jueves, 23 de junio de 2022

“Tú ve a anunciar el Reino de Dios” (Lucas 9,51-62). Domingo XIII durante el año.

Último domingo del mes de junio, mes dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, cuya fiesta celebramos el viernes 24, por lo que se adelantó al 23 la del nacimiento de san Juan Bautista. Es también, en la Iglesia uruguaya, el mes vocacional. Un mes para cumplir especialmente lo que Jesús pide: rogar para que el dueño de la cosecha envíe trabajadores y realizar distintas actividades de promoción vocacional. El lema de este año es “Jesús te ama y te llama” y el afiche que estamos viendo muestra distintas vocaciones que, como un puzle, encajan, unas con otras, configurando el rostro de Cristo en el mundo.

Y este tema viene muy al caso hoy, porque las lecturas de este domingo tienen que ver, precisamente con la vocación.
La primera lectura nos habla del llamado de Dios que llega a un labrador de nombre Eliseo, para que sea el sucesor del profeta Elías. Elías ha sido un gran profeta, un gran servidor de Dios, pero su camino en la tierra está llegando al final y es hora de llamar a alguien para que continúe su misión.

El Señor dijo a Elías: «A Eliseo, hijo de Safat, de Abel Mejolá, lo ungirás profeta en lugar de ti».
Elías partió de allí y encontró a Eliseo, hijo de Safat, que estaba arando. Delante de él había doce yuntas de bueyes, y él iba con la última. Elías pasó cerca de él y le echó encima su manto.
(1 Reyes 19, 16b. 19-21)
Elías no llama a Eliseo con palabras, sino con un gesto: le pone su manto. El manto es un abrigo, pero es también una vestimenta que identifica. Podemos imaginar a la gente reconociendo a Elías de lejos, por el manto que llevaba. Ahora, muchos notarán que Eliseo lleva el manto de Elías y lo reconocerán como su sucesor. El manto es también abrigo, protección, amparo: un signo del cuidado de Dios.
Eliseo entiende el gesto, acepta el llamado, pero quiere despedirse de sus padres. Elías no se lo impide. Eliseo obra inmediatamente y luego marcha detrás de Elías como discípulo.

Este relato nos prepara a escuchar el evangelio, que nos presenta el breve diálogo de Jesús con tres posibles seguidores:
El primero toma la iniciativa y le dice a Jesús:
«¡Te seguiré adonde vayas!»
(Lucas 9,51-62)
Sin embargo, Jesús parece ver en él un entusiasmo superficial, que no mide las consecuencias de seguirlo y le responde:
«Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos,
pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza».
Dejamos por un momento al segundo y vamos al tercer candidato. Él también parece tomar la iniciativa:
«Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos»
Su planteo es parecido al de Eliseo, pero la respuesta de Jesús es exigente.
«El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios».
No se puede mirar hacia atrás. El servicio del Reino de Dios exige una mentalidad nueva. No una mentalidad novelera, pendiente siempre de lo que está en onda, sino una mentalidad que se abre a lo absolutamente nuevo, el Reino de Dios que trae Jesús.
Y dijo a otro: «Sígueme».
Él respondió: «Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre».
Pero Jesús le respondió:
«Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios».
Este es el diálogo con el segundo. Con él, es Jesús quien toma la iniciativa.
“Sígueme” es la palabra con la que Jesús ha llamado a cada uno de sus primeros discípulos. Ahora bien: ¿acaba de morir el padre de este hombre, o acaso está agonizante? Tal vez no; tal vez tenga una edad muy avanzada y el hijo ve la muerte ya próxima. Sepultar a los padres es un deber de los hijos que está comprendido en el mandamiento de honrar padre y madre. En el libro de Tobías hay un hermoso discurso de Tobit, dirigido a su hijo Tobías, recordándole con cariño ese deber grave y sagrado. Pero Jesús llama para una tarea que no admite demora y que está por encima de todo: “anunciar el Reino de Dios”.
¿Cómo se concilia eso con la vida familiar? En el mundo de hoy, para mucha gente no parece importar tanto la vida de familia. Pero quien ha sido llamado a “anunciar el Reino de Dios” viviendo una especial consagración, es decir, renunciando a formar su propia familia para darse de lleno a la misión, esa persona consagrada, no necesariamente rompe con sus padres y hermanos, ni siquiera cuando no entienden o no comparten su vocación y, a veces, ni siquiera su fe. Para quien ha sido llamado, se trata de establecer una nueva relación, desde la cual se puede hacer mucho más que “enterrar a los muertos”. En primer lugar, siempre se puede amar; y se puede transmitir la esperanza de una vida nueva en Jesucristo.
El evangelio no deja explícito si alguno de los tres finalmente siguió a Jesús. No tenemos aquí una escena como la de aquel hombre que, habiendo sido llamado a vender todo, darlo a los pobres y seguir a Jesús, “Al oír estas palabras, … se entristeció, porque era muy rico” (Lucas 18,23).
La respuesta al llamado de Jesús es una respuesta que solo puede darse desde la libertad del corazón. Aquel hombre rico era prisionero de sus bienes. Para cada uno de estos tres hay otras amarras, que Jesús quiere cortar, llamándolos a la reflexión, para que su seguimiento sea realmente libre.
La libertad es el gran tema de la carta a los Gálatas, de la cual encontramos un pasaje en la segunda lectura.
Ustedes, hermanos, han sido llamados para vivir en libertad…
Manténganse firmes para no caer de nuevo bajo el yugo de la esclavitud.
(Gálatas 5, 1. 13-18)
Es así. Estamos llamados a vivir en libertad, la libertad de los hijos de Dios. Eso empieza por darle a Dios un “sí” sin miedo, sin resguardos, poniendo en Él una total confianza, una confianza como la que no podemos poner en nadie más.

En esta semana

El 27 de junio celebramos a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, patrona de la parroquia de Barros Blancos y del liceo católico de Sauce.
El 28, San Ireneo de Lyon, obispo y mártir.
El miércoles 29, tenemos la Solemnidad de San Pedro y San Pablo

Este fin de semana, el más cercano al 29 de junio, se realiza en todo el mundo la colecta llamada “Óbolo de San Pedro”.
Las ofrendas que se recojan tienen dos destinos: en primer lugar, darle al Papa Francisco la posibilidad de hacer donaciones importantes en situaciones de catástrofe en cualquier lugar del mundo o frente a situaciones como las de los refugiados a consecuencia de la guerra de Ucrania y de otros conflictos.
En segundo lugar, estos fondos se aplican en el sostenimiento de la acción misionera y pastoral de la Iglesia en los lugares más gravemente necesitados y a través de los organismos de la Santa Sede. Todo de acuerdo con las prioridades que el Papa señala auscultando el mundo de hoy. Invito a todos a colaborar generosamente, a través de las colectas parroquiales, allí donde estén.

Y con esa invitación, amigas y amigos, los dejo hoy.
Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

No hay comentarios: