domingo, 30 de junio de 2024

Vivamos siempre en la esperanza.



Un breve párrafo del filósofo español Julián Marías, que define la desesperación y la desesperanza, males de nuestro tiempo y de todos los tiempos.
(Antropología Metafísica, capítulo XXV: El tiempo humano)

sábado, 29 de junio de 2024

29 de junio: San Pedro y San Pablo, apóstoles.



¿QUIÉN ES JESÚS PARA MÍ?

Palabra de Vida:
“Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo” (Mateo 16,13-19)
Sábado 29 de junio de 2024.

viernes, 28 de junio de 2024

Palabra de Vida: Pídele a Jesús que te cure (Mateo 8,1-4)


Viernes de la XII semana del tiempo durante el año.

28 de junio de 2024. 

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo     8, 1-4

Cuando Jesús bajó de la montaña, lo siguió una gran multitud. Entonces un leproso fue a postrarse ante Él y le dijo: «Señor, si quieres, puedes purificarme.» Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Lo quiero, queda purificado.» Y al instante quedó purificado de su lepra.

Jesús le dijo: «No se lo digas a nadie, pero ve a presentarse al sacerdote y entrega la ofrenda que ordenó Moisés para que les sirva de testimonio.»

Palabra del Señor.

jueves, 27 de junio de 2024

"¡Niña, yo te lo ordeno, levántate!” (Marcos 5,21-43). Domingo XIII durante el año.

Este domingo, muchos ciudadanos uruguayos estaremos acudiendo a las urnas para participar en las elecciones internas de los partidos políticos. Es la primera de las instancias electorales que tendremos este año. Ésta no tiene carácter obligatorio, pero es de buen cristiano ser también “buen ciudadano” y eso significa participar responsablemente en la búsqueda del Bien Común, en todas las formas posibles, como lo es el acto de votar.

El evangelio nos describe hoy escenas intensas y conmovedoras. San Marcos es el evangelista, por así decirlo, más “cinematográfico”. Escuchándolo, podemos cerrar los ojos, componer con nuestra imaginación esos acontecimientos y sentir las emociones que mueven a sus protagonistas. Emociones de angustia y de esperanza, que pueden ser también las nuestras. Y si en esos relatos vemos reflejada nuestra realidad más íntima, busquemos el mensaje que también está dirigido a nosotros.

Hay dos episodios con cuatro protagonistas principales. Vayamos hacia ellos, en orden de aparición.

El primero es Jesús, en pleno ejercicio de su ministerio, anunciando el Reino de Dios con sus palabras y con sus signos, en los que se trasluce una particular relación de Él con Dios que la gente comienza a percibir.

Ante Jesús aparece un padre desesperado

Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies, rogándole con insistencia: «Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que se sane y viva». (Marcos 5,21-43)

Es un hombre importante; pero, ante Jesús, se arrodilla y pide insistentemente. Está dispuesto a todo, aún a humillarse para salvar a  su hija.

En el camino hacia la casa de Jairo encontramos una mujer desesperanzada

… una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias. Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor. (Marcos 5,21-43)

Además de sufrir de una enfermedad crónica, aparentemente incurable, esta mujer sufre por otras consecuencias de su mal. El flujo de sangre la vuelve impura, según las normas religiosas, y ese estado es prácticamente permanente, casi como el del leproso. Por eso la desesperanza: por vivir una situación que puede prolongarse indefinidamente.

Y finalmente, una jovencita sin vida. En el momento en que su padre salió a buscar a Jesús, ella aún vivía. Al llegar Jesús con el padre, le dicen a éste:

«Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?» (Marcos 5,21-43)

Prestemos ahora atención a lo que Jesús dice y hace, respondiendo a la petición manifiesta del Jefe de la Sinagoga y a la oculta petición de la mujer.

«¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme» (Marcos 5,21-43)

Eso dice Jesús al entrar a la casa, recibiendo burlas por sus palabras. Sin embargo, hecha esta declaración, Jesús

… entró donde ella estaba. La tomó de la mano y le dijo: «Talitá kum», que significa: «¡Niña, Yo te lo ordeno, levántate!» En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. (Marcos 5,21-43)

En la otra escena, en cambio, es la mujer quien ha tomado una iniciativa. No es Jesús quien se ha dirigido hacia ella, sino ella quien ha decidido tocar el manto de Jesús. En él ha encontrado una esperanza:

Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto, porque pensaba: «Con sólo tocar su manto quedaré sanada». Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba sanada de su mal». (Marcos 5,21-43)

Sin embargo, lo sucedido no fue ignorado por Jesús:

Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de Él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la multitud, preguntó: «¿Quién tocó mi manto?» (Marcos 5,21-43)

Sus discípulos se desconcertaron. Señalaron la presencia de la gente apretándose junto a Jesús… pero Él siguió buscando con la mirada hasta que la mujer se presentó, asustada y temblando y se arrojó a los pies de Jesús, contando la verdad de lo sucedido. ¿Por qué con temor y temblor? No olvidemos que una persona que está en situación de impureza hace impuro a quien la toca o a quien ella toca; por eso, tocar el manto de Jesús había sido un osado atrevimiento. Sin embargo, mucho más que eso, ese contacto sanador, ha sido para ella una manifestación de Dios, un encuentro con el más profundo misterio de Jesús.

Ella ha sido sanada, pero Jesús quiere darle algo más y le dice:

«Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda sanada de tu enfermedad». (Marcos 5,21-43)

No solo sanada: salvada. El cuerpo puede ser curado o no; pero la salvación toca a toda la persona, en su relación con Dios, con los demás, consigo misma y con el mundo que la rodea. “Vete en paz”. En paz con Dios y, desde esa paz con Dios, llevar a otros la paz. 

Ha sido salvada por su fe. Su fe abrió el camino para la acción de Dios en ella.

Fe es lo que pide Jesús al padre de la niña. Cuando recibe el anuncio de que su hija ha muerto, Jesús le dice:

«No temas, basta que creas». (Marcos 5,21-43)

La fe de Jairo, la fe de la mujer que reencuentra la esperanza, es lo que permite que Dios se manifieste a través de Jesús como aquel que viene a traernos la vida de Dios.

En la fe somos llamados a creer que la vida triunfa sobre la muerte, a no dejarnos aplastar por el mal y a poner nuestra confianza en Jesús, que da la vida.

En la fe podemos emprender, allí donde estemos y en nuestras condiciones de vida, nuestra lucha cotidiana con las fuerzas de la muerte para que se abra camino por sobre ellas la fuerza de la vida, la vida de Dios que Jesús ha venido a traernos.

Esta es nuestra fe: Jesús ha resucitado, ha vencido a la muerte y por su victoria, también nosotros resucitaremos.

