domingo, 8 de noviembre de 2020

Misa - Virgen de los Treinta y Tres

Celebrada en uno de los salones de la parroquia Virgen de los Treinta y Tres, conocida también como Cruz Alta, en la ciudad de Treinta y Tres.

La iglesia parroquial está en reparación, por lo que se está celebrando la Misa en uno de los salones de la casa parroquial. En el vídeo pueden verse algunas imágenes de este templo, que es una obra relevante, diseñada por los arquitectos Aroztegui y Brizolara, acompañados por el sacerdote jesuita Carlos Mullin, que fue luego Obispo de Minas.
Lo primero que llama la atención a muchos visitantes es el aspecto del templo, con sus paredes inclinadas. Esta forma quiere evocar una carpa, una tienda de campaña, recordando que el Pueblo de Dios, en su caminar por el desierto, armaba una “tienda sagrada” donde se guardaban las tablas de la Ley, el símbolo de la alianza entre Dios y su Pueblo.
También recordamos que el evangelio según san Juan nos dice que el Hijo de Dios, el Verbo, al hacerse hombre, “puso su tienda entre nosotros”, acampó entre nosotros. Esta Iglesia quiere marcar especialmente esa presencia de Dios en medio de su Pueblo, como lugar de oración, de encuentro y celebración de la comunidad.

Primera lectura y salmo responsorial: del libro de Judit.

El sumo sacerdote Joaquín y los ancianos del pueblo de Israel que habitaban en Jerusalén vinieron para contemplar los beneficios con que Dios había colmado a Israel, y también para ver a Judit y saludarla.
Al verla, todos a una, la elogiaron y le dijeron:
“¡Tú eres la gloria de Jerusalén,
tú, el gran orgullo de Israel,
tú, el insigne honor de nuestra raza!
Al realizar todo esto con tu propia mano,
has hecho un gran bien a Israel, y Dios ha aprobado tu obra.
Que el Señor todopoderoso te bendiga para siempre”.
Y todo el pueblo dijo:
“¡Amén!”.

R. Bendita seas, porque salvaste al pueblo en peligro.

Que el Dios altísimo te bendiga, hija mía
más que a todas las mujeres de la tierra
y bendito sea el Señor Dios,
creador del cielo y de la tierra. R.
Nunca olvidarán los hombres
la confianza que has demostrado
y siempre recordarán el poder de Dios.
Que Dios te exalte para siempre,
favoreciéndote con sus bienes. R.
Porque no vacilaste en exponer tu vida
al ver la humillación de nuestro pueblo,
sino que has conjurado nuestra ruina
procediendo resueltamente delante de nuestro Dios. R.

Homilía

“Bendita seas, porque salvaste al pueblo en peligro”.
Tomamos estas palabras del Antiguo Testamento que están dirigidas a una mujer, Judit, para aplicárselas a María, y aplicárselas en relación con esta advocación que estamos hoy celebrando: Virgen de los Treinta y Tres, patrona del Uruguay.

No estamos hoy en aquellos peligros que corría nuestro pueblo en el año 1825, en medio de una guerra de la que finalmente saldría el Uruguay como país independiente. Junto con todo el mundo estamos enfrentando la amenaza de un enemigo invisible y silencioso, pequeñísimo, pero poderoso: el coronavirus que ha desatado esta pandemia.

La oración a María siempre está presente en nuestros labios. Siempre estamos pidiéndole “ruega por nosotros pecadores”. ¡Cuánto más le dirigimos nuestra súplica en tiempos como el que nos toca transitar!

Esas palabras, “bendita seas, porque salvaste al pueblo en peligro”, nos recuerdan intervenciones, mediaciones de María, en el pasado y nos alientan a pedirlas para el momento presente.

Muchas mujeres de la primera Alianza nos anticipan algunos de los rasgos de la Madre del Salvador. Vamos a acercarnos brevemente a la historia de Judit, para ver cómo esta mujer salvó a su pueblo en peligro.

Cuenta el libro de Judit que Nabucodonosor, rey de Asiria, envió un ejército de más de 120.000 hombres, al mando de su general Holofernes, con la misión de tomar varios territorios, entre los que se incluía el reino de Judea. Los invasores venían arrasando. Los reinos vecinos a Judea fueron cayendo uno tras otro y el enemigo estaba cerca de Jerusalén. El pueblo se preparó para la guerra. Sin embargo, los asirios los rodearon, capturaron las fuentes de agua y sitiaron la ciudad.
El pueblo, abrumado por la sed, pidió a los jefes la rendición.
Judit, una viuda joven, profundamente creyente, escuchó todo y tomó una decisión.
Se preparó primero con el ayuno y la oración:
“Señor: tú eres el Dios de los humildes, el defensor de los pequeños, apoyo de los débiles, refugio de los desvalidos, salvador de los desesperados. Escucha mi plegaria”.
Después de orar, Judit dejó su aspecto austero de viuda, se arregló, se perfumó y se puso su mejor vestido.
Acompañada de su servidora, salió de la ciudad. Fue al campamento asirio y se presentó como una mujer que quería mostrarle a los asirios un paso secreto para entrar a la ciudad y tomarla sin esfuerzo.
Judit logró ganar la confianza del general, asegurándole que hacía eso porque su pueblo estaba pecando y Dios lo iba a entregar a los asirios. Una noche, el general invitó a cenar a Judit. Él bebió demasiado, hasta quedarse profundamente dormido. Nadie estaba con ellos. Judit, pidiendo a Dios que le diera fuerza, tomó la espada de Holofernes y le cortó la cabeza. Inmediatamente salieron con su criada del campamento, en medio de la oscuridad de la noche, llevando la cabeza del general.
A la mañana, el descubrimiento de la muerte de su jefe dejó confundidos e inermes a los asirios.
Los israelitas los atacaron y los enemigos huyeron derrotados.
La primera lectura y el cántico que hemos escuchado nos ubican en el momento en que Judit regresó a la ciudad y contó a su pueblo lo que había hecho. Allí recibió las alabanzas de todos: “bendita seas, porque salvaste al pueblo en peligro”.
Aunque ella corrió muchos riesgos, empezando por el de su vida, se las ingenió para poder realizar su plan sin siquiera comer de los alimentos, alimentos impuros, del general y sus oficiales. Ella encontró la forma de guardar su pureza en todo sentido. Por todo eso fue bendecida por su pueblo, que reconoció que Dios lo había salvado por medio de las manos de una mujer.

Al tomar esta lectura y este cántico del libro de Judit, la liturgia quiere mostrarnos a María, Virgen de los Treinta y Tres, inspirando a quienes estaban luchando por la libertad de su pueblo.
Durante varios días de agosto de 1825, en la ciudad de Florida, los representantes de los pueblos de la Provincia Oriental, es decir, de lo que hoy es la República Oriental del Uruguay, se reunieron en asamblea para decidir sobre los destinos de su pueblo.
Según la tradición, al finalizar las reuniones, los asambleístas pasaban a rezar en el ranchito que servía como capilla, donde se guardaba y veneraba la Virgen del Pintado, una imagen de madera hermosamente tallada por manos guaraníes, proveniente de las misiones jesuíticas de otra época. Esa es la imagen que hoy conocemos como Virgen de los Treinta y Tres.
El 25 de agosto, después de aprobar tres leyes que expresaban con claridad la voluntad del pueblo oriental, seguramente estuvieron allí los representantes, pidiendo el amparo de la Virgen frente a las decisiones que acababan de tomar y a los combates que todavía se prolongarían durante tres años, hasta la firma de la Paz en 1828.

Ya constituido el país, Manuel Oribe, uno de los jefes de los Treinta y Tres y segundo presidente de la república, ofreció a la Virgen una corona, como testimonio de su gratitud por las gracias recibidas por su mediación.

Este domingo, como se viene haciendo desde hace muchos años, el santuario de la Virgen de los Treinta y Tres en Florida debería estar recibiendo a los peregrinos que suelen acudir de todo el país. No ha sido así, por las razones que sabemos. La peregrinación, pues, se ha hecho una peregrinación espiritual. Un momento importante de esa peregrinación es la súplica a la patrona de la patria por el fin de la pandemia y sus consecuencias.

Con la misma fe que animó a Judit, con la misma fe con que los patriotas de 1825 presentaron ante María la patria naciente, pedimos a la Virgen de los Treinta y Tres, en este tiempo de pandemia, su mediación ante “el Dios de los humildes, el defensor de los pequeños, apoyo de los débiles, refugio de los desvalidos, salvador de los desesperados”. Virgen de los Treinta y Tres, escúchanos; ruega por nosotros; presenta ante el Señor las súplicas de nuestro Pueblo para que toda la humanidad pueda superar esta prueba y construir un mundo más sano y más fraterno. Así sea.

No hay comentarios: