martes, 3 de noviembre de 2020

Virgen de los Treinta y Tres, patrona del Uruguay

 

Corría el mes de agosto de 1825. En la villa de la Florida, los representantes de las poblaciones de la Provincia Oriental, es decir, de lo que hoy es la República Oriental del Uruguay, se reunieron en asamblea para decidir sobre los destinos de su pueblo. Pocos meses antes, el 19 de abril, treinta y tres hombres habían cruzado el río Uruguay en dos lanchones, y al pisar tierra oriental desplegaron una bandera en la que se leía su consigna: “libertad o muerte”.

Cuenta una tradición que, al finalizar las reuniones, los asambleístas de la Florida pasaban a rezar en el ranchito que servía como capilla, donde se guardaba y veneraba la Virgen del Pintado, una imagen de madera, hermosamente tallada por manos guaraníes, proveniente de las misiones jesuíticas de otra época. Esa es la imagen que hoy conocemos como Virgen de los Treinta y Tres, en recuerdo de aquellos hombres que lucharon por la libertad.

El 25 de agosto, después de aprobar tres leyes que expresaban con claridad la voluntad del pueblo oriental, seguramente fueron los representantes a la modesta capilla a pedir el amparo de la Virgen frente a las decisiones que acababan de tomar y a los combates que todavía se prolongarían durante tres años, hasta la firma de la Paz en 1828.

Desde hace años, en la solemnidad de la patrona del Uruguay, se le dirige una súplica. Una vez más, pedimos a María, la madre de Jesús, venerada como Virgen de los Treinta y Tres, que ruegue por nosotros, pecadores.
En este 8 de noviembre de 2020, los obispos del Uruguay presentaremos a la Virgen nuestra súplica por el fin de la pandemia y de todas sus consecuencias.
Junto a mis hermanos Obispos, los invito a participar de ese momento de oración a través de diferentes medios, que podrán ver ustedes al final de este vídeo. A continuación, les presento la oración que, tradicionalmente, se ha dirigido a la patrona del Uruguay.

Súplica a Santa María, la Agraciada Virgen de los Treinta y Tres

En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

María Santísima:
Hija de Sión, en ti llega a plenitud la fe de Abraham.
En ti se cumple la esperanza de los patriarcas.
En ti brilla la fidelidad de los pobres del Señor.
Tú sola fuiste elegida, entre todas las mujeres de Israel,
para ser la Madre del Mesías.

El Padre Eterno, desde toda la eternidad,
te preparó para que dieras carne a su Hijo, su Verbo,
por el cual todo fue creado, quien trajo la salvación al mundo.

Elegida para esta misión
por aquel que hace todo según el beneplácito de su voluntad.
Tú fuiste llena de gracia
desde el primer instante de tu concepción,
libre de la mancha del pecado original y de pecado alguno.

Por eso, nosotros,
guiados por las palabras de las Sagradas Escrituras, te aclamamos:
“la Pura y Limpia, la Purísima, la Inmaculada, la Agraciada”.

Tú, en obediencia de fe,
escuchaste la Palabra de Dios y la cumpliste,
y seguiste a tu Hijo hasta el pie de la cruz.

Tú estuviste con los apóstoles y discípulos,
cuando el Espíritu fue derramado
sobre el nuevo pueblo de Dios.

Tú eres saludada
como miembro eminentísimo y del todo singular de la Iglesia
que ve en ti su figura y modelo ejemplar en la fe y en la caridad.

Tú maternidad divina ilumina a la Iglesia Madre,
que por la predicación y el bautismo engendra, para la vida inmortal, a los hijos concebidos por el Espíritu Santo y nacidos de Dios.

Tu fidelidad y obediencia guían a la Iglesia virgen,
que custodia pura e íntegra la fe prometida a Cristo, su Esposo.

En ti la Iglesia santa se presenta sin mancha ni arruga,
y llama a los fieles a recibir el perdón de los pecados
y la gracia que los conduce a la perfección de la caridad.

Elevando su mirada a ti,
que estás en cuerpo y alma en los cielos,
la Iglesia alimenta en sus miembros
la esperanza de la resurrección
en una carne semejante a la de Cristo glorioso,
para formar la Jerusalén celestial,
la Esposa eterna y perfecta del Cordero.

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Virgen Santa:
siempre y en todas partes,
tú te haces presente,
en medio de quienes acuden a tu protección.

También el pueblo oriental, Madre de Dios,
te ha tenido y te tiene como gracia inspiradora
y, unido a ti,
ha puesto su confianza en Jesucristo,
Señor y Salvador de la Historia.

A lo largo de los siglos,
con nombres diversos y en distintos lugares,
ha elevado a ti su mirada, Inmaculada Virgen María,
por siempre Madre del Señor,
hermana, Señora y Abogada nuestra.

Desde antiguo nuestros mayores recurrieron a ti,
reconociendo tu presencia en esta Santa Imagen,
agraciada Virgen de los Treinta y Tres Orientales.

Por medio de este nombre tan propio de nuestro pueblo,
recordamos y pedimos tu protección,
Santa Madre de Dios,
protección de la patria,
protección de las familias,
protección de los pobres,
protección sobre cada uno de nosotros.

Por eso, hoy, en tu santuario, con toda confianza,
nos presentamos ante ti,
Santa María, gloriosa Virgen de los Treinta y Tres.

A ti, que eres nuestra Capitana y Guía,
Te pedimos por el pueblo uruguayo.

Ten compasión de sus miserias y pecados
y ayúdalo a encontrar, en Jesucristo y en su Iglesia,
el perdón del Padre,
la verdadera libertad,
el sentido de la vida.

Enséñanos a ser un pueblo agradecido
con los dones que Dios nos ha regalado,
en esta tierra,
en las cualidades de su gente,
en las posibilidades del futuro.

Sé nuestra guía,
para que encontremos y realicemos
los caminos de la justicia y la paz verdadera,
para que, sobre todo,
cuidemos de los pobres y de los que sufren,
para que los más infelices sean los más privilegiados
y todos tengan pan, techo y trabajo.

Ilumina a nuestras autoridades
y a todos los que detentan alguna forma de poder
para que lo pongan al servicio del bien común en la justicia.

Que cada miembro de la sociedad
se dignifique por el servicio a los demás.

Que la educación sea para el desarrollo de hombres y mujeres libres y honestos.

Que cada uno trabaje honradamente,
ayude al mejoramiento comunitario
y obtenga cuanto es necesario para sí y su familia.

Que los investigadores, los científicos y los técnicos,
respeten las exigencias morales de la vida humana
y se sometan a la Ley del Creador.

Que los comunicadores sociales
busquen la verdad y el entendimiento de los hombres.

Que los artistas
Llenen el mundo de un reflejo de la belleza creadora.

Virgen de los Treinta y tres,
te pedimos especialmente por las familias.
Da solidez al vínculo matrimonial:
que los esposos se unan en un amor fiel y estable,
que sean generosos en la comunicación de la vida
y eduquen a sus hijos según el evangelio.

Haz que cada ser humano sea protegido y respetado,
desde el primer momento de su concepción,
hasta que el Creador llame a sí
a la creatura que salió de sus manos.

Que los niños y los adolescentes
descubran la existencia como un don del Padre.

Cuida a los jóvenes,
para que, a medida que se abren a las riquezas de la vida,
se vean protegidos del mal,
puedan crecer en realización de entrega y generosidad
y oigan el llamado de Dios.

Tú, que eres fuerte con la gracia divina,
da fortaleza a los adultos,
para que se guíen por los principios
que iluminan una conciencia recta,
para que no piensen solo en su interés
sino en el servicio a los demás;
para que sean honestos y sinceros.

Mira, Madre, a los ancianos:
muchos, con su esfuerzo,
colaboran con las nuevas generaciones
y aportan su sabiduría y experiencia.

Pon tus ojos misericordiosos
en aquellos que ven disminuidas sus fuerzas,
en los enfermos que unen sus sufrimientos con los de Jesús,
en los que necesitan la ayuda de los demás;
muy especialmente te encomendamos
los que en este año han de unirse con la muerte de Cristo,
entregándose en las manos del Padre:
que te tengan a tu lado, piadosa y dulce Virgen María.

Te pedimos, humilde sierva del Señor,
que en cada hombre y en cada mujer sea reconocida y respetada la imagen que la Santísima Trinidad puso en ellos
y que Cristo restauró con su sangre y su resurrección.

A ti, Madre del Señor,
que estuviste de pie junto a la cruz de tu Hijo,
te encomendamos a nuestros hermanos difuntos:
que, purificados de todo pecado, contemplen el rostro del Padre
y resuciten gloriosos con Cristo en el último día.

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María de los Treinta y Tres,
te rogamos por la Iglesia de Cristo,
que peregrina en el Uruguay.
Por sus nueve diócesis, con sus obispos:
que, dirigidos por la luz y la libertad del Espíritu Santo, guíen a sus Iglesias
en la fidelidad a la misión recibida de los apóstoles,
para que en ellas se viva y anuncie el evangelio con valentía
y se derrame abundante la gracia de la salvación.

Protege a los sacerdotes y danos santas vocaciones según el Corazón de tu Hijo.

Con tu ejemplo, suscita la santidad en todo el pueblo cristiano:
en niños, jóvenes y adultos.
Santidad en el matrimonio;
santidad en hombres y mujeres que, en la vida religiosa,
se consagran a Cristo el Señor.

Que todos los cristianos, mirando tu hermosura,
Virgen de los Treinta y Tres,
descubran siempre más la belleza
de una vida iluminada por la Palabra de Dios,
rebosante de alegría
por la celebración de los misterios de tu Hijo,
llena del gozo del Espíritu Santo.

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María:
como nosotros te invocamos con el nombre de Virgen de los Treinta y Tres,
tú eres llamada con distintos nombres,
como protectora de los pueblos americanos,
con quienes estamos particularmente hermanados.

Mira sus dolores, para sostenerlos en la esperanza.
Suscita los mejores esfuerzos
para construir sociedades justas y fraternas.

Reina de la paz,
te pedimos por todas las naciones;
que en ellas y entre ellas
se encuentren las formas de sana convivencia,
que permita la unión de todos como una gran familia,
sin discriminaciones, en el respeto y el amor.

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Virgen agraciada, esclava del Señor,
tú, llena del Espíritu Santo, profetizaste
que todas las generaciones te declararían bienaventurada.

Mira hoy a este pueblo,
que, contemplando las maravillas que Dios ha hecho por ti,
te felicita y te llama dichosa.
Enséñanos a proclamar siempre las grandezas del Señor,
y a darle gracias,
adorando a nuestro Creador y Salvador,
realizando la obra suprema del hombre,
que es alabar a Dios.

Virgen de los Treinta y Tres:
que cada uno de nosotros
y toda la Iglesia de toda la tierra,
junto contigo y los ángeles y los santos,
confiese y adore siempre a la Trinidad Santísima.

“A aquel que tiene poder para realizar todas las cosas incomparablemente mejor de lo que podemos pedir o pensar,
conforme al poder que actúa en nosotros,
a Él la gloria en la iglesia y en Cristo Jesús
por todas las generaciones por los siglos de los siglos.
AMÉN.”

Amigas y amigos: muchas gracias por su atención y su oración.
Les reitero la invitación a unirnos a esta súplica, transmitida en directo:
Domingo 8 de noviembre de 2020, a las 12 horas, por Radio María Uruguay en sus distintas estaciones; por Radio Oriental; a través de Facebook en la página DECOS CEU Iglesia Católica del Uruguay; por el canal de YouTube Virgen de los Treinta y Tres.
Que el Señor los bendiga, que nuestra Madre los guarde bajo su manto y hasta la próxima semana, si Dios quiere.

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