domingo, 10 de diciembre de 2023

Ordenación diaconal en Santa Rosa, Canelones: seminarista Sergio Genta.

El domingo 10 de diciembre, II de Adviento, Mons. Heriberto, obispo de Canelones, ordenó diácono al seminarista Sergio Genta, como paso en su camino al sacerdocio.

Homilía del Obispo 

Queridos hermanos y hermanas:

Juan el Bautista fue un hombre enviado por Dios. Un hombre que no apareció por su propia iniciativa, por su cuenta, que no se otorgó a sí mismo una misión,  sino que la recibió de Dios y la aceptó. 

Aceptó esa misión, no parcialmente, como una parte de sus actividades, tal vez una parte generosa, sino como aquello que llenó totalmente su ser. No solamente algo que ocupó todas sus horas, sino que determinó su mismo modo de vida. Como, en su momento, señaló el mismo Jesús, Juan no iba vestido con refinamiento, ni vivía en los palacios de los reyes (Mateo 11,8). La austera vida que llevó en el desierto, fue su preparación a la misión. Su soledad estuvo llena de Dios.

Él se preocupó, frente a las expectativas de la gente de su tiempo, de aclarar que él no era el Mesías. Él se presentó como esa voz que clama en el desierto, según la palabra del profeta Isaías, esa voz que grita para llamar a preparar los caminos del Señor. En realidad, el profeta Isaías hablaba a un pueblo que quería recorrer un camino y podía pensarse que era necesario preparar ese camino para aquella multitud que debía recorrerlo en el regreso a su tierra, a la tierra prometida. Pero, en cambio, Isaías hablaba ya de preparar un camino para el Señor, que iba al encuentro de su pueblo. Juan vino a allanar el camino del Señor, a preparar ese camino, a preparar un pueblo bien dispuesto para recibir al Señor. Un pueblo que le abriera el camino con la conversión, el cambio profundo del corazón.

La vocación del Bautista nos habla a todos de nuestra común vocación: la vocación cristiana, la vocación del bautizado. En nuestro bautismo hemos recibido la luz de Cristo. Y el mismo Jesús nos dice: 

“así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo” (Mateo 5,16). 

Como el Bautista, todos hemos sido llamados, de diferente manera, según nuestra vocación específica, a ser testigos de la luz, a ser testigos de la luz de Cristo.

Querido Sergio: dentro de la comunidad eclesial, tú has recibido un llamado a seguir al Señor  como presbítero en la Diócesis de Canelones. Estás concluyendo tu tiempo de formación en el Seminario; pero no tu formación, porque esa siempre la tenemos que continuar: ha de ser permanente. 

Hoy vas a recibir hoy el diaconado como paso necesario hacia la ordenación sacerdotal.

Hace unos días, en Pan de Azúcar, en la casa donde el Beato Jacinto Vera concluyó su vida en la tierra, ante tus compañeros y formadores del Seminario, en la Eucaristía que yo presidí, hiciste tu promesa de vivir en celibato; no solo porque la Iglesia te lo pide como una condición para acceder al sacerdocio, sino manifestando tu deseo de vivir una plena entrega al Señor, por el Reino de los Cielos. 

Ejerciendo el ministerio que hoy vas a recibir, tendrás la oportunidad de seguir creciendo en el amor al Señor y al prójimo, a través de tu servicio. Todo eso, sostenido por la oración. Recuerdo la conversación que tuvimos en Florida, cuando yo te pregunté cómo veías tu vocación, cómo imaginabas tu sacerdocio... uno podría haber imaginado que dirías “bueno, en la pastoral, en una parroquia”; en cambio, tu palabra fue poner primero la oración. Y es verdad: porque es la unión con el Señor la que nos sostiene en este caminar. Con él, mucho podemos hacer; pero sin Él, nada podemos hacer.

Al recibir el diaconado, pasas a ser parte del clero diocesano. Eso te llama a crecer en relación fraterna con quienes hoy te reciben, participando en los diferentes encuentros que nos ayudan a caminar juntos, tanto en las reuniones de todo el clero, las reuniones del decanato, los retiros, las instancias de formación y otros momentos que también pueden ser distintos, gratuitos: encuentros de quienes compartimos la labor pastoral.

Al quedar adscripto a la parroquia de San Ramón, en la que has venido haciendo tu práctica pastoral, sigue cultivando la unidad con tu párroco, que recuerda siempre agradecido el auxilio que le brindaste a él y a la comunidad durante el tiempo en que el P. Miguel debió estar ausente. A él ofrécele tu disponibilidad, confronta con él tus iniciativas pastorales, sigue las orientaciones que a él, escuchando a su Consejo y a sus colaboradores, le corresponde señalar, como pastor de la comunidad parroquial.

Como lema para esta vida nueva que vas a comenzar, has elegido un pasaje de la carta de san Pablo a los Filipenses:

“Pongan en práctica lo que han aprendido y recibido, lo que han oído y visto en mí, y el Dios de la paz estará con ustedes” (Filipenses 4,9).

Lo que habían aprendido y recibido los filipenses es lo que Pablo les entregó en cuanto maestro; pero él también se presentó como testigo y los exhortó a hablar y actuar según lo que oyeron y vieron en él. 

Maestro y testigo: San Pablo VI nos dejó estas palabras que siguen plenamente vigentes:

"El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escuchan a los que enseñan, es porque dan testimonio" (Evangelii Nuntiandi, 41).

San Pablo fue un hombre entregado a Cristo, consciente de que él mismo era un frágil recipiente en el que se había depositado un inmenso bien. 

Es así que dice el apóstol: 

“llevamos ese tesoro en vasos de barro, para que se vea bien que este poder extraordinario no procede de nosotros, sino de Dios” (2 Corintios 4,7).

Sergio, de acuerdo a tu lema, sigue poniendo en práctica, cada día más y mejor, todo lo que has aprendido, recibido, visto y oído del Señor y de quienes lo han seguido en santidad a lo largo de los siglos y, también, de todos aquellos que la Iglesia te ha ofrecido como formadores y acompañantes. Que el Dios del consuelo, de la fortaleza y de la paz esté contigo y te acompañe siempre.





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