Y mientras caminamos en esta vida, todo recomenzar en la fe, toda salida de las tinieblas a la luz, toda conversión del pecado al seguimiento de Jesús es un modo de resurgir, de morir y resucitar con Cristo.

En esta semana

El miércoles 3 de julio, fiesta de Santo Tomás, apóstol, quien después de haber dudado dijo a Jesús “Señor mío y Dios mío”. Ese mismo día, en 1813, nació en el mar quien sería el beato Jacinto Vera.

Continúa la visita de la reliquia del beato Jacinto Vera. El domingo próximo estará en la parroquia San José Obrero de Paso Carrasco, en la Misa de las 10.

Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén. 

Palabra de Vida: Construir sobre la roca, practicando la Palabra (Mateo 7,21-29)

 

Jueves de la XII semana del tiempo durante el año.

27 de junio de 2024.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo     7, 21-29

Jesús dijo a sus discípulos:

«No son los que me dicen: "Señor, Señor", los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo.

Muchos me dirán en aquel día: "Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos en tu Nombre? ¿No expulsamos a los demonios e hicimos muchos milagros en tu Nombre?"

Entonces Yo les manifestaré: "Jamás los conocí; apártense de mí, ustedes, los que hacen el mal."

Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero esta no se derrumbó porque estaba construida sobre roca.

Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica, puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: esta se derrumbó, y su ruina fue grande.»

Cuando Jesús terminó de decir estas palabras, la multitud estaba asombrada de su enseñanza, porque Él les enseñaba como quien tiene autoridad y no como sus escribas.

Palabra del Señor. 

miércoles, 26 de junio de 2024

El Santuario de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro en Roma.

En esta Iglesia se encuentra el ícono de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.

La iglesia está dedicada al Santísimo Redentor, pero se la conoce como San Alfonso del Esquilino, en referencia a San Alfonso María de Ligorio, fundador de los Redentoristas, que tienen allí su Casa Madre y un centro de estudios. Fue construida entre 1855 y 1859.

Según una antigua tradición, el ícono de la Virgen del Perpetuo Socorro fue llevado a Roma desde la isla de Creta, a fines del siglo XV. En el año 1866 fue confiado a los Redentoristas por el Papa Pío IX. La congregación extendió esta devoción por todo el mundo, llegando también a nuestra diócesis de Canelones, donde hay una parroquia dedicada a ella, en la ciudad de Barros Blancos.


Palabra de Vida: “Todo árbol bueno produce frutos buenos” (Mateo 7,15-20)


Miércoles de la XII semana del tiempo durante el año.

26 de junio de 2024.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo     7, 15-20

Jesús dijo a sus discípulos:

Tengan cuidado de los falsos profetas, que se presentan cubiertos con pieles de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los reconocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos? Así, todo árbol bueno produce frutos buenos y todo árbol malo produce frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo, producir frutos buenos.

Al árbol que no produce frutos buenos se lo corta y se lo arroja al fuego. Por sus frutos, entonces, ustedes los reconocerán.

Palabra del Señor.

Comentario a este pasaje del evangelio en el audio.

jueves, 20 de junio de 2024

Palabra de Vida: “Acumulen tesoros en el cielo” (Mateo 6,19-23)

Viernes de la XI semana del tiempo durante el año.

San Luis Gonzaga

21 de junio de 2024. 

"¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?” (Marcos 4,35-41). XII Domingo durante el año.

El evangelio de hoy comienza en el momento en que Jesús termina de dar algunas enseñanzas, esas parábolas que venimos escuchando. Siguen ahora una serie de signos que Jesús va a realizar ante sus discípulos. A través de ellos se va ir manifestando quién es Jesús y cuál es su misión. Eso es lo que van a ir descubriendo sus discípulos, y de ese descubrimiento vamos a participar nosotros.

El Maestro y sus discípulos están a orillas del mar de Galilea:

Al atardecer de ese mismo día, Jesús dijo a sus discípulos: «Crucemos a la otra orilla». Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron a la barca, así como estaba. (Marcos 4,35-41)

“Así como estaba”, es decir, apenas concluida una larga jornada, sin comer, sin descansar siquiera un poco, cruzar a la otra orilla. Por eso, no debe extrañarnos que, al poco rato, Jesús esté dormido. Pero es allí cuando sucede algo no del todo imprevisible, pero que coloca en peligro a los discípulos:

Se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua. Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal. (Marcos 4,35-41)

Tal vez lo primero a destacar, al leer estos pasajes, es la presencia de Jesús. Jesús está allí, con sus discípulos. Antes estaba con ellos en la orilla, ahora está con ellos en la barca. Pero Jesús subió “así como estaba” y se ha dormido. Su presencia, en ese momento, no tiene nada de extraordinario. Está junto a sus discípulos como puede estar cualquiera de nosotros: caminando junto con nosotros, compartiendo nuestra jornada… Está presente… y duerme.

En medio de la tormenta que se ha desatado, el hecho de que Jesús esté allí no es suficiente para los discípulos. Está, pero está dormido. Así, inactivo, su presencia es banal. Para los discípulos, tanto da que esté o que no esté, si sigue durmiendo mientras ellos están en peligro. Y por eso…

Lo despertaron y le dijeron: «¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?» (Marcos 4,35-41)

Los discípulos quieren hacerle ver a Jesús que está en juego la vida del grupo. La barca ha comenzado a hacer agua. En la tradición cristiana, la barca representa la iglesia. Es la imagen que recoge un conocido canto: 

“rugen tormentas y a veces nuestra barca
parece que ha perdido el timón
miras con miedo, no tienes confianza
Iglesia peregrina de Dios”. 

Hay dos imágenes contrapuestas, contradictorias: la barca y los discípulos en peligro, que les lleva a decir “¿no te importa?” y, por otro lado, la inmovilidad y el silencio de parte de Jesús dormido, que se abstiene de cualquier acción extraordinaria.

La respuesta de Jesús nos ayuda a comprender qué es lo que está realmente en juego: lo que está en juego no es la barca ni los discípulos, sino su fe:

«¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?» (Marcos 4,35-41)

Es que Jesús está allí, a la vista de ellos. A Él nada le impide dormir. Los discípulos tienen a la vista la tranquilidad y la confianza de Jesús, pero, no obstante, se agitan y se angustian. No parecen percibir que quien está con ellos es el salvador. Su fe todavía no tiene raíces profundas como para sentirse confortados y serenados por esa presencia silenciosa de Jesús en medio de ellos. Para ellos, sigue siendo necesario que Jesús “haga algo”. Y Jesús hace algo, en palabra y obra.

