pensar que no lo necesito, a la humildad de reconocerme como su criatura; en suma, de la indiferencia, de la increencia, a la fe.
Amigas y amigos, gracias por su atención. Para todos ustedes, feliz Pascua de Resurrección, con el deseo de que vengan los días en que todos podamos de nuevo darnos un fraterno abrazo. Que el Señor los bendiga y hasta la próxima semana si Dios quiere.
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