viernes, 17 de junio de 2022

“Él bendijo, partió y los fue entregando a sus discípulos” (Lucas 9,11b-17). Corpus Christi.

Nacimiento de José Artigas

Este domingo, los uruguayos recordamos a José Artigas, nuestro héroe nacional, nacido el 19 de junio de 1764, hace ya 258 años. Cada vez más lejano en el tiempo, sigue, sin embargo, presente en la memoria de todo nuestro pueblo y a él rendimos homenaje, de un modo especial, en la ciudad de Sauce, en el centro del departamento de Canelones.

Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo

La Iglesia celebra hoy la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, tradicionalmente conocida como Corpus Christi. En varias parroquias y capillas, hoy, además de la Misa, se realizará una procesión llevando el Santísimo Sacramento, invitando a todos a reconocer y sentir la presencia del Hijo de Dios que quiso quedarse entre nosotros de esa forma que, no lo olvidemos, lo hace realmente presente.

Vamos hoy a meditar sobre el significado de esta fiesta, que nos lleva, como el Jueves Santo, al cenáculo, el lugar donde Jesús celebró con sus discípulos la última cena.

En la segunda lectura de hoy, san Pablo nos recuerda ese acontecimiento. En primer lugar, Pablo pone en claro que lo que va a decir no es algo suyo, sino lo que él ha recibido:

Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he transmitido, es lo siguiente:
(1 Corintios 11,23-26)
A continuación, precisamente, Pablo transmite lo que ha recibido.
Son gestos y palabras de Jesús:
El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan, dio gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía.»
De la misma manera, después de cenar, tomó la copa, diciendo:
«Esta copa es la Nueva Alianza que se sella con mi Sangre.
Siempre que la beban, háganlo en memoria mía.»
(1 Corintios 11,23-26)
Estas palabras y gestos de Jesús nos llegan desde dos tradiciones: por un lado, los evangelistas Marcos y Mateo; por otro, el evangelista Lucas y el texto de Pablo que acabamos de escuchar.
Veamos los gestos:
Jesús tomó el pan, dio gracias (seguramente con una oración, tal vez muy breve, que no nos ha sido transmitida) y lo partió. Al decir que lo partió, está sugerido lo que agregan Marcos y Mateo: Jesús lo dio a sus discípulos para que comieran. A continuación, vienen las palabras de Jesús acerca de ese pan, que es ahora su cuerpo, que empiezan con la invitación “tomen y coman”.
Con la copa, Jesús procede “de la misma manera”, es decir, la tomó en sus manos, dio gracias y la hizo pasar entre sus discípulos para que cada uno bebiera de ella.

Los gestos, como vemos, son sumamente sencillos. Son ritos, pero ritos familiares, los mismos que se hacían en la comida pascual, pero también como los que se hacen en cualquier casa donde se bendigan los alimentos antes de comer: dar gracias a Dios y comenzar a repartirlos entre los comensales.
Por eso importan, e importan mucho, las palabras con las que Jesús acompaña los gestos. Las palabras les dan sentido. En esas palabras, pronunciadas en la noche en que Jesús fue entregado, él habla de entrega. Él se entrega.
Cuando decimos que Jesús fue entregado, nuestra manera humana de razonar nos hace pensar enseguida en la traición de Judas. Judas lo entregó: llevó a los guardias al lugar donde encontrarían a Jesús. En cambio, si lo miramos desde el punto de vista de Dios, es el Padre quien entrega a Jesús, pero en un sentido muy distinto:
“Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.” (Juan 3,16)
El Padre lo entrega, para la salvación de la humanidad. Pero, con sus palabras, Jesús manifiesta que también Él se entrega. Se entrega a sí mismo, en total unión con el Padre.
Jesús ha sido traicionado por los hombres, pero su voluntad es la voluntad del Padre. El Padre lo entrega y Él se entrega. Por eso dice: “esto es mi cuerpo que se entrega por ustedes”, es decir, por nosotros, por todos lo que, desde entonces, participamos de su Cena, del memorial de su Pasión.
Al tomar el cáliz, Jesús agrega otras palabras. Mateo, Marcos y Lucas transmiten que la sangre de Jesús es derramada “por ustedes” o “por muchos”. Ese “muchos” no es excluyente, como si dijera “por algunos sí y por otros no”; pero es que la sangre sella una alianza, una nueva alianza entre Dios y los hombres. Esa alianza se sella con la sangre de Jesús, de acuerdo con el rito de los antiguos sacrificios, que se hacían con sangre de animales. Aquí, en cambio, el sello es la preciosa sangre de Jesús. Se espera que sean “muchos” los que entren en la alianza, pero cada uno tiene que dar sus propios pasos para entrar.

El evangelio nos lleva a otro escenario, la multiplicación de los panes y los peces.
El relato de Lucas tiene elementos que recuerdan la Eucaristía:
Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados y, levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que se los sirvieran a la multitud. (Lucas 9, 11b-17)
Los gestos de Jesús son muy parecidos a los de la última cena.
Pero veamos también como empieza el relato:
Jesús habló a la multitud acerca del Reino de Dios y devolvió la salud a los que tenían necesidad de ser curados. (Lucas 9, 11b-17)
Vemos a Jesús recibiendo a todos, hablándoles del Reino, sanando…
Participar en la Eucaristía, participar de verdad, es ser recibidos por Jesús, que anuncia su Reino y sana nuestro corazón de heridas y pecados.
Muchos vienen a la Eucaristía buscando su curación y eso es lo que Jesús ofrece y lo que sus discípulos tenemos que saber presentar, porque, frente a la necesidad de la gente, Jesús indicó:
«Denles de comer ustedes mismos.» (Lucas 9, 11b-17)
Podemos ser parte de una parroquia grande, con muchos fieles, personas consagradas, ministros o podemos ser parte de una pequeña capilla, donde la Eucaristía se celebra apenas una vez por mes… pero lo importante es que nos acerquemos y estemos allí donde Jesús se hace presente, nos sana y alimenta nuestra fe con su Palabra y su Pan de Vida.
Y, para que no falte esa presencia de Jesús, no dejemos de pedir al dueño de la Mies que envíe trabajadores, es decir, que haya siempre entre nosotros buenos y fieles sacerdotes, al servicio de Dios y de su Pueblo, anunciando su Palabra, consagrando el pan y el vino y entregando a los fieles el Cuerpo de Cristo.

Encuentro Mundial de las Familias

Del miércoles 22 al domingo 26 se realiza en Roma el Décimo Encuentro Mundial de las Familias, con el lema “El amor familiar: vocación y camino de santidad”. Nos unimos en la oración a ese encuentro y esperamos recibir sus ecos en nuestra diócesis.

Natividad de San Juan Bautista / Sagrado Corazón de Jesús

El 24 de junio coinciden en el calendario dos celebraciones muy importantes. Por la fecha, es la natividad de san Juan Bautista; pero, por ser el viernes siguiente al segundo domingo después de Pentecostés, toca también el Sagrado Corazón de Jesús. Entonces… el Sagrado Corazón se queda el 24 y Juan el Bautista se adelanta al 23; pero allí donde el Bautista es el patrono, como en las parroquias de Santa Lucía, San Bautista y una capilla en La Paz, la fiesta queda el 24 y el Sagrado Corazón se adelanta. Recordemos, entonces, estas dos celebraciones tan queridas y démosle a cada una su lugar.

Y esto es todo por hoy. Gracias, amigas y amigos, por su atención. Que Jesús los guarde a todos en su corazón y descienda sobre ustedes la bendición de Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

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