Despertándose, Él increpó al viento y dijo al mar: «¡Silencio! ¡Cállate!» 
El viento se aplacó y sobrevino una gran calma. (Marcos 4,35-41)

Esa acción de Jesús lleva a una pregunta de los discípulos:

«¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?» (Marcos 4,35-41)

Esa es la gran pregunta, que el evangelista Marcos, a través de la forma en que presenta las enseñanzas y milagros de Jesús, va a ir haciendo crecer en sus lectores: “¿Quién es éste?”

Sea cual sea la tempestad que enfrentemos, en nuestra vida personal o familiar, o en nuestra propia comunidad cristiana; sea cual sea el sentimiento que nace en nosotros ante el peligro, estamos invitados a mirar los acontecimientos desde la fe. Nuestra fe, que puede ser pequeña, que puede tener todavía necesidad de sentir, de ver, de apoyarse sobre manifestaciones, signos, milagros, pero que, aún así, no deja de ser fe; una fe que lleva a buscar a Jesús, y ver que siempre ha estado allí, “así como estaba”.

A veces quisiéramos tener una fe completa, una fe perfecta, a la que le bastaría apoyarse  misteriosamente en la presencia de Cristo sin pedirle nada, sin decirle nada, sin que Él diga nada… Pero tal vez todavía no hemos llegado allí y, como los discípulos, aún tenemos necesidad, cuando estamos en peligro, cuando encontramos nuestros límites… necesidad de volvernos a Él, de sacudirlo y despertarlo y pedirle que intervenga para salvarnos. Pidamos al Señor que nos dé el don de poder crecer cada día en la fe, a medida que vamos contemplando los signos que Él va realizando. Los signos que encontramos en las páginas del evangelio, pero que también descubrimos en nuestra propia vida; signos que nos van mostrando y confirmando “quién es éste”: Aquel en quien confiamos.

En esta semana

  • Lunes 24, Natividad de san Juan Bautista, el Precursor de Cristo. Estando aún en el seno materno, al quedar éste lleno del Espíritu Santo, exultó de gozo por la próxima llegada de la salvación. Su nacimiento profetizó la Navidad de Cristo el Señor, y brilló con tal esplendor de gracia, que el mismo Jesucristo dijo que no hubo entre los nacidos de mujer nadie tan grande como Juan el Bautista. Fiesta patronal en las parroquias de las ciudades de Santa Lucía y San Bautista.
  • Jueves 27, Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, una advocación profundamente vinculada a la congregación redentorista. Fiesta patronal en Barros Blancos.
  • Viernes 28, San Ireneo de Lyon, obispo y mártir.
  • Sábado 29, Solemnidad de San Pedro y San Pablo, apóstoles. Ese día y el domingo en nuestra diócesis y en todo el mundo se realiza la Colecta llamada “Óbolo de San Pedro”, con la que ayudamos al Santo Padre a socorrer personas víctimas de catástrofes naturales, conflictos y otras situaciones.
  • Domingo 30, tenemos en Uruguay elecciones internas. Los Obispos hemos entregado un mensaje en el marco de este año electoral, proponiendo una reflexión sobre los caminos que transitamos o podríamos transitar los uruguayos: “Libertad, Justicia y Compasión en el alma de nuestro pueblo”. 

Gracias, amigas y amigos, por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

Palabra de Vida: “El Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta” (Mateo 6,7-15)

  

Jueves de la XI semana del tiempo durante el año.

20 de junio de 2024.

viernes, 14 de junio de 2024

“El Reino de Dios es como un grano de mostaza” (Marcos 4,26-34). XI Domingo durante el año.

El cedro del Líbano es un árbol de apreciada madera y muy ornamental, que puede alcanzar 40 metros de altura y es el emblema nacional del Líbano. 
A este árbol alude la primera lectura de hoy, tomada del profeta Ezequiel. Por boca del profeta, Dios anuncia que cortará un brote de un gran cedro y lo plantará en la montaña más alta de Israel:
Él echará ramas y producirá frutos, y se convertirá en un magnífico cedro.
Pájaros de todas clases anidarán en él, habitarán a la sombra de sus ramas. 
(Ezequiel 17,22-24)
En el evangelio de este domingo, Jesús nos habla también de una planta que
«… extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra» 
(Marcos 4,26-34).
Ramas donde los pájaros encuentran sombra y cobijo para hacer sus nidos. Ahí encontramos el punto común entre la primera lectura y el evangelio. Sin embargo, hay una diferencia. Una diferencia de tamaño. El anuncio del profeta Ezequiel comienza con un gran cedro, del cual se toma un brote. En cambio, la parábola de Jesús comienza con una semilla pequeña… la más pequeña de las semillas, de la que sale la más grande de las plantas de la huerta, que no deja de ser un árbol pequeño o un arbusto grande…

Las parábolas, estos breves relatos en forma de comparación, nos ponen en el centro de la predicación de Jesús: el Reino de Dios. El Reino, no como uno de tantos reinos de este mundo encuadrados en la geografía y en la historia. El Reino de Dios se refiere a la acción de Dios, a su reinado, al cumplimiento en cada lugar y en cada tiempo de su voluntad de vida y salvación, partiendo de los más pobres y vulnerables, para toda la humanidad. Aquello que pedimos continuamente al rezar el Padrenuestro: “Venga tu Reino, hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo”.

La primera parábola de este domingo nos habla de una semilla que, una vez sembrada, crece por sí sola:
El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. (Marcos 4,26-34).

En otras parábolas, Jesús nos hará ver cómo es necesario también sembrar adecuadamente y cuidar lo sembrado. Pero aquí quiere enfatizar la fuerza que está contenida en la semilla. Una fuerza que viene de Dios, no del hombre. El Reino no es una construcción humana, sino obra de Dios en nosotros y con nosotros; obra en la que co-laboramos, es decir en la que laboramos-con, trabajamos-con Dios. Recordemos esta palabra de Jesús, también dentro de una imagen de agricultura:
El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque sin mí, nada pueden hacer. (Juan 15,5)

La semilla está llena de vida. Una vida invisible a nuestra mirada, pero capaz de crecer por sí misma. Aún la semilla más pequeña, el grano de mostaza, puede generar esa planta que crece hasta poder abrigar la vida de los pájaros que anidan en sus ramas.

La vida, es la vida de Dios, la vida que él quiere compartir con nosotros. La vida en abundancia, de la que nos habla Jesús, buen pastor. La vida que, para muchos, comienza por lo más elemental… por pasar de situaciones inhumanas, que no son vida, como dormir en la calle, a situaciones más humanas como encontrar comida, refugio y un trato digno. La vida que, en otro plano, significa abandonar la conducta inhumana de vivir encerrado en el propio egoísmo, para tomar actitudes más humanas, como el reconocimiento de la dignidad del otro, la solidaridad y el trabajo por el bien común.

La vida crece a partir de lo pequeño. En el silencio, bajo la tierra, la semilla germina y la planta comienza a desarrollarse. De ese grano pequeño, de apariencia nula, crecerá la vida:
… primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga. 
(Marcos 4,26-34)
En definitiva, Jesús nos muestra que así es el Reino de Dios. Como realidad humana, una realidad pequeña, insignificante a los ojos del mundo. Como realidad humana, de nuevo, formada por los pobres de espíritu, por aquellos que no confían en sus propias fuerzas sino en la fuerza del amor de Dios. Y es precisamente a través de ellos, débiles y pequeños, que entra en este mundo la fuerza de Dios, la fuerza transformadora de Jesucristo vivo, de Jesucristo resucitado.

Una vez más, volvamos a San Pablo, que tantas veces nos comparte estas cosas desde su propia experiencia, desde su vivencia espiritual. Pablo puede ser visto como el gran emprendedor de la evangelización, el incansable sembrador de la Palabra a lo largo y ancho del mundo de su época. Desde esa perspectiva, algunos historiadores lo ven por lo menos como el segundo fundador del cristianismo.

Sin embargo, Pablo nos transmite el secreto de su fuerza. Enfrentado a una realidad que le hace sentir su propia fragilidad, Pablo pide a Dios ser liberado, pero recibe como respuesta:
«Te basta mi gracia, porque mi poder triunfa en la debilidad». (2 Corintios 12,9)
Y así continúa diciendo el apóstol:
Por eso, me complazco en mis debilidades, en los oprobios, en las privaciones, en las persecuciones y en las angustias soportadas por amor de Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte. (2 Corintios 12,10)
Así es. Nuestras pobres fuerzas humanas son impotentes frente al mal, la injusticia y la violencia que campean en el mundo. Podemos, como el buen samaritano, detenernos una vez en el camino, pero son demasiados los seres humanos que yacen malheridos y, tal vez, nosotros mismos somos algunos de ellos. Pero, en la Palabra de Jesús, creemos que Dios hace germinar y crecer las semillas de bien sembradas por toda la tierra. Es ese milagro del amor de Dios lo que renueva día a día nuestra esperanza, a pesar de las dificultades y sufrimientos. La semilla brota y crece, porque la hace crecer el amor de Dios.

En esta semana:

  • Hoy, domingo 16, está celebrando sus bodas de oro sacerdotales el P. Pablo Bonavía, de la arquidiócesis de Montevideo, quien, entre muchos otros servicios, fue formador en el Seminario Interdiocesano y profesor en la Facultad de Teología. Junto a su comunidad de San Antonino y a los muchos que recibimos sus orientaciones y su testimonio de vida, me uno a esta acción de gracias.
  • Miércoles 19 – 260 aniversario del nacimiento de José Artigas, con su acto central en Sauce, es decir, en nuestra diócesis de Canelones.
  • Concluyen los encuentros decanales de catequesis: Jueves 20, Decanato Piedras; Viernes 21, Decanato Centro.
  • Y el 21, también, celebramos la memoria de San Luis Gonzaga, religioso, admirable por su inocencia. Procedía de una familia noble. Renunció a su título y herencia para ingresar a la Compañía de Jesús. Durante una gran epidemia asistió a muchos enfermos, hasta que el mismo mal lo llevó a la muerte, en el año 1591, dando así la vida por los hermanos.
Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

sábado, 8 de junio de 2024

Inmaculado Corazón de María: Conserva la esperanza en tu corazón (Lucas 2,41-51)


Palabra de Vida.
Sábado 8 de junio de 2024.

Del Evangelio según san Lucas     2, 41-51

Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre, y acabada la fiesta, María y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta. Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un día y después comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos. Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en busca de Él.
Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Y todos los que lo oían estaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas.
Al verlo, sus padres quedaron maravillados y su madre le dijo: «Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados.»
Jesús les respondió: «¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que Yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?» Ellos no entendieron lo que les decía.
Él regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba estas cosas en su corazón.

Escucha un breve comentario de este Evangelio en el reproductor de audio. Tomado del Papa Francisco, 1 de enero de 2020.

viernes, 7 de junio de 2024

Devolver amor por amor: la reparación al Sagrado Corazón de Jesús


Homilía del Obispo de Canelones en la celebración de la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús en el Monasterio de la Visitación de las Salesas, Progreso, Canelones.

Entre el 27 de diciembre de 1673, fiesta de san Juan evangelista y un día de junio de 1675, en la Octava de Corpus Christi, Jesús se manifestó a santa Margarita María Alacoque, mostrándole su corazón. Estamos, pues, viviendo los 350 años de ese gran acontecimiento que tan profundamente ha tocado y sigue tocando la vida de la Iglesia; pero, de un modo particular, a la Orden de la Visitación, a la que pertenecía santa Margarita María.

El monasterio de Paray-Le-Monial, donde tuvieron lugar las apariciones, está viviendo un año jubilar bajo el lema “devolver amor por amor”. En ese marco, en mayo de este año se realizó en Roma un coloquio que tuvo por título “reparar lo irreparable”.

Contemplar el Corazón de Jesús, hoy y siempre, nos lleva a contemplar el amor de Dios, el amor con que Dios nos ama a cada uno de nosotros. Por medio de su Hijo, Dios nos ha mostrado su amor. El bien más grande que podemos experimentar en nuestra vida es descubrir, creer y sentir la realidad de ese amor de Dios por cada uno de nosotros. No un amor genérico, por toda la humanidad, sino por cada uno de nosotros, en forma personal. San Pablo nos da testimonio de cómo él se sintió así, personalmente amado por Dios: “me amó y se entregó por mí” (Gálatas 2,20). Pablo dice eso, porque es su propia experiencia de saberse y sentirse amado por Dios. No como algo exclusivo, sino como algo que él quisiera que todos y cada uno de los hijos e hijas de Dios pudieran decir: me amó y se entregó por mí. Esa fue la experiencia de Margarita María, cuando Jesús le habló de amor por todos los hombres y por ella de un modo particular.

Las revelaciones de Jesús a Margarita María nos traen un llamado, más aún, un reclamo: la reparación. Actos de reparación por las ofensas causadas por los pecados de los hombres. En un mensaje al coloquio de mayo, el papa Francisco recordaba “la hermosa práctica de la reparación al Corazón de Jesús, práctica que hoy puede estar olvidada o erróneamente considerada obsoleta”.

Vale, entonces, la pena preguntarnos sobre el sentido y las formas de la reparación hoy. Alcanza con pensar en las relaciones humanas para ver el valor que sigue teniendo la reparación para recomponer relaciones y sanar heridas. Ello se realiza cuando esa reparación no solo se cumple materialmente, como, por ejemplo, devolviendo algo que se ha robado o pagando una indemnización por el daño que se ha hecho. Se realiza cuando a esas acciones, necesarias, se une el arrepentimiento y el pedido de perdón, que es, en definitiva, el reconocimiento de la dignidad de la persona a la que se ha dañado u ofendido. En el mensaje citado, Francisco recuerda que esos actos materiales de reparación ya estaban previstos en la ley de Moisés; pero señala que, en el Nuevo Testamento, la reparación “toma la forma de un proceso espiritual, en el marco de la redención realizada por Cristo. La reparación se manifiesta plenamente en el sacrificio de la Cruz”. Es que solo Dios puede reparar lo irreparable. Cuando lo que hemos hecho es humanamente irreparable, Dios recoge nuestro deseo de reparación y hace posible lo imposible.

Me ha tocado escuchar testimonios de jóvenes recuperados de adicciones que han logrado no solo un camino de reconciliación y reencuentro sino también de reparación del mal cometido. Recuerdo las palabras de los fundadores de esa comunidad terapéutica, Fazenda de la Esperanza, que decían a esos muchachos: "ustedes hicieron llorar mucho a sus padres; nosotros queremos que los hagan llorar otra vez, pero de alegría".

La reparación no solo lleva a la reconciliación de los hombres con Dios, sino que también contribuye a la reconciliación de los hombres entre sí. No es posible reconciliarse con Dios, sin reconciliarse con el hermano. El reclamo de Jesús a través de las revelaciones a Margarita María hay que entenderlo también como reclamo por las injusticias y las ofensas que cometemos contra nuestro prójimo, que son también ofensas a Dios. 

Todos conocemos las palabras de Jesús en las que él manifiesta que lo que hacemos con nuestros hermanos en necesidad lo hacemos -o lo dejamos de hacer- con él. Él se identifica con ellos. Desde su grito de abandono en la cruz, Jesús nos está llamando a reconocerlo en cada persona abandonada. Francisco, citando el libro de Ben Sirac, nos recuerda que las lágrimas de la viuda -la viuda, junto con el huérfano y el extranjero son la tríada de pobres y desamparados que vuelve una y otra vez en el Antiguo Testamento- las lágrimas de la viuda, dice Ben Sirac, corren por las mejillas de Dios. Y agrega Francisco: “¡cuántas lágrimas caen todavía por las mejillas de Dios, mientras nuestro mundo sufre tantos abusos contra la dignidad de la persona, incluso dentro del Pueblo de Dios!”. Cuánta necesidad sigue habiendo -enorme necesidad- de reparación.

Jesús manifiesta a Margarita María todo el amor de su corazón. Amor que espera respuesta: Amor que arde en deseos de ser amado, Amor que tiene sed de amor, pero que no recibe más que ingratitud e indiferencia. Los actos de reparación pedidos por el Señor son formas de expresar esa respuesta; pero la respuesta fundamental es “devolver amor por amor”. Al amor que viene de Jesús, responder con nuestro amor. Es lo que le pide a Margarita María: que lo ame por quienes no lo aman, que lo adore, por quienes no lo adoran.

Como gestos de reparación, Jesús pide que honremos la imagen de su Sagrado Corazón, especialmente, entronizándola en nuestra casa; que comulguemos frecuentemente; que participemos en la Misa del primer viernes de cada mes; que vivamos la Hora Santa, uniéndonos a la oración de Jesús en el Huerto y que se instituyera una fiesta en honor de su Sagrado Corazón, la fiesta que estamos celebrando hoy.

Podemos tener a mano esa lista y marcar si la vamos cumpliendo… pero no se trata simplemente de actos materiales. Se trata, verdaderamente, de “devolver amor  por amor”; es decir, hacer de cada uno de esos actos, un verdadero acto de amor a Dios y al prójimo, donde se juegue nuestro corazón.

Recuerdo, hace unos años, una Misa en la que el sacerdote, para introducir la oración del padrenuestro, nos dijo: “Hagamos un acto de amor: recemos, como Jesús nos enseñó…”

“Hagamos un acto de amor”. Eso tendría que ser cada una de nuestras acciones, empezando por nuestra propia oración de cada día. Un acto de amor al que “me amó y se entregó por mí”, al que no puedo dejar abandonado en la cruz o al costado del camino.

Un acto de reparación y amor al que nos ha amado primero y que, a pesar de nuestras ingratitudes e indiferencias, nos sigue entregando todo el amor de su corazón.

Sagrado Corazón de Jesús: Dejarse tocar por la compasión (Oseas 11,1.3-4.8c-9)


7 de junio de 2024.

Lectura de la profecía de Oseas     11, 1. 3-4. 8c-9

Así habla el Señor:

«Cuando Israel era niño, Yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo. ¡Y Yo había enseñado a caminar a Efraím, lo tomaba por los brazos! Pero ellos no reconocieron que Yo los cuidaba.

Yo los atraía con lazos humanos, con ataduras de amor; era para ellos como los que alzan a una criatura contra sus mejillas, me inclinaba hacia él y le daba de comer.

Mi corazón se subleva contra mí y se enciende toda mi ternura: no daré libre curso al ardor de mi ira, no destruiré otra vez a Efraím. Porque Yo soy Dios, no un hombre: soy el Santo en medio de ti, y no vendré con furor.» 

“El que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre” (Marcos 3,20-35). Domingo X durante el año.

Vamos avanzando en el mes de junio, mes del Sagrado Corazón de Jesús y, en la Iglesia uruguaya, mes vocacional. Mes vocacional, dentro del año vocacional que se está realizando en todo el país.

El domingo pasado celebramos el Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo. Con esa fiesta y, si queremos, todavía con la del Sagrado Corazón, el viernes, cerramos un tiempo de fiesta, primero con el tiempo pascual y luego con dos grandes solemnidades.

Este domingo, podríamos decir, “volvemos a la normalidad”, a lo que llamamos en las celebraciones de la Iglesia el “tiempo durante el año” o “tiempo ordinario”. “Ordinario” en el sentido de que no sale de lo común, de lo regular, de lo que sucede habitualmente.

Pero cuando vamos al evangelio, nada es “común”. Siempre hay algo extraordinario en lo que Jesús dice y hace; algo que marcó la vida de sus discípulos, que guardaron en su memoria aquellas cosas y nos las transmitieron en sus escritos que han llegado hasta hoy.

Estamos en el capítulo 3 del evangelio de Marcos, o sea, todavía bastante al principio. Marcos nos ha contado el comienzo de la actividad de Jesús, mostrándonos las muchas curaciones de enfermos que realizaba, al mismo tiempo que su preocupación por ir a otros sitios a predicar, a anunciar el Reino de Dios. Así dijo a sus discípulos:
«Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido» (Marcos 1,38)
Esa actividad de Jesús comenzó a llamar la atención de las autoridades religiosas. Esto, en una sociedad profundamente impregnada por lo religioso, que tocaba todos los aspectos de la vida. Desde Jerusalén, la ciudad donde estaba el templo, llegaron unos escribas a ver qué es lo que hacía Jesús. Los escribas o maestros de la Ley eran hombres que dedicaban mucho tiempo al estudio de la Sagrada Escritura. Eran las personas a las que se consultaba sobre todo asunto religioso. Y si no se les consultaba, pero veían algo extraño o irregular, intervenían. Así hablaban de Jesús, aunque no en su presencia, pero dando un juicio terminante:
«Está poseído por Belzebul y expulsa a los demonios por el poder del Príncipe de los Demonios» (Marcos 3,20-35)
La acusación es terrible y pretende descalificar totalmente a Jesús. No lo acusan de falsos milagros, sino de algo mucho peor: de actuar con el poder de Satanás. Están diciendo que Jesús no es un servidor de Dios, sino un servidor del demonio. Jesús va a calificar esto como “pecado contra el Espíritu Santo”.
Antes de que Jesús responda, no podemos menos que razonar… ¿cómo es esto? ¿con el poder del demonio echa demonios? ¿Qué ganaría Satanás con eso? ¿Qué extraño plan tendría preparado?
Jesús, enterado de lo que estaban diciendo, los llamó y los enfrentó, con ese mismo razonamiento:
«¿Cómo Satanás va a expulsar a Satanás?» (Marcos 3,20-35)
Efectivamente, la acusación no tiene sentido. Atacar a sus supuestos compañeros, el “fuego amigo”, como se dice en el lenguaje bélico, puede darse por accidente, pero no como parte de una acción que lleve a la victoria. “Un reino dividido no puede subsistir”, dice Jesús.
«Si Satanás se dividió, levantándose contra sí mismo, ya no puede subsistir, sino que ha llegado a su fin». (Marcos 3,20-35)
Expulsando demonios, Jesús está realizando una acción liberadora, más amplia y más profunda de lo que parece. No se trata solamente de expulsar un espíritu maligno que atormenta a una persona, sino también expulsar de la mente y del corazón de su gente la creencia de que toda enfermedad y padecimiento era obra de demonios y que todas las personas que las sufrían habían sido castigadas y abandonadas por Dios. La acción de Jesús manifiesta lo contrario: a esos enfermos y endemoniados, Él les manifiesta la misericordia de Dios. Son los primeros en recibirla.

Superada, al menos por el momento, la confrontación con los escribas, Jesús se encuentra con otra oposición a su misión, la que viene de su propia familia. Olvidémonos de nuestra idea de familia nuclear, con un padre, una madre y uno o dos hijos. La familia de Jesús es mucho más que María y José.
“sus parientes … salieron para llevárselo, porque decían: «Es un exaltado»” (Marcos 3,20-35).
“Sus parientes” forman todo un clan, un grupo grande de gente, que se siente responsable de Jesús, porque creen que ha enloquecido y por eso quieren llevárselo. Desde luego, Jesús no está endemoniado ni loco. Al cierre de este pasaje del evangelio, le avisan a Jesús: «Tu madre y tus hermanos te buscan ahí afuera». Él les respondió: 
«¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?». 
Y dirigiendo su mirada sobre los que estaban sentados alrededor de él, dijo: 
«Estos son mi madre y mis hermanos. Porque el que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre». (Marcos 3,20-35).
Jesús no rechaza a su Madre ni a sus parientes, sino que establece un vínculo más profundo que el de la sangre: hacer la voluntad de Dios.
Comentando este pasaje del evangelio, dice el papa Francisco:
Aquella respuesta de Jesús no es una falta de respeto a su madre y sus familiares. Más bien, para María es el mayor reconocimiento, porque precisamente ella es la perfecta discípula que ha obedecido en todo a la voluntad de Dios. (Ángelus, 10 de junio de 2018).
A propósito de María, en esta confrontación de Jesús con las fuerzas del mal, recordemos la promesa de Dios que aparece en la primera lectura. Dios dice a la serpiente:
«Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya. Él te aplastará la cabeza y tú le acecharás el talón» (Génesis 3,9-15)
Por medio de María se cumple la promesa de Dios. Jesús, “nacido de una mujer” (Gálatas 4,4) aplasta la cabeza de la serpiente; es decir, derrota las fuerzas demoníacas que quieren dominar al hombre.

Que nos ayude la Virgen Madre a vencer toda tentación y a vivir en comunión con su hijo, como parte de su familia: escuchando, meditando y poniendo en práctica su palabra, haciendo la voluntad de Dios.

En esta semana:

Hoy, domingo 9, en la parroquia San Francisco, de Joaquín Suárez, recibe el ministerio del lectorado nuestro seminarista Tomás. Acompañémoslo con nuestra oración.

El martes 11 de junio, recordamos a San Bernabé, apóstol, varón bueno, lleno de Espíritu Santo y de fe, que formó parte de los primeros creyentes en Jerusalén y predicó el Evangelio en Antioquía e introdujo entre los hermanos a Saulo de Tarso, recién convertido. Con él realizó un primer viaje por Asia para anunciar la Palabra de Dios, participó luego en el Concilio de Jerusalén y terminó sus días en la isla de Chipre, su patria, sin cesar de difundir el Evangelio.

El 13 de junio, San Antonio de Padua, presbítero y doctor de la Iglesia, nacido en Portugal. Entró en la Orden recién fundada de los Hermanos Menores, los Franciscanos. Se dedicó a predicar por Italia y Francia, atrayendo a muchos a la verdadera doctrina. Escribió sermones notables y por mandato de san Francisco enseñó teología a los hermanos.
En ese día la parroquia de pueblo San Antonio celebra su fiesta patronal. A las 14:45, procesión y a las 15 horas, Misa.
La otra parroquia San Antonio, en Las Piedras, celebrará su fiesta el domingo 16, en la Misa de las 10.

Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

jueves, 6 de junio de 2024

En el día de San Marcelino Champagnat: celebrando en Pando los 90 años de presencia Marista en Uruguay.


Homilía en la Misa de San Marcelino Champagnat, en la parroquia Inmaculada Concepción de Pando, 6 de junio de 2024.

Enseñar al que no sabe, es una cosa buena y siempre es posible cuando el que sabe está dispuesto a enseñar y el que no sabe quiere también aprender.
El educador tiene esa vocación: enseñar. Digo enseñar, pero también voy a decir "educar".
Para eso se necesita saber, tener conocimientos y también tener la capacidad de transmitirlos de modo que el que no sabe pueda entender y aprender.
Pero el que enseña puede hacerlo de muchas maneras, con diferentes actitudes.
Si al conocimiento y a la capacidad de enseñar se suma el amor por aquellos a quienes se enseña, se agrega al acto de enseñar algo que le da un valor más profundo. El enseñar se hace educar. "Educar es amar", leemos aquí, sobre la imagen de San Marcelino. Educar es amar y también vale dado vuelta: amar es educar, porque amando comunicamos algo muy grande, algo que es lo más humano y lo mejor que podemos transmitir.
Enseñar al que no sabe es una de las siete obras de misericordia espirituales, una expresión del amor al prójimo… pero eso, siempre que se haga con amor. Si no va unido al amor, en el mejor caso, se quedará en una transmisión de conocimientos.

San Marcelino Champagnat sintió el llamado a enseñar al que no sabe, desde el comienzo de su sacerdocio. Después de recibir su ordenación sacerdotal, en el año 1816, fue enviado a una parroquia de una zona montañosa, con mucha población dispersa, con gente que vivía bastante aislada. Allí vivió una experiencia que lo marcó mucho. Lo llamaron para atender a un joven de 16 años que estaba muy grave, que estaba por morir. Hablando con el joven, el padre Marcelino se dio cuenta de que ese muchacho nunca había oído hablar de Dios. Volvió al otro día para hablarle de Dios, pero el joven ya había fallecido.
En su camino se encontró con otro muchacho, un poco mayor, de 23 años, que había sido soldado de Napoleón. No sabía leer ni escribir y el padre comenzó a enseñarle.
Estos encuentros lo fueron llevando a poner en obra algo que había pensado con otros sacerdotes jóvenes: crear una congregación de hermanos para la educación de niños y jóvenes. Antes de un año, el 2 de enero de 1817 nació la congregación de los Hermanos Maristas.

A veces, hay palabras que nos son tan familiares que no pensamos en su significado. Hermanos Maristas es un lindo nombre, formado por dos palabras, que son un mensaje. La primera palabra es “Hermano”: alguien de tu familia, cercano, amigo. Alguien que te enseñe con amor.
La segunda palabra es “Marista”, que hace referencia a María, la Madre de Jesús. Poner ese acento en María no es olvidarse de su Hijo, sino todo lo contrario. Es mirar a María como camino para llegar a Jesús, el Salvador. Ir “a Jesús por María”.

Como pasa tantas veces con las cosas buenas, Marcelino y sus hermanos tuvieron que enfrentar muchas dificultades para llevar adelante su proyecto. Pero sintieron confianza en que estaban respondiendo no solo a una necesidad humana, sino a un llamado de Dios. Y se sintieron siempre confortados bajo el manto de María.
Pensando en esas dificultades podemos recordar algo que nos dice la lectura de la segunda carta de san Pablo a Timoteo, que hemos escuchado. Pablo está preso por anunciar el evangelio. Y aún así, de otra forma, a través de sus cartas, sigue haciéndolo. Es ahí que nos dice esto tan bonito: “la Palabra de Dios no está encadenada”. Yo puedo estar con muchas dificultades, pero no se puede encadenar la Palabra de Dios. Ella seguirá siempre yendo al encuentro de los hombres y mujeres que viven en este mundo.

Y es así que, con su deseo de enseñar al que no sabe y llevar el mensaje de Jesús, de la mano de María, hace 90 años, llegaron los Hermanos Maristas al Uruguay. Ése es el acontecimiento que estamos recordando hoy de una manera especial, al celebrar la memoria de San Marcelino Champagnat.
Hace 90 años se fundó el colegio Santa María, para niños pobres, en dos salones y el patio trasero de la parroquia Tierra Santa, en Montevideo, donde actualmente está parte de la Universidad Católica. Los primeros hermanos tuvieron que enfrentar muchas dificultades. Carecían totalmente de recursos. Llegaron, como se dice “con lo puesto”. Pedían ayuda para poder sostener su obra y encontraron muchas veces rechazos y burlas. Pero mantuvieron su confianza, se agarraron fuerte de la mano de María y siguieron adelante. En tres años lograron fundar cuatro colegios más. Se extienden al interior y en 1941 llegan a Pando, y aquí tenemos el Colegio San Luis.

Damos gracias al Señor por toda la obra pedagógica de los hermanos. Ya no son tan numerosos. Para poder vivir mejor su vida fraterna, se han agrupado en una casa en Montevideo. Pero siguen viniendo aquí, animando la vida del colegio y asegurando que el espíritu que animó a San Marcelino Champagnat siga vivo entre nosotros. Damos gracias, entonces, al Señor, a María y a San Marcelino. Que desde el cielo el fundador siga cuidando su obra, intercediendo por todos los que continúan en ella y que jóvenes de hoy se animen a preguntarse si el camino de los hermanos puede ser también el camino que Dios los invita a recorrer en la vida. Que así sea.

+ Heriberto

Palabra de Vida: “La Palabra de Dios no está encadenada” (2 Timoteo 2,8-15)


Jueves de la IX semana durante el año.

6 de junio de 2024.

Primera lectura:

De la segunda carta del Apóstol san Pablo a Timoteo     2, 8-15

Querido hijo:

Acuérdate de Jesucristo, que resucitó de entre los muertos y es descendiente de David. Esta es la Buena Noticia que yo predico, por la cual sufro y estoy encadenado como un malhechor. Pero la Palabra de Dios no está encadenada. Por eso soporto estas pruebas por amor a los elegidos, a fin de que ellos también alcancen la salvación que está en Cristo Jesús y participen de la gloria eterna.

Esta doctrina es digna de fe: Si hemos muerto con Él, viviremos con Él. Si somos constantes, reinaremos con Él. Si renegamos de Él, Él también renegará de nosotros. Si somos infieles, Él es fiel, porque no puede renegar de sí mismo.

No dejes de enseñar estas cosas, ni de exhortar delante de Dios a que se eviten las discusiones inútiles, que sólo sirven para perdición de quienes las escuchan. Esfuérzate en ser digno de la aprobación de Dios, presentándote ante Él como un obrero que no tiene de qué avergonzarse y como un fiel dispensador de la Palabra de verdad.

O0O0O0O0O0O

Escucha un breve comentario en el audio de IVOOX.

miércoles, 5 de junio de 2024

Palabra de Vida: Reavivar la llama del amor de Dios (2 Timoteo 1,1-3.6-12)


Miércoles de la IX semana durante el año.

5 de junio de 2024.

Primera lectura:

Principio de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo     1, 1-3. 6-12

Pablo, Apóstol de Jesucristo, por la voluntad de Dios, para anunciar la promesa de Vida que está en Cristo Jesús, saluda a Timoteo, su hijo muy querido. Te deseo la gracia, la misericordia y la paz que proceden de Dios Padre y de nuestro Señor Jesucristo.

Doy gracias a Dios, a quien sirvo con una conciencia pura al igual que mis antepasados, recordándote constantemente, de día y de noche, en mis oraciones.

Por eso te recomiendo que reavives el don de Dios que has recibido por la imposición de mis manos. Porque el Espíritu que Dios nos ha dado no es un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de sobriedad. No te avergüences del testimonio de nuestro Señor, ni tampoco de mí, que soy su prisionero. Al contrario, comparte conmigo los sufrimientos que es necesario padecer por el Evangelio, animado con la fortaleza de Dios. El nos salvó y nos eligió con su santo llamado, no por nuestras obras, sino por su propia iniciativa y por la gracia: esa gracia que nos concedió en Cristo Jesús, desde toda la eternidad, y que ahora se ha revelado en la Manifestación de nuestro Salvador Jesucristo. Porque él destruyó la muerte e hizo brillar la vida incorruptible, mediante la Buena Noticia, de la cual he sido constituido heraldo, Apóstol y maestro.

Por eso soporto esta prueba. Pero no me avergüenzo, porque sé en quien he puesto mi confianza, y estoy convencido de que él es capaz de conservar hasta aquel Día el bien que me ha encomendado. 

martes, 4 de junio de 2024

Palabra de Vida: “Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios” (Marcos 12,13-17)


Martes de la IX semana durante el año.

4 de junio de 2024.

Del Evangelio según san Marcos (12, 13-17)

Enviaron a Jesús unos fariseos y herodianos para sorprenderlo en alguna de sus afirmaciones. Ellos fueron y le dijeron: «Maestro, sabemos que eres sincero y no tienes en cuenta la condición de las personas, porque no te fijas en la categoría de nadie, sino que enseñas con toda fidelidad el camino de Dios. ¿Está permitido pagar el impuesto al César o no? ¿Debemos pagarlo o no?»
Pero él, conociendo su hipocresía, les dijo: «¿Por qué me tienden una trampa? Muéstrenme un denario.»
Cuando se lo mostraron, preguntó: «¿De quién es esta figura y esta inscripción?»
Respondieron: «Del César.»
Entonces Jesús les dijo: «Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios.»
Y ellos quedaron sorprendidos por la respuesta.

Escucha un breve comentario en el audio de IVOOX.

lunes, 3 de junio de 2024

Palabra de Vida Junio 2024: “El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: sea que duerma o que se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo” (Marcos 4, 26–27)


“El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: sea que duerma o que se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo” (Marcos 4, 26 – 27)
 
El Reino de Dios es el corazón del mensaje de Jesús, del cual el evangelio de Marcos quiere dar la buena nueva. Aquí es anunciado a través de una breve parábola, con la imagen de la semilla que una vez echada en la tierra libera su fuerza vital y da fruto.
Pero, ¿qué es el Reino de Dios hoy para nosotros? ¿Qué tiene que ver con nuestra historia, personal y colectiva, constantemente suspendida entre expectativas y desilusiones? Si ya ha sido sembrado, ¿por qué no vemos los frutos de paz, de seguridad, de felicidad?.
 
“El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: sea que duerma o que se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo”.

Esta Palabra nos comunica la confianza total del mismo Jesús en el designio de Dios para con la humanidad: 
“Por Jesús que vino a la tierra, por su victoria, este Reino está ya presente en el mundo, y su cumplimiento, que pondrá fin a la historia, está ya asegurado. La Iglesia es la comunidad de quienes creen en este Reino, y seña ya su comienzo”[1].
A todos los que la reciben les confía la tarea de preparar el terreno para abrirse al don de Dios y salvaguardar la esperanza en su amor. 
“[…] De hecho no hay esfuerzo humano, esfuerzo ascético, estudio o investigación intelectual que pueda ayudarnos a entrar en el Reino de Dios. Es el mismo Dios quien viene al encuentro, quien se revela con su luz o nos signa con su gracia. Y no hay ningún mérito del que nos podamos vanagloriar o en el que podamos apoyarnos para merecer semejante don de Dios. El Reino se nos ofrece gratuitamente”[2]
“El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: sea que duerma o que se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo”.

Echar la semilla y no quedarse con ella, sino sembrarla con generosidad y confianza. “De noche y de día”: el Reino crece silenciosamente, también en la oscuridad de nuestras noches.
Podemos incluso pedir cada día: “Venga a nosotros tu Reino”.

La semilla no exige un trabajo continuo, de control, por parte del campesino, más bien la capacidad de esperar, con paciencia, a que la naturaleza siga su curso.

Esta Palabra de Vida nos abre a la confianza en la fuerza del amor, que comporta fruto a su tiempo. Nos enseña el arte de acompañar con paciencia lo que puede crecer por sí mismo, sin la ansiedad por los resultados; nos deja libres para recibir al otro en el momento presente, valorando sus potencialidades en el respeto de sus tiempos.
“Un mes antes de su casamiento –relata un matrimonio– nuestro hijo nos llama sobresaltado para decirnos que su novia ha vuelto a hacer uso de la droga. Nos pide consejo, nos pregunta qué hacer. No resulta fácil saber qué decirle. Podríamos aprovechar la ocasión para convencerlo de que se separen, pero no nos parece el camino correcto. Le dijimos que analizara bien su corazón. Primero hubo un gran silencio. Y después nos comentó: ‘Creo que puedo amarla más’. Después de casados pudieron encontrar un óptimo centro de recuperación con atención externa de apoyo. Así pasaron catorce largos meses, en los cuales ella pudo mantener el compromiso de no volver más a las drogas. Un camino largo para todos, pero el amor evangélico que tratamos de mantener, incluso entre las lágrimas, nos da la fuerza para amar a nuestro hijo en esta delicada situación. Un amor que quizá lo ayude también a él a comprender cómo amar más a su mujer”.

Letizia Magri y equipo de Palabra de Vida

NOTAS
[1] Lubich C., Palabra de Vida agosto 1983
[2] Palabra de Vida octubre 1979 

sábado, 1 de junio de 2024

Palabra de Vida: Cultivar la autoridad de la esperanza. (Marcos 11,27-33)

Sábado de la VIII semana del Tiempo durante el año.

1 de junio de 2024. San Justino, mártir.

Texto tomado de Papa Francisco, Audiencia General 20 de septiembre de 2